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La Corte Suprema de Estados Unidos anula restricciones sobre los gastos empresariales en las elecciones

Por Tom Ely
28 Enero 2010

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Este artículo apareció n en nuestro sitio en su inglés original el 23 de enero, 2004.

La decisión de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos este jueves pasado anula las restricciones que por largo tiempo le habían prohibido el financiamiento de elecciones a las empresas y bancos. El dictamen representa un ataque de gran significado contra los derechos democráticos. Por un voto de 5 a 4, la mayoría de la corte aseguró que la clase dirigente que controla la economía dominará, aún de manera más directa y completa, el sistema político de Estados Unidos.

El dictamen representa una cruda reafirmación de los intereses de la clase bancaria y empresarial del país. Deja bien claro que detrás de todos los atavíos de la democracia de los Estados Unidos yace esta realidad: el estado funciona como el instrumento de control social por una clase sobre otra.

La decisión en el caso—Ciudadanos Unidos en Contra de la Comisión de Elecciones Federales—anula más de cien años de precedentes jurídicos, fortalece el nudo que los grandes negocios ejercen sobre el proceso político, y permite legalmente que los políticos y todos los cargos oficiales del gobierno obedezcan las órdenes de los ricos.

Bajo el pretexto de defender la libertad de expresión, el dictamen representa contra los derechos democráticos. La premisa fundamental de su lógica es obviamente absurda: que las empresas tienen los mismos derechos a la expresión y a abogar por posturas políticas que los individuos. Es, pues, una burla a los principios democráticos establecidos por la Ilustración que impulsaron a los revolucionarios que dirigieron la guerra de Estados Unidos por su independencia. El mismo Jefferson consideraba que la política de las instituciones financieras era "más peligrosa para nuestras libertades que los ejércitos regulares".

El dictamen es consecuencia de décadas de reacción política; de la concentración cada vez mayor de la riqueza en manos de una clase dirigente pequeña; y de los ataques cada vez peores contra las condiciones sociales del pueblo.

Es la culminación de toda una serie de decisiones antidemocráticas por la Corte Suprema. Durante las últimas tres décadas, el tribunal máximo del país ha menoscabado las libertades civiles y la capacidad de ciudadanos recibir reparaciones en casos de criminalidad empresarial. Durante los años más recientes, ha defendido y expandido los poderes de la rama ejecutiva del gobierno para declarar guerra, invadir las vidas privadas de los ciudadanos, y arrestar e encarcerar sin juicio a aquellos que el presidente declara enemigos. La Corte Suprema sistemáticamente ha dictaminado en contra de los derechos de otros partidos, aparte de los Demócratas y Republicanos y sobre todo de la izquierda, a postularse para las elecciones.

Hace apenas diez años que la misma institución, en otra decisión politizada, le puso paro, por un voto de 5 a 4, a la cuenta de votos en el estado de la Florida para permitir el robo legal de las elecciones presidenciales del 2000. De ahí que George W, Bush asumiera las riendas del poder aunque perdiera el voto popular.

El Partido Demócrata es cómplice en atacar los derechos democráticos por medio de su miserable aceptación de la instalación de Bush por la Corte Suprema; su apoyo de las guerras en Irak y Pakistán; su cobarde negativa en montar una maniobra obstruccionista para bloquear la confirmación de Samuel Alito y John Roberts cuando Bush los nombró la Corte Suprema.

Fue Roberts quien jugara un papel fundamental en valerse de Ciudadanos Unidos en Contra de la Comisión de Elecciones Federales y usarlo para acabar con todas las restricciones impuestas sobre las empresas para limitar su financiamiento de la política. Por cierto que este pleito se entabló para desafiar la aplicabilidad de restricciones que la ley Mccain-Feingold le imponía a los anuncios comerciales durante campañas electorales, en particular en referencia a un documental en contra de Hillary Clinton.

Esto ha sucedido en un país donde ya el dinero empresarial manipula las elecciones, chantajea a los políticos y por lo regular dicta la política del gobierno. Como puntualizara el Juez John Paul Stevens en su opinión judicial minoritaria, "Aunque la democracia de Estados Unidos no es perfecta, pocos fuera de la mayoría de este tribunal habría creído que sus flaquezas incluían la escasez de dinero empresarial en la política".

En el dictamen de la Corte Suprema se pueden ver las intenciones de la aristocracia bancaria y empresarial de Estados Unidos para ponerle fin a todas las restricciones que impiden su dominio de la política.

Una de las mayores inquietudes de los partidarios del sistema que han criticado la decisión es que ésta va a socavar aún más la confianza que el pueblo le tiene a la Corte Suprema y a todas las instituciones oficiales. "Temo que la decisión va a causarle daños a esta institución", escribió el Juez Stevens en su disensión.

Pero el hecho es que la decisión le muestra al pueblo trabajador, quien representa a la vasta mayoría del pueblo, no éste no puede defender sus intereses por medio del sistema económico que rige sus vidas. La Corte Suprema, el Congreso, la presidencia y ambos partidos políticos están todos bajo el control absoluto de la clase empresarial dirigente.

La gente se está dando cuenta de esta verdad elemental más y más, sobre todo después de todo un año de las promesas rotas y la política derechista del gobierno de Obama, el cual asumió las riendas del poder porque cínicamente se aprovechó del odio popular hacia el gobierno de Bush y su política basada en la guerra, la represión y la reacción social

Pero aún más esencial es el hecho que la decisión muestra que la estructura socioeconómica de la sociedad capitalista de Estados Unidos es incompatible con la democracia. Las formas que la democracia asume son disfraces que encubren el dominio plutocrático. En última instancia han de ceder en una sociedad en que existe una disparidad de la riqueza tan inmensa como en Estados Unidos.

La respuesta a la decisión de la Corte Suprema y a todos los ataques contra los derechos democráticos consiste en establecer la independencia política de la clase trabajadora y la lucha por un gobierno obrero. A los derechos democráticos sólo se le puede defender por medio de la lucha por el socialismo; es decir, la transformación de la sociedad en base del control económico del sistema por la clase trabajadora y así satisfacer las necesidades sociales de sus vidas cotidianas, no las de la clase dirigente capitalista en su sed por acumular las ganancias capitales desempeñar nuestras vidas cotidianas al satisfacer nuestras necesidades sociales y no las del capital para acumular la riqueza de las empresas y varios individuos de la clase dirigente.

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