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La historia "compartida" de Estados Unidos y Haití
Por Bill Van Auken
28 Enero 2010
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el autor
En las palabras que dedicó al terremoto de Haití
el miércoles, el Presidente Barack Obama aludió
a la "larga historia que nos une". Pero ni él
ni la prensa ha mostrado la menor inclinación a examinar
la historia de las relaciones entre Haití y Estados Unidos
y la influencia que ésta pueda tener sobre la catástrofe
a la cual se enfrenta el pueblo haitiano.
Más bien, el atraso y la pobreza que tan importante
papel han jugado en empujar la cantidad de muertos hacia las decena
y quizás a los cientos de miles se presenta como lo más
natural del mundo o si n o la culpa de los haitianos mismos. A
Estados Unidos se le pinta como benefactor desinteresado, listo
para ayudar a Haití con donaciones, equipos de rescate,
y buques y marinos de guerra.
En un editorial sumamente cínico y deshonesto, el New
York Times del jueves dice que "El mundo llora por Haití
de nuevo". El editorial sigue con una descripción
que caracteriza a Haití por su "pobreza, desesperanza
y sus disfunciones que en cualquier otro lugar serían un
desastre, pero en Haití son la norma".
El editorial continúa: "Miren a Haití y
verán lo que las generaciones de malos gobiernos, pobreza
y conflictos políticos causan en un país".
En artículo sobre la historia de fondo acerca del desastre
haitiano, el Times añade que el país "tiene
fama porque los hombres crean sus propias penas: la nefasta pobreza,
las luchas políticas internas y su tendencia a la insurrección".
Un editorial más corto pero aún más desdeñoso
del Wall Street Journal celebra el hecho que las fuerzas
militares de Estados Unidos van a jugar el papel principal pertinente
a la reacción de la Casa Blanca al terremoto para "refrescar
la memoria de que el alcance del poderío estadounidense
es tan largo como el de su bondad".
El periódico sigue entonces con una obscena comparación
entre el terremoto de Haití y el que azotó California
del Sur en 1994, en el que murieron 72 personas. "La diferencia,
declara el Journal, "es función de una sociedad que
respeta la ley y genera dinero que puede pagar, entre otras cosas,
los gastos para hacer cumplir los códigos de construcción".
El mensaje no puede estar más claro. Los haitianos sólo
pueden culparse a sí mismos por los cientos de miles de
muertos y heridos debido a que no poseían suficiente riqueza
y tampoco respetan la ley y el orden.
Lo que esta comparación en realidad oculta es la verdadera
relación, que ha evolucionado por más de un siglo,
entre "lo que genera dinero" en Estados Unidos y la
pobreza de Haití. Es una relación establecida sobre
el uso de la fuerza para que el imperialismo estadounidense pueda
continuar el uso de la fuerza para defender su intereses rapaces
en un país con tan larga historia de opresión.
Si el gobierno de Obama y el Pentágono terminan por
llevar a cabo sus planes, hasta ahora tentativos, para enviar
a Haití un fuerza expedicionaria compuesta de marinos de
guerra, ello será la cuarta vez en los últimos 95
años que las fuerzas armadas de Estados Unidos ocupan a
las pobre nación caribeña. Esta vez, como anteriormente,
el objetivo esencial de semejante acción militar será
defender los intereses de Estados Unidos y proteger lo que el
Times llama "la tendencia a la insurrección".
Los orígenes de esta relación se encuentran en
los tiempos coloniales, cuando Haití se convirtió
en la primera república negra independiente en 1804, consecuencia
de la exitosa revolución de los esclavos encabezados por
Toussaint Louverture y, luego de la derrota del ejército
francés enviado por Napoleón.
Las clases gobernantes del mundo nunca perdonaron a Haití
por su victoria revolucionaria, quienes, con Estados Unidos a
la cabeza, le impusieron un embargo. Estados Unidos temía
que el ejemplo de Haití podría inspirar una rebelión
similar en los estados esclavistas del Sur. Fue solo después
que el Sur se separó de la unión y la Guerra Civil
estalló que el Norte oficialmente reconoció a Haití,
casi sesenta años después de su independencia.
Dese el alba del Siglo XX, Haití cayó bajo el
dominio de Washington y los bancos estadounidenses, cuyos intereses
fueron defendidos con la ocupación del país por
la Marina de Guerra de Estados Unidos; ocupación que duró
casi 20 años y que se mantuvo por medio de la sangrienta
represión de la resistencia haitiana.
Los marinos se retiraron del país sólo luego
de haber "haitianizado" - palabra del New York Times
de la época - la guerra contra el pueblo haitiano al armar
un ejército dedicado a la represión interna.
Washington luego respaldó la dictadura de los Duvaliers,
que duró 30 años y comenzó con la toma del
poder por Papa Doc en 1957. Mientras decenas de miles de haitianos
morían a manos de las fuerzas militares y los temidos Tontons
Macoutes, el imperialismo yanqui mantenía a la sangrienta
dictadura como baluarte contra el comunismo y la revolución
en el Caribe.
Desde que rebeliones populares tumbaron a los Duvaliers en
1986, los gobiernos consecutivos de Estados Unidos, tanto Demócratas
como Republicanos, han tratado de reestablecer una nación
cliente estable capaz de defender los mercados y las inversiones
de las empresas estadounidenses, quienes no sólo se han
enamorado de los salarios de hambre que ofrecen, sino también
de las propiedades y la riqueza de la clase gobernante haitiana.
Por eso Estados Unidos tiene que prevenir a todo costo cualquier
desafío o reto al orden socioeconómico que mantiene
al 80% de la población en una pobreza paupérrima
y desesperada.
Este esfuerzo continúa hasta el día de hoy bajo
la tutela de Bill y Hillary Clinton, quienes son, respectivamente,
el representante especial de la ONU en Haití. y la Ministro
de Relaciones Exteriores [Secretaria de Estado]. Ambos tienen
las manos bañadas en sangre haitiana.
Washington ha apoyado dos golpes de estado y enviado tropas
estadounidenses a Haití dos veces durante los últimos
20 años. Ambos golpes se organizaron para derrocar a Jean-Bertrand
Aristide, primer presidente haitiano elegido por voto popular
sin la aprobación de Washington. Ambos golpes, uno en 1991
y el otro en 2004, causaron la muerte de por lo menos 13,000 haitianos
más. En el derrocamiento de 2004, agentes de Estados Unidos
transportaron forzadamente a Aristide fuera del país.
Las necesidades de Irak forzaron a Estados Unidos a retirar
sus tropas de Haití en 2004, pero Washington contrató
a una fuerza de paz de 9,000 tropas bajo los auspicios de la ONU
y dirigida por el ejército brasileño.
A pesar de la capitulación de Aristide ante las exigencias
del Fondo Monetario Internacional y su buena disposición
para lograr un acuerdo con Washington, el apoyo popular que atrajo
con su retórica anti imperialista lo convirtieron en paría
tanto ante la clase gobernante de Estados Unidos como la que gobierna
a Haití desde Puerto Príncipe. Bajo órdenes
del gobierno de Obama, se le ha prohibido regresar a Haití.
El partido político al cual pertenece, Fanmi Lavalas,
ha permanecido efectivamente proscrito.
Esta es la verdadera y continua historia que, como lo pusiera
Obama, vincula a Haití al imperialismo de Estados Unidos,
el cual es abrumadoramente responsable por las condiciones tan
desesperadas que han agravado la carnicería impuesta por
el terremoto.
Pero a medida que la enorme tragedia se desplaza, surgen otros
vínculos profundos. Según las cifras oficiales de
Estados Unidos, en este país hay más de medio millón
de haitianos, sin contar a los indocumentados. Su presencia presenta
de manera muy concreta los intereses y la solidaridad clasistas
que unen a los trabajadores estadounidenses y haitianos. Es la
tarea de ambos barrer con las condiciones de pobreza y devastación
en ambos países, para no decir con el sistema de ganancias
capitalistas que las engendró.
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