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Seis millones de estadounidenses no tienen más ingresos
que los bonos de comida
Por Jerry White
30 Enero 2010
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Según un análisis de los datos estatales realizado
por el diario New York Times, unos seis millones de estadounidenses
(una de cada 50 personas en Estados Unidos) viven únicamente
de los 100 o 200 dólares mensuales en bonos de comida.
Según informa este periódico, la cantidad de personas
en paro y que no reciben ingresos económicos (ni prestaciones
sociales, ni seguro de paro, pensiones, ayuda por hijos o paga
por enfermedad) se ha disparado un 50% en los dos últimos
años a medida que la recesión aumentaba.
Según este artículo del 3 de enero, en los dos
últimos años el número de persona sin ingresos
se ha triplicado en Nevada, duplicado en Florida y Nueva York,
y aumentado casi un 90% en Minnesota y Utah. En el condado de
Wayne, Michigan (que incluye Detroit, donde la mitad de la población
está en paro o subempleada) uno de cada 25 residentes afirma
tener ingresos sólo en bonos de comida. En Yakima County,
Washington, la cifra es uno de cada 17 residentes.
Estas cifras revelan la vasta escala del sufrimiento humano
en Estados Unidos mientras empieza la nueva década y señalan
la falacia de hablar de recuperación económica.
Los seis millones de personas en hogares que carecen de ingresos
(que incluyen a 1.2 millones de niños) equivalen a toda
la población de Indiana o Massachusetts, o a la suma de
las poblaciones de Los Angeles, Filadelfia y Boston.
Esta catástrofe social pone de relieve la indiferencia
de la administración Obama, que no ha hecho prácticamente
nada para proporcionar ayuda a aquellas personas que han perdido
sus empleos, hogares y medios de vida, a pesar de que no escatima
gastos para apuntalar a la elite financiera y financiar sus actuales
guerras.
La cantidad de personas que carecen de ingresos ha estado ascendiendo
desde 1996, cuando el presidente demócrata Bill Clinton
y el Congreso republicano pusieron fin a la asistencia social
como un derecho universal, un estatuto del que el programa de
ayuda federal había disfrutado desde su inicio en la década
de 1930. Prometiendo el final del ciclo de dependencia,
demócratas y republicanos impusieron los limites de la
duración de una vida a los beneficios, redujeron drásticamente
la cuantía de las ayudas e impusieron restrictivas condiciones
laborales y otros requisitos para conceder más ayudas.
A pesar de la creciente necesidad de ayuda Obama se ha opuesto
a toda financiación adicional para lo que queda del programa
de asistencia social, llamado Ayuda Temporal para Familias Necesitadas.
El Times informó que desde su momento de auge, las
personas inscritas en la asistencia social han descendido casi
un 75%.
Muchas de las personas que en las pasadas recesiones
recibieron ayuda en efectivo ahora no la reciben, informó
a World Socialist Web Site Judy Putnam, portavoz de la
Liga de Michigan para los Servicios Humanos. Sólo
un tercio de los niños del Estado que viven en la pobreza
reciben ayuda en efectivo en comparación con los dos tercios
de antes de la reforma de la asistencia social' en 1996.
Los habitantes de Michigan son muy dependientes de los bonos de
comida.
Con unas ayudas a los parados que sólo abarcan a la
mitad de las personas en paro, los bonos de comida (que proporcionan
una media de 1 dólar por comida por persona o unos 100
dólares por persona al mes para individuos o familias que
ganan hasta el 130% del umbral oficial de pobreza) se han convertido
en una red de salvación de último recurso. Una cifra
récord de 36 millones de personas (una de cada ocho adultos
y uno de cada cuatro niños) depende ahora del programa
de bonos de comida. El Programa conjunto federal-estatal de Asistencia
a la Nutrición Suplementaria (SNAP, en sus siglas en inglés)
se está ampliando actualmente a 20.000 personas al día,
pero se calcula que todavía abarca solamente a dos tercios
de las personas que deberían recibirlo.
Un estudio anterior del Times mostraba que había
más de 200 condados estadounidenses en los que el uso de
bonos de comida se disparó en al menos dos terceras partes,
incluyendo en el Condado de Riverside, California, la mayor parte
del gran Phoenix y Las Vegas, un anillo de los barrios de las
afueras de Atlanta y un tramo de 150 millas al sudoeste de Florida
desde Bradenton hasta los Everglades. El estudio descubrió
que hay más de 800 condados en los que los bonos de comida
alimentan a una tercera parte del total de los niños.
A finales del año pasado varios investigadores de la
Universidad Washington de St. Louis publicaron un estudio en el
que demostraban que el 50% de todos los niños y el 90%
de los niños afroamericanos recibirán bonos de comida
en algún momento de su vida antes de cumplir 20 años.
Para muchos niños estadounidenses los años
de infancia en vez de ser una época de seguridad son una
época de confusión económica, de riesgos
y de momentos difíciles, afirmó Mark Rank,
médico y uno de los autores del informe.
El informe del Times del 3 de enero se centraba en Florida,
donde el número de personas que no tienen más ingresos
que los bonos de comida se ha duplicado en dos años y más
que triplicado a lo largo de la costa sudeste, donde el boom inmobiliario
se convirtió en un desbarajuste de casas embargadas y abandonadas.
Según datos estatales, las personas sin ingresos fueron
divididas entre familias con niños e individuos. Entre
los afectados también había mezcla racial (aproximadamente
un 42% blancos, 32% negros y 22% latinos), en la que los blancos
eran el segmento que crecía más rápidamente
durante la recesión.
Esta caída en la indigencia ha afectado a amplias capas
de la población. El artículo del Times cita
a una madre de mediana edad de dos niños, Isabel Bermudez,
que se trasladó desde un proyecto de viviendas en Bronx
a vender casas en Florida. Llegó a tener unos ingresos
con seis cifras, una casa con piscina e inversiones; perdió
su empleo, su casa y se quedó sin subsidio de paro. Los
únicos ingresos de Isabel Bermudez ahora son 320 dólares
al mes en bonos de comida. Pasé de ganar 180.000
dólares a depender de los bonos de comida, declaró
al periódico y añadió que sin ese programa
no podría alimentar a sus hijos.
El aumento de la dependencia de exiguas prestaciones de bonos
de comida expone la ausencia de algo que se pueda llamar con propiedad
una red de seguridad social en Estados Unidos. La situación
no hará sino empeorar ya que tanto demócratas como
republicanos se preparan para rebajar drásticamente lo
que queda de programas financiados con dinero público para
pagar el multitrillonario rescate de Wall Street y la expansión
de las acciones militares estadounidenses por todo el mundo.
El tema del Discurso sobre el Estado de la Unión de
Obama (que se espera para principios del mes próximo) será
la reducción del déficit a largo plazo y una mayor
demanda al pueblo estadounidense de que reduzca su consumo. La
Casa Blanca está respaldando una comisión bipartita
para recomendar recortes fundamentales de los programas sociales
básicos junto con tasas regresivas al consumo, y el director
de presupuesto de Obama, Peter Orszag, ha afirmado que la administración
tomará medidas para reducir el déficit en su próximo
presupuesto que se presentará en febrero. Estas acciones
arrojaran a la pobreza a millones de personas más.
La crisis social a la que se enfrenta la clase trabajadora
(graves niveles de paro, desahucios, aumento del hambre, de la
pobreza y de las personas sin hogar) es la expresión más
gráfica del fracaso del capitalismo, un sistema económico
que beneficia a unos pocos ricos a expensas de la vasta mayoría
de la población.
En medio de este empeoramiento de la situación para
la clase trabajadora se ha informado la semana pasada de que los
tres bancos principales (Goldman Sachs, JPMorgan Chase y Morgan
Stanley) recibirán decenas de miles de millones de dinero
público con el Programa de Ayuda a Activos con Problemas,
que entregará 49.500 millones de dólares en bonos
de dinero y asignaciones de bonos. En total se calcula que los
bancos estadounidenses contarán con 200.000 millones en
compensaciones totales.
La administración Obama continúa y está
acelerando la transferencia de riqueza desde la clase trabajadora
a aquellas personas responsables de haber precipitado el peor
colapso económico desde la Gran Depresión.
Casi un año después de su toma de posesión
el presidente Obama ha demostrado que no es más que una
herramienta de la oligarquía financiera. El propio futuro
de la clase trabajadora depende del desarrollo de un movimiento
socialista de masas contra esta administración, los dos
partidos de los grandes negocios y el sistema del beneficio que
defienden.
Traducido del inglés para Rebelión
por Beatriz Morales Bastos Fuente
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