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Cables revelan actividades imperialistas de EE.UU. en Brasil

Por Bill Van Auken
20 Diciembre 2010

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Wikileaks ha publicado decenas de cables entre el Departamento de Estado (Relaciones Exteriores) de Estados Unidos y la embajada norteamericana en Brasilia que desenmascaran la manera implacable en que Estados Unido ha tratado de defender sus intereses imperialistas en el mayor país de Latinoamérica.

Lo que ha salido a la luz en estos mensajes de la embajada en Brasilia a Washington es una política que no tiene ningún otro propósito que subordinar a Brasil a los intereses de Estados Unidos al éste promover el "contra terrorismo" como tema decisivo y establecer relaciones secretas con los militares y oficiales de seguridad brasileños.

Los cables indican que esta orientación se basa un desprecio apenas escondido por el control civil. En un país en el que una dictadura militar reinó durante dos décadas con el respaldo de Washington, las insinuaciones de semejantes relaciones lo hacen a uno pensar.

La semana pasada, el embajador estadounidense en Brasil, Thomas Shannon, se dirigió a un público de abogados. Condenó las acciones de Wikileaks y las tildó de ser "muy peligrosas" y comparó su impacto sobre las relaciones entre Estados Unidos y Brasil a problemas de matrimonio.

Dijo Shannon: "Si alguien les tocara la puerta y les dijera que tiene cintas grabadas de todas las conversaciones que han tenido con sus esposas y que están listos para publicarlas, ¿qué pensarían ustedes de esta transparencia? ¿Es útil o dañina?"

Los informes de prensa acerca del discurso de Shannon no dan ninguna idea de como el público reaccionó cuando oyó que Brasil esa la "esposa" de Washington.

Uno de los cables más reveladores emitidos por Wikileaks describe una reunión de almuerzo entre el embajador estadounidense, John Danilovich, y el General Jorge Armando Felix en mayo, 2005.

El General Felix, quien avanzó por medio del cuerpo de oficiales bajo la dictadura, es ahora ministro principal del Gabinete de Seguridad Institucional (GSI) de la presidencia, puesto que más o menos equivale al de un asesor sobre la seguridad nacional en Estados Unidos. Es también jefe de la Agencia de Inteligencia Nacional Brasileña. Personifica la continuidad del Servicio de Información Nacional (SNI), la odiada policía secreta de la dictadura que rigió a Brasil desde 1964 hasta 1985.

EL documento, marcado "secreto", detalla una conversación que comenzó en los alrededores de la triple frontera donde se cruzan Brasil, Argentina y Paraguay. Durante la última década, esta región ha sido una de las obsesiones de la política exterior de Estados Unidos; Washington jura que es un hervidero del terrorismo.

Aunque el gobierno brasileño haya públicamente rechazado el punto de vista de Estados Unidos en cuanto a la existencia de una presunta amenaza, "el General Felix admitió que habían grandes problemas en la región y que el movimiento ilícito de armas, drogas y demás en toda la región era causa de consternación para el gobierno de Brasil", puntualizó el cable.

El embajador estadounidense entonces viró el debate acerca de Venezuela y el gobierno del Presidente Hugo Chávez, quien es la otra obsesión principal de Washington en la región. Danilovich "hizo notar que Chávez obstaculizaba los esfuerzos de Brasil para jugar un papel económico y político dominante en América del Sur".

Y continuó con que "el general Felix hizo un movimiento con la cabeza y parecía que estaba midiendo su reacción muy minuciosamente. Dijo entonces que él tenía sus opiniones personales acerca de Chávez (que no compartía) muy diferentes a las del gobierno brasileño".

El cable termina con la siguiente conclusión: "El General Felix siempre ha sido un interlocutor directo y honesto, y su plazo en GSI se ha distinguido por una actitud muy cooperativa hacia actividades CT [contraterroristas]...En conclusión, su presencia continua en GSI es muy beneficiosa para los intereses de Estados Unidos".

Esta es la diplomacia secreta que Washington quiere esconder. Un embajador derechista norteamericano provoca la breve declaración de un importante oficial militar y espía de que su opinión y la del gobierno elegido no coinciden. A la única conclusión que se puede llegar con esa lógica es que este es un hombre al servicio de los intereses de Washington.

Irónicamente, cuando el embajador estadounidense le preguntó al General Felix qué tipo de ayuda Estados Unidos podía brindarle, el general respondió con que el gobierno de Brasil "se estaba quedando atrás en proteger sus propios sistemas de informática clasificados y no clasificados. Felix dijo que agradecería todo tipo de asistencia (cursos, visitantes, etc.) en esta esfera". Por supuesto, esto fue cinco años antes de que cientos de miles de cables clasificados de Estados Unidos fueran a parar en manos de Wikileaks.

Mucho de los cables que siguieron también se concentraban sobre el terrorismo y las quejas de funcionarios estadounidenses, quienes consideraban que Brasil había presuntamente fracasado en tratarlo con la importancia que el tema merecía.

Una de las quejas más importantes que los diplomáticos estadounidenses expresaron es que el gobierno de Brasil ha sido muy descuidado en adoptar leyes anti terroristas.

El Gabinete Institucional de Seguridad del General Felix había iniciado cierta movida para adoptar semejante legislación en el 2004, pero ésta se aplazó repetidamente.

Un cable del Embajador Sobel fechado noviembre, 2008, se refiere a una conversación entre el "poloff" — (funcionario político)por lo general un espía para la CIA — y un individuo identificado como "Soloszcyn", analista estratégico de espionaje en la Escuela Superior de Guerra en Brasil. El verdadero nombre del individuo en cuestión era Comandante André Luis Woloszyn, oficial militar brasileño que había recibido capacitación avanzada en Estados Unidos.

Woloszyn le informó a un funcionario de Estados Unidos que "había poca oportunidad de que este gobierno en particular, repleto de militantes izquierdistas quienes habían sido los blancos de las leyes promulgadas durante la época de la dictadura militar para reprimir la violencia basada en la política, iba a presentar un proyecto de ley que marcaría de criminal las acciones de grupos con los cuales se identifica, tal como el Movimiento de los Trabajadores sin Tierra (MST)".

El oficial brasileño insistió en que "no hay manera de adoptar legislación anti terrorista que excluya las acciones del MST", el cual ha dirigido ocupaciones de tierras que han acabado en enfrentamientos violentos.

El breve informe da una idea a la mentalidad de los militares brasileños, quienes defienden la brutal represión que la dictadura desencadenó contra la izquierda brasileña, los sindicatos obreros, los estudiantes y los movimientos campesinos en nombre de combatir el "terrorismo" y quienes consideran a toda lucha social y oposición con el mismo lente.

Según el cable, aunque en Brasil no existe ninguna ley específicamente antiterroristay ha expresado su oposición pública a que Estados Unidos tilde de "terrorista" a movimientos políticos tales como Hamás y Hezbollahsus fuerzas de seguridad han subrepticiamente introducido sus propios métodos para lidiar con presuntos terroristas.

Un cable secreto enviado por el Embajador Sobel a Washington en enero, 2008, detalla la estratagema que las fuerzas de seguridad brasileñas usan para incriminar a personas inocentes.

"La Policía Federal a menudo arresta a individuos con conexiones al terrorismo, pero les imputan toda una variedad de crímenes que no tiene nada que ver con el terrorismo para no llamar la atención de la prensa y los niveles más alto del gobierno", declara el cable. "Durante el último año, la Policía Federal ha detenido a varios individuos a quienes se les ha sospechado de estar envueltos en actividades para financiar el terrorismo; sin embargo, los arrestos se basan en acusaciones relacionadas con el tráfico de drogas y la aduana".

La declaración que estos métodos chantajistas se usan para evitar llamar la atención a "a los niveles más altos del gobierno" sugiere que elementos de la maquinaria de la policía militar secretamente colaboran con la campaña anti terrorista de Estados Unidos contra individuos que el mismo gobierno brasileño no considera terroristas, por lo menos oficialmente.

Otra de las inquietudes claves que los cables reflejan fue la campaña de Washington para obtener un contrato, valuado en 8.000.000.000 (billones), para proveer a la Fuerza Aérea de Brasil con 36 aviones de combate. El gobierno de Estados Unidos actuaba como representante de Boeing, la gigante empresa aeroespacial, la cual trataba de vender su F/A18 Super Hornet en competencia con la empresa francesa, Dassault, la cual, a su vez, trataba de vender su jet Rafale. Después de un año de competencia bien intensa, el presidente saliente, Lula, ha anunciado que no se llegará a ninguna decisión antes de que se cumpla su plazo en enero. Se cree ampliamente que la compra de dichos aviones será descartada.

Los cables nos dan a conocer la manera en que la embajada de Estados Unidos trató abrirse paso con la ayuda de los militares brasileños para promover la venta ofrecida por Boeing. Se considera que el Ministro de Defensa, Nelson Jobim, y el general de brigada de la Fuerza Aérea, Juniti Saito, apoyaban a Washington. En enero pasado, uno de los cables que envió Clifford Sobel, en ese entonces embajador, Saito se fue descrito como "un aliado clave en nuestra en nuestra oferta pertinente al FX2 (otro avión de combate)". A Jobim se le refiere como "uno de nuestros dirigentes más dignos de confianza en Brasil".

Jobim aparentemente se ganó esta confianza al ofrecer información interna a sus colegas en el gobierno brasileño. Uno de los cables lo cita confiándole al Embajador Sobel que Samuel Pinheiro Guimarães, ex secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil y en el momento ministro para asuntos estratégicos, era alguien que "odia a Estados Unidos" y "crea problemas" entre los dos países.

Otros cables referentes a los planes de Brasil para explorar las minas de sal en la costa atlántica del país expresaron intrigas financieras similares. Las inquietudes de la embajada eran las mismas de Chevron y ExxonMobil: que los reglamentos que rigen la participación de empresas extranjeras serían más restrictivas y resultarían en menos lucro.

A pesar de que los cables revelan las maniobras con los militares y otros oficiales que Washington considera más dóciles a sus exigencias, hay un hilo que los hilvana: el gobierno de Estados Unidos considera que el Partido de los Trabajadores (PT) no representa ningún peligro a los intereses capitalistas ni en Brasil ni en el resto del hemisferio.

Esto lo describe uno de los primeros cables, escrito en noviembre del 2002, que detalla reuniones en Brasilia entre, por una parte, el subsecretario del Departamento de Estado [Relaciones Exteriores], Otto Reich, y por otra, el presidente electo Lula da Silva y sus asesores principales.

Reich, cubano exiliado de tendencias ultra derechistas y anti comunistas, analiza a estos presuntos representantes de los trabajadores y concluye muy claramente que con esta es gente se puede negociar.

Reich le dijo a Lula: "No le tenemos miedo ni al PT ni a su programa social".

El cable cita a Lula, quien expresa lo afanoso que está por conocer al presidente en ese entonces, George W. Bush y que está muy seguro que "dos políticos como nosotros nos comprenderemos bien cuando nos veamos cara a cara". Tanto él como sus asesores le enfatizaron a Reich que obedecerían todos los convenios entre los gobiernos anteriores y Estados Unidos, el Fondo Internacional Monetario y otras instituciones financieras internacionales.

Cables posteriores desarrollan este acuerdo inicial; los funcionarios brasileños dejan bien claro que Estados Unidos no debería tomar en serio ninguna retórica izquierdista por parte del Partido de los Trabajadores.

No es sorprendente, pues, que un cable fechado en noviembre, 2006, luego de la elección de Lula a un segundo plazo como presidente, cita una conversación con su jefe del gabinete, Gilberto Carvalho, quien "pidió la comprensión del embajador si la retórica durante la campaña electoral de vez en cuando había parecido crítica de Estados Unidos".

Un cable de septiembre, 2009, es una crónica de un intercambio muy franco de puntos de vista entre funcionarios brasileños y el General James Jones, quien visitaba a Brasil como asesor de la seguridad nacional de Estados Unidos.

La visita siguió el anuncio que Estados Unidos recientemente había adquirido varias bases s en Colombia que lo capacitaría para desplegar fuerzas militares por todo el hemisferio.

Dilma Roussef, en ese entonces jefe del gabinete del presidente electo, fue la primera en hablar. Le dijo al General Jones que el gobierno brasileño "lo encuentra un poco incómodo enfrentarse a las preguntas de la prensa acerca de las razones por qué Estados Unidos necesita dichas bases".

El cable continúa con que "De acuerdo a Rouseff, estas cosas le abren la puerta a los radicales, quienes quieren crear problemas en la región".

La siguió el Ministro de Defensa, Nelson Jobim, quien tocó la misma campana. Expresó que temas controversiales como el de las bases en Colombia se convirtió en problema cuando el gobierno brasileño "se enteró de ello por medio de la prensa". No obstante, Jobim añadió que al gobierno del PT "a veces le sorprende las susceptibilidades de la 'América hispana' en cuanto a temas que se consideran inofensivos en otros lugares".

La respuesta de Jones fue animar a Jobim a que lo llamara si tenía "alguna duda acerca de las intenciones de Estados Unidos".

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