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Las filtraciones de Wikileaks y la guerra en Sri Lanka: ¿Quiénes son los verdaderos criminales?

Por K. Ratnayake
20 Diciembre 2010

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Entre los cientos de cables diplomáticos secretos hasta ahora publicados por Wikileaks, uno enviado por la embajada estadounidense en Sri Lanka ha confirmado que la administración Obama tenía conocimiento de los crímenes de guerra cometidos por el Presidente Mahinda Rajapakse y sus socios durante las etapas finales de la guerra contra los Tigres de Liberación de Eelam Tamil (TLET) a comienzos del 2009. El documento resalta el hecho que los EE.UU. y sus aliados eran los que determinaban quien era considerado como un criminal, o no, de acuerdo a los requerimientos de sus intereses económicos y estratégicos.

El cable transmitido en Enero de este año por Patricia A. Butenis, la embajadora de EE.UU. en Colombo, declaraba que el futuro de cualquier investigación sobre los crímenes en Sri Lanka había sido “dificultado por el hecho que la responsabilidad por los supuestos crímenes recaía en los altos mandos militares y civiles, incluyendo al Presidente Rajpakse y sus hermanos y el candidato de oposición, el General Fonseka.”

La administración Obama y sus aliados están implacablemente acosando a Wikileaks y buscando criminalizar a su fundador Julian Assange, cuyo único “crimen” ha sido ayudar a revelar al mundo las sucias intrigas y crímenes llevados a cabo por el imperialismo estadounidense. Wikileaks ha realizado un servicio decisivo al permitir que la gente ordinaria en todo el mundo tenga acceso a la diplomacia secreta de Washington y sus compañeros, incluyendo a los del subcontinente indio, desde Afganistán y Pakistán hasta Sri Lanka.

Como resultado de la presión estadounidense, Asange fue encarcelado en Gran Bretaña y lucha para no ser extraditado a Suecia bajo el pretexto de acusaciones fabricadas. Por el otro lado, el Presidente Mahinda Rajapakse, quién es directamente responsable por crímenes de guerra, es libre de viajar por el mundo y la semana pasada fue bienvenido en Londres por el gobierno británico. Washington nunca ha nombrado públicamente a Rajapakse, a sus hermanos o al ex comandante del ejército Fonseka como los responsables por las atrocidades en Sri Lanka, a pesar de que una montaña de evidencia yace en el dominio público.

Las Naciones Unidas han estimado que por lo menos 7.000 civiles tamiles han sido asesinados entre Enero y Mayo del 2009 debido a que las fuerzas de seguridad atacaban repetidamente a civiles atrapados dentro de la propia “zona libre de fuego” del gobierno. El Grupo de Crisis Internacional compiló evidencia de asesinatos de entre 30.000 a 75.000 civiles, debido a que los hospitales fueron intencionalmente elegidos como objetivos de bombardeo. Se sabe que a lo largo de todo Sri Lanka cientos de personas más, incluyendo periodistas y políticos, desaparecieron víctimas de escuadrones de la muerte pro-gubernamentales, los cuales operaban con impunidad.

Los EE.UU. fueron cómplices en estos crímenes y ayudaron a encubrir a quiénes eran responsables por ellos. En el 2006, los EE.UU. y otras grandes potencias efectivamente apoyaron al gobierno de Rajapakse cuando reinició la guerra contra los TLET, incluso cuando Rajapakse descaradamente violó un cese al fuego en el 2002. Sólo cuando se volvió claro que los TLET serían vencidos, Washington manifestó sus reservas por las “violaciones de derechos humanos”, pero sólo por ser un medio de presionar a Rajapakse para mantenerlo bajo la línea de Washington.

En la búsqueda por influencia sobre la estratégica isla después de la guerra, la primera preocupación de la administración Obama era que China había usado la guerra para crear relaciones cercanas con Colombo. Pekín había proveído al régimen de Rajapakse de armas y financiamiento para luchar durante la guerra, a cambio de concesiones económicas y estratégicas, incluyendo acceso naval a un nuevo e importante puerto sureño siendo construido en Hambantota.

El Departamento de Estado emitió un vago llamado el año pasado a una investigación internacional por “violaciones de derechos humanos”—como si hubiesen sido cometidas por soldados individuales u oficiales militares de medios rangos—mientras que culpaba también al TLET por cometer atrocidades. Está ahora documentado que Washington tenía pleno conocimiento de que los principales crímenes de guerra fueron cometidos por Rajapakse, quién no sólo es presidente, sino también el ministro de defensa y el comandante en jefe de las fuerzas armadas.

Los EE.UU. dejaron a un lado su fingimiento por los “derechos humanos” cuando se volvió claro que no estaba ayudando a coaccionar a Rajapakse, sino que se estaba volviendo en algo contra-productivo. El cable de Butenis tomó el mismo enfoque planteado en el informe del pasado diciembre del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los EE.UU., el cual resaltó el peligro de la creciente influencia de China en Colombo a los intereses estratégicos de EE.UU. El informe declaraba que los EE.UU. no podían permitirse “perder a Sri Lanka”. Una preocupación con los “derechos humanos” podría “perjudicar los intereses geoestratégicos de los EE.UU. en la región”, declaró.

Desde entonces, la administración Obama ha apoyado públicamente una falsa investigación establecida por el mismo Rajapakse, llamada la Comisión de las Lecciones Aprendidas y la Reconciliación. Su propósito, como investigaciones previas designadas por Rajapakse de las atrocidades militares y los escuadrones de la muerte pro-gubernamentales, es encubrir estos crímenes y el rol del gobierno y justificar la guerra misma. En Junio, la Secretaria de Estado de los EE.UU., Hillary Clinton, declaró en Washington que la comisión de Rajapakse “tiene potencial”.

Debido a que la administración Obama está arreglando sus relaciones con él, Rajapakse, en vez de Assange, es libre de pavonearse en el escenario mundial. La semana pasada visitó Londres con un largo séquito. Aunque protestantes tamiles eventualmente obligaron a que el Oxford Union Debating Society cancele una presentación programada, se le permitió a Rajapakse un encuentro con el ministro de defensa del Reino Unido, Lima Fox. De acuerdo a los reportes de la prensa ellos discutieron la asistencia británica a Sri Lanka, especialmente en los proyectos de infraestructura en el norte que fuera controlado por el TLET, y las oportunidades de inversión británica en el país.

En contraste, el gobierno británico precedió a arrestar a Assange lo antes posible. Mientras la policía británica se preparaba para detener a Assange, el portavoz del primer ministro David Cameron declaró: “De manera inequívoca condenamos la publicación no autorizada de información clasificada. Las filtraciones y su publicación dañan la seguridad nacional de los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros lugares”.

La “seguridad nacional” no tiene nada que ver con la seguridad de gente ordinaria, sino consiste en esconder de ellos las matanzas, asesinatos, golpes de estado y otras conspiraciones imperialistas perpetradas por los EE.UU. y sus aliados en búsqueda de sus intereses estratégicos y corporativos. Al lado de los EE.UU., Gran Bretaña es el segundo más grande contribuyente a la creciente ofensiva depredadora en Afganistán y Pakistán. En sus intentos por aplastar la resistencia a la ocupación neo-colonial de Afganistán, ambos gobiernos son responsables por crímenes de guerra, incluyendo asesinatos por medio de aviones teledirigidos, bombardeos aéreos y escuadrones de la muerte militares.

La administración Obama ha sido herida por las revelaciones de Wikileaks porque estas ponen la luz en los verdaderos criminales. Ellos son parte de una élite dominante que es responsable por décadas de actos ilegales llevados a cabo a espaldas de la clase trabajadora estadounidense, desde guerras de agresión a rendiciones, tortura y otros actos de terror internacional. Las revelaciones de Sri Lanka indican la necesidad de que la clase trabajadora derroque todo el orden socio-económico que ha producido estas sucias guerras e intrigas imperialistas.

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