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La campaña "humanitaria" en favor de la guerra
en Afganistán
Por Patrick Martin
16 Agosto 2010
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Los medios de comunicación estadounidenses han emprendido
una importante campaña para eliminar la cada vez mayor
oposición popular a la guerra en Afganistán utilizando
una propaganda sesgada acerca de las atrocidades de los talibanes
para ocultar el carácter asesino de la intervención
estadounidense. Tras empezar con la portada de la revista Time,
que mostraba a una mujer joven mutilada por su marido talibán,
el ataque mediático se centra ahora en el asesinato de
diez trabajadores de ayuda médica cometido el pasado viernes
en la provincia de Badakhshan, al noreste del país. Seis
de las diez personas eran ciudadanos estadounidenses.
Sin lugar a dudas, ambos acontecimientos son terribles tragedias
humanas. Pero se están utilizando de la manera más
cínica para intimidar al pueblo estadounidense para que
acepte que la guerra de Afganistán continúe de manera
indefinida, en un momento en el que una clara mayoría de
la población considera ahora la guerra con hostilidad y
es partidaria de una rápida retirada estadounidense.
El número del 29 de julio de la revista marcó
el inicio oficial de la campaña, con la foto de portada
de una mujer joven a la que le habían cortado la nariz
y las orejas por haber intentado huir de su marido, acompañada
de un titular en el que se afirmaba que esta atrocidad es Lo
que ocurre si abandonamos Afganistán. El mensaje
político era inequívoco: quienes defienden la retirada
de las fuerzas estadounidenses están condenando a las mujeres
afganas a una matanza.
El director ejecutivo [de la revista] Rick Stengel daba la
siguiente explicación ante el [posible] desagrado de los
lectores por el hecho de que la revista publicara esa imagen horripilante:
Pensé que la imagen es una ventana a la realidad
de lo que está ocurriendo (y de lo que puede ocurrir) en
una guerra que nos afecta e implica a todos nosotros. Prefiero
enfrentar a los lectores con la forma de tratar a las mujeres
de los talibanes que ignorarlo. Prefiero que la gente conozca
esta realidad mientras piensa sobre lo que Estados Unidos y sus
aliados deberían hacer en Afganistán.
Sin embargo, es justo hacer otra pregunta: ¿por qué
el director de la revista Time no publicó en portada una
fotografía de alguno de los miles de hombres, mujeres y
niños afganos inocentes asesinados por los bombardeos aéreos,
misiles, artillería y proyectiles estadounidenses? Podía
haber elegido la escena de Kunduz, en la que 140 personas fueron
incineradas en un único bombardeo que incendió un
tanque de gasolina. O la fiesta de boda en la provincia de Nangarhar,
al noreste, en la que las bombas y los misiles hicieron saltar
en pedazos a 47 personas, incluyendo a la joven novia. O las 90
personas tiroteadas desde helicópteros estadounidenses
durante un funeral en la provincia de Herat. O cualquiera de los
cientos de asesinatos individuales, a pequeña escala, de
civiles que se detallan en los documentos recién publicados
por WikiLeaks.
Hay suficientes de estas víctimas del imperialismo en
Iraq y Afganistán para llenar las portadas de las revistas
estadounidenses en las próximas décadas. Pero las
gigantes corporaciones que controlan los medios de comunicación
no están acostumbradas a informar al pueblo estadounidense
acerca de las atrocidades que se han cometido en su nombre. Su
tarea es manipular a la opinión pública en interés
de las políticas decididas por la aristocracia financiera
y sus representantes políticos, y están trabajando
duro en esta tarea.
La portada del Time también es una mentira a otro nivel.
El horrible trato dado a las mujeres bajo los talibanes (y en
sentido más amplio, también bajo el régimen
de Karzai respaldado por Estados Unidos), es él mismo producto
de la intervención estadounidense en Afganistán
en el curso de tres décadas. Los gobiernos de Carter y
Reagan trataban de movilizar a la oposición a un régimen
respaldado por los soviéticos en el que, al menos en las
zonas urbanas, las mujeres habían mejorado sustancialmente
sus derechos, su educación y su situación social.
Los muyaidines surgieron de los elementos más de derecha
del mundo islámico, financiados por Arabia Saudí,
fueron adiestrados por la CIA en técnicas terroristas y
enviados a Afganistán. Entre ellos estaba el futuro dirigente
de al-Qaida, Osama bin Laden.
El gobierno de Estados Unidos fomentó y difundió
deliberadamente una versión del fundamentalismo islámico
que, aparte de un puñado de estrechos aliados de Estados
Unidos como la monarquía saudí, entonces no tenía
un amplio apoyo. Cuando los señores de la guerra muyaidines
cayeron en una guerra civil después de la retirada soviética,
el ejército paquistaní, con el respaldo de Estados
Unidos, promovió a los talibanes como sustitutos de más
confianza. Así, los talibanes, como al-Qaida, son como
un monstruo de Frankenstein, surgido en el curso de la lucha de
la Guerra Fría contra la URSS, que se ha vuelto contra
su creador.
El asesinato de los misionarios médicos en Badakhshan
se ha convertido ahora en el foco de saturación de la cobertura
mediática. Muchos hechos básicos de la masacre siguen
siendo inciertos, incluyendo la afiliación de los asesinos.
Se ha sugerido que en realidad estaban implicados bandidos motivados
por el robo, a pesar de que se haya afirmado que los responsables
eran talibanes. La mayoría de los demás encontronazos
entre trabajadores de ayuda occidentales desarmados y fuerzas
insurgentes han dado como resultado el secuestro para exigir rescates
y por razones de propaganda, y sólo unos pocos han acabado
en asesinato, aunque se les ha dado amplia publicidad.
Sin embargo, sean cuales sean las circunstancias exactas, estas
atrocidades son una consecuencia absolutamente inevitable de una
guerra de contrainsurgencia emprendida por un Estado imperialista
armado con un arsenal aplastante contra un enemigo arraigado en
una sociedad tribal que ha resultado ferozmente hostil a ocupantes
extranjeros.
La mayor parte de la cobertura de los medios estadounidenses
se centró incialmente en los trabajadores individuales
de ayuda médica, en el mucho tiempo que llevaban trabajando
en Afganistán, en el triste impacto sobre sus familiares
y colegas, pero han empezado a explotar el hecho para promover
la guerra. Un periódico sensacionalista neoyorquino publicó
su reportaje bajo un gigantesco titular de una sola palabra, SALVAJES,
estableciendo consciente o inconscientemente una relación
entre la política estadounidense en Afganistán y
el intento de exterminio de los estadounidenses originarios en
el siglo XIX.
El gobierno de Obama empezó a sacar sus esperadas conclusiones
políticas del hecho el domingo con la publicación
de unas declaraciones de la secretaria de Estado Hillary Clinton
en las que denunciaba el despreciable acto de violencia
gratuita que revelaba la retorcida ideología
de los talibanes y reafirmaba la determinación de su gobierno
de prevalecer en la guerra, que ahora cumple casi nueve años.
Como es característico, el Wall Street Journal sacó
las conclusiones más explícitas y reaccionarias
del hecho en un editorial del lunes titulado El método
talibán, y calificaba los asesinatos de especialmente
notables como una educación en la naturaleza de nuestro
enemigo.
Los asesinatos son una ventana abierta a la amenaza a
la que se enfrentan cada día miles de afganos si osan cooperar
con el gobierno afgano, continuaba el Journal. Los
asesinatos y desfiguraciones (corte de orejas o brazos) son una
táctica de guerra, diseñada para hacer más
difícil al gobierno recoger datos de inteligencia y prestar
servicios para ganarse a la población.
Tehis ignora el bien conocido hecho de que la mayoría
del pueblo afgano se opone a la ocupación encabezada por
Estados Unidos de su país y al corrupto gobierno títere
impuesto por Washington en Kabul. Además, la maquinaria
de guerra de alta tecnología operada por el Pentágono
inflige mucho más daño a los cuerpos de sus víctimas
sin que los bien pagados reaccionarios de las oficinas editoriales
estadounidenses derramen ninguna lágrima.
The Journal concluye: El principal propósito estratégico
estadounidense en esta guerra es la defensa propia negando un
santuario de al-Qaida. Pero nuestra causa incluye también
el imperativo moral de impedir la victoria de unos radicales islámicos
que les daría carta blanca para mutilar y asesinar a miles
de inocentes.
Esto combina la mentira que fue la base original para la invasión
de Afganistán la guerra como venganza por los ataques
terroristas del 11 de septiembre con las razones morales
y humanitarias que los medios estadounidenses están
propagando ahora tan diligentemente.
En su explicación de por qué Time publicó
su foto de portada, el director ejecutivo Stengel hace una reveladora
referencia al hecho de que la muy publicitada publicación
por parte de WikiLeaks de los documentos clasificados ya ha desencadenado
el debate acerca de la guerra. Una razón fundamental
de la furiosa hostilidad hacia WikiLeaks es que esta pequeña
organización basada en Internet ha roto la autocensura
practicada por la vasta máquina mediática controlada
por las corporaciones.
Quienes desempeñan el papel de tomar decisiones (los
directores de los principales periódicos y revistas, los
ejecutivos, productores y presentadores de los principales canales
de televisión) son muy conscientes de la naturaleza de
la guerra en Afganistán. WikiLeaks no fue una revelación
para ellos. En su deliberada supresión de la brutalidad
de la guerra estadounidense desempeñan un papel fundamental
para posibilitar los crímenes del imperialismo.
Traducido del inglés para Rebelión [http://www.rebelion.org/noticia.php?id=111237]
por Beatriz Morales Bastos
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