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Revuelta y "dialogo" en Honduras
Por Bill Van Auken
28 Septiembre 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 26 de septiembre, 2009.
Con el retorno esta semana del depuesto mandatario, Manuel
Zelaya, a Honduras, el régimen golpista encabezado por
Roberto Micheletti, dirigente del mismo Partido Liberal al cual
Zelaya pertenece, se ha visto bajo una creciente presión
para ponerle fin a la crisis que ha azotado al país por
tres meses.
La Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión
Europea (EU) han anunciado que sus embajadores van a regresar
a Tegucigalpa junto con varios ministros de relaciones exteriores
para promover un acuerdo; el ex presidente de Estados Unidos,
Jimmy Carter, llamó al dirigente del golpe para instarle
que negociara; el Fondo Internacional Monetario Internacional
anunció que ha cesado sus relaciones con el
país; y Standard & Poor ha rebajado la categoría
crediticia de la nación.
En un editorial titulado La situación en Honduras
se vuelve más sucia, publicado el jueves, el Washington
Post explica de la manera más burda y directa el objetivo
de esta campaña para poner presión.
Semejante comportamiento debería disuadir a todo
miembro responsable de la Organización de Estados Americanos,
comenzando con Brasil, de apoyar no más que el simple retorno
de Zelaya a la presidencia, insisten los editores del Post.
Tanto el gobierno de Obama como nosotros hemos respaldado
la restauración para anular la deposición y exilio
ilegales de Zelaya por las fuerzas armadas el junio pasado y así
defender el principio más amplio de respetar el orden democrático
en la región.
El editorial critica a Zelaya acérrimamente por tratar
de fomentar...una revolución populista desde
su encierro en la Embajada de Brasil, donde se la había
ofrecido refugio.
El editorial continúa: Ahora Estados Unidos tiene
que dejar bien claro que cualquier otro intento por parte del
Señor Zelaya o sus partidarios para causar el desorden
público o la violencia causará que Estados Unidos
reverse su postura, dejándolo bajo la tutela permanente
del gobierno brasileño que cooperó con sus travesuras.
Esta es la auténtica voz del imperialismo yanqui, chorreando
desprecio hacia las naciones al sur e hirviéndole las venas
si aparece una indicio de revuelta popular contra las condiciones
opresivas y de pobreza a las cuales cientos de millones han sido
condenados. Lo único que le importa al Post y a la clase
gobernante de Estados Unidos es la restauración del orden
por el cual hablan. Temen que si la crisis continúa Honduras
será ingobernable y surja el espectro de una verdadera
revolución.
La acusación que Zelaya está fomentando revolución
es completamente falsa. Los levantamientos que han estallado en
Honduras luego de su retorno clandestino el lunes pasado han sido
provocados por el régimen golpista y sus fuerzas de seguridad
al tratar de hacer cumplir toda una serie de toques de queda que
efectivamente condenó a la población de 7 millones
a permanecer encarcelados en sus propios hogares.
Trabajadores y jóvenes en los suburbios más pobres
de Tegucigalpa y en otras partes del país desafiaron los
toques de queda y espontáneamente erigieron barreras en
las calles y batallaron contra soldados y policías. En
una nación donde la pobreza obliga a la gente a comprar
alimentos a diario, aquellos que salieron de sus casas para buscar
comida se vieron ante la posibilidad de sufrir palizas o peor.
Sea lo que sea la retórica populista de Zelaya, él
no ha dirigido ninguna revuelta, y tampoco comparte los mismo
intereses clasistas con los que se han tirado a las calles. Tampoco
ha buscado el derrocamiento popular de la dictadura. En primer
lugar, más bien ha llegado a depender de la presión
que Washington pueda ejercer en la situación; y, en segundo
lugar, de la que la OEA, Brasil y otros puedan instigar para que
lo restauren a la presidencia.
Zelaya regresó a Honduras e hizo un llamado a un diálogo
con aquellos que lo derrocaron y con la misma oligarquía
gobernante de la cual él mismo es vástago y heredero.
Ha aceptado como base para el diálogo el llamado Acuerdo
de San José bosquejado por el ex presidente de Costa Rica,
Carlos Arias, a quien Washington cuidadosamente seleccionó
como mediador. Este plan propone el establecimiento de un gobierno
de unidad nacional entre Zelaya y los dirigentes del
golpe; toda renuncia a cambiar la constitución reaccionaria
del país; y la amnistía total a los dirigentes políticos
y militares que han desatado una ola de matanzas, desapariciones,
tortura, palizas y encarcelamientos arbitrarios durante los 90
días que han transcurrido desde que a Zelaya lo metieran
a empujones en un avión y lo desterraran del país.
El objetivo el gobierno de Obama en promover este plan es solidificar
los fines del golpe a la vez que trata de aparentar un compromiso
con la democracia. Hasta hoy día el Departamento
de Estado yanqui ha rehusado declarar como golpe de estado la
deposición del mandatario hondureño. Este hecho
contradice y desmiente las tibias críticas que Washington
le ha hecho al acto golpista. Por otra parte, la base militar
estadounidense en Palmerola, Honduras, continúa funcionando
normalmente, y Washington no ha tomado ningún paso para
imponer sanciones económicas.
El plan de Arias convertiría a Zelaya en un títere
durante los tres meses y pico que quedan antes de que su sucesor
asuma las riendas del país. Aparentemente su aceptación
de este miserable acuerdo probó ser fructuosa el jueves
pasado, cuando un representante de la jerarquía de la Iglesia
Católica y cuatro candidatos para la presidencia en las
elecciones venideras del 29 de noviembre lo fueron a saludar a
la embajada brasileña. La iglesia había respaldado
al golpe con entusiasmo.
El periódico español El País expresó
en uno de sus artículos que las sonrisas y los abrazos
habían reemplazado las imágenes de palizas y tiroteos.
Para muchos de los trabajadores y jóvenes que recibieron
las balas y las palizas, la imagen de Zelaya sonriendo mientras
abrazaba a los cuatro candidatos - todos partidarios del golpe
- que van a participar en los comicios que las masas del pueblo
han prometido boicotear tiene que haber provocado tremenda repugnancia.
Sean cuales sean las intenciones de Zelaya o de sus visitantes,
la resolución pacifista a la crisis según los términos
dictados por Washington, Arias y la OEA está muy lejos
de ser realidad. El viernes - justo a pocas horas del Consejo
de Seguridad de la ONU condenar las agresiones de las fuerzas
de seguridad hondureñas contra la embajada brasileña
- se reportó que tropas habían sitiado a la embajada
y disparado bombas de gas lacrimógeno al interior del edificio,
lo que causó que Zelaya y demás personas que se
encontraban con él sufrieran hemorragias nasales y vómitos.
Es obvio que la vida de Zelaya está en peligro, y la
posibilidad es muy real que las matanzas y represiones de los
últimos 90 días se intensifiquen enormemente. Este
régimen, después de todo, se apoya de fuerzas militares
entrenadas por Washington a valerse de los escuadrones de la muerte
y la violencia bestial para defender los intereses de las empresas
multinacionales yanquis y de la oligarquía nacional.
Los sucesos de los últimos tres meses han desenmascarado
el fracaso de la política nacionalista burguesa. Los ataques
contra los derechos democráticos y las condiciones sociales
de las masas del pueblo trabajador hondureño continuarán
aunque Zelaya regrese brevemente al palacio presidencial
Los deseos y anhelos de los trabajadores, los campesinos y
la juventud, expresados en su resistencia sostenida al golpe del
28 de junio, sólo pueden realizarse por medio de una lucha
revolucionaria independiente de todos los sectores de la clase
gobernante y cuyo objetivo es la toma del poder y el establecimiento
de una Honduras socialista como parte de la lucha de los trabajadores
de toda Centroamérica, todo el hemisferio y a nivel internacional.
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