WSWS
: Español
Setenta años del comienzo de la Segunda Guerra Mundial
Por Nick Beams
22 Septiembre 2009
Utilice
esta versión para imprimir | Email
el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 3 septiembre, 2009
El estallido de la Segunda Guerra Mundial, hace 70 años,
puso en movimiento la cadena de acontecimientos que acabó
en la muerte de más de 70 millones de personas. Durante
seis años la Guerra presentó a la humanidad un barbarismo
en una escala inimaginable: los horrores del frente ruso, el bombardeo
incendiario de Tokio y Dresden, el asesinato en masa de 6 millones
de judíos europeos, y el lanzamiento de la bomba atómica
en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki vienen inmediatamente
a la mente.
Se suele decir que en la guerra la verdad es la primera víctima.
Siete décadas después, todos los órganos
oficiales de la opinión pública aún laboran
día y noche para encubrir las causas y lecciones de la
Segunda Guerra Mundial.
Al contrario de los mitos prevalecientes, ésta no fue
"la guerra de la democracia contra el fascismo", lo
mismo que la Primera Guerra Mundial no fue "la guerra para
acabar con todas las guerras". Fue una guerra imperialista
de parte de los grandes poderes capitalistas -"democráticos"
y fascistas por igual- para dividir el mundo y sus recursos en
beneficio de las ganancias..
Al estallar la Primera Guerra Mundial, Lenin advirtió
que a menos que la clase trabajadora derrocara el orden capitalista
en una revolución socialista más guerras serían
inevitables. Cualquier "paz" entre los poderes imperialistas,
insistió, sería meramente un interludio antes de
la erupción del próximo conflicto. Esa advertencia
quedaba así confirmada.
La causa inmediata de la Guerra fue la invasión nazi
de Polonia el primero de Setiembre de 1939. El año anterior,
en la infame conferencia de Munich, el gobierno Británico
del Primer Ministro Neville Chamberlain había aceptado
las exigencias alemanas sobre Checoslovaquia. Esperando que la
expansión alemana se limitara a Europa Central, Chamberlain
retornó de Munich declarando que había alcanzado
"paz en nuestro tiempo". Tan sólo 11 meses después,
anuncia la declaración de guerra.
La invasión de Polonia dejó en claro que Alemania
no estaba simplemente buscando afianzar su posición en
Europa, sino que aspiraba a convertirse en una potencia mundial.
Gran Bretaña -siendo el mayor poder colonial, dominando
el subcontinente Indio además de extensas regiones en África,
y extrayendo recursos materiales y financieros de cada esquina
del globo- no podría tolerar tal resultado.
Un año antes que estallara la Guerra, la Cuarta Internacional
había sido establecida con la misión de resolver
la crisis de liderazgo de la clase trabajadora y preparar la revolución
socialista. "Sin revolución social en un próximo
período histórico, la civilización humana
está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe",
declara la nueva internacional.
La dirección traicionera de la clase trabajadora -los
partidos Social Demócratas y Comunista estalinista- carga
con la responsabilidad del el estallido de la Guerra. Si la revolución
española, que comenzó en 1936, hubiese salido victoriosa,
habría llevado a una renovación de luchas revolucionarias
al alrededor de Europa, amenazando incluso al aparentemente poderoso
régimen Nazi en Alemania.
Asimismo, si la huelga general Francesa de 1936 hubiese tomado
el camino de lucha por el poder político, habría
cambiado dramáticamente el balance de fuerzas. Pero ambos
de estos movimientos revolucionarios fueron estrangulados por
los liderazgos Estalinistas y Social Demócratas.
Consecuentemente, como León Trotsky explicó,
la burguesía "se convenció a sí misma
que con líderes obreros' como esos a su disposición,
podría seguir adelante con todos sus planes, incluyendo
una nueva matanza".
En un manifiesto publicado en mayo de 1940, mientras los ejércitos
alemanes invadían Francia, la Cuarta Internacional explicó
el significado social esencial de Hitler y del movimiento fascista
que lideraba.
"Los gobiernos democráticos, que en su momento
saludaron en Hitler a un cruzado contra el bolchevismo, ahora
hacen de él una especie de Satán inesperadamente
escapado de las profundidades del infierno, que viola la santidad
de las fronteras, los tratados, los reglamentos y las leyes. Si
no fuera por Hitler el mundo capitalista florecería como
un jardín. ¡Qué mentira miserable!. Este epiléptico
alemán con una máquina de calcular en el cerebro
y un poder ilimitado en las manos no cayó del cielo ni
ascendió de los infiernos; no es más que la personificación
de todas las fuerzas destructivas del imperialismo. Gengis Kan
y Tamerlane se les aparecían a los pueblos pastores más
débiles como los destructores azotes de Dios, mientras
que en realidad no expresaban otra cosa que la necesidad de más
tierras de pastoreo, que tenían todas las tribus, para
lo cual saqueaban las áreas cultivadas. Del mismo modo
Hitler, al conmover hasta sus fundamentos a las viejas potencias
coloniales, no hace más que ofrecer la expresión
más acabada de la voluntad imperialista de poder. Con Hitler,
el capitalismo mundial, arrojado a la desesperación por
su propia impasse, comenzó a hundir en sus entrañas
una afilada daga."
La guerra comenzó como un conflicto europeo pero rápidamente
se extendió hacia el globo entero. En el siglo diecinueve
los poderes capitalistas habían competido uno con el otro
en base a un mercado mundial en expansión. Pero la Gran
Depresión y la contracción del mercado mundial hicieron
que la economía global se partiera en bloques rivales.
Japón, frente al colapso de sus mercados de exportación,
buscó superar su crisis con la conquista de China y el
establecimiento de un imperio asiático. Pero esto era intolerable
a los Estados Unidos, quienes también buscaban expansión
hacia el Pacífico, haciendo que la guerra fuera inevitable.
El ataque japonés sobre Pearl Harbor en Diciembre de 1941
fue simplemente el detonante para una guerra que había
sido preparada desde la década anterior.
Para el imperialismo alemán, los recursos del centro
y sur europeo eran insuficientes si deseaba desarrollar la capacidad
para retar al más grande poder imperialista, los Estados
Unidos. La invasión de la Unión Soviética
el 22 de Junio de 1941 tuvo el objeto de establecer la base económica
de un imperio alemán para mantener su posición como
un poder mundial.
Estados Unidos, que basaba su poderío sobre los amplios
recursos del continente americano, ya no podía mantenerse
a sí mismo sin extender su base; esa fue la lección
de la Gran Depresión que había golpeado duramente
a su economía. Los mercados del mundo se habían
abierto al comercio estadounidense, a la inversión estadounidense,
a la tecnología estadounidense, para asegurar las exportaciones
estadounidenses. Esta perspectiva era incompatible con los intentos
de ambos Alemania y Japón para forjar sus propios imperios
para sí mismos, incompatible también con las ideas
del ya establecido imperio del aliado de Washington, Gran Bretaña.
Todos tendrían que abrir paso al programa de "puertas
abiertas" de los Estados Unidos.
En la base de su capacidad económica y la amplia superioridad
que disfrutaba sobre sus exhaustos rivales, Estados Unidos fue
capaz de estabilizar el sistema capitalista mundial al final de
la Segunda Guerra Mundial. El subsiguiente boom de la posguerra
y la Guerra Fría con la Unión Soviética proveyeron
el marco para la regulación de las rivalidades inter-imperialistas
que habían explotado dos veces en guerras mundiales en
el espacio de tan sólo 3 décadas.
Hoy las fundaciones de este equilibrio ya no existen más.
La erupción de la más profunda crisis económica
y financiera desde la Gran Depresión está una vez
más creando las condiciones para la transformación
de competición en el mercado mundial en un feroz conflicto
de todos contra todos.
La profunda crisis del capitalismo estadounidense y su creciente
apoyo en medios militares para superar su pérdida de poder
económico, junto con el auge de nuevos poderes y los renovados
esfuerzos de antiguos, están creando las condiciones para
otro conflicto imperialista, mucho más terrible que el
último.
Las lecciones deben ser asimiladas. Sólo a través
del derrocamiento del sistema de ganancias capitalista y el establecimiento
de una economía socialista mundial planificada -racionalmente
y democráticamente para satisfacer las necesidades humanas-
puede la amenaza de la guerra imperialista desaparecer por siempre.
Esta es la perspectiva del partido mundial de la revolución
socialista, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |