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"Manifiesto capitalista" del editor de Newsweek
International
Por Nick Beams
15 Septiembre 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 4 de julio, 2009.
Fareed Zakaria, editor de Newsweek International, ha
escrito un ensayo intitulado El manifiesto capitalista:
La codicia es buena (hasta cierto punto), que se propone
expresar alivio porque el pánico generado por la crisis
financiera global se esté aflojando e infundir confianza
en que, a pesar de todos sus defectos, el capitalismo es todavía
la máquina económica más productiva
que hayamos inventado hasta la fecha.
El problema con esta afirmación es que, de nuevo, lejos
de que haya terminado la crisis, ésta sólo se comienza
a desarrollar.
Zakaria comienza por reconfortarse con el hecho de que todas
las crisis financieras de los últimos 20 años hayan
sido superadas, llevando a más crecimiento económico.
El crash del mercado bursátil de 1987 resistió las
predicciones de un retorno a la Gran Depresión y resultó
ser un accidente en el camino hacia un auge aún mayor y
más prolongado. La crisis financiera asiática
de 1997 no condujo a una depresión global. En su lugar,
las economías asiáticas repuntaron dentro
de dos años. El colapso de Long Term Capital Management
en 1998, descrito por el secretario del Tesoro de EE.UU. de entonces,
Robert Rubin, como la peor crisis financiera en 50 años,
no llevó al fin de los hedge funds. Más bien han
expandido masivamente desde entonces.
¿Cómo fueron superadas esas crisis anteriores?
Como señala Zakaria, el presidente de la Reserva Federal
Alan Greenspan siempre presentó la misma solución:
reducción de los tipos de interés y suministro de
dinero fácil, creando una serie de activos de burbujas.
Cuando la crisis de las hipotecas de alto riesgo se desarrolló
en 2007, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke siguió
el mismo procedimiento. Sin embargo, en esta ocasión, las
reducciones de las tasas de interés no aliviaron la crisis.
La Reserva Federal inició sus inyecciones de liquidez en
agosto de 2007, pero la situación sólo empeoró.
El banco de inversiones Bear Stearns quebró en marzo de
2008, seguido por el colapso de Lehman Brothers en septiembre
y, para fines de 2008, a pesar de masivas inyecciones de liquidez,
los cinco bancos de inversión de Wall Street habían
colapsado o se habían visto obligados a reestructurar.
El sistema financiero global estaba al borde de la catástrofe.
Esto demuestra por sí solo que, lejos del feliz escenario
pintado por Zakaria - esta crisis es como las otras desde 1987
- el colapso que comenzó en 2007 marcó un giro cualitativo
en un proceso continuo.
Zakaria se ve obligado a reconocer que el sistema financiero
global ha estado sufriendo crashes con más frecuencia
durante los últimos 30 años que en ningún
período comparable de la historia. Pero insiste en
que el problema no tiene que ver con el sistema de beneficios
en sí. Lo que estamos experimentando no es una crisis
del capitalismo. Es una crisis de las finanzas, de la democracia,
de la globalización y en última instancia de la
ética.
En primer lugar, la separación del capitalismo de cada
uno de estos fenómenos es absurda - como si el modo capitalista
de producción pudiera ser de alguna manera extraído
de la situación histórica en la cual está
situado; como si no conformara el entorno socio-político
en el que opera, incluida la ética imperante.
Examinemos a su vez cada una de las explicaciones de Zakaria
para la crisis. Insiste, junto con muchos otros, en que la falla
tiene que ver con la operación del sistema financiero.
Las finanzas fracasaron, o para ser más preciso,
fracasaron los financistas. En junio de 2007, al comenzar la crisis
Coca-Cola, PepsiCo, IBM, Nike, Wal-Mart y Microsoft dirigían
todos sus compañías con balances sólidos,
y estaban gastando con prudencia, conservando dinero para mantener
una protección para una posible depresión.
La separación de las finanzas (el lado malo) del resto
de la economía capitalista (el lado bueno) tiene una larga
historia. Fue hecha suya por Marx en su desdeñosa crítica
de Proudhon, el pequeño burgués anarquista francés,
hace más de 150 años. Como Marx explicara entonces,
el lado malo no puede ser separado del bueno,
especialmente ya que resulta que, las más veces, el lado
malo es la fuerza impulsora del desarrollo histórico.
Y es el caso en la situación actual. El desarrollo del
capitalismo estadounidense - y de la economía global -
se ha basado en los vastos cambios asociados con los procesos
de financialización que comenzó en los años
ochenta.
Unas pocas cifras ilustran lo que ha ocurrido. En 1980, las
firmas financieras representaban cerca de un 5% de los beneficios
totales de las corporaciones. En 2006 esto había aumentado
a cerca de un 40%. En una escala global, los activos financieros
en 1980 equivalían aproximadamente en valor al producto
interno bruto del mundo. Veinticinco años después
constituían un 350% del PIB global. En el corazón
de esta transformación ha estado la acumulación
de la deuda del sector financiero en la economía de EE.UU.
Aumentó de un 63,8% del PIB en 1997 a 113,8% en 2007 -
resultado de que los bancos y las corporaciones financieras se
hayan endeudado aún más a fin de financiar sus operaciones
financieras basadas en deudas.
El alza renovada de la financialización no fue sólo
una decisión política, sino una reacción
a una crisis en el proceso de acumulación capitalista que
se había desarrollado a fines de los años sesenta
y en la década de los setenta. Ante una caída en
la tasa de beneficio, el capitalismo estadounidense emprendió
a partir de los años setenta un importante programa de
reestructuración. Involucró la destrucción
de amplios sectores de la industria manufacturera, un ataque concertado
contra la posición social de la clase trabajadora, el desarrollo
de la subcontratación en el extranjero y del uso de contratistas
para aprovechar fuentes más baratas de mano de obra, y
un giro hacia la manipulación financiera, como ser adquisiciones
hostiles y fusiones, como fuente de beneficios.
Nuevo modo de acumulación
La transformación de la economía estadounidense
en los años ochenta presenció la emergencia de un
nuevo modo de acumulación, en el que los beneficios se
hicieron mediante la apropiación, a través de métodos
financieros, de riqueza ya creada. Históricamente, la riqueza
había sido acumulada en la economía de EE.UU. mediante
la inversión, el comercio y la manufactura. Ahora la fuerza
impulsora de la acumulación fue el aumento de los precios
de los activos. Esto ha determinado la forma de la economía
de EE.UU., y la acumulación de beneficios por todos los
sectores del capital - incluso aquellos que no estaban directamente
conectados con las finanzas.
En los años cincuenta y sesenta, las firmas manufactureras
basadas en la producción en línea de montaje no
constituyeron el mayor componente de la economía estadounidense.
Pero los vastos aumentos en rentabilidad posibilitados por estos
métodos crearon las condiciones en las cuales podían
expandir todos los sectores del capital. Era una sociedad dominada
por lo que los sociólogos han llamado un régimen
fordista en el cual, como señaló genialmente
el antiguo presidente de General Motors, Charles Wilson, lo
que era bueno para el país era bueno para General Motors
y viceversa.
En los últimos 25 años, el papel fundamental
que otrora tuvo la manufactura en línea de montaje en la
economía estadounidense ha sido asumido por el capital
financiero.
No importa cuán sana o bien dirigida sea una firma capitalista,
la acumulación de beneficio es un proceso social. Cada
firma depende para su expansión del crecimiento de la economía
en su conjunto. Y en EE.UU., el capital financiero ha sido la
fuerza conductora.
Todo intento de separar el lado malo del bueno
colapsa incluso bajo un estudio superficial. Zakaria apunta a
varias corporaciones como parte del lado bueno del
capital estadounidense. Una de ellas es Microsoft. Pero una de
las fuentes principales de los beneficios de Microsoft han sido
las ventas de los computadores y los programas de software que
han impulsado el sector financiero. Consideremos Nike y Wal-Mart.
Se han beneficiado de la explotación de mano de obra barata
en China y otros países, bajo las condiciones de una producción
globalizada. Pero esas operaciones, que involucran complejas relaciones
financieras, habrían sido imposibles sin el crecimiento
de los derivados financieros. Al mismo tiempo, Nike y Wal-Mart
no hubieran seguido siendo lucrativas sin el aumento en la deuda
del consumidor estadounidense - en gran parte proveniente de las
finanzas de la vivienda - que ha sustentado los gastos de consumo
estadounidenses ante el estancamiento o disminución de
los ingresos reales durante el último cuarto de siglo.
La trascendencia esencial de la crisis financiera global es
que marca el resquebrajamiento del modo de acumulación
que ha prevalecido durante los últimos 25 años.
Los activos financieros derivan su valor, en última
instancia, de su derecho a la producción de riqueza real.
Las acciones son un ejemplo obvio. La acción representa
el derecho a una porción de un flujo de ingreso generado
por una compañía en particular. Pero esa acción
puede ser comprada y vendida, y su valor puede aumentar en el
mercado en exceso del valor del activo subyacente.
El hecho de que los activos financieros hayan expandido casi
cuatro veces en relación con la producción global
durante las últimas dos décadas y media significa
que no se puede satisfacer todos sus derechos a riqueza real.
Esta disparidad es expresada en la emergencia de así llamados
activos tóxicos en los libros de los bancos
e instituciones de crédito - derechos a ingresos y riqueza
que carecen esencialmente de valor.
En otras palabras, la crisis no es de liquidez, es decir de
falta de suficientes fondos para asegurar el funcionamiento de
un sistema que de otra manera es sano, sino de insolvencia. Sus
dimensiones son indicadas por el hecho de que para restaurar la
paridad que existía en 1980 entre el valor de los activos
financieros y el PIB global significaría la eliminación
de valores de activos financieros equivalentes a dos veces el
PIB global.
Esas cifras dejan claro el significado del rescate y de los
paquetes de estímulo lanzados por gobiernos en todo el
mundo. No tienen nada que ver con el mantenimiento de los puestos
de trabajo y los estándares de vida de la clase trabajadora.
Más bien, apuntan a transferir al Estado la mayor cantidad
posible de las masivas deudas y activos tóxicos
acumulados por las corporaciones financieras y los bancos.
Esta operación de rescate estatal es precisamente lo
que ha impulsado los mercados bursátiles durante los últimos
tres meses y ha posibilitado el suspiro de alivio de Zakaria.
Como señaló un reciente artículo en el
Wall Street Journal, uno de los principales motivos para el
repunte de más de un 30% es de una simpleza apabullante.
Los mercados financieros están repletos de dinero
del gobierno como resultado del mayor estímulo financiero
combinado que el mundo haya visto en nuestros tiempos.
El gobierno de EE.UU. ya ha comprometido 12,7 billones de dólares
en apoyo del sistema financiero, casi el equivalente el producto
interno bruto de ese país. Desde que la crisis financiera
se intensificó en septiembre de 2008, los gobiernos en
todo el mundo han comprometido 18 billones de dólares en
fondos públicos, el equivalente de un 30% del PIB del mundo,
para recapitalizar a los bancos. Esto ha llevado a un reventón
en su posición fiscal.
En Gran Bretaña, se espera que la deuda del gobierno
llegue pronto a un 100% del PIB, mientras que la deuda del gobierno
de Japón se orienta hacia un 200% para 2011 y se espera
que la deuda gubernamental en EE.UU. llegue a 100% del PIB al
mismo tiempo. Según economistas del FMI, para 2014 las
ratios de la deuda pública al PIB de las economías
del G-20, que incluyen cerca de un 85% de la economía global,
habrán aumentado en 36 puntos porcentuales del PIB en comparación
con los niveles a fines de 2007.
Un nuevo régimen político
El financiamiento gubernamental, sin embargo, no puede continuar
indefinidamente. Las deudas incurridas por el Estado para financiar
los bancos serán pagadas mediante el recorte de los gastos
gubernamentales y los servicios sociales y forzosamente empobrecerán
a la clase trabajadora. La escala de este ataque contra las condiciones
sociales y los niveles de vida será directamente proporcional
al tamaño de las sumas de dinero involucradas. Según
un cálculo en Gran Bretaña, el consumo tendrá
que ser reducido en por lo menos un 20% de su nivel en 2006-2007
para llegar a comenzar un equilibrio en los libros del gobierno.
Zakaria señala el aterrador crecimiento
de la deuda gubernamental en EE.UU., especialmente si se incluyen
los programas de ayuda social y los compromisos de jubilación,
y observa que nadie ha tratado seriamente de colmar la brecha,
lo que puede ser hecho sólo mediante (1) aumento de los
impuestos o (2) reducción de los gastos.
Es la enfermedad de la democracia moderna: el sistema
no puede imponer ningún sufrimiento a corto plazo para
obtener ventajas a largo plazo. Las implicaciones políticas
son obvias: es imposible imponer los masivos recortes en gastos
y aumentos en ingresos necesarios para eliminar la deuda del gobierno
dentro del actual orden político. La reestructuración
de las economías de EE.UU. y otras importantes economías
capitalistas requiere un régimen nuevo, mucho más
represivo.
Zakaria se esfuerza en extremo en su intento de afirmar que
el capitalismo no es la causa de la crisis. El verdadero problema,
insiste, no es su fracaso, sino demasiado éxito. El mundo
se ha estado moviendo hacia un extraordinario grado de estabilidad
política; no hay una importante competencia militar
entre las grandes potencias; la violencia política disminuye.
Considerando las guerras que son libradas por EE.UU. en Iraq,
Pakistán y Afganistán, una afirmación semejante
sólo puede ser descrita como absurda. En cuando al apaciguamiento
de la rivalidad entre grandes potencias, basta con apuntar a la
constante y creciente preocupación en los círculos
responsables de la política de EE.UU. por el ascenso de
China.
Sin embargo Zakaria no está dispuesto a permitir que
los hechos interfieran con la historia que quiere presentar. La
estabilidad política, afirma, ha sido acompañada
por una reducción de la inflación, el crecimiento
económico y el establecimiento de un sistema económico
global. Son estos buenos tiempos los que llevaron
a la complacencia de la gente y, a medida que bajaba el coste
del capital, a más complacencia. La economía
mundial se ha convertido en el equivalente de un coche de carrera
- más rápido y más complejo que cualquier
vehículo que se haya visto. Pero resulta que nunca alguien
había conducido un coche semejante, y nadie realmente sabía
cómo hacerlo. De modo que se estrelló.
¿Y el futuro? El verdadero problema, continúa,
es que todavía conducimos ese coche. La economía
global sigue siendo altamente compleja, interconectada y desequilibrada.
Los chinos todavía acumulan sus superávit y tienen
que colocarlos en alguna parte. Washington y Beijing tendrán
que trabajar duro para estabilizar lentamente su dependencia mutua
para que el sistema no esté siendo preparando para otro
choque.
En otras palabras, aunque la crisis ha pasado, todas las condiciones
que la produjeron siguen existiendo, y no están ni cerca
de ser resueltas.
Lenin señaló una vez que el poder del marxismo
es que es verdad. A veces, incluso conscientes oponentes al marxismo
se ven obligados, por la lógica misma de los hechos objetivos,
a referirse a procesos que forman el centro del análisis
marxista. Estamos ante un caso semejante.
Según Zakaria: De un modo más amplio, la
crisis fundamental que enfrentamos es la propia globalización.
Hemos globalizado las economías de las naciones. El comercio,
el viaje y el turismo juntan a la gente. La tecnología
ha creado cadenas de suministro, compañías y clientes
mundiales. Pero nuestra política sigue siendo resueltamente
nacional. Esta tensión está al centro de muchos
crashes de esta era - una incompatibilidad entre economías
interconectadas que producen problemas globales pero ningún
proceso político compatible que pueda efectuar soluciones
globales.
El movimiento marxista ha identificado hace tiempo como una
de las contradicciones centrales del capitalismo mundial la que
existe entre el desarrollo global de las fuerzas productivas por
una parte, y el sistema de Estado-nación en el que se basa
la superestructura legal y política, por la otra. Esta
contradicción es lo que convierte el socialismo, basado
en el desarrollo de una economía planificada a escala internacional,
en una necesidad histórica. Tal como el orden político
feudal tuvo que ser derribado para posibilitar el crecimiento
de las fuerzas productivas bajo el capitalismo, actualmente la
globalización de la producción ha hecho que el sistema
de Estado-nación capitalista sea tan reaccionario y retrógrado
como los principados y reinos de hace dos o tres siglos.
Esta contradicción estalló en la primera década
del siglo pasado en la forma de la Primera Guerra Mundial. Ahora
ha aparecido de nuevo, a un nivel aún más elevado.
Sólo puede ser resuelta por la toma del poder político
por la clase trabajador a escala global, de otra manera la humanidad
enfrenta guerras y crisis económicas potencialmente más
devastadoras que las que caracterizaron las primeras cinco décadas
del Siglo XX.
Zakaria pide une mejor coordinación internacional. Pero
la propia lógica objetiva del sistema capitalista impulsa
los eventos en la dirección opuesta. La producción
capitalista es realizada a escala global. Su propósito
no es satisfacer necesidades humanas, sino acumular ganancias
privadas. Cuando la acumulación se expande, los diferentes
sectores del capital, como señaló Marx, operan como
una especie de fraternidad, dividiendo los despojos entre ellos.
Cuando el sistema se rompe y ya no se convierte en una cuestión
de repartir beneficios, sino de tratar de evitar pérdidas,
estalla una lucha violenta. Una ruptura semejante ya no involucra
simplemente luchas competitivas intensificadas en el mercado,
como lo hizo en el Siglo XIX, sino, con el vasto crecimiento de
la industria y las finanzas capitalistas, las crisis económicas
llevan inevitablemente a la participación directa del Estado
capitalista.
Es lo que ocurrió el año pasado. Después
del colapso de Lehman Brothers en septiembre, cuando el sistema
bancario y financiero estaba amenazado por la catástrofe,
todos los gobiernos del mundo reaccionaron, no mediante el trabajo
por una acción coordinada a escala global, sino para proteger
su propio sistema bancario, lo que llevó a
conflictos inmediatos. En los meses desde entonces, las diferencias
sólo se han ampliado. Los alemanes y los franceses son
hostiles a los rescates del gobierno estadounidense porque temen,
correctamente, que permitirán que los bancos de EE.UU.
mantengan su posición global dominante. El gobierno estadounidense,
por su parte, se opone a llamados por más regulación,
porque apuntan a las finanzas de EE.UU. El gobierno británico,
no quiere introducir regulaciones más duras por temor a
que pongan en peligro la posición de Londres, descrita
por el comentarista de Financial Times, John Plender, como la
plaza de juegos de aventura del sistema financiero global.
Esto lleva a la oposición del gobierno alemán, que
albergaba esperanzas de que la crisis ofreciera más oportunidades
a Frankfurt. Las diversas intervenciones en la industria, asimismo,
han agudizado las rivalidades nacionales. El rescate de Opel por
el gobierno alemán, por ejemplo, pone en peligro las operaciones
en Bélgica, causando incluso preguntas de si podrían
haber sido violadas las reglas de un solo mercado europeo.
En cuanto a la coordinación entre EE.UU. y China para
resolver los desequilibrios monetarios internacionales, el banco
central chino ha llamado dos veces en los últimos tres
meses a que el sistema financiero internacional sea reestructurado
y que el dólar sea reemplazado como la moneda de reserva
mundial. Si eso tuviera lugar, causaría una rápida
decadencia en la posición global del capitalismo estadounidense,
que ha gozado de enormes ventajas por el papel del dólar
como divisa mundial.
A falta de cooperación internacional, advierte Zakaria,
habrá más crashes, y eventualmente puede haber
una retirada de la globalización hacia la seguridad - y
el lento crecimiento - de economías nacionales protegidas.
El desarrollo de una situación semejante en los años
treinta condujo directamente a la Segunda Guerra Mundial. Tendría
consecuencias aún más catastróficas en la
actualidad.
Al final, Zakaria concluye que una crisis moral
podría hallarse en el centro de nuestros problemas.
La mayor parte de lo que sucedió durante la última
década fue legal pero muy poca gente actuó
con responsabilidad. Sin embargo, continúa, algo
semejante no sucedió porque repentinamente los empresarios
se hayan hecho más inmorales. Forma parte de la apertura
y de la creciente competitividad del mundo de los negocios.
Zakaria prefiere no entrar en detalles al respecto, porque
al hacerlo dejaría demasiado claro que esa crisis
moral es en sí una expresión de la crisis
de la economía capitalista.
Los procesos mismos asociados con el ascenso del capital financiero
han hecho cada vez más confusa la línea divisoria
entre legalidad e ilegalidad, para no hablar de moralidad e inmoralidad.
En el mundo de las transacciones financieras multimillonarias
que involucran el uso de complejos derivados, donde el valor de
un activo financiero puede ser alterado mediante el cambio del
valor de una u otra de las variables en el modelo matemático
en el que se basa; donde mientras más complejo y poco claro
sea un derivado financiero, más grande será el beneficio
obtenido por el vendedor; donde vastas fortunas pueden ser hechas
mediante el juego financiero, y donde una firma que no emplee
los últimos métodos dudosos para mejorar sus resultados
enfrenta la posibilidad de ser tragada por un liquidador de activos
financiados con bonos basura, ¿ética a qué
precio?
Además, el crecimiento de una oligarquía financiera
que domina y controla todo el sistema político, significa
que cualquier reforma racional del actual orden es imposible,
incluso si hubiera una solución disponible.
Las fuerzas productivas de la economía global - el complejo
y poderoso coche de carrera, para utilizar la analogía
de Zakaria - creadas por el trabajo intelectual y físico
combinado de la clase trabajadora del mundo, se han desarrollado
en una escala inmensa. Pero ya no pueden ser dejadas en manos
de una elite gobernante que ha perdido el derecho histórico,
político y moral de permanecer al volante. Por eso una
revolución socialista, y la transferencia del poder político
a manos de la clase trabajadora, se han convertido en una necesidad
histórica.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán
Leyen
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