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La devaluación del dólar y la clase trabajadora
Por Barry Grey
19 Octubre 2009
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el autor
Este artículo fue publicado en nuestro sitio en su
inglés original el 13 octubre 2009
Indicios cada vez mayores señalan que un cambio fundamental
ha ocurrido en el alineamiento de divisas. Desde marzo, el dólar
estadounidense ha declinado constantemente hasta depreciarse en
un 13% según el comercio exterior. La semana pasada, la
caída aceleró tanto que empujó los precios
del oro a niveles que batieron el récord.
La caída también causó que cierta cantidad
de bancos centrales de Asia intervinieran en el mercado de divisas
para amortiguar la devaluación del dólar.
En vez de advertir acerca de las consecuencias de la erosión
del valor de la moneda principal sobre la cual se basa el comercio
mundial y que también funciona como moneda de reservas,
prominenctes publicaciones del mundo de las finanzas, así
como también comentaristas sobre asuntos económicos,
ahora son de la opinión que la caída del dólar
debería ser bienvenida y que a largo plazo se debería
dejar devaluar aún más.
El sábado, el Financial Times de Londres publicó
un editorial titulado, "Un Estados Unidos fuerte necesita
un dólar debilitado". El periódico escribe
que "aunque la disminución del valor es bastante grande,
a ésta no se le debería ni temer ni obstruir...En
realidad sería provechoso si el dólar se debilitara
aún más...El efecto de un dólar más
barato terminaría en ayudar a los exportadores estadounidenses
a la vez que hace las importaciones más caras".
El artículo sigue: "Esto es lo que Estados Unidos
y el mundo necesitan. A mediano plazo, tal como lo dijera el Sr.
Summers [principal asesor de la economía bajo Obama, Lawrence
Summers] a principios de año, La reconstrucción
de la economía estadounidense tiene que orientarse más
hacia las exportaciones y menos al consumo'. En pocas palabras,
Estados Unidos debe comenzar a vivir dentro de sus propios medios
económicos, y el resto del mundo tiene que parar de depender
de sus [de Estados Unidos] hábitos derrochadores".
El ejemplar del Financial Times del lunes lleva un artículo
escrito por Wolfgang Münchau, columnista sobre la economía,
bajo el titular, "La causa por un dólar más
débil", en el que aboga por reestablecer equilibrio
en la economía mundial por medio del cual el déficit
de la balanza de pagos se reduciría marcadamente, el superávit
de Asia también disminuiría, y el déficit
de la Eurozona, compuesta por 16 países, aumentaría
"un tanto más".
"A largo plazo", escribe Münchau, "semejante
mundo precisaría una reforma significativa del sistema
monetario internacional. A corto plazo, la caída de las
divisas valoradas en dólares nos ayudaría llegar
allí".
El Sr, Münchau sugiere que las promesas de mantener al
"dólar fuerte" por parte de funcionarios estadounidenses
son poco honradas, pues Estados Unidos ahora alienta una caída
del dólar aún más marcada como parte de la
estrategia de recuperación económica basada principalmente
en las exportaciones.
Munchau continúa: la reforma a largo plazo necesaria
del sistema monetario internacional se basaría hasta cierto
punto en la reducción permanente del papel global del dólar.
Predice que el mundo se está moviendo hacia "un sistema
dual en que tanto el dólar como el euro actuarían
de facto como las monedas de reserva.
Estos comentarios y otros similares evaden los inmensos riesgos
que inevitablemente acompañarían a la devaluación
del dólar y la debilitación de su posición
como divisa de reserva. Semejante proyecto contiene la semilla
del colapso del mercado mundial. Es extremadamente dudoso que
este cambio sucedería de manera ordenada sin empujar a
Europa y a Asia a la competencia con sus propias devaluaciones;
sin la formación de bloques monetarios y comerciales; sin
la explosión de una guerra comercial; y, por último,
sin el conflicto militar entre las potencias principales.
Entre los comentarios más superficiales a favor de un
dólar más débil se encuentra el de Paul Krugman,
economista estadounidense y columnista del New York Times. En
una columna publicada el lunes, el Sr. Krugman acusa de cascarrabias
a toda persona que le inquieten las insinuaciones a largo plazo
de la caída del dólar.
Sin considerar las insinuaciones internacionales de la caída
continua del dólar, o las consecuencias para las relaciones
sociales en Estados Unidos que ello trae, Krugman dice del "escándalo"
acerca del dólar en descenso: "La verdad es que el
dólar que cae es una buena noticia".
Un dólar devaluado es "bueno para los exportadores
estadounidenses", escribe Krugman, "y nos ayuda a establecer
una transición: de enormes déficits en la balanza
de pagos a una posición internacional más sostenible".
Aboga por dejar la tasa de interés la cual efectivamente
está en cero "sin tocar durante los próximos
dos años o más". No dice nada acerca de las
consecuencias que traería la depreciación del dólar
para la situación monetaria de Estados Unidos o para su
posición como divisa mundial de reservas.
Lo cierto es que la pérdida de la posición del
dólar como la indiscutible moneda de reserva mundial tiene
consecuencias devastadoras para la clase trabajadora de Estados
Unidos.
Un dólar fuerte y estable era el cimiento del sistema
monetario capitalista internacional que fue establecido en la
conferencia de Bretton Woods al acabar la Segunda Guerra Mundial.
El dólar ha funcionado por casi siete décadas como
la moneda suprema para fines comerciales y de divisas. Esta posición
del dólar, única y privilegiada, se basaba al terminar
la guerra en una supremacía de Estados Unidos que no se
podía desafiar; supremacía que le garantizó
al capital estadounidense ventajas inmensas.
La caída a largo plazo del capitalismo estadounidense,
la cual se reflejaba de la manera más obvia en la decadencia
de su base industrial, resultó en los enormes desequilibrios
mundiales entre naciones deudoras entre éstas Estados
Unidos como la más importante y las naciones acreedoras,
tales como China, Japón y Alemania - que llevaran la implosión
de la economía mundial hace ya un año. La transformación
de Estados Unidos como el país industrial más poderoso
del mundo en centro de la especulación y el parasitismo
económica mundial que, a fin de cuentas, ha socavado
la posición internacional del dólar.
Permitir que el dólar continúe su descenso significa
reconocer la realidad de que Estados Unidos ha decaído
y que es necesario que el capitalismo encuentre una nueva base
para su expansión. Pero el seno de este "reequilibrio"
económico mundial es la reestructuración de las
relaciones entre las clases sociales en Estados Unidos mismo.
El marco establecido por los acuerdos de Bretton Woods le dio
a la burguesía estadounidense una enorme ventaja para manejar
las relaciones sociales internas de Estados Unidos. En ese entonces
la clase gobernante del país podía valerse de gastos
financiados mediante déficits presupuestarios y una política
inflacionaria para hacer concesiones a las exigencias de la clase
trabajadora porque el mundo aceptaba al dólar sin titubeos.
Sin esa ventaja, Estados Unidos ha de adherirse a restricciones
monetarias y económicas onerosas, cuyo peso ha de caer
sobre los hombros de la clase trabajadora.
Este proceso ya está en camino. En nombre del reequilibrio
económico mundial y de las reformas internas del país,
el gobierno de Obama ahora trata de reducir el consumo de la clase
trabajadora, diminuir tajantemente los costos de producción
y aumentar las exportaciones del país.
Esto significa lo mismo que someter a los trabajadores estadounidenses
al mismo tipo de "terapia de electrochoque" que el Fondo
Monetario Internacional - dominado por Estados Unidos impuso
sobre un grupo de países deudores del Tercer Mundo durante
el último cuarto de siglo. Son los mismos métodos
que ahora se usan contra la clase trabajadora de Estados Unidos:
la devaluación de la moneda, las reducciones de los gastos
gubernamentales para los servicios sociales y el uso del desempleo
masivo para disminuir los salarios y aumentar la explotación.
Hay que poner en reversa el proceso por medio del cual Estados
Unidos cerró sus propias instalaciones manufactureras y
exportó la producción industrial a los paraísos
de mano de obra barata en todas partes del mundo. Estas prácticas
fueron lo que produjo que Estados Unidos dependiera, insosteniblemente,
de infusiones de crédito por parte de naciones con superávits
como China y Japón. Estados Unidos puede resucitar su industria,
pero sólo en base de la destrucción de los salarios,
las condiciones de trabajo y las normas de vida de la clase trabajadora.
Se supone ahora que Estados Unidos ha de convertirse en productor
a bajo costo de mercancías para el mercado mundial, La
clase trabajadora estadounidense ahora debe sufrir niveles de
explotación que no se han visto durante en un siglo. Sus
salarios y normas de vida ahora deben sacrificarse para vincularlos
más íntimamente con los trabajadores súper
explotados del continente asiático.
Esta política de guerra clasista es la razón
por la cual Obama ha desatado una agresión salvaje contra
los empleos y salarios de los trabajadores automotrices; rehusado
toda ayuda a los estados y municipalidades que se han declarado
en quiebra; y entablado una campaña para destruir los beneficios
de salud de los trabajadores y atacar programas sociales subvencionados
por el gobierno federal, tal como Medicare.
Estados Unidos de nuevo servirá de ejemplo para el capitalismo
mundial; es decir, será el modelo para ataques similares
contra los trabajadores de todos los países.
Pero la clase trabajadora de Estados Unidos no tiene la menor
intención de someterse humildemente a su propio empobrecimiento.
Se han echado las bases para el renacimiento de una lucha de clases
titánica en Estados Unidos y a nivel internacional.
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