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Se intensifican relaciones entre Rusia y EE.UU debido a clausura de base militar

Por Bill Van Auken
3 Marzo 2009

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Puede que los planes del gobierno de Obama para expandir la guerra en Afganistán, dirigida por Estados Unidos, sufran serias consecuencias si la amenaza con cerrar una base clave de abastecimientos del Pentágono en la antigua república soviética de Kirguistán se lleva a cabo. Esta acción intensificarí aún más las tensiones entre Washington y Moscú.

La base aérea Manas, ubicada cerca de la capital kirguisa de Bishkek, es el vínculo aéreo principal entre las fuerzas militares de EE.UU. y las fuerzas de ocupación del mismoen Afganistán. El año pasado, por lo menos 170.000 miembros del personal militar estadounidense, junto 5.000 toneladas de equipo militar, pasaron por la base en camino hacia o desde Afganistán. Aproximadamente 1.000 tropas de EE.UU. se encuentran estacionados en la base junto a contingentes más pequeños de Francia y España.

Después de desestimar inicialmente el aviso del presidente kirguiso Kurmanbek Bakiyev de que su gobierno se proponía a cerrar la base como una simple finta de negociación (Kirguistán hizo una amenaza similar en 2006, pero cedió después de EE.UU. aumentar su alquiler de las instalaciones), ya para el jueves parecía que el Washington oficial trataba el asunto con una seriedad gravísima.

“Francamente creímos que era una táctica de negociaciones, y estábamos listos para desenmascarar su decepción”, le dijo el jueves un funcionario militar anónimo al Wall Street Journal. “Pero está quedando claro que - y no están jugando — quieren que nos vayamos.”

La importancia estratégica de la base adquiere mayor importancia con el plan que el gobierno de Obama ha anunciado para enviar 30.000 soldados estadounidenses adicionales a Afganistán dentro de los próximos 18 meses para reprimir la creciente resistencia popular a la ocupación estadounidense. Esta intensificación del conflicto casi duplicaría las fuerzas militares de EE.UU. en el país, que ahora llegan a 36.000. Otros 32.000 soldados de otros países de la OTAN también participan en la ocupación.

La base juega un papel crítico que ahora resalta debido a la creciente crisis a la cual Washington se enfrenta referente a su ruta por tierra principal de abastecimientos de Pakistán a Afganistán, el Paso Khyber. Èsta representa aproximadamente tres cuartos de los abastecimientos para las fuerzas de EE.UU. El lunes, luchadoress de la resistencia lograron estallar un puente de 27 metros de largo en el Paso Khyber, interrumpiendo así la ruta y deteniendo, por lo menos temporalmente, todos los abastecimientos para los soldados de EE.UU. y la OTAN. El ataque sigue toda una serie de emboscadas cada vez más atrevidas que dejado a camiones de abasteiomientos y a vehículos militares en manos de los guerrilleros que batallan la ocupación.

El jueves, Robert Gibbs, secretario de prensa de la Casa Blanca, describió a la base en Kirguistán como “vital” para la guerra de EE.UU. en Afganistán y declaró que la Casa Blanca buscaba maneras de “remediar” la situación.

“Es algo que el gobierno de EE.UU. sigue debatiendo con los funcionarioss kirguistanis”, le dijo ese mismo día a los periodistas el portavoz del Pentágono, Bryan Whitman. “Ello no significa que no tengamos otros medios y otras opciones que podamos ejercer”.

Cuando a la Ministro de Relaciones Exteriores, Hillary Clinton, le preguntaron acerca de la amenaza con cerrar la base de Manas, dijo el jueves que era “lamentable que el gobierno de Kirguistán estuviera considerando éso”, pero insistió en que la acción le cerraría el paso a Washington para expandir su guerra tipo colonial en Afganistán.

“Esperamos tener más negociaciones con ellos”, le dijo a los periodistas en una conferencia de prensa en el Ministerio de Relaciones Exteriores. “Pero procederemos de una manera muy efectiva no importa cuál sea el resultado de las deliberaciones del gobierno de Kirguistán”.

Clinton agregó que el Pentágono estaba “realizando un análisis de cómo podríamos proceder de otra manera” si perdemos la base kirguisa.

Según funcionarios anónimos del Pentágono citados por Associated Press el jueves, Washington, en su búsqueda desesperada por encontrar una instalación para reemplazar a Manas, ahora trata de reconsiderar sus tensas relaciones con Uzbekistán, país en que EE.UU. gozaba del uso de una antigua base aérea soviética para abastecer sus actividades en Afganistán. No obstante, las fuerzas estadounidenses fueron expulsadas después que Washington se viera obligado a cancelar toda ayuda militar a Uzbekistán luego de un baño de sangre en 2005 en el pueblo oriental de Andijan, donde tropas del gobierno asesinaron a varios cientos de civiles. La recuperación del uso de la base insinúa un acercamiento con el dictador de Uzbekistán Islam Karimov.

El presidente kirguiso, Bakiyev, anunció su intención de cerrar la base de EE.UU. luego de una reunión en Moscú el martes con el presidente ruso, Dmitry Medvedev, en la que Moscú prometió un paquete de ayuda a Kirguistán valorado en más de $2.000 millones.

El paquete incluye $150 millones en subvención directa - monto igual al financiamiento total de EE.UU. para el país, incluyendo el dinero para la base de Manas - y otros $300 millones en forma de un préstamo con interés nominal y $1.700 (billones) prometidos para la construcción de una central hidroeléctrica. Además, el Kremlin prometió cancelar $180 millones que Kirguistán le debe a Rusia.

El “paquete” de ayuda que Rusia ha propuesto equivale aproximadamente al doble del presupuesto anual y a la mitad del producto interno bruto de Kirguistán, cuya empobrecida población ha tenido que soportar privaciones cada vez más duras causadas por el debacle económico mundial.

“En tiempos de crisis económica, este apoyo de Rusia es muy en serio e importante y ayudará a sustentar el crecimiento económico en Kirguistán”, declaró Bakiyev.

Igor Chudinov, Primer Ministro kirguiso, insistió en una conferencia de prensa el jueves que fue una “mera casualidad” que el presidente hiciera el llamado para cerrar la base después que Rusia ofreciera ayuda.

“La decisión rusa de ofrecer un préstamo importante no tiene nada que ver con que Estados Unidos se retire de la base aérea en territorio kirguiso”, declaró Chudinov.

Por su parte, el presidente Bakiyev vinculó la decisión a la oposición popular en Kirguistán a la presencia de EE.UU., que fue avivada en 2006 cuando un aviador estadounidense mató a tiros a un camionero kirguiso. También insistió que cuando la base se abrió en 2001 — cuando EE.UU. lanzó su invasión de Afganistán — se consideraba como medida provisional.

“Kirguistán satisfizo los deseos de EE.UU. y ofreció su territorio para la lucha antiterrorista, lo que fue una contribución seria a la lucha”, dijo. “Hablamos durante un año o dos, pero ahora ya hace ocho años. Hemos conversado repetidamente acerca de los aspectos de la compensación económica a Kirguistán con nuestros socios estadounidenses, pero no hemos podido llegar a un acuerdo al respecto”.

Funcionarios kirguisos dijeron que EE.UU. tendrá 180 días para cerrar la base y retirar a todo el personal una vez que se hayan intercambiado notas diplomáticas que comunquen la decisión del gobierno. Aunque el parlamento iba a votar sobre la medida el viernes, responsables del gobierno anunciaron el jueves que éste no la consideraría antes de por lo menos otra semana.

A pesar de los desmentidos del gobierno kirguiso, es obvio que la decisión de cerrar la base Manas recibió su impulso de la oposición de Moscú a la presencia militar de EE.UU. en una región que durante siglos se ha considerado esfera de influencia.

Esas tensiones salieron a la luz el agosto pasado, cuando el régimen respaldado por EE.UU. en la antigua república soviética de Georgia envió tropas a la región separatista de Osetia del Sur, provocando una reacción militar rusa que expulsó las fuerzas georgianas de Osetia del Sur y de la otra región separatista, Abjasia, en el Mar Negro. Moscú posteriormente reconoció la independencia de ambos territorios.

El conflicto lo exacerban tres cosas: la política de EE.UU. de incorporar a Georgia y Ucrania a la OTAN; la campaña para establecer un sistema de defensa basado en cohetes teledirigidos en las fronteras de Rusia; y el intento de rodear el territorio ruso con bases militares en Asia Central y los Estados del Báltico.

En juego está la creciente rivalidad entre Moscú y Washington por el control de las reservas energéticas estratégicas de la región, objetivo clave que impulsa la guerra de EE.UU. tanto en Afganistán como en Iraq.

Por su parte, la clase gobernante rusa, a pesar de las recientes pérdidas financieras que han resuktado de la caída de los precios de la energía, evidentemente considera que el restablecimiento de la influencia de Moscú en las antiguas repúblicas soviéticas es decisivo para sus intereses y que justifica inversiones considerables.

Los regímenes en Asia Central han tratado de aprovecharse de esta rivalidad para sacarle ventaja. Por un momento se viran hacia Rusia y por otro hacia EE.UU. para tratar de conseguir los pactos más favorables.

El pacto entre Moscú y Kirguistán es parte de un desafío cada vez más agresivo del Kremlin a los intereses de EE.UU.

El día después del anuncio del “paquete” de ayuda y de la intención de cerrar la base, el presidente ruso, Medvedev, anunció durante una reunión cumbre de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO), dirigido por Rusia, un plan para establecer una fuerza de contraataque rápida compuesta de 10.000 hombres, principalmente de paracaidistas rusos para “rechazar toda agresión militar” en la región y combatir el “terrorismo”.

“Èstas van a ser unidades bastante formidables”, puntualizó Medvedev. “Según su potencial de combate, han de ser no menos débiles que fuerzas semejantes en la Alianza del Atlántico Norte”. Presuntamente la fuerza incluiría unidades pequeñas de otras antiguas repúblicas soviéticas, incluyendo a Belarús, Armenia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán. Moscú ha dado a entender que considera a la base Manas como cuartel potencial para estas fuerzas una vez que EE.UU. se vaya.

El gobierno ruso también ha indicado que se propone establecer bases aéreas y navales en Abjasia, lo que provocó protestas del Ministerio de Relaciones Exteriores de EE.UU. y de la OTAN.

Además de la ayuda a Kirguistán, Moscú también indicó esta semana que actuaría favorablemente hacia un préstamo de 2.770 millones de dólares al país vecino de Belarús. Por otra parte, Medvedev firmó un acuerdo con el presidente de éste, Alexander Lukashenko, para establecer un sistema de colaboración para la defensa aérea, lo que aparentemente fue una reacción al sistema de defensa, basado en cohetes teledirigidos, que EE.UU. mantiene en Europa Oriental.

Finalmente, el líder cubano, Raúl Castro, obtuvo un “paquete” de ayuda valorado en 354 millones de dólares durante una visita de ocho días a Moscú. Èste fue el primer contacto a alto nivel entre Rusia y Cuba desde el colapso en 1991 de la Unión Soviética, que terminó las décadas de subsidios soviéticos a la Habana. Es evidente que Moscú considera que la renovación de los vínculos con Cuba - a 90 millas de la costa de EE.UU. - es un reproche a las propias intervenciones de Washington en las antiguas repúblicas soviéticas.

Mientras tanto, el miércoles, el Ministro Adjunto de Relaciones Exteriores ruso, Grigory Karasin, dijo que Moscú había dado varios días antes una “respuesta positiva” a solicitudes de EE.UU. para trasportar abastecimientos no militares a través de territorio ruso hacia Afganistán.

“Esperamos que nosotros y EE.UU. tendremos negociociones especiales y profesionales sobre este tema en un futuro cercano,” dijo Karasin. “Veremos con cuánta eficacia podremos cooperar”.

Pero este tipo de “cooperación” es precisamente lo que Washington ha tratado de evitar. Ha tratado de eludir toda influencia rusa sobre el destino de Afganistán y debilitar la autoridad de Moscú en toda la región.

La búsqueda de rutas de abastecimientos no-rusas para la ocupación de Afganistán está inexorablemente vinculada al objetivo estratégico de encontrar rutas no rusas para el transporte de la riqueza petrolífera de gas de la Cuenca del Caspio, poniéndola así bajo el dominio de EE.UU.

En esta disputa, que cada vez se vuelve más virulenta, y en la campaña del gobierno de Obama para expandir la intervención de EE.UU. en Afganistán, se encuentra la amenaza de un conflicto militar mucho más amplio y posiblemente catastrófico entre las dos mayores potencias nucleares del mundo.

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

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