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Obama diseña la estrategia bélica para Afganistán
Por James Cogan
20 Marzo 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 11 de marzo del 2009.
La desesperación presente en el núcleo de los
planes de la administración de Obama para una escalada
de la guerra en Afganistán se puso de manifiesto en la
entrevista que el New York Times le hizo al Presidente
el viernes pasado.
Al preguntarle que si las fuerzas que EEUU dirige estaban ganando
la guerra en Afganistán, Obama afirmó sin rodeos:
"No". La respuesta era la única que podía
darse. La insurgencia armada contra la ocupación estadounidense
y de la OTAN se ha expandido inmensamente en los últimos
años.
Grandes zonas de las provincias sureñas de Afganistán
pobladas por la etnia pastún y las áreas tribales
de Pakistán están en efecto controladas por el movimiento
islamista talibán u otras fuerzas anti-ocupación,
como el movimiento Hebz-e-Islami del señor de la guerra
Gulbuddin Hekmatyar.
El índice de víctimas de la ocupación
se ha duplicado en lo que va de año comparado con el mismo
período en 2008, habiendo muerto hasta ahora 54 soldados
estadounidenses y de la OTAN. Los ataques contra las fuerzas de
seguridad del gobierno afgano se han triplicado, según
la Accountability Office del gobierno estadounidense. Los insurgentes
están matando más de cincuenta policías afganos
al mes. En muchas zonas del sur de Afganistán, la policía
no se atreve a salir de las comisarías.
La resistencia se está viendo impulsada por el resentimiento
y hostilidad de una población machacada por la pobreza,
que lleva ya más de siete años sufriendo represión
e intimidación por parte de las fuerzas que EEUU dirige
en Afganistán, y del ejército pakistaní,
apoyado también por esas fuerzas, a través de la
frontera. Con una situación en la que los islamistas son
apreciados como los únicos que combaten contra los intentos
estadounidenses por dominar la región, han continuado atrayendo
apoyos.
Las células vinculadas con los talibanes parecen estar
ahora activas en todas las ciudades importantes en Pakistán,
aumentando el peligro de una guerra más amplia. La ruta
terrestre de los suministros para las tropas de EEUU y la OTAN
a través de ese país es ya muy insegura, lo que
está obligando a Washington a buscar alternativas vía
Rusia y Uzbekistán. La preocupación en los círculos
militares estadounidenses por las líneas de suministros
hacia Afganistán les ha llevado incluso a sugerir que se
pida ayuda a China e Irán. Resulta muy significativo que
la Secretaria de Estado Hillary Clinton haya invitado a Irán
a tomar parte en una cumbre que se celebrará en Afganistán
a finales de mes.
La realidad militar en Afganistán es que las fuerzas
ocupantes han sido incapaces de suprimir una insurgencia que cuenta
con importante apoyo popular. Incluso con los 17.000 soldados
más que está enviando Obama, habrá aún
menos de 90.000 soldados de EEUU y la OTAN y apenas llegan a 80.000
el personal del gobierno afgano. Teniendo en cuenta el tamaño,
la geografía y la población del país, los
analistas militares estiman que sería necesario tener más
de 500.000 tropas allí.
En la región tribal de Pakistán, las operaciones
en las que se implicaron alrededor de 100.000 soldados pakistaníes
no consiguieron romper el control talibán allí,
ni cerrar los refugios seguros utilizados por los insurgentes
afganos ni contener los movimientos a través de las fronteras.
Dentro de este contexto, la estrategia diseñada por
Obama depende de la capacidad de las fuerzas de ocupación
para repetir lo que se llamó "Despertar" en Iraq
durante los últimos meses de 2006 y 2007.
Coincidiendo con el "incremento" de 30.000 tropas
más que aumentaron las fuerzas estadounidenses en Iraq
a más de 160.000, se autorizó al comandante General
David Petraeus a poner en marcha una política de sobornos
hacia los líderes insurgentes y sus combatientes a fin
de que cesaran en sus ataques. Los grupos que se buscaron estaban
abrumadoramente compuestos de árabes sunitas. Finalmente,
unos 100.000 se unieron a las milicias pagadas por EEUU, especialmente
en los suburbios de Bagdad y en la provincia occidental de Anbar,
ayudando al ejército estadounidense a aplastar a una minoría
islámica radical dentro de la insurgencia.
Obama dijo al Times: "Si hablan con el General Petraeus,
creo que él defendería que parte del éxito
en Iraq se basó en que se implicó a gente que podríamos
considerar fundamentalistas islámicos, pero que estaban
dispuestos a trabajar con nosotros porque rechazaban totalmente
las tácticas de Al Qaida en Ira"q. En Afganistán
y Pakistán, dijo, "podrían darse oportunidades
parecidas".
Sin embargo, la perspectiva de un "Despertar" afgano
o pakistaní ignora el principal factor implícito
en su desarrollo en Iraq. Mientras que en la provincia de Anbar
los tradicionales dirigentes tribales sunitas y las facciones
aliadas con Al Qaida estaban enfrentadas, los insurgentes sunitas
en Bagdad cambiaron de bando porque habían sido derrotados
en una viciosa guerra civil sectaria contra los partidos fundamentalistas
chiítas dominados por el gobierno apoyado por EEUU.
Miles de sunitass tuvieron que huir de la capital para escapar
de las diarias matanzas indiscriminadas. Al poner fin a su resistencia,
los insurgentes sunitas buscaban sobre todo conseguir protección
militar estadounidense para sus suburbios y comunidades frente
a los escuadrones de la muerte chiítas que operaban con
impunidad dentro de las fuerzas policiales y militares iraquíes.
Incluso ahora, la situación sigue siendo frágil.
La ocupación estadounidense ha creado una división
sectaria en Iraq que beneficia sobre todo a la elite chiíta
a expensas del estrato gobernante predominantemente sunní
que dominaba el régimen de Saddam Hussein. A largo plazo,
la amargura y frustración entre quienes sentían
que no tenían más opción que la de alistarse
en el Despertar podría provocar nuevos combates contra
las fuerzas estadounidenses y el gobierno de dominio chiíta.
En Afganistán y en las regiones tribales de Pakistán,
no hay ninguna razón obvia para que los talibanes o Hezb-e-Islami
se dobleguen ante la ocupación o acepten el gobierno apoyado
por EEUU, como ocurrió en Iraq. Aunque han sufrido grandes
bajas a manos de las mucho mejor equipadas fuerzas de EEUU y la
OTAN, su posición estratégica es mucho más
fuerte ahora que antes.
Haroun Mir, un antiguo asesor del señor de la guerra
tayico anti-talibán Ahmad Shah Massoud, comentó
al británico Guardian: "La reconciliación fue
una gran idea en 2003 o 2004, cuando el gobierno tenía
ventaja, pero ahora las cosas están yendo a favor de los
talibanes. Están en las afueras de Kabul y no tienen ningún
interés en ponerse del lado del gobierno".
Sebastián Morley, un ex mayor de las fuerzas especiales
británicas que dimitió del ejército en protesta
por la forma de llevar la guerra, hizo el 6 de marzo una caracterización
especialmente tajante de la situación en la provincia clave
de Helmand.
Morley dijo al Telegraph: "Las operaciones que estamos
llevando a cabo son anodinas. Controlamos zonas muy pequeñas
de territorio en Helmand y estamos haciéndonos ilusiones
si pensamos que nuestra influencia llega más allá
de 500 metros de nuestras bases de seguridad. Es una temeridad
pensar que controlamos esa tierra o que tenemos alguna influencia
en lo que sucede más allá de las bases. Salimos
para alguna operación, tenemos una pelea con los talibanes
y después nos volvemos a la base a tomar el té.
No controlamos en absoluto el terreno.
"Los talibanes saben dónde estamos. Saben muy bien
cuándo hemos vuelto a la base. No creo que hayamos siquiera
arañado la superficie en la medida en que el conflicto
continúa. El nivel de desgaste y bajas no va a dejar de
aumentar. Este es el equivalente al comienzo del conflicto de
Vietnam. Queda mucho más por venir".
En este punto, el acuerdo político sugerido por Obama
sólo podía llevarse a cabo ofreciendo a facciones
de los talibanes o de Hezb-e-Islami el control sobre la mayoría
de las provincias pastunes o de los ministerios en el gobierno
afgano. Sin embargo, esto implicaría dar de lado a sus
oponentes pastunes que han colaborado con la ocupación,
especialmente todos los que rodean al Presidente Hamid Karzai.
Esa es la política que claramente se está considerando.
Las recriminaciones estadounidenses contra la administración
de Karzai, sobre su corrupción e incompetencia, han aumentado
rápidamente al deteriorarse la situación militar.
Se afirma que los partidarios de Karzai han amasado fortunas considerables
robando los ingresos estatales y cogiendo sobornos de los traficantes
de heroína. Sobre todo Ahmed Ali Karzai, el hermano del
presidente, ha sido acusado públicamente por agencias de
EEUU de supervisar el tráfico de drogas en la provincia
sureña de Kandahar.
La administración Obama ha dejado claro que su prioridad
es impedir que el imperialismo estadounidense se vea desalojado
de Afganistán. Ha declarado que tiene una valoración
"realista" sobre el gobierno que se necesita en Kabul,
esto es, ha abandonado la propaganda de Bush de que la ocupación
estadounidense trataba de transformar el país en una "floreciente
democracia".
Ya se están dando pasos para debilitar y quitar a Karzai.
Su mandato termina el 21 de mayo. La constitución del país
afirma que deben celebrarse elecciones presidenciales entre treinta
y sesenta días antes de que termine el mandato presidencial.
Sin embargo, la comisión electoral, apoyada por las potencias
de EEUU y la OTAN, ha pedido que las elecciones se celebren el
20 de agosto, pretendiendo que no se pueden llevar a cabo antes
de esa fecha por los problemas de seguridad sobre el terreno en
gran parte del país.
Karzai ha interpretado legítimamente la decisión
como un movimiento hostil. Se enfrenta a las demandas de que se
haga a un lado para que se ponga en marcha un gobierno "provisional"
después del 21 de mayo. Su decreto para que la elección
tuviera lugar de acuerdo con la constitución fue rechazado
por la comisión electoral la semana pasada. Ahora está
insistiendo en que seguirá de presidente hasta las votaciones,
pero hay demasiada agitación en el ambiente como para que
pueda acabar su mandato según establece el programa.
La oposición más ruidosa a Karzai viene de la
Alianza del Norte: de los señores de la guerra de etnia
tayica, uzbeca y hazari que combatieron junto a las fuerzas estadounidenses
en 2001. Son la misma gente que la administración Obama
tendría que implicar en cualquier acuerdo de reparto del
poder con los talibanes. Los seguidores de la Alianza del Norte
dominan también el cuerpo de oficiales del ejército
afgano.
Implícitamente, la política de Obama hacia Afganistán
se basa en crear un nuevo régimen de señores de
la guerra para reemplazar a Karzai. Siempre que las facciones
de los talibanes y otras facciones influyentes pastunes acepten
una continuada presencia estadounidense en el país, Obama
patrocinaría la división y distribución de
esferas de influencia entre ellos y los hombres fuertes de la
Alianza del Norte.
Esta sórdida real politik pone de relieve el carácter
reaccionario y neo-colonial de la ocupación de Afganistán.
Decenas de miles de afganos y cientos de tropas extrajeras han
perdido la vida con el único objetivo de asegurar una base
de operaciones para el imperialismo estadounidense mientras trata
de extender su dominio sobre las regiones ricas en recursos energéticos
de Asia Central y Oriente Medio.
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo
Fernández
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