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Siete días de Mayo del 2009
Por Patrick Martin
12 Junio 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio el
13 de mayo, 2009, en su inglés original.
Durante la semana pasada se dieron una serie de incidentes
que sugieren una crisis cada vez más profunda en la maquinaria
del estado. Todavía no es posible dar una completa explicación
de estos eventos, sin embargo ellos atestiguan un grado extraordinario
de tensión política en las oficinas de Washington.
El viernes 8 de Mayo, el jefe de la Oficina Militar de la Casa
Blanca y ex-secretario del estado Louis Caldera, presentó
su renuncia, después de un escándalo provocado por
la aún inexplicada decisión de hacer que uno de
los dos jets Boeing 747 que están a la disposición
de la Casa Blanca fuera volado en baja altitud sobre Manhattan
escoltado por un avión de caza de la Fuerza Aérea.
La explicación que se ha dado a este incidente -oficiales
federales quisieron aumentar su catálogo de fotos del Air
Force One volando al lado de lugares conocidos de los EEUU como
la Estatua de la Libertad- es simplemente increíble. Es
igualmente inverosímil que nadie en la cadena de comando
haya dado a Caldera cualquier consideración sobre qué
efecto tendría tal vuelo en la población de la Ciudad
Nueva York, debido a que evoca memorias de los ataques terroristas
del 11 de Setiembre.
El lunes 11 de Mayo, el Pentágono anunció que
el comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán,
el general David McKiernan, había sido reemplazado. Cualesquiera
hayan sido las disputas dentro del ejército, el inmediato
despido de McKiernan no tiene precedentes e indudablemente provocará
amargas recriminaciones dentro del Pentágono.
Las denuncias hacia la administración Obama por el ex
vicepresidente Dick Cheney, el domingo en el programa de CBS News
"Face the Nation" y el jueves en Fox News, son igualmente
extraordinarias.
En los cuatro meses desde que él y Bush dejaron la oficina
de la Casa Blanca, Cheney ha prescindido de las normas usuales
de la vida política estadounidense, las cuales sugieren
que los oficiales principales que salen de la rama ejecutiva muestren
respeto por sus sucesores. En vez de eso, él ha organizado
una serie de ataques a todo pulmón a las políticas
de la entrante administración Obama, particularmente en
relación a la usa de la tortura y otros métodos
anti-democráticos empleados por la administración
Bush en la "guerra contra el terror".
El domingo, Cheney casi llegó a acusar a Obama de violar
su juramento de cargo y traicionar a los EE.UU., denunciando al
anuncio de la Casa Blanca de cerrar el campo de detención
de la Bahía de Guantánamo, así como la decisión
de Obama de publicar los memorándum del Departamento de
Justicia del 2002 y 2005 que proveen justificaciones legales para
la tortura.
Citando estas decisiones, Cheney declaró: "Ese
completo programa de cosas es que lo que encuentro muy perturbante.
Pienso que a la medida de que estas políticas fueron responsables
por salvar vidas, de que la administración está
ahora tratando de cancelar esas políticas o acabarlas,
terminarlas, entonces pienso que es justo de pensar -y así
pienso- que eso significa que en el futuro no vamos a tener las
mismas salvaguardas que tuvimos para los últimos ocho años".
Dos preguntas deben ser puestas aquí: ¿Qué
es lo que sabe Cheney? ¿Y a quién está hablando?
La invocación de los ataques terroristas del 11 de Setiembre
se volvió la justificación de todos los propósitos
para las políticas elaboradas por Bush y Cheney en el nombre
de la "guerra contra el terror": las guerras contra
Afganistán e Irak; la creación de una red mundial
de prisiones secretas y cámaras de torturas; el establecimiento
de un campo de concentración en la bahía de Guantánamo;
y la violación sistemática de los derechos democráticos
del pueblo estadounidense, a través de la creación
de un enorme aparato de espionaje nacional.
Nunca ha habido una seria investigación de los ataques
del 11 de Setiembre, ni en particular sobre el rol que jugó
las agencias de inteligencia estadounidenses, que habían
penetrado la organización de Al Qaeda y estuvieron entabladas
en la vigilancia de los supuestos participantes en el momento
de los ataques. En insistir sobre los peligros de un nuevo 11
de Setiembre, Cheney puede estar hablando sobre la expectativa
-o con conocimiento previo- de alguna nueva provocación
"terrorista" siendo organizada por secciones del estado
estadounidense, con o sin el conocimiento de la Casa Blanca bajo
Obama.
En cuánto hacia quién Cheney habla, no es la
"base" conservativa del Partido Republicano, como la
cobertura de los medios de comunicación sugiere sin crítica
alguna. Este es un hombre con los lazos más cercanos al
aparato de inteligencia-militar, ex secretario de defensa bajo
la primera administración Bush y jefe de facto de la "guerra
contra el terror" en la segunda.
Fue Cheney quién supervisó la continuidad del
gobierno ejercida después del 11 de Setiembre que estableció
un gobierno secreto en la, definición proverbial, de una
"locación segura y no detallada" dónde
pasó la mayoría de su tiempo. Su personal supervisó
el borrador de los infames "memorándum de las torturas"
que Obama publicó el mes pasado bajo orden de una corte,
y en los cuales Cheney directamente participó y dirigió
las reuniones principales en las cuales las técnicas de
tortura fueron discutidas y ratificadas por oficiales mayores
de los Estados Unidos.
El ataque de Cheney hacia la administración Obama claramente
demuestra su desprecio por el pueblo estadounidense y sus derechos
democráticos que caracterizan a la oligarquía financiera
estadounidense. En un punto en su aparición el domingo
en CBS, él le dijo al entevistador Bob Schieffer: "Lo
que hemos visto ocurrir con respecto a la administración
Obama cuando llegó al poder es que se ha movido a retirar
varias de aquellas políticas que pusimos para mantener
a la nación segura por casi 8 años de un continuo
ataque como el 11 de Setiembre. Tratando con interrogación
de prisioneros, por ejemplo, o el programa de vigilancia terrorista.
Ellos hicieron campaña contra estas políticas alrededor
del país, y entonces vinieron ahora, y han tratado muy
duro para enterrar acciones con las cuales totalmente estoy en
desacuerdo" [ Énfasis añadido]
Cheney burdamente exagera el verdadero cambio en las políticas
de Obama. Pero es sobresaliente que exprese amargura particular
por el hecho de que, incluso hasta cierto punto en el curso de
la campaña presidencial del 2008, el pueblo estadounidense
buscó expresar su oposición a las políticas
anti-democráticas de la administración Bush-Cheney.
La evidente hostilidad hacia el pueblo estadounidense del ex
vicepresidente que posee influencia sobre la política de
la seguridad nacional es sintomático de la actitud que
prevalece dentro del aparato de inteligencia militar, el cual
considera a las elecciones estadounidenses en la misma forma que
a elecciones en el exterior: eventos políticos para ser
manipulados, despreciados o reprimidos, dependiendo en los intereses
mundiales del imperialismo estadounidense.
Una publicación de derecha, National Review,
quizás inadvertidamente, llamó atención a
las siniestras implicaciones de la campaña de Cheney en
una columna notando que "la presentación emite una
seria sensación que evoca a Siete días de Mayo".
Siete días de Mayo fue un best-seller de 1962 sobre
el tema de un golpe militar en los Estados Unidos. Sus autores
estaban familiarizados con el conflicto entre el Pentágono
y la nueva administración del presidente John F. Kennedy,
quién fue asesinado un año después de la
publicación del libro.
Bajo condiciones de un colapso económico global, dos
guerras fracasadas por el imperialismo estadounidense, y un conflicto
cada vez más profundo con el estado estadounidense, el
escenario está siendo preparado para nuevas provocaciones
políticas y erupciones de violencia anti-democráticas
dentro del aparato de inteligencia-militar de los Estados Unidos.
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