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Teherán y Tegucigalpa: Historia de dos capitales

Por Barry Grey
13 Julio 2009

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Este artículo apareció en nuestro sitio el 9 de julio, 2009, en su inglés original.

En Teherán, los medios de comunicación estadounidenses le dan una cobertura total y sin paro a las manifestaciones organizadas por el derrotado candidato presidencial que es apoyado por los EEUU. Las acusaciones del ex primer ministro Mir Hossein Mousavi de una elección robada y un “golpe de estado” son aprobadas sin crítica alguna e informadas como hechos por el New York Times y el Washington Post y otros periódicos “oficiales”, sin alguna investigación o confirmación independiente. Una campaña mediática de propaganda sigue apuntando en aislar y desestabilizar la facción dirigente en Irán encabezada por el Líder Supremo Ayatollah Ali Khamenei y el Presidente Mahmoud Ahmadineyad.

Las protestas son dominadas por las más acomodadas secciones de la clase media urbana, quienes en gran parte votaron por Mousavi y apoyaron su programa derechista de cerrar lazos con el imperialismo estadounidense y europeo y una rápida introducción de políticas que favorecen al mercado. La clase trabajadora se abstuvo de las protestas, viendo que no tenía nada por qué apoyar a la facción de “reformistas” encabezada por Mousavi y el multimillonario ex presidente Ali Akbar Hashemi Rafsanyani.

Los medios de comunicación prescinden de cualquier pretensión de objetividad y proclaman al movimiento de protestas y a sus líderes como la punta de la lanza de una “revolución verde” para la democracia. A cada acto de represión por el régimen iraní se le es dada cobertura de titulares, y rumores de cientos de muertos son informados como hechos. Los medios de comunicación estadounidenses enfocan su ira en particular en los esfuerzos del régimen de bloquear el Internet y la comunicación por teléfonos celular.

Dos semanas después, el ejército de Honduras, que había sido entrenado y equipado por los EEUU, entra en el hogar del presidente electo, lo meten a empujones a un avión y lo sacan por aire del país a punta de pistola. El crimen básico del presidente depuesto, Manuel Zelaya, fue aliar su gobierno con los némesis de Washington en Latino América, Hugo Chávez de Venezuela y Fidel Castro de Cuba, así como llevar a cabo reformas populares modestas dentro de Honduras, como subir el salario mínimo.

No puede haber discusión alguna de que Honduras ha sufrido un golpe de estado. Pero el evento es apenas reportado en la prensa estadounidense y los medios de radio y televisión. Tampoco son reportados los arrestos y deportaciones de ministros del gobierno de Zelaya, los cierres de emisoras locales de televisión que simpatizan con el depuesto presidente, los arrestos de periodistas extranjeros y el corte de transmisión de canales con sede en EEUU, como CNN, y la imposición de un de facto estado de sitio, incluyendo un toque de queda y la movilización de miles de tropas hondureñas en cada ciudad mayor.

El régimen del golpe, que es apoyado por la élite empresarial, el Congreso, los tribunales y la Iglesia, busca detener la comunicación por Internet y teléfonos celular, provocando ninguna protesta por parte de los medios de comunicación estadounidenses.

Manifestaciones en apoyo del golpe, organizadas y arregladas por el nuevo régimen son dominadas por la adinerada clase media de la capital, Tegucigalpa.

A pesar de la represión estatal, el sindicato de profesores hondureños lanzó una fuerte huelga de 60,000 profesores quienes cerraron las escuelas y demostraron por miles en Tegucigalpa. Las demostraciones son dominadas por sindicalistas, trabajadores, los desempleados y los pobres rurales. Esta resistencia de la clase trabajadora al golpe apenas obtiene una mención en los medios de comunicación estadounidense.

El domingo 5 de Julio, tropas que cerraban con barricadas el aeropuerto en Tegucigalpa, dispararon a manifestantes desarmados que se habían reunido para recibir a Zelaya mientras intentaba aterrizar un avión alquilado y reanudar su mandato. Un joven de 19 años fue muerto a tiros. De nuevo, a penas una mención en las noticias estadounidenses.

Uno puedo sólo imaginar como los medios estadounidenses habrían respondido si Ahamdineyad hubiese arrestado a Mousavi y lo hubiese botado de Irán. O los aullidos de indignación que hubiera habido si el presidente iraní hubiese bloqueado el aeropuerto para prevenir que retornara.

Ejemplos del doble estándar aplicados a Irán y Honduras abundan. Acá hay unos pocos:

CNN hizo gran bulla de los esfuerzos del régimen iraní en censurar las noticias e intimidar periodistas extranjeros. No dijo nada sobre el cierre de sus propias transmisiones por el gobierno golpista de Honduras.

El 4 de Julio, CNN.com reportó que había recibido una cinta de video mostrando a tropas hondureñas disparando a las llantas de buses trayendo a manifestantes anti-golpistas a Tegucigalpa desde el campo. A este video se le ha dado poca, si alguna, transmisión en el aire por la cadena.

Más significativo es la virtual ausencia de cobertura en los medios estadounidenses del asesinato y ataque a manifestantes anti-golpistas en el aeropuerto de Tegucigalpa el domingo. El Financial Times dio el lunes un perturbador informe de la atrocidad que pone en claro su carácter premeditado. Reportando que un gentío de casi 1,500 personas se había agrupado en las cercas del perímetro del aeropuerto para recibir el avión de Zelaya, el periódico escribe:

“Sin embargo, al alrededor de las 3 de la tarde el domingo, los soldados que vigilaban la pista para prevenir el retorno del Sr. Zelaya lanzaron una ofensiva en contra del gentío desarmado, de acuerdo a los testigos”.

“Abrieron fuego desde posiciones dentro del aeropuerto y entonces enviaron bombas lacrimógenas hacia la muchedumbre”.

“Momentos después, un puñado cruzó la cerca del perímetro, la cual había estado cortado por los demostradores, entonces levantaron sus rifles automáticos y los apuntaron a las masas de aterrorizados hombres, mujeres y niños. Entonces abrieron fuego de nuevo. Por lo menos una persona fue asesinada y tantas como 30 fueron heridas.”

La prensa en Latino América ha publicado amplias fotos de la joven fatalmente herida, Isis Obed Murillo, siendo arrastrada por sus compañeros protestantes. Ninguna foto como esta ha aparecido en un periódico estadounidense mayor o en canales de noticias de televisión. Murillo permanece sin mención o sin luto en los medios estadounidense.

Uno sólo necesita comprar este insensible tratamiento al frenesí mediático sobre la muerte del 20 de Junio de Neda Agha Soltan en Teherán. La muerte de la estudiante de 27 años, que según se informa era una peatona en una protesta pro-Mousavi, ocurrió bajo circunstancias turbias. El gobierno negó responsabilidad, pero los medios inmediatamente la declararon una mártir de la “revolución verde”. Su foto fue impresa en las portadas de periódicos y en transmisiones por cada canal de Televisión. “Neda” fue proclamada la “Juana de Arco” de la oposición iraní.

Esta historia de dos capitales da una ilustración gráfica del carácter y el rol de los medios estadounidenses. Apropiadas y controladas por goliats corporativos, funciona como un adjunto del estado y una máquina de propaganda en nombre de los intereses imperialistas de los EE.UU. Su parcialidad clasista -y aquella de los profusamente pagados individuos quienes sirven como sus editores principales, reporteros directivos y presentadores- es subrayada por las respuestas diametralmente opuestas a las protestas en Teherán y Tegucigalpa.

El mismo rol está siendo jugado por los medios de comunicación liberales denominados “progresivos”, los cuales se han puesto en línea uniformemente detrás de la campaña de los EE.UU. en contra de la facción dirigente en Irán. El sitio web de la revista Nation el miércoles puso como su principal artículo, uno escrito por su corresponsal en Irán, Robert Dreyfuss, aclamando a los llamados de las fuerzas pro Mousavi para nuevas manifestaciones. Uno busca en vano por un artículo en los eventos en Honduras.

Los medios de comunicación se adhieren a ningún estándar y no ve límites en llevar a cabo su función de manipular la opinión pública de acuerdo a los objetivos, domésticos y extranjeros, de la élite dirigente estadounidense. Nada muestra más claro la decadencia de la democracia estadounidense y la “prensa libre” en los Estados Unidos que la manera en que se acomoda detrás de las falsas “revoluciones de color” en contra de regímenes que son considerados hostiles a los intereses de los EE.UU. e ignora con total descaro las medidas antidemocráticas por regímenes apoyados por la CIA, el ejército y el Departamento de Estado.

Barry Grey

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