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Los orígenes de del golpe de estado en Honduras: la
pobreza, la explotación, y el dominio imperialista
Por Rafael Azul
15 Julio 2009
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el autor
Este artículo apareció e nuestro sitio en
su inglés original el 9 de julio, 2009
El 28 de julio, un ejército entrenado por los Estados
Unidos y con vínculos muy íntimos al Comando del
Sur de este mismo país, derrocó al Presidente Manuel
Zelaya, lo secuestró y lo expulsó de Honduras. Dadas
las íntimas relaciones entre el ejército hondureño
y el Pentágono, es inconcebible que el golpe de estado
haya tomado lugar sin que Washington lo supiera y sin que éste
lo hubiera aprobado tácitamente.
Detrás de las cortinas del golpe, el cual instaló
a Roberto Micheletti como nuevo presidente, se encuentra uno de
los sistemas político económicos más tiránicos
del mundo; sistema del cual dependen las clases gobernantes empresariales
y terratenientes, los militares y la iglesia para sus fortunas.
Estas fuerzas ahora se ven amenazadas por la intensificación
de la lucha de clases.
Las tensiones sociales manejadas y fustigadas por la actual
crisis económica mundial se expresan en profundas divisiones
dentro de la clase gobernante del país. El cambio de dirección
de Zelaya hacia el gobierno venezolano de Hugo Chávez ha
sido totalmente pragmático y tiene un objetivo: conseguir
petróleo y préstamos baratos. Objetivos adornados
con una retórica populista. Su gobierno ha aumentado el
salario mínimo en un 60%, pero esta medida sólo
ha servido para frenar las luchas sociales explosivas en Honduras.
Zelaya es un rico terrateniente y empresario maderero que,
como candidato del Partido Liberal, ganó las elecciones
del 2005 en base de una plataforma política derechista
que proclamaba la ley y el orden. El Partido Liberal es uno de
los dos partidos tradicionales de la oligarquía hondureña
que se han alternado en el poder durante más de un siglo.
No obstante, las acciones de Zelaya han causado la hostilidad
de su propia clase social, así como también de sus
ex colaboradores más íntimos, inclusive Marchetti,
socio Liberal que él mismo había respaldado como
el candidato sucesor.
Ambas fracciones defienden el sistema responsable por la enorme
desigualdad y pobreza que dominan a Honduras.
Honduras es uno de los países más pobres del
Hemisferio Occidental. Según los índices que miden
las normas de vida, se ha quedado atrás de sus vecinos
centroamericanos, Guatemala y Nicaragua, naciones que también
son extremadamente pobres. En toda América, sólo
Haití es más pobre que Honduras.
Honduras también se encuentra en transición:
de una economía en gran parte agrícola y rural dominada
por una estructura social feudal - grandes fincas dominan las
mini granjas de los campesinos - a una economía urbana
con un sector industrial de mayor peso. Tiene una clase obrera
bastante joven, urbana y en expansión.
La vieja economía basada en las plantaciones, primordialmente
en la producción de bananas exportadas a Estados Unidos,
está en transición. Grandes inversiones de capital
han resultado en el despido de trabajadores agrícolas,
resultando en un aumento de la pobreza y causando que estos trabajadores
se muden a las ciudades, a pesar de los altos niveles crónicos
de desempleo en esas zonas urbanas. Esta reserva urbana de mano
de obra ahora depende de las industrias manufactureras basadas
en la exportación. Éstas se conocen comúnmente
como "maquiladoras." En Honduras la explotación
de los obreros es una de las peores en el mundo entero.
El promedio de horas laborales diarias para hombres y mujeres
adultos ahora es 14 horas. Toma lugar bajo un sistema llamado
"cuatro por cuatro" o "tres por cuatro". Los
trabajadores trabajan tandas de 14 horas al día, tres o
cuatro días a la semana. Los días que no trabajan
son reemplazados por otra cuadrilla para que la maquinaria pueda
seguir funcionando sin parar. Las cuotas de producción
son tan altas que a los trabajadores que se enferman sólo
se les da períodos de descanso o recesos para comer muy
limitados: media hora durante la tanda entera. El desempleo en
las fábricas aumenta o disminuye de acuerdo a la sube y
baja de pedidos. Las leyes que rigen las normas de trabajo por
lo regular se ignoran, y se reprime todo intento de formar sindicatos.
El 24 de marzo, El Comité Inter-Americano Sobre los
Derechos Humanos (CIDH), agencia de la Organización de
los Estados Americanos (OAS) condujo audiencias en Washington
acerca de las condiciones presentes en las 229 maquiladoras en
Honduras. Estas empresas emplean 130,000 obreros, 69% de quienes
son mujeres jóvenes. Funcionarios del CIDH presentaron
una petición al gobierno de Honduras para que investigara
lo que ha llamado "ejemplos típicos de la explotación
de los pobres".
De acuerdo a Florencia Quesada, de la Colectiva de Mujeres
Hondureñas, "Las trabajadoras ingresan en la maquila
cerca de los 18 años y tienen que dejarlo cerca de los
30, porque los patrones quieren mujeres jóvenes" Añade
que la situación discriminatoria se hace aún peor
por las vejaciones' a las que las mujeres tiene que someterse,
tales como los exámenes, antes de ser contratadas, que
les requiere desnudarse. "Y no se las contrata", añade
Quesada, "si tienen señales de cesáreas o sobrepeso".
Quesada describió las condiciones de trabajo en las
que los trabajadores se encuentran apretados como sardinas, así
como también las largas horas en las plantas. Reportó
también que a veces a los empleados se les requiere trabajar
24 horas sin interrupción. El objetivo, dice Quesada, son
"metas de producción desorbitadas". Si éstas
no se cumplen, se amenaza a los trabajadores con reducir sus salarios
hasta en un 40%.
Otra miembro de la Colectiva de Mujeres Hondureñas,
Brenda Mejía, hizo referencia a los daños musculares
y a las lesiones de las coyunturas que resultan del ritmo de trabajo
tan intenso. En muchos casos, esto "imposibilita a muchas
trabajadoras realizar acciones tan simples como beber un vaso
de agua". Aquellas que han sido discapacitadas por el trabajo
tienen pocas esperanzas de recibir beneficios del seguro social
o del seguro para discapacitados. Los beneficios que logran obtener
son muy, muy bajos.
Más de 300,000 niños desempeñan labores
duras en Honduras. Sus jornadas diarias apenas constan de menos
horas que las de los adultos. En las maquiladoras, a niños
de menos de 15 años de edad se les obliga trabajar de 10
a 13 horas al día y pueden recibir hasta un mínimo
de 40 centavos de dólar por hora, según UNICEF.
La organización Internacional del Trabajo (OIT) reporta
que los niños trabajan en las siguientes industrias: prostitución
(sobre todo el sector turista en la Costa Norte); fábrica
de fuegos artificiales (en Copán); buceo marino (por medio
de botes langosteros en la Costa de los Mosquitos); canteras de
piedra caliza y vertederos de basura (en las dos grandes ciudades
de Tegucigalpa y San Pedro Sula); y agricultura (en las industrias
de café y melones).
La pobreza en Honduras se concentra en el campo, donde el 53%
de la población actualmente vive. Más o menos 75%
de esa población existe bajo condiciones que imposibilitan
la satisfacción de sus necesidades más básicas,
lo cual resulta en altísimas tasas de mortalidad infantil.,
la desnutrición, la labor infantil y el analfabetismo.
Setenta por ciento de la población vive por debajo de la
línea de la pobreza, y el 40% subsiste con menos de dos
dólares al día. Las estadísticas de las Naciones
Unidas muestran que la probabilidad de que un hondureño
muera antes de alcanzar los 40 años es del 12%. Se considera
que el 16% de los hondureños están severamente privados
de servicios de salud, y que el 17% de los niños menores
de cinco años de edad pesan menos de lo normal.
Uno de cada cinco adultos no puede leer ni escribir. La tasa
de desempleo del 30% es una de las más altas en Latinoamérica.
A medida que las plantaciones de bananas se han deshecho de
trabajadores, más y más gente han decidido mudarse
a las ciudades, donde forma una gran ejército de reserva
de mano de obra cuyos salarios basados en horas fluctúan
entre 75 y 95 centavos de dólar para los hombres trabajadores
hombres y bastante menos para las mujeres trabajadoras. Para decenas
de miles, la migración a las ciudades anticipa la inmigración
a México y, por último, a los Estados Unidos.
La distribución de los ingresos y las fortunas es inmensamente
desigual, lo que no es nada raro en Centroamérica. El 10%
más rico de la población consume más del
45% de los productos y los servicios. La mayor parte de esta cantidad
se va al sector cúspide, el cual se divide en tres grupos
principales: los latifundistas, los industrialistas, y los escalones
más altos de las fuerzas militares.
El 10% más pobre consiste de campesinos, quienes consumen
menos del 4% de la producción. También existe un
pequeño sector urbano de clase media que está creciendo.
Éste fue severamente afectado por el Huracán Mitch
en 1998 y todavía tiene que recuperarse del todo. De hecho
esta tormenta devastó a Honduras; 7,000 personas murieron
en el desastre. Más del 50% de la infraestructura del transporte
de la nación, así como muchas de las plantaciones,
quedó destruido. Los efectos de la tormenta se hicieron
aún peor dada las técnicas agrícolas retrógradas
de tala y quema, las cuales crearon las condiciones para inundaciones
extensas.
El huracán aceleró el movimiento de trabajadores
a las ciudades y sirvió de impulsó a la expansión
de las maquiladoras, principalmente en la industria de los textiles,
la cual depende de las fluctuaciones de la demanda en los Estados
Unidos.
La crisis bancaria mundial de hoy y la caída en la demanda
por los productos textiles en Estados Unidos han afectado la economía
devastadoramente. Veintinueve maquiladoras han cerrado sus puertas
desde que la crisis comenzara en 2008. Hasta ahora 30,000 trabajadores
han sido desempleados sin ninguna indemnización por despido.
En Honduras no existe seguro de desempleo, lo cual ha de llevar
los conflictos entre las clases sociales a su punto límite.
Desde el punto de vista histórico, esta explotación
tan intensa ha sido posible por medio de la represión,
a menudo con la ayuda de Estados Unidos. Las clases gobernantes
tradicionales dependen de modelos feudales en cuanto a la propiedad
de las tierras y de sus relaciones con el imperialismo estadounidense.
Durante todo el siglo pasado, el estado hondureño dependió
de los marinos de guerra y la marina de Estados Unidos para defenderse
contra el proletariado y el campesinado agrícola rebeldes.
Fuerzas militares estadounidenses repetidamente invadieron
Honduras en 1907, 1911, 1919, 1924, 1925, y 1931. El objetivo
de todas estas invasiones fue proteger los intereses empresariales
de Estados Unidos y darle estabilidad a los tiránicos regímenes
títeres.
El control de los fértiles valles tropicales en la zona
oriente del país por parte de la United Fruit Company fue
el precio que las clases gobernantes hondureñas tuvieron
que pagar.
Comenzando con el 1906, esta empresa estableció plantaciones
de bananas y se convirtió en un estado dentro de un estado.
En 1910, frente a una resistencia entablada por el presidente
hondureño, Miguel Dávila, la empresa organizó
un golpe de estado para derrocarlo. Fue entonces cuando al país
se le empezó a conocer como una "republica bananera",
etiqueta que ha perdurado hasta nuestros días.
En 1933, el Presidente Franklin Delano Roosevelt repudió
todas las intervenciones militares unilaterales y abiertas en
Latinoamérica. Más bien, Estados Unidos persiguió
sus intereses imperialistas por medio de la creación de
ejércitos por poderes y la integración y subordinación
de la seguridad y las fuerzas armadas al mando militar de Estados
Unidos. Desde ese entonces, Honduras ha servido como base de actividades
y eslabón en la cadena abastecimientos parta las intervenciones
de Estados Unidos en la región. En 1954, las fuerzas armadas
fascistas, entrenadas por la CIA, cruzaron a de Honduras y El
Salvador a Guatemala y llevaron a cabo un golpe de estado exitoso
contra el Presidente Jacobo Arbenz. En 1961, Honduras sirvió
como base de entrenamientos militares para lanzar la invasión
de la Bahía de Cochinos contra el régimen de Fidel
castro en Cuba. Durante la década de los 1980, los ejércitos
"contras", que lucharon contra el gobierno sandinista
en Nicaragua con el respaldo de la CIA, fueron dirigidos y armados
desde Honduras.
El país todavía es anfitrión a una de
las mayores bases militares estadounidenses en la región,
con 600 tropas yanquis estacionadas en la base aérea Soto
Cano, 50 millas noroeste de Tegucigalpa.
Como es típico de las economías basadas en las
plantaciones, la desigualdad extrema ha ido mano a mano con la
militancia y resistencia de los trabajadores. En abril, 1954,
a medida que el ejército de la CIA invadía a Guatemala,
estibadores en el Puerto hondureño de Tela rehusaron cargar
el barco de la United Fruit Company. Noticia de esta acción
se difundió a toda velocidad a otros puertos y ésta
se ganó el apoyo de los trabajadores ferroviarios y de
las plantaciones. La huelga, que había empezado con demandas
por pago de horas laboradas adicionales, se convirtió en
una gran lucha por la jornada de ocho horas, un mejor nivel de
vida y mejores condiciones de trabajo. Comités de huelga
se apoderaron de pueblos enteros.
La huelga se expandió a Tegucigalpa y se ganó
el apoyo de los trabajadores de fábrica de la ciudad. A
pesar de la represión del estado, la huelga duró
69 días y terminó sólo con concesiones parciales
a los trabajadores, incluyendo la aceptación de los sindicatos.
Es esta resistencia y espíritu de sacrificio al cual la
clase gobernante hondureña más le teme.
En reacción al golpe del 28 de junio, son los trabajadores
hondureños que han montado la resistencia más afanosa
y determinada, con huelgas y manifestaciones, inclusive un paro
nacional por los 60,000 maestros del país que ahora entra
en su tercerea semana.
Si bien las fracciones encabezadas por Zelaya y Micheletti
difieren en cuanto a las tácticas, ambas le tienen pavor
a este movimiento. No cabe duda que la posibilidad que estas luchas
no puedan controlarse ha causado un gran inquietud, la cual ha
tenido una gran influencia sobre la decisión de Zelaya
de subordinarse a la "mediación" entre él
mismo y los que lo destituyeron, a través de acuerdos arbitrados
por los Estados Unidos
Las relaciones entre las clases y las condiciones sociales
que existen en Honduras y por toda Centroamérica hacen
imposible que la democracia y la liberación del dominio
imperialista se puedan conseguir sin establecer un movimiento
político independiente de la clase trabajadora para ponerle
fin a la opresión clasista y construir una sociedad socialista.
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