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La campaña de Mousavi en Irán y las lecciones
de pasadas "revoluciones de color"
Por Niall Green
10 Julio 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio el
4 de julio, 2009, en su inglés original.
El movimiento político del derrotado candidato presidencial
iraní Mir Hossein Mousavi, llamado "Ola verde"
por el color de su campaña, tiene paralelos impresionantes
con las "revoluciones de color" respaldadas por EE.UU.
en las antiguas repúblicas soviéticas de Georgia
y Ucrania.
Como las campañas para llevar al poder a regímenes
pro-EE.UU. en Georgia (2003) y Ucrania (2004), la campaña
alrededor de Mousavi ha sido respaldada por poderosos sectores
del establishment iraní y apoyada por Washington, los medios
de EE.UU. y las potencias europeas. Como en Teherán, capas
de mejor posición económica de las clases medias
urbanas dominaron las grandes manifestaciones opositoras en Tiflis
y Kiev.
A falta de una alternativa socialista, las masas de trabajadores
y de gente pobre de Irán votaron por el actual presidente.
Mahmud Ahmadineyad, quien ha creado una base de apoyo entre ellos
al adoptar una posición populista, denunciando la corrupción
en la elite clerical, y al suministrar una cierta asistencia social.
La clase trabajadora se mantuvo apartada de las manifestaciones
contra Ahmadineyad ya que no vio nada que mereciera apoyo en las
políticas favorables al mercado de Mousavi.
Como en el movimiento opositor encabezado por Mousavi, los
movimientos opositores en Georgia y Ucrania, se presentaron como
democráticos, mientras impulsaban políticas económicas
favorables al mercado y a la apertura de sus países a la
inversión occidental.
Mousavi es un personaje antiguo dentro del régimen existente,
y un defensor probado de los intereses de la burguesía
iraní. Considerado como protegido del primer supremo líder
de Irán, Ruhollah Jomeini, Mousavi fue primer ministro
de 1981 a 1989, y supervisó la represión contra
los movimientos de izquierda y la matanza de cientos de miles
en la devastadora guerra contra Iraq.
La campaña presidencial de Mousavi en 2009 y las subsiguientes
manifestaciones fueron respaldadas por sectores de la elite empresarial
y religiosa de Irán, tales como el ex presidente y multimillonario
ayatolá Ali Akbar Hashemi Rafsanyani y el ex presidente
Mohammad Jatami.
En la medida en que estudiantes y otros sinceramente opuestos
al represivo régimen de Ahmadineyad se involucraban en
las manifestaciones de la "revolución verde",
fueron canalizados tras un sector de la clase gobernante iraní.
Es crítico que los trabajadores y los jóvenes iraníes
hagan una evaluación política de las experiencias
de la clase trabajadora internacional, especialmente en los países
donde gobiernos favorables a EE.UU. han sido llevados al poder
bajo la guisa de una revolución democrática.
Georgia
La "revolución rosa" en Georgia consistió
de una facción pro-EE.UU. de la elite gobernante del país
que se separó del presidente de entonces, Eduard Shevardnadze,
para asumir el liderazgo de una oposición supuestamente
democrática.
Antiguo alto burócrata estalinista y ministro de exteriores
de la Unión Soviética bajo Mijaíl Gorbachov,
Shevardnadze había sido presidente de Georgia desde 1995.
Durante su gobierno, Shevardnadze había tratado de compensar
las tensas relaciones con Rusia, principal socio comercial de
Georgia, cortejando a Washington. Para EE.UU., un punto de apoyo
en Georgia era esencial para expandir su influencia en la región
del Cáucaso, mediante el cual apuntaba a obtener el control
de las rutas de oleo y gasoductos de la Cuenca del Caspio a Europa.
Con este fin, Georgia se convirtió en los años noventa
en un importante receptor de ayuda de Washington y se asoció
con la alianza militar dirigida por EE.UU., la OTAN.
Durante este período de relaciones amistosas entre Shevardnadze
y EE.UU., las frecuentes afirmaciones dentro de Georgia de fraude
electoral y violencia policial contra los opositores fueron recibidas
con un silencio sepulcral de Washington y los medios de EE.UU.
Sin embargo, la recuperación económica de Rusia
de su crisis financiera de fines de los años noventa, en
gran parte sobre la base de altos precios del petróleo
y del gas, permitió que Moscú asumiera un papel
más firme y enérgico en su "extranjero cercano."
La región del Cáucaso es vital para los intereses
energéticos y de defensa de la elite gobernante rusa, y
el gobierno de Vladimir Putin logró presionar a Shevardnadze
para que desarrollara relaciones más estrechas con Moscú.
Este intento de acercamiento con el Kremlin hizo que el régimen
en Tiflis tuviera problemas por la posición cada vez más
beligerante hacia Rusia tomada por el gobierno de Bush. En 2003,
después de elecciones parlamentarias, un sector de la elite
georgiana, que vio que los días de Shevardnadze estaban
contados, se unió alrededor del líder opositor Mikheil
Saakashvili.
Abogado, educado en EE.UU., Saakashvili había sido fiel
al gobierno de Shevardnadze hasta que rompió con su antiguo
jefe en 2001, fundando el partido opositor nacionalista de derecha,
Movimiento Nacional Unido.
Entre los patrocinadores estadounidenses de Saakashvili estaba
el Liberty Institute (fundado por la Agencia de EE.UU. por el
Desarrollo Internacional [USAID], la Fundación Nacional
por la Democracia [NED] (apoyada por la burocracia sindical estadounidense
de la AFL-CIO), y la agencia para el exterior del partido demócrata,
el National Democratic Institute. Una serie de activistas involucrados
en el grupo juvenil serbio Otpor financiado por EE.UU., que habían
participado en un golpe favorable a Washington en Serbia, también
trabajaron en la campaña de Saakashvili.
Después de las elecciones de noviembre de 2003, miles
de georgianos, en su mayoría jóvenes, manifestaron
contra los resultados oficiales, que daban la victoria al partido
de Shevardnadze. El 22 de noviembre, Saakashvili dirigió
a una multitud de varios cientos de manifestantes del grupo estudiantil
Kmara respaldado por EE.UU. al edificio del parlamento en Tiflis,
obligando a Shevardnadze a huir. El presidente luego declaró
un estado de emergencia y trató de movilizar a la tropa.
Sin embargo, unidades militares de elite se negaron a apoyar a
su gobierno, y Shevardnadze renunció el 23 de noviembre,
después de recibir por lo menos dos llamados telefónicos
del secretario de estado de EE.UU. Colin Powell.
Una vez que llegó al poder, Saakashvili abandonó
rápidamente sus pretextos democráticos. El mismo
nivel de corrupción y de represión de los grupos
opositores que bajo Shevardnadze ha caracterizado al gobierno
de Saakashvili, quien prosiguió las agresivas campañas
patrioteras georgianas contra las regiones autónomas de
Osetia del Sur, Abjazia y Adjaria.
Uno de los primeros actos de Saakashvili fue contratar al operador
del partido republicano de EE.UU., Randy Scheunemann, posteriormente
alto asesor de política exterior del derrotado candidato
presidencial John McCain, para que ayudara a congraciar al nuevo
régimen con el gobierno de Bush. Personal militar de EE.UU.
entrena activamente a fuerzas de seguridad georgianas y la economía
del país ha sido abierta a las corporaciones transnacionales.
La política favorable a EE.UU. en Tiflis ha incluido esfuerzos
por unirse a la OTAN, aumentando considerablemente las tensiones
con Rusia.
En agosto de 2008, esto culminó en el bombardeo por
los militares georgianos, respaldados por Washington, de la provincia
de Osetia del Sur controlada por Rusia, legalmente parte de Georgia
pero independiente de facto de Tiflis desde 1992. Luego hubo una
breve guerra entre Rusia y Georgia, que amenazó con llevar
a una confrontación militar generalizada entre Rusia y
EE.UU., que desplazaron barcos de guerra frente a la costa georgiana.
Ucrania
Después de su exitoso golpe en Tiflis, Washington pasó
a producir un cambio semejante en Ucrania. En elecciones presidenciales
realizadas a fines de 2004, el candidato favorable a EE.UU., Viktor
Yushchenko, perdió en la segunda vuelta frente a Viktor
Yanukovich, lugarteniente del presidente saliente Leonid Kuchma
y candidato favorecido por Moscú. Con la afirmación
de que los patrocinadores de Yanukovich habían cometido
fraude electoral para asegurar su victoria, Yushchenko encabezó
un movimiento de protesta contra los resultados que conquistó
el apoyo de numerosos jóvenes.
Como Saakashvili, Yushchenko había sido un personaje
de confianza del régimen anterior que fue obligado a apartarse
por feudos intestinos. Yushchenko había sido primer ministro
de Kuchma desde 1999 a 2001, y sirvió como jefe del banco
central de Ucrania durante la liquidación de propiedad
nacionalizada en los años noventa.
Después de caer en desgracia con Kuchma en 2001, Yushchenko
ofreció sus servicios a los intereses de política
exterior de EE.UU., y estableció un partido rival comprometido
con el capitalismo de libre mercado y con la forja de estrechos
vínculos con EE.UU.
Su "revolución naranja" fue un asunto escenificado
siguiendo el modelo de los eventos en Georgia y financiado y dotado
de personal por ONG estadounidenses y organizaciones casi gubernamentales
como el Instituto Internacional Republicano. El propio Yushchenko
está casado con una ex asesora especial del Departamento
de Estado de EE.UU.
Los trabajadores y jóvenes quienes estaban realmente
disgustados por el corrupto régimen de Kuchma y quienes
se unieron bajo la bandera naranja fueron utilizados como camuflaje
para lo que fue la transferencia del poder de un clan de oligarcas
a otro. Uno de los principales aliados de Yushchenko fue Yulia
Tymoshenko, otra persona de confianza del antiguo régimen
de Kuchma. Ella y su esposo son dos de las personas más
ricas de Ucrania. Hicieron su fortuna gracias a su control de
las exportaciones de energía en la década de los
noventa.
Desde que llegó a ser presidente, Yushchenko se ha convertido
en un personaje aún más odiado que Kuchma. Los sondeos
de opinión han señalado que el apoyo al presidente
no ha llegado a un 10% en los últimos tres años.
Los estándares de vida de los ucranianos se han deteriorado,
mientras la corrupción estatal sigue siendo generalizada.
Yushchenko ha seguido adelante con sus planes de llevar a Ucrania
a la OTAN, una política a la que se opone la abrumadora
mayoría de la población y que está desestabilizando
las relaciones ya tensas con Rusia.
A falta de un mínimo de principios políticos,
la alianza de Yushchenko con Tymoshenko durante la "revolución
naranja" se deshizo rápidamente, ya que cada uno trató
de dominar políticamente al otro, incluso mediante alianzas
con el candidato presidente derrotado, Yanukovich, el mismo al
que habían acusado de robo de la elección de 2004.
En los preparativos para la elección presidencial planificada
para enero de 2010, Yushchenko y Tymoshenko se han acusado mutuamente
de conspirar para establecer un gobierno tiránico.
En Georgia y en Ucrania, la política exterior de EE.UU.
exigió un cambio de personal para hacer progresar los intereses
de EE.UU. contra los de Rusia. Las quejas sobre "elecciones
robadas" y las invocaciones de derechos democráticos
suministraron una cobertura política para esos objetivos.
Del mismo modo, la intervención del imperialismo estadounidense
y europeo, encabezada por los medios estadounidenses, en las elecciones
iraníes no tiene nada que ver con algún apoyo a
la democracia contra el autoritarismo. Tiene que ver con la confluencia
de profundas divisiones dentro del establishment clerical iraní
y los intereses geo-estratégicos del imperialismo de EE.UU.,
centrados en la importancia de Irán como uno de los mayores
productores de petróleo y gas del mundo y su ubicación
en la encrucijada de Oriente Próximo y Asia Central, al
borde de las tres zonas de guerra de EE.UU. en Afganistán,
Pakistán e Iraq.
La historia contrarrevolucionaria de la participación
del imperialismo de EE.UU. en Iraq, desde el derrocamiento respaldado
por la CIA en 1953 del gobierno elegido de Mohammed Mossadegh,
a su apoyo a la brutal dictadura del shah Reza Pahlavi, a sus
sanciones contra la República Islámica, ha impedido
que el gobierno de Obama adopte una posición tan abierta
a favor de Mousavi como lo hizo en las anteriores "revoluciones
de color".
Esta necesidad de una intervención algo más sutil
del gobierno de EE.UU., que no disminuyera el apoyo popular para
Mousavi, se ha reflejado en la retórica un poco más
reservada del presidente Obama sobre el resultado de la elección
y las manifestaciones. Sin embargo, Washington no tiene un rol
pasivo en la política iraní. Las Fuerzas Especiales
de EE.UU. han operado en lo profundo de Irán durante varios
años, según el veterano periodista investigativo
estadounidense, Seymour Hersh, y sólo los más ingenuos
llegan a creer que las agencias de inteligencia de EE.UU. no tienen
amplios contactos en Irán, incluso dentro de los círculos
gobernantes.
El papel principal en el respaldo a la oposición alrededor
de Mousavi ha recaído en los medios de EE.UU., y un menor
escala en los gobiernos europeos. The New York Times, CNN, Nation
magazine, etc. han utilizado afirmaciones de fraude electoral
en un esfuerzo por producir un cambio de gobierno en un país
considerado como vital para los intereses de su burguesía
nacional.
Aunque puede haber habido un cierto grado de fraude electoral,
no se ha presentado evidencia que apoye la afirmación de
Mousavi, aceptada sin crítica por los medios de EE.UU.,
de que derrotó a Ahmadineyad, mientras que las afirmaciones
de un fraude electoral sirven a Mousavi y a sus poderosos patrocinadores
iraníes como medio para promover su posición en
una lucha política dentro de la burguesía iraní.
El primer punto de la disputa no es la democracia en Irán,
sino las relaciones del régimen clerical con Washington.
Incluso en este caso, las diferencias son de una naturaleza táctica,
más que de principios. Ahmadineyad y su principal respaldo,
el supremo líder ayatolá Jamenei, también
quieren llegar a un acuerdo con el imperialismo de EE.UU. El régimen
iraní ha cooperado con Washington en sus guerras en Iraq
y Afganistán, utilizando una retórica anti-estadounidense
y anti-israelí sobre todo para reforzar sus credenciales
"antiimperialistas" en el interior del país.
Mousavi y los sectores de la elite que lo respaldan ven esa
retórica como un obstáculo para la normalización
de las relaciones con Washington. También quieren abrir
la economía iraní al capital occidental privatizando
industrias de propiedad estatal y terminando con los subsidios,
una política que amenaza los intereses de los sectores
más débiles del empresariado iraní, como
ser los comerciantes del bazar que formaron una importante base
de apoyo para la revolución de 1979 y que siguen siendo
una base importante de la República Islámica.
Frente a severas dificultades en la economía iraní
y mundial, tanto Ahmadineyad como Mousavi apoyarían la
imposición de medidas de austeridad a la clase trabajadora.
El "reformista" Mousavi no menos que el "partidario
de la línea dura" Ahmadineyad enfrentarían
con máxima brutalidad un incremento de las luchas de la
clase trabajadora iraní, que lucha bajo una inflación
incontrolada, escasez, desempleo y restricciones de los derechos
democráticos. Ningún sector de la burguesía
puede realizar las aspiraciones sociales y democráticas
de las masas iraníes. Sólo lo puede lograr un movimiento
políticamente independiente de la clase trabajadora iraní
sobre la base de una perspectiva socialista e internacionalista.
Traducido
del inglés para Rebelión por Germán Leyens
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