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Millones de personas se enfrentan al hambre en Afganistán
Por James Cogan
18 Febrero 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 9 January 2009.
Una inmensa catástrofe social se extiende por todo Afganistán.
2008 fue el séptimo año consecutivo de sequías
y escasas cosechas y, actualmente, entre ocho y diez millones
de personas se enfrentan una hambruna en lo más duro del
invierno, cuando la nieve mantiene aisladas las comunidades rurales.
Las provincias más afectadas son las del centro y norte
de Afganistán, en las que Estados Unidos y la OTAN han
ejercido un control casi incuestionable desde la invasión
del país en 2001, y a pesar de las proclamas de haber gastado
miles de millones de dólares en reconstrucción y
desarrollo.
Son necesarias al menos 6 millones de toneladas de trigo y
otros cereales para alimentar a la población del país,
que ha aumentado hasta alcanzar casi los treinta millones tras
el retorno de los refugiados que estaban en Pakistán e
Irán. El pasado año se produjeron sólo 3,5
millones de toneladas de cereales, perdiéndose las cosechas
totalmente en algunas de las zonas. También han muerto
alrededor de 1,5 millones de animales por la carencia de agua.
El problema de la sequía ha aumentado inmensamente por
la falta de depósitos de recogida de agua y por el atraso
de los sistemas de irrigación del país. Un estudio
realizado por el Ministerio Afgano para el Agua y la Energía
calculó que el 70% del agua disponible se perdía
por evaporación o escapes al fluir a través de canales
desmoranados con décadas de antigüedad.
La ocupación estadounidense no ha hecho nada para resolver
todos estos problemas. En su lugar, las comunidades afganas han
tratado de superar la carencia de agua aprovechando los acuíferos
subterráneos. El Ministerio para el Agua y la Energía
calcula que ya están agotadas el 50% de las aguas subterráneas.
La ausencia de regadío ha contribuido bastante a que
cuatro millones de hectáreas de tierra potencialmente cultivable
no se hayan podido trabajar. Al mismo tiempo, durante los últimos
treinta años de guerra y caos político, muchas áregiones
agrícolas han quedado simplemente abandonadas.
El resultado con que nos encontramos es el de una población
que ha pasado a depender de importaciones de alimentos que no
pueden permitirse comprar. El precio del trigo importado, por
ejemplo, que se vende a casi 80 centavos de dólar, pone
ese cereal fuera del alcance de gran parte del pueblo afgano,
cuyos ingresos son por lo general menos de un dólar al
día.
Se advirtió, con mucha anticipación, a las fuerzas
ocupantes estadounidenses y de la OTAN del riesgo de que este
año hubiera una extensa hambruna. El British Royal United
Services Institute escribió en octubre que Afganistán
iba rumbo hacia una "hambruna desastrosa". El Programa
Alimentario Mundial (WFP, por sus siglas en inglés) y otras
agencias enviaron rápidamente suministros adicionales hacia
el país. Susana Nicol, portavoz del WFP en Kabul, dijo
al Canadian National Post: "La situación actual
es extremadamente frágil".
El WFP y otras organizaciones de ayuda han entregado alguna
asistencia. Sin embargo, la cantidad no es insuficiente para garantizar
una seguridad alimentaria durante todo el invierno. En la provincia
de Badajshan, al noroeste de Afganistán, los funcionarios
gubernamentales dijeron al San Francisco Chronicle que
después de la entrega de 15.000 toneladas de ayuda alimentaria,
eran necesarias aún otras 105.000 toneladas. Un funcionario
estimó que, tan sólo en esa provincia, había
1,3 millones de personas en peligro de desnutrición.
La desnutrición debilita aún más a una
población ya muy vulnerable, especialmente a los niños,
que no pueden tener acceso a los cuidados sanitarios adecuados,
ni a un sistema de salubridad u otros servicios básicos,
como la electricidad. Según UNICEF, se calcula que en 2006
murieron 327.000 niños de edad inferior a los cinco años
a causa de la sequía.
La diarrea y las infecciones respiratorias agudas fueron responsables
por el 41% de las muertes de los niños, mientras que enfermedades,
tales como el sarampión y la polio, que podrían
haberse evitado con las correspondientes vacunas, causaron un
21% más de muertes. Aproximadamente el 50% de los niños
que lograron sobrevivir por encima de los cinco años sufren
de raquitismo.
La expectativa de vida global para hombres y mujeres en Afganistán
es sólo de 44 años. Las mujeres que mueren al dar
a luz alcanzan una tasa mortífera de entre 1.600 a 2.000
de cada 100.000 nacimientos.
ñ,El propio Ministerio de Sanidad del gobierno afgano
áha advertido este año que habrá un enorme
aumento en la espeluznante cifra anual de muertes en el país.
Se ha calculado que pueden morir alrededor de 1,6 millones de
niños menores de cinco años.
La perspectiva de cientos de miles de niños muriendo
de hambre o de enfermedades que fácilmente se pueden prevenir
pone de manifiesto el cinismo absoluto de la proclamación
que EEUU y las potencias más importantes de la OTAN tienen
alrededor de 70.000 tropas en Afganistán para llevar a
su pueblo "seguridad, gobernabilidad y desarrollo económico".
La mayor parte del gasto extranjero en Afganistán va
destinado a mantener las actividades militares de las fuerzas
ocupantes, que tienen como objetivo aplastar la resistencia del
pueblo afgano en un intento por transformar el país en
un estado clientelista estadounidense en el Asia Central.
Los recursos destinados a la supuesta "reconstrucción"
se han gastado sin un plan nacional coordinado y sin que el pueblo
afgano haya recibido prácticamente nada. El 40% de la "ayuda"
-unos 6.000 millones de dólares a mediados de 2008- ni
siquiera llegó al país. Fue lo que se pagó
a las compañías alquiladas y a agencias de contratistas
privados, que tienen su sede en el Occidente, para que supervisaran
varios proyectos.
Otra gran porción del pastel se desvió hacia
los diversos partidos políticos, facciones y señores
de la guerra que componen el régimen de Kabul. Prácticas
habituales son los salarios inflados para los funcionarios del
gobierno, peticiones de sobornos y cobros exagerados en permisos,
mano de obra, materias primas y transportes.
Incluso el New York Times, que sistemáticamente
ha venido apoyando la ocupación de Afganistán, señaló
el 1ro. de enero que el gobierno del Presidente Hamid Karzai,
apoyado por EEUU y la OTAN, está "plagado de corrupción
y chanchullos" y "ahora, a menudo, parece que existe
tan sólo para el enriquecimiento de quienes lo componen".
Karzai mismo dijo en una reciente conferencia: "Los bancos
del mundo están llenos del dinero de nuestros estadistas".
Sin embargo, la preocupación de las potencias ocupantes
no se centra ni en que hayan creado un estado títere corrupto
y disfuncional, ni en que gran parte de la población esté
pasando hambre, sino en la comprensión de que el empeoramiento
de la grave situación y el largo sufrimiento del pueblo
afgano es un factor importante para que resurja el apoyo hacia
la insurgencia dirigida por los islamistas, además de la
creciente tasa de bajas del año pasado entre las tropas
de Estados Unidos y la OTAN.
Traducido del inglés para Rebelión[http://www.rebelion.org/]
por Sinfo Fernández
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