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Veinte años después de la vuelta al capitalismo
Por Stefan Steinberg
21 Diciembre 2009
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Durante su reunión en Estambul a principios de este
mes, El Banco Mundial hizo público un informe que revela
el enorme descenso del nivel de vida experimentado en la ex Unión
Soviética y Europa oriental como consecuencia de la crisis
económica y financiera mundial.
Con el título de "La crisis mundial afecta a los
hogares en la Europa emergente y Asia Central", habla de
"un agudo aumento del paro y de la pobreza" en toda
la región.
Philippe Le Houérou, vicepresidente del Banco Mundial
para Europa y Asia Central, declaró en una conferencia
de prensa en Estambul: "lo que empezó como una crisis
financiera se ha convertido en una crisis humana y social. La
crisis mundial ha llegado inmediatamente después de las
crisis alimentarias y del petróleo, que ya habían
debilitado a los pueblos de la región al reducir su poder
adquisitivo. Hoy, la creciente pobreza y el desempleo están
llevando la miseria a los hogares y provocando que los que ya
eran pobres empeoren su situación".
El informe señala que "la crisis financiera y económica
ha devastado literalmente muchas zonas de la Europa emergente
y de Asia Central" y prevé para 2009 un 5,6% de reducción
del crecimiento económico en la región.
El Banco Mundial calcula que el paro en la zona ha aumentado
de 8,3 millones en 2008 a 11,4 millones en 2009 y se ha duplicado
en los países bálticos, ha crecido un 60% en Turquía,
y un tercio en otros países de la región.
Según Indermit Gill, economista jefe del Banco Mundial
para Europa y Asia Central: "En lugar de una disminución
de 15 millones de pobres para 2009, ahora prevemos que la pobreza
aumentará en otros 15 millones de personas. Gill reconocía
que ya había 145 millones de pobres en la región-
casi un tercio de la población total. Y señalaba:
"Para ellos, la crisis ha hecho más dura aún
su existencia. Este otoño, gran parte del mundo ha tenido
buenas noticias económicas, pero para los trabajadores
de Europa Oriental y Asia Central, y para sus familias, las noticias
no son halagüeñas."
Si bien resaltaron el aumento de la pobreza en la zona, el
Informe del Banco Mundial y sus representantes en Estambul ocultaron
el papel desempeñado por el propio organismo en la perpetuación
de la miseria social.
Muy al contrario, el Banco Mundial propugnó precisamente
seguir con las políticas responsables en primer lugar de
la creciente miseria de la clase obrera en Europa Oriental. Según
Le Houérou, lo prioritario es "sanear el sector bancario...",
"mejorar el clima empresarial para atraer capital privado"
y " conseguir que el gasto público sea más
eficaz".
Gill resaltó que, tras las enormes subvenciones a los
bancos, el déficit estatal en la región aumentará
desde el 1,5 por ciento del PIB en 2008 al 5,5 por ciento en 2009.
Y llegó a señalar que el gasto social supone más
de la mitad del gasto público, por lo que, concluyó,
que lo fundamental es que los gobiernos "sean más
eficaces en la educación, sanidad y seguridad social".
Lo que quiere decir más recortes masivos en un sistema
de bienestar social ya raquítico. Las "reformas"
necesarias, concluía Gill, "ayudarán al saneamiento
fiscal de los gobiernos, a fortalecer la economía, y a
una sociedad más justa. Todos los políticos responsables
deberían tener en cuenta seriamente estas reformas".
Las propuestas del Banco Mundial, en lugar de conducir a sociedades
"más justas", sólo servirán para
acelerar el enorme crecimiento de las desigualdades sociales y
la consecuente pobreza en Europa Oriental y Asia Central. Al concentrarse
en las repercusiones de la crisis financiera de 2008, el Informe
del Banco Mundial reconoce que un tercio de la población
de la zona vive en la pobreza, lo que, veinte años después
de la reintroducción del capitalismo en la Unión
Soviética y Europa Oriental, constituye una acusación
devastadora para el sistema de libre mercado.
Tras el colapso de la Unión Soviética y de sus
estalinistas estados satélites, el Banco Mundial, junto
a otras instituciones financieras internacionales (IFI, en sus
siglas inglesas) y a la Unión Europea, contribuyeron a
la aplicación de una "terapia de choque", diseñada
para imponer el mercado libre capitalista lo más rápido
posible en los países de Europa Oriental y Rusia. Simultáneamente,
el "big bang de la liberalización económica"
se produjo en la época en que los bancos de los países
capitalistas más avanzados se estaban volcando cada vez
más hacia las inversiones especulativas, y de mayor riesgo,
para obtener los máximos beneficios.
Las operaciones de los especuladores de Wall Street, y los
apetitosos intereses de dos o tres dígitos de los fondos
internacionales de inversión, se convirtieron en el modelo
de capitalismo de libre mercado implantado en los antiguos países
estalinistas. Por indicación del Banco Mundial, del Fondo
Monetario Internacional y de la Unión Europea, desaparecieron
de la noche a la mañana programas de bienestar social,
con larga tradición en esos países, para sustituirlos
por "una red de seguridad", que facilitaba sólo
beneficios sociales mínimos con el menor coste.
Al comentar el papel desemeñado por la UE en este proceso,
Ivan Krsatev, director del Centre for Liberal Strategies
de Sofia, señalaba en 2004: "Resulta impactante ver
que cuando la UE apoya proyectos para promover el desarrollo económico
más a allá de sus fronteras, exporta una fórmula
de ortodoxia neo-liberal que no acepta en su territorio".
El resultado de estas políticas ha sido unos niveles
sin precedentes de desigualdad social y pobreza en toda la región.
Mientras la prensa occidental publica un gran número de
artículos que, sin la menor crítica, alaban el retorno
de las relaciones capitalistas, apenas ha facilitado información
sobre las circunstancias sociales que imperan en esos países.
Una breve ojeada a algunos de los materiales publicados en los
últimos años es suficiente para borrar cualquier
euforia sobre los supuestos beneficios de la economía basada
en el libre mercado.
La investigadora rusa Olga Kilitsyna, en un estudio publicado
unos años antes de la crisis de 2008, ya había subrayado
que en relación con la estratificación por ingresos
en las economías en transición, Rusia era líder
absoluta. "El 10 por ciento de la población rusa más
pobre percibe menos del 2 por ciento del total de los ingresos,
mientras que el 10% de los más ricos acumula el 40 por
ciento". El informe señala lo siguiente: "Desde
el punto de vista de la desigualdad de ingresos, la economía
rusa se encuentra más cerca del modelo latinoamericano"
y, cuando se trata de la desigualdad social, Rusia va inmediatamente
detrás de Brasil, Chile y México.
Kilitsyna subraya que lo excepcional en el desarrollo de la
desigualdad social en Rusia es la velocidad a la que se ha producido.
En menos de dos décadas, una sociedad en la que el nivel
de vida era bajo para la generalidad de la población debido
a las desastrosas políticas de las burocracias estalinistas,
pero relativamente igualitaria, se había convertido en
una de las sociedades más desiguales del planeta.
Los multimillonarios rusos han sufrido bastante tras la crisis
financiera, pero la revista Forbes publica que aún así,
en 2009, 32 de ellos figuraban entre las 793 personas más
ricas del mundo. Esos 32 rusos acumulaban 102,1 mil millones de
dólares frente a los 471,4 mil millones de dólares
de los 87 rusos más acaudalados en 2008.
La vuelta a las relaciones económicas capitalistas ha
producido, asimismo, la aparición de una reducida clase
media, especialmente en las principales zonas urbanas. La pobreza,
el paro y el subempleo prevalecen, sin embargo, en las grandes
metrópolis, y las condiciones de vida en las áreas
más remotas del país son consideradas, en general,
catastróficas.
A pesar del crecimiento económico de los últimos
años, la situación de la economía de Rusia
hoy supone alrededor de tres cuartos de lo que era en 1989, antes
de la reintroducción del libre mercado capitalista. La
bajada del PIB en otros antiguos Estados satélites soviéticos
es mucho más dramática. En 2008- antes de la crisis
mundial- las economías de Georgia y Moldavia habían
disminuido alrededor del 40 por ciento de lo que producían
en 1989.
Simultáneamente, el aumento de las desigualdades sociales
en Rusia ha producido un enorme coste social. Según el
British Medical Journal, el colapso de la Unión
Soviética en 1991 ocasionó un gran aumento del índice
de mortalidad en Rusia, con los mayores incrementos de muertes
por alcoholismo, seguidas por las resultantes de accidentes y
violencia.
Según las investigaciones del epidemiólogo Michael
Marmot, presentadas en su libro de 2004, The Status Síndrome,
la restauración del capitalismo en los años 1990
ha producido una mortalidad de unos cuatro millones de personas.
Antes de la reimplantación del capitalismo, por ejemplo
entre 1984 y 1987, la expectativa de vida en Rusia se había
elevado de 61,7 a 64,9 años para los hombres, y de 70,0
a 74,3 para las mujeres. Pero entre 1987 y 1994, las expectativas
de los rusos disminuyeron hasta sólo 57,6 años y
la de las mujeres a 71.
A principios de loa años 1970- el denominado periodo
del "estancamiento" comunista- la diferencia de expectativas
de vida entre la Unión Soviética y los países
más avanzados del occidente capitalista era de 2,5 años.
A mediados de los 2000, esta brecha había crecido casi
15 años (Informe de Desarrollo de la ONU de 2007.)
Los autores del mencionado Informe llegaban a la conclusión
siguiente: " la magnitud de las variaciones en los índices
de mortalidad y expectativas de vida reflejadas aquí en
relación con Rusia, son insólitas en tiempos de
paz..."
Todos estos datos reflejan el enorme colapso de los servicios
sociales y del nivel de vida, sufridos en los países del
antiguo bloque estalinista tras la implantación del libre
mercado y de la liberalización económica. En este
proceso, debe tenerse en cuenta el papel desempeñado por
la antiguas burocracias estalinistas, ya que tuvieron una enorme
importancia en facilitar el enorme deterioro social experimentado.
La burocracia soviética dirigida por Mikhail Gorvachev
no sólo introdujo las circunstancias políticas para
la restauración del capitalismo sino que muchos dirigentes
del partido comunista de la Unión Soviética y de
todos los países de Europa Oriental se convirtieron en
presidentes de empresas capitalistas, bancos y gobiernos, asumiendo
un papel directo en la aplicación de la terapia de choque
impuesta por el FMI y el Banco Mundial.
Si bien Rusia ha sufrido un enorme aumento de la desigualdad
social y su correspondiente crecimiento de la pobreza, la situación
en otros países europeos del este es mucho peor. Algo que
resulta evidente si echamos una ojeada a la situación actual
en Rumania.
Según una encuestas de la agencia europea Eurequal:
"Rumania es uno de los países más pobres de
Europa y uno de los que ocupan posiciones más bajas en
el Human Developmente Index (1). Ni el post-comunismo ni
la incorporación a la UE han cambiado su posición".
El informe señala a continuación que: "El post-comunismo
(es decir, el capitalismo) ha ocasionado una mayor desigualdad
social no sólo en lo relativo a la distribución
de los ingresos sino en la existencia de extremas diferencias,
por lo que la pobreza es un problema acuciante".
El análisis de la prensa del país revela la realidad
del colapso en los servicios básicos y lo que subyace tras
la referencia eufemística al "problema de la pobreza"
en Rumanía.
Bajo el titular A Winter of Discontent [Un invierto de descontento],
el director del periódico rumano Adevarul escribe lo siguiente:
"Veo la televisión. ¡Un desastre! Grabaciones
en las escuelas de Brasov, Transilvania: los niños vestidos
como si fueran a una batalla con bolas de nieve, tiritando en
la escuela que no tiene dinero para la calefacción. ¡Y
nadie parece preocuparse! El periodista observa el termómetro
que marca 12ºC dentro del aula. Después vemos a una
madre preparando la tartera de la comida. Nada de bocadillos para
el muchacho, pero ella se preocupa de darle su dosis de Nurofen
(según un reciente estudio, la mayoría de los niños
rumanos en edad escolar, del grupo de edad comprendido entre los
8-9 años, están deprimidos.)
"Nueva toma desde el hospital de Zlatna, también
en Transilvania: ni el menor signo de que los radiadores funcionen
desde el año pasado. Tóquenlos: están tan
fríos como los cadáveres de la morgue. Un paciente
todavía vivo se acurruca en posición fetal bajo
una pila de mantas. En las salas, la temperatura es sólo
dos o tres grados más alta que en el exterior. Una señora,
embutida en ropas hasta el punto de parecerse al hombre de Michelin,
se queja de que ha venido aquí por una dolencia y se va
a marchar con otra...".
Nota:
(1) N.T.: Índice de Desarrollo Humano de la ONU.
Traducido del inglés para La Haine [Traducido del
inglés para La Haine por Felisa Sastre] por Felisa Sastre
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