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Obama aprovecha la masacre de Fort Hood para promover sus guerras

Por Bill Van Auken
21 Diciembre 2009

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Este artículo apareció en nuestro sitio en su inglés original el 11 de noviembre, 2009.

El Presidente Barack Obama utilizó su discurso en el funeral celebrado el martes por los trece hombres y mujeres asesinados la pasada semana en Fort Hood, Texas, para promover las dos guerras en que EEUU está inmerso y su propio plan de escalada para la intervención en Afganistán.

El Presidente hizo llegar sus comentarios en un momento en que su administración está ultimando planes para enviar a decenas de miles de soldados estadounidenses más a Afganistán.

Obama habló ante miles de soldados del ejército y los familiares de los doce soldados y un civil que murieron asesinados el pasado jueves en un tiroteo indiscriminado supuestamente perpetrado por el Mayor del ejército estadounidense Nidal Hasan.

Hasan, psiquiatra del Ejército, está acusado de disparar con revolver en el interior del Soldier Readiness Processing Center, donde se llevan a cabo los trámites para el despliegue de soldados a zonas de guerra en Iraq y Afganistán.

“Son tiempos de prueba para nuestro país”, dijo Obama. “En Afganistán y Pakistán, los mismos extremistas que mataron a casi 3.000 estadounidense siguen poniendo en peligro a EEUU, a nuestros aliados, a los afganos y los pakistaníes inocentes. En Iraq, estamos trabajando para poner fin cuanto antes a la guerra, aunque todavía hay quien le niega al pueblo iraquí el futuro por el que los estadounidenses e iraquíes han hecho tantos sacrificios”.

Sostuvo que “las historias como las de Fort Hood reafirman los valores esenciales por los que estamos luchando”, mientras alababa a las tropas estadounidenses por haber “cumplido período tras período de servicio en lugares distantes, diferentes y difíciles... sirviendo juntos para proteger a nuestro pueblo y dándoles a otros, que están al otro lado del mundo, la oportunidad de tener una vida mejor”.

El discurso de Obama consiguió el elogio inmediato de los medios. El New York Times especulaba con que si su “elevada retórica” conseguiría aumentar los índices de apoyo a su gestión.

Sin embargo, el contenido de sus elogios se basaba en las mismas mentiras que han servido como piedra angular de la política exterior estadounidense durante los pasados ocho años.

Obama sostuvo que EEUU está combatiendo contra “los mismos extremistas que mataron a casi 3.000 estadounidenses” el 11 de septiembre, y que las tropas estadounidenses están en Iraq y Afganistán para proporcionar la “oportunidad de autogobierno a pueblos que han sufrido la tiranía y la guerra”. Esas son las mismas y esenciales proclamas hechas por la administración Bush para justificar las guerras en Afganistán e Iraq, así como la beligerancia internacional y la ausencia de ley que han caracterizado la “guerra global contra el terrorismo”.

El despliegue de 68.000 tropas estadounidenses en Afganistán y de 120.000 en Iraq no tuvo como objetivo perseguir a los responsables del 11/S y mucho menos llevar la democracia a los pueblos de esos dos países. No son más que las proclamas propagandísticas hechas por la administración Bush para promover las guerras, que Obama ha recogido, continuándolas y ampliándolas.

Las guerras y ocupaciones militares estadounidenses en el Golfo Pérsico y en Asia Central fueron planeadas y preparadas mucho antes de los sucesos del 11 de septiembre de 2001. Se empezaron con Bush y se continúan con Obama con objeto de perseguir los intereses estadounidenses en dos de las regiones estratégicamente vitales del globo, que contienen juntas el grueso de los recursos energéticos mundiales conocidos.

El brutal carácter colonial de esas guerras y el impacto que han tenido sobre las tropas enviadas a combatirlas -por utilizar las palabras de Obama- “cumpliendo período tras período de servicio” son, en última instancia, la causa de la matanza indiscriminada de la pasada semana en Fort Hood.

El intento de Obama de proyectar estas guerras de agresión como cruzada por la libertad no tiene sólo el mero objetivo de confortar los seres queridos de los que murieron por los disparos del pasado jueves. Más bien es parte de un intento consciente por aplastar el sentimiento antibelicista del pueblo estadounidense en un momento en que se prepara una importante escalada de la guerra en Afganistán.

Citando fuentes de la administración, CBS News informó el lunes por la noche que la Casa Blanca de Obama ha decidido ya garantizar “gran parte, si no todos” de los 40.000 soldados más requeridos por el General Stanley McChrystal, el alto comandante de EEUU en Afganistán. Esto haría que el total de tropas ocupantes estadounidenses superara la cifra de 100.000.

Según la información de CBS, las primeras nuevas tropas de combate llegarían a Afganistán a principios del próximo año, pero, debido a la escasez de soldados, llevará hasta finales de 2010 completar el despliegue. Al contrario del “incremento” en Iraq, declaró la cadena, “se espera que el aumento de tropas dure alrededor de cuatro años”. Esta estimación se basa en la muy optimista asunción de que EEUU va a tener éxito, en ese período de tiempo, en la labor de formar un ejército y una fuerza de policía afganos mucho más amplios y eficaces.

Aunque la Casa Blanca negó que Obama haya establecido ningún plan, el informe de CBS es uno de los muchos que en los últimos días citan a oficiales de la administración declarando que se van a enviar a la guerra entre 30.000 y 40.000 nuevos soldados.

Obama volvió a Washington el martes por la noche y celebró un encuentro final con su consejo de guerra antes de embarcarse en un viaje de nueve días por Asia. A su regreso, se espera que anuncie su decisión de escalada de la guerra de Afganistán.

Es esta decisión lo que subyace en la compulsión de la administración por falsificar la naturaleza de las guerras y distorsionar el carácter de los asesinatos de Fort Hood.

Según múltiples relatos, el supuesto pistolero, Nidal Hasan, era profundamente contrario a las guerras y cada vez se sentía más desesperado ante las órdenes recibidas del ejército de desplegarse en Afganistán.

Ambos sentimientos se habían exacerbado tras sus seis años en el Centro Médico del Ejército Walter Reed, donde tuvo que atender a soldados físicamente mutilados y mentalmente destrozados, pasando días tras día escuchando lo que habían hecho y visto en combate intentando tratarles los traumas.

No hay duda de que esos sentimientos se intensificaron también a causa de las omnipresentes actitudes anti-musulmanas en el interior del ejército. Esos prejuicios, aunque oficialmente frenados por el mando militar, son el inevitable producto de la tendencia universal a vilipendiar y deshumanizar a aquellos a quienes los soldados van a matar, además de la incontrolada influencia del fundamentalismo cristiano en el ejército, y han llevado a muchos a considerar las campañas en Iraq y Afganistán como parte de una guerra santa. Hasan se había quejado repetidamente a familiares y amigos de estar sufriendo acoso por ser musulmán.

Estas presiones, interactuando con una evidente inestabilidad mental y emocional, provocaron una erupción de violencia que se ha convertido ya en un rasgo demasiado familiar en la sociedad estadounidense.

Dentro del ejército mismo, los continuos despliegues han tenido graves efectos, produciendo una epidemia de violencia a la que Fort Hood no ha sido extraño.

Según el New York Times, desde que empezaron las guerras de Afganistán e Iraq, se ha venido informando de que los incidentes de violencia doméstica en Killeen, Texas, donde Fort Hood está ubicado, han aumentado en un 75%, y los crímenes violentos en un 22% incluso aunque hayan descendido en ciudades de tamaño similar situadas en otras zonas de EEUU. Asimismo, desde 2003, 76 individuos asignados a Fort Hood se han suicidado.

Sin embargo, cada vez más, importantes personalidades políticas y gran parte de los medios están fomentando la teoría de que esas presiones sociales y psicológicas no tienen nada que ver con esos hechos, y que la masacre en Fort Hood fue un acto de terrorismo.

La supuesta prueba en que apoyar esa afirmación se basa en la religión de Hasan y en su oposición a la guerra.

Entre los hechos que se vienen citando, se refiere que Hasan acudió en 2001 a una mezquita cuando dos de los secuestradores del 11/s también la frecuentaban. Sin embargo, la mezquita es una de las más grandes de EEUU y en ella suelen congregarse miles de personas.

También se citan los correos de Hasan a un imán estadounidense de la mezquita, Anwar Al-Awlaki, que se trasladó a Yemen y proclamó su apoyo a la resistencia contra la política estadounidense en Oriente Medio. Los investigadores federales han informado que investigaron los correos y concluyeron que no tenían nada que ver con el terrorismo y sí con cuestiones religiosas y culturales coherentes con las investigaciones de Hasan.

Finalmente, se refieren también a que Hasan gritó las palabras “Allahu Akbar” (“Dios es grande” en árabe) durante su presunto ataque.

El Wall Street Journal publicó un editorial el martes afirmando: “La masacre de Fort Hood deja claro, de nuevo, que el terror islámico está también presente en EEUU como problema interno”.

El periódico iba más allá sugiriendo que el incidente demostraba la necesidad de que se intensificara el espionaje doméstico. “Antes de que los demócratas llegaran al poder en las elecciones de 2008, una de las cuestiones que más fuertemente apoyaron en el debate político fue su oposición a la vigilancia electrónica interna para perseguir las actividades terroristas islámicas”, afirmaba el editorial. Y añadía: “... deberíamos confiar en que la respuesta de nuestros legisladores no se va a limitar a encogerse de hombros y pensar que estos trece muertos no son más que el precio que tenemos que pagar por vivir en ‘nuestro sistema'”.

Asimismo, el Senador Joseph Lieberman, el supuesto demócrata independiente de Connecticut que preside el Comité de Seguridad Interna del Senado, se sumó a la opinión de que la masacre era un acto terrorista. Lieberman pidió una investigación sobre los disparos de Fort Hood, expresando su preocupación por que el Mayor del ejército fuera un “terrorista que ha crecido y se ha radicalizado en casa”. Postuló que “si eso es verdad, el asesinato de esas trece personas fue un acto terrorista y, en realidad, ha sido el acto terrorista más destructivo cometido en suelo estadounidenses desde el 11/S”.

El Jefe del Estado Mayor del ejército estadounidense, el General George Casey, manifestó el domingo su preocupación por estas actitudes, advirtiendo que “las especulaciones podrían potencialmente provocar reacciones violentas contra algunos de nuestros soldados musulmanes”. Con el ejército enfrentando una escasez desesperada de intérpretes en Afganistán, hay preocupación general de que la caza de brujas contra los musulmanes haga que los pocos que tienen se vayan del ejército.

Sin embargo, tales consideraciones parecen tener muy poco peso. Desde Lieberman y la derecha republicana a la administración Obama y los demócratas, el Washington oficial parece que intenta explotar este episodio sangriento para intimidar los sentimientos antibelicistas y justificar la escala de la guerra exterior y renovar los ataques contra los derechos democráticos en casa.

Traducido del inglés para Rebelión

[http://www.rebelion.org/noticia.php?id=95160] por Sinfo Fernández

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