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Obama acepta el premio Nobel de la Paz y declara que habrá
guerra sin fin
Por David Walsh
14 Diciembre 2009
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Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 11 de diciembre, 2009.
Hay que hacer un enorme esfuerzo para recordar un discurso
más bélico que el del Presidente Barack Obama cuando
aceptó el Premio Nobel de la Paz el jueves pasado en Oslo.
El mandatario presentó el argumento que la guerra sin fin
y las ocupaciones neo coloniales han de ser perennes, y le advirtió
al mundo que la clase gobernante de Estados Unidos tiene toda
intención de seguir adelante con sus planes para dominar
a todo el globo terráqueo.
Obama defendió el despliegue de diez de miles de tropas
adicionales a Afganistán y se refirió siniestramente
a Irán, Corea del Norte, Somalia, Darfur, Sudán,
el Congo, Zimbabwe y Burma, todos cuales pueden llegar a convertirse
en blancos de intervenciones militares futuras por parte de Estados
Unidos.
La ceremonia de los Nobel llegó al plano de la ridiculez
ridículo cuando Obama admitió que era el Comandante
en Jefe de una nación en medio de dos guerras. Pintó
a ambas como medios legítimos de defender los intereses
nacionales del país.
Declaró de modo orwelliano que los instrumentos
de guerra juegan su papel en conservar la paz; que todas
las naciones responsables tienen que aceptar el papel que los
militares, con órdenes claras, pueden jugar para mantener
la paz; y que los ejércitos imperialistas deberían
sentirse honrados no como instigadores de las guerras, sino
de la paz.
Obama recibió un premio que presuntamente fomenta la
paz mundial, pero el mandatario presentó su caso para justificar
las acciones militares del pasado, el presente y el futuro. Le
comunicó a su público la dura verdad
de que no podremos erradicar los conflictos violentos durante
nuestras vidas. Prometió que las naciones seguirán
descubriendo que el uso de la fuerza no es solamente necesario,
sino que la moral lo justifica. Enfatizó que las
poblaciones con estómagos delicados tendrán que
sobreponerse no solo a sus profundos sentimientos ambivalentes
acerca de las acciones militares, sino también a
la manera reflexiva en que sospechan de Estados Unidos,
la única superpotencia militar del mundo.
Obama admitió que las masas del mundo son hostiles a
las guerras imperialistas, pero hizo notar con pesar que en
muchos países hay una desvinculación entre los esfuerzos
de los que sirven [en el gobierno] y las masas del público.
Pero la voluntad popular y la democracia pueden morder el polvo,
porque querer la paz no es lo suficiente para lograrla;
la paz requiere responsabilidad y exige sacrificios.
Obama arrogantemente dejó bien claro que Washington
es de la opinión que puede intervenir en defensa de los
intereses de Estados Unidos donde y cuando le de la gana, no importa
cual sea el costo a la humanidad.
El mandatario trató de cubrir está políticasin
el menor éxitocon moralejas basadas en la ley
del amor y la chispa de los divino. Y aunque
el discurso y su modo de presentarlo no mostraban la menor muestra
de contrición, dijo que sentía una pena abrumadora
con sólo pensar acerca del precio que el conflicto
armado extraería. Pero en realidad fue todo lo contrario:
Obama expresó sus ideas acerca de la guerra y la paz con
toda la pena y dolor que un policía de tránsito
siente cuando le pone multa a un vehículo estacionado.
Pero anterior a la ceremonia, en una conferencia de prensa,
Obama había contestado las preguntas de los corresponsales
noruegos de manera aún más burda. Al referirse a
los primeros once meses de su gobierno, explicó que el
objetivo no es ganar un concurso de popularidad o siquiera ganar
un premio, por más prestigioso que sea el Premio Nobel
de la Paz. El objetivo es como promover los intereses de Estados
Unidos.
Obama le ofreció al públicoque incluía
a la nobleza y a políticos noruegos, así como también
a famosos de Hollywooduna breve historia misantrópica
de la civilización humana {La guerra...apareció
con el primer hombre...El mal sí existe en el mundo)
antes de lanzar una vigorosa e hipócrita defensa del papel
que Estados Unidos juega mundialmente.
El presidente presentó al período que siguió
a la Segunda Guerra Mundial como si hubiese sido uno de paz y
prosperidad conferido por la benevolencia de Estados Unidos. Estados
Unidos fue líder del mundo en construir el edificio que
sostuvo la paz...Los Estados Unidos de América ha ayudado
con la financiación de la seguridad mundial por más
de seis décadas con la sangre de nuestros ciudadanos y
la fuerza de nuestras armas...Hemos llevado este peso en los hombros
no porque deseamos imponer nuestra voluntad.
La hipocresía y la ficción hacen tambalear a
cualquiera.
Obama luego hizo la extraordinaria declaración que Estados
Unidos nunca se ha ido a guerra contra las democracias y
que entre nuestros amigos más íntimos figuran
los gobiernos que protegen los derechos de sus ciudadanos.
Además de ignorar el hecho histórico
de que Estados Unidos se fue a guerra contra Inglaterra, Alemania
y Austria-Hungría cuando los tres eran sistemas parlamentarios,
Obama intencionalmente evitó toda referencia a la larga
y sórdida historia de las intervenciones de Estados Unidos
contra los pueblos de los países oprimidos, desde México,
Centroamérica y la región del Caribe durante la
primera mitad del Siglo XX, hasta Vietnam, Irán, Guatemala,
República Dominicana, El Congo, Indonesia, Chile y Nicaragua
durante el período luego de la Segunda Guerra Mundial.
En cuanto a esos amigos más íntimos,
la lista actualmente incluye, entre otros, a los regímenes
bestiales y corruptos de Arabia Saudita, Pakistán, Israel,
Egipto, Jordania, Marruecos y Uzbekistán (además
de los gobiernos títeres en Irak y Afganistán).
Todos practican la tortura y la represión barbárica.
Luego de aludir al concepto de la guerra justificadala
cual se refiere a toda nación que actúa en auto
defensay sostener falsamente que la invasión de Afganistán
luego del 11 de septiembre se basaba en ese principio, Obama dejó
bien claro que Estados Unidos no necesita semejante legitimación.
Habló a favor de la acción militar cuyos fines
se extienden más allá de la auto defensa o
la defensa de una nación contra cualquier agresor.
Añadió que razones humanitariasclaro,
definidas por Washingtoneran suficiente motivo para justificar
el uso de la fuerza, la cual podría emplearse
contra grandes regiones de África, Asia, Latinoamérica
y Europa Oriental. Esto no es nada más que el colonialismo
disfrazado de guerra justa.
Obama defendió cierta versión de la Doctrina
de Bush acerca de la guerra preventiva, pero le dio un matiz de
acción multilateral para reforzar el apoyo de las potencias
europeas a las guerras conducidas por Estados Unidos en el Oriente
Medio y Asia Central. Estados Unidos no puede actuar por
sí solo, puntualizó el mandatario estadounidense.
Las clases gobernantes europeas, cuyos intereses se reflejan
en las decisiones del comité de los Premios Nobel, se mostraron
muy dispuestos en ofrecerle a Obama una plataforma desde la cual
podía defender estas guerras y pintar de humanitarias a
las agresiones imperialistas. Todas esperan que Obama sea diferente
a Bush y a Cheney y que le conceda a Europa cierta responsabilidad
en hacer cumplir la seguridad mundial (y le ofrezca
parte del botín) en regiones inestables durante muchos
años por venir.
Obama aludió al discurso que Martin Luther King pronunciara
al recibir el Premio Nobel de la Paz hace 45 años, pero
lo hizo para repudiar su contenido contencioso. Pero King actuó
diferente a Obama; su discurso fue breve y criticó severamente
la represión continua de los afroamericanos y los oponentes
del racismo en el Sur del país. King insistió en
que la civilización y la violencia son conceptos
antitéticos.
Antes de ser asesinado, King se convirtió en oponente
vociferante de la Guerra en Vietnam. Es precisamente esta identificación
del militarismo con la opresión y el barbarismo que toda
la clase dirigente de Estados Unidos instintivamente consideran
una amenaza que hay que desacreditar.
El discurso de Obama al recibir el Premio Nobel de la Paz marca
otro paso en su desenmascaramiento político. El candidato
que abogara por el cambio ahora se revela a sí
mismo no sólo como continuadoren todo aspecto importantede
la política de Bush y Cheney, sino como figura profundamente
reaccionaria y repugnante en sí. No es que quiera dar la
obvia impresión que le encanta el militarismo y la guerra;
él es precisamente quien es y ha llegado ahí por
el camino que ha tomado durante toda la trayectoria de su carrera
política.
Jabir Aftab, ingeniero de 27 años de edad en Peshawarm,
Pakistán, le dijo a la Agence France-Presse el jueves
pasado: El premio Nobel es para aquellos que han logrado
ciertos éxitos, pero este Obama es un asesino.
Durante el período venidero, grandes cantidades de
gente llegarán a pensar lo mismo.
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