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La victoria del Frente Amplio en Uruguay es confirmada
Por Hector Benoit
8 Diciembre 2009
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el autor
El 25 de octubre pasado, José "Pepe" Mujica,
candidato a la presidencia de Uruguay por la coalición
gubernista llamada "Frente Amplio", junto con el candidato
a vicepresidente, el ex ministro de Economía del gobierno
actual, Danilo Astori, obtuvo una amplia ventaja sobre su rival
más cercano, Luis Alberto Lacalle, ex presidente de Uruguay
(1990-1995), representante del Partido Nacional (Blanco). Sin
embargo, la votación de Mujica no fue suficiente para elegirlo
presidente en la primera ronda. Asimismo, el Frente Amplio obtuvo
mayoría: 17 sillas de 30 en el Senado y 50 sillas de 99
en la Cámara de Diputados. Este hecho que apuntaba el favoritismo
casi absoluto de "Pepe" para la segunda ronda fue confirmado
el día 29 de noviembre, cuando obtuvo el 52,6% de los votos,
contra 43,3% de Lacalle.
Sin embargo, en las elecciones del 25 de octubre ocurrieron
también dos referendos: una consulta sobre el fin de la
amnistía a los militares que cometieron delitos durante
el tiempo de la dictadura y una consulta sobre la autorización
del voto por carta de los uruguayos que viven en el extranjero.
En ambos casos, el Frente Amplio fue derrotado, ya que abogó
por la reapertura de los juzgamientos de los militares y el derecho
al voto por carta de los residentes en el extranjero. Estos cambios
constitucionales no fueron aprobados en el referéndum del
25 de octubre.
El Frente Amplio es una gran coalición con características
de "izquierda" bastante moderada, con alrededor de cuarenta
grupos políticos. Algunos guevaristas, otros "trotskistas-posadistas",
demócratas cristianos y así sucesivamente... Así
que, muchos de los participantes del Frente Amplio ni siquiera
se consideran a sí mismos socialistas. Mujica, sin embargo,
es un ex guerrillero tupamaro, hoy senador, mientras que su suplente,
Astori, es un economista desarrollista que desempeñó
el cargo de Ministro de Finanzas en el actual gobierno de Tabaré
Vazquez, también miembro del Frente Amplio. El actual gobierno
del Frente Amplio tiene 60% de aprobación popular.
En la primera ronda, el Frente Amplio registró 47,96%
de los votos, seguido por los derechistas: Partido Nacional (Blanco)
de Lacalle, con 28,53%, y el Partido Colorado con 16,66%, cuyo
candidato fue Pedro Bordaberry - hijo del ex presidente José
María Bordaberry, condenado por la justicia uruguaya por
sus crímenes políticos. También participaron
de las elecciones el Partido Independiente (liberal) con 2,44%
y la Asamblea Popular (de Raúl Rodríguez), con 0,66%,
el grupo más cercano a una propuesta de izquierda. También
tuvieron cierta importancia en la elección los trabajadores
uruguayos que, debido al desempleo crónico en Uruguay,
viven en los países vecinos, Argentina y Brasil, pero están
prohibidos de votar desde del extranjero. Se estima que alrededor
de 500.000 trabajadores uruguayos viven "exiliados".
En la primera ronda, cruzaron la frontera para votar, probablemente
por Mujica, unos 40.000 uruguayos. Este número es significativo,
debido principalmente al tamaño pequeño de Uruguay,
que tiene una población total de 3,5 millones.
El Frente Amplio posee una larga historia. Liber Seregni es
considerado el fundador simbólico del Frente Amplio y fue
el primer candidato presidencial en 1971 por el Frente. En una
entrevista concedida en 1970, Seregni afirma que la primera fecha
de esta coalición fue el día 7 de octubre de 1970,
"cuando fue El Llamado de los Ciudadanos Independientes".
Señaló que a partir de entonces ocurrió una
verdadera mutación política. Varios grupos han abandonado
sus programas particulares y se unieron constituyendo el Frente
Amplio que existe hasta hoy, aunque con algunas variaciones. En
realidad, de este Frente Amplio participan y participaron casi
todos los grupos políticos que no se alineaban o no se
alinean totalmente con los partidos tradicionales de Uruguay,
el Partido Nacional (los Blancos) y el Partido Colorado. Incluso
Seregni, figura transformada en ídolo por el Frente Amplio,
ni siquiera se posicionaba como un socialista. Era general y sirvió,
por un tiempo, al gobierno de Pacheco Areco que gobernó
Uruguay hasta 1972. Ya en este gobierno, que precedió al
gobierno dictatorial de Bordaberry, comenzaron los primeros ataques
a las libertades democráticas. Como se percibe, la historia
y los personajes míticos del Frente Amplio, como Seregni
(1916 - 2004), no poseen un registro muy fiable.
Si el actual gobierno del Frente Amplio, de Tabaré Vázquez,
según las encuestas, recibe una buena aprobación
(un índice del 60%), se debe principalmente a un entorno
internacional anterior favorable, que permitió un crecimiento
económico en América Latina más alto que
el promedio mundial. El gobierno de Vázquez alcanzó
cierta industrialización y creación de empleos,
pero fue sólo gracias a concesiones, en particular de los
EE.UU., que estaban interesados en el debilitamiento del MERCOSUR
(acuerdo comercial latinoamericano encabezado por Brasil y Argentina).
Vázquez, en parte, dio la espalda al MERCOSUR e hizo acuerdos
comerciales separados con los EE.UU. y algunos países europeos.
Si nos fijamos en su larga historia, el Frente Amplio tiene
además, una larga historia de derrotas amargas que le costó
muy caro al proletariado uruguayo. Hoy se presume que el Frente
Amplio habría ganado las elecciones presidenciales de 1971,
pero el proceso ocurrió de manera fraudulenta, dando la
victoria a Bordaberry, un hecho que justamente abrió el
camino para la represión iniciada en 1972 y para la dictadura
militar abierta a partir de 1973. Se sabe, por informes de la
CIA que ahora son públicos, que el presidente Nixon de
los EE.UU. y su secretario de Estado Kissinger, junto con Inglaterra
y la dictadura brasileña, comandada en ese entonces por
el general Médici, habrían interferido en el proceso
de fraude electoral de Uruguay. Según el mismo informe
de la CIA, también habían planes para derrocar al
gobierno de Seregni si llegara al poder.
Durante las décadas del 60 y 70, cuando las dictaduras
militares dominaban Brasil, Argentina y Chile, la mayor parte
de la izquierda uruguaya y latinoamericana, bajo la influencia
del guevarismo y de la Revolución Cubana, eligió
el camino de la revolución armada. El MPL de Uruguay, Movimiento
de Liberación Nacional, más conocido como Tupamaros
(un homenaje a Tupac - Amaru, indígena peruano que luchó
contra el domino español), efectuó esta opción,
desarrolló la guerrilla urbana y después de algunos
éxitos militares fue derrotado y sus principales dirigentes
fueron detenidos.
De manera similar a lo que ocurrió en Argentina, con
el PRT- ERP de Santucho (Partido Revolucionario de los Trabajadores
- Ejército Revolucionario del Pueblo), de origen trotskista,
miembro durante un periodo del llamado "Secretariado Unificado
de la IV Internacional", dirigido por E. Mandel, la lucha
armada fracasó en Uruguay, dejando como herencia tan sólo
un dudoso heroísmo mitológico.
Sin embargo, el revisionismo guevarista/castrista costó
muy caro en Uruguay y en toda Latinoamérica. Aislados del
proletariado y del movimiento de masas, estos movimientos pequeños
burgueses fueron fácilmente infiltrados y derrotados por
el aparato de la represión, sirviendo aún de justificativa
ideológica para las dictaduras de Latinoamérica.
Con esto, facilitaron los procesos de intervención en los
sindicatos y la retirada de todas las libertades democráticas
de agitación y propaganda. Impidieron también el
trabajo de formación marxista y retrasaron por años
la reorganización del movimiento obrero en la región,
bloqueando principalmente la construcción de la IV Internacional
en la región.
Incluso Mujica, actual candidato a la presidencia, fue un tupamaro
que permaneció más de diez años en la cárcel.
Gran parte de los Tupamaros, aunque hoy tengan divisiones internas,
se unieron al Frente Amplio eligiendo las elecciones para alcanzar
el poder. De hecho, el Frente Amplio aunque sea antípoda
de la lucha armada, es la versión uruguaya de la estrategia
de Frente Popular que también causó grandes pérdidas
a la clase obrera mundial. Basta acordarnos, en Latinoamérica,
el caso de Salvador Allende en Chile, y del propio Liber Seregni
en 1971 en Uruguay.
La estrategia del Frente Popular, aunque sea lo opuesto de
la lucha armada, históricamente siempre la complementa.
Fue así en la III Internacional, ya en las manos de los
estalinistas: después del ultra izquierdismo del llamado
"Tercer Periodo", se traspasó para la política
de Frente Popular entre los años 1933 y 1934. Lo mismo
ocurrió en Latinoamérica, tanto con los estalinistas
como con los "trotskistas" seguidores del pablismo (de
Ernest Mandel y Michel Pablo). Esta estrategia electoral es una
coalición sin principios programáticos claros, con
una base de clase pequeño burguesa, que une sectores de
la clase obrera con sectores de la burguesía. En general,
sirve sólo para confundir y atar las manos del proletariado
en tiempos de crecimiento del movimiento de masas. La verdad es
que tanto la estrategia de la lucha armada como la del Frente
Popular, en realidad, son dos caras de una misma moneda: programas
pequeño burgueses que preparan la contrarrevolución
burguesa.
Sin embargo, en el caso del programa actual de Mujica prácticamente
no se ve ni siquiera rastros de un programa socialista. En el
programa del Frente Amplio uruguayo, imperan las propuestas de
desarrollo elaboradas por el candidato a vicepresidente, Danilo
Astori. La verdad, es que su programa de industrialización
y creación de empleos basado en un proyecto de desarrollo
nacional, es totalmente cuestionable. En la propaganda del Frente
Amplio, por ejemplo, hay una plataforma titulada "Uruguay
fomenta". En esta plataforma, ofrecen orientación
para abrir pequeñas empresas, crédito para creación
de asociaciones cooperativas, planes para aumentar la productividad,
orientación técnica para desarrollar pequeñas
empresas de exportación, etc. Ahora, frente a una economía
capitalista mundial cada vez más internacionalizada con
la profundización de su crisis estructural, que enfrenta
(desde 2007) también su mayor crisis coyuntural desde la
crisis de 1929, sobre todo para un país pequeño
como Uruguay, cualquier intento desarrollista neo nacionalista,
como ese del Frente Amplio, es absolutamente utópico y
trágico, condenado al fracaso seguro.
En este sentido, sólo resta para el proletariado uruguayo
reanudar la perspectiva socialista e internacionalista, aquella
de los Estados Unidos Socialistas de Latinoamérica. La
alianza y lucha conjunta de los trabajadores uruguayos - de hecho,
como se mencionó ya en grande parte "extranjeros"
- con los trabajadores argentinos, brasileños, chilenos
y latinoamericanos, sin duda seria una perspectiva mucho más
coherente con la realidad objetiva del país y de la región
como un todo.
Sin embargo, esta vía todavía permanece bloqueada
para los trabajadores uruguayos, no sólo por los errores
del pasado y del presente cometidos por la "izquierda"
del propio país, sino también, por los similares
errores incorregibles cometidos por la izquierda pequeño
burguesa en toda Latinoamérica, hoy vinculada a figuras
como Chávez, Rafael Correa, Lula y los restos mortales
del peronismo, con sus respectivas burocracias sindicales y grandes
maquinas de autopromoción.
Como anunció hoy, después de la confirmación
de la victoria, el presidente Mujica no se cambiará para
la residencia oficial y continuará viviendo en su pequeña
y modesta casa de campo ubicada en la periferia de Montevideo,
la que se convertirá en la sede del gobierno uruguayo.
Sus opositores la consideran un "sucucho", o sea, una
casucha. Algunas reformas, entretanto, por cosa de seguridad se
deberán hacer. Esperemos que las reformas de este acto
populista no cuesten más caro que una mudanza para la residencia
oficial.
Sea como sea, sin que grandes transformaciones puedan ser esperadas,
el gobierno de Mujica no parece tener las características
bonapartistas o semi-bonapartistas de otros regímenes llamados
de "izquierda" que gobiernan gran parte de América
Latina. Siendo así, probablemente, el gobierno mantendrá
los bajos índices de corrupción que ya existen en
Uruguay y aprobará algunas medidas progresistas. Entre
estas, estará la aprobación del aborto, como un
acto no criminal. Según estimaciones, cerca de 33 mil abortos
clandestinos se realizan por año en Uruguay. Pero, seguramente
el gobierno de Mujica no conseguirá traer de vuelta o dar
una nueva perspectiva de vida para los 500.000 trabajadores uruguayos
que viven "exiliados" por falta de empleo.
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