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: Español
El saqueo del petróleo de Irak
Por James Cogan
9 Diciembre 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 11 de noviembre, 2009.
Las asignaciones a Exxon-Mobil y Royal Dutch Shell, el jueves
pasado, de los derechos para explotar los enormes yacimientos
petroleros de Qurna Occidental, en el sur de Irak, una vez más
enfatizan el carácter criminal de la perpetua ocupación
estadounidense. Como consecuencia directa de la guerra en Irak,
los mayores conglomerados estadounidenses y otras trasnacionales
de energía están obteniendo el control de los yacimientos
petroleros más grandes en el mundo.
Qurma Occidental tiene 8,7 mil millones comprobados de barriles
de petróleo. Las reservas totales de Irak se calculan actualmente
se estiman en 115 mil millones de barriles, sin embargo, docenas
de yacimientos potenciales aún no han sido adecuadamente
explorados. Antes de la invasión estadounidense en el 2003,
los derechos para explotar los yacimientos de la Qurma Occidental
habían sido otorgados por el régimen Baazista de
Saddam Hussein a la firma petrolera rusa, Lukoil. El régimen
títere en Bagdad, pro Estados Unidos, ha rechazado todos
los contratos previos a la invasión.
El gigante estadounidense del petróleo, Exxon-Mobil,
es el primero en beneficiarse. Bajo los términos de un
contrato de 20 años, Exxon-Mobil y Shell planean aumentar
la producción en la Qurma Occidental de 300,000 barriles
a 2,3 millones de barriles por día en los próximos
seis años. Así como el gobierno iraquí compensa
a las compañías por el costo de modernizar los yacimientoslo
que puede llegar a los 50 mil millones de dólaresse
les pagará a ellos $1,90 por cada barril extraído,
o unos 1,5 mil millones de dólares al año. Exxon
Mobil mantiene un 80 por ciento de intereses y Shell el restante
20 por ciento.
El contrato es sólo el segundo firmado por el régimen
de Bagdad con compañías de energía extranjeras.
El último Martes, el gobierno iraquí cerró
un trato con British Petroleum (BP) y la Corporación Nacional
del Petróleo de China (CNPC), concediéndoles los
derechos de desarrollo correspondientes a los enormes yacimientos
de Rumalia y sus reservas de 17 mil millones de barriles. BP mantiene
un 38 por ciento de interés, mientras que CNPC un 37 por
ciento de acciones. El plan es estimular la producción
desde 1 millón de barriles a 2,85 millones de barriles
por día, lo cual generaría ganancias de dos mil
millones de dólares al año.
La única decepción para las transnacionales es
que los contratos no están basados en el modelo del Acuerdo
de Producción Compartida (APC), el cual da acceso hasta
el 40 por ciento de los ingresos totales de un yacimiento petrolero.
Hasta los corrompidos individuos que componen el gobierno iraquí
rechazaron la entrega de los más grandes yacimientos petroleros
bajo tales condiciones. En vez de eso, los tratos son clasificados
como acuerdos de servicios. Esto ha permitido al Primer
Ministro Nouri al-Maliki y su ministro de petróleo, Hussain
al Shahristani, ignorar al parlamento y a la falta de una ley
de hidrocarburos que regule la industria de energía.
Tratos adicionales están pronto a ser finalizados. Un
consorcio constituido por la compañía italiana Eni,
Occidental de los EE.UU. y Kogas de Corea del Sur ha firmado un
acuerdo tentativo para el yacimiento petrolero de Zubair, que
posee reservas de 4 mil millones de barriles. Eni, el gigante
japonés Nippon Oil y la firma española Repsol han
presentado una oferta para explotar un yacimiento en Nasiriyah,
el cual mantiene reservas de tamaño similar. En el norte
de Irak, Royal Dutch Shell está negociando un contrato
para desarrollar áreas inexploradas del yacimiento petrolero
de Kirkuk, el cuál, se presume, posee tanto como 10 mil
millones de barriles en reservas a pesar de haber estado en producción
desde 1934.
Después de haber exigido, al comienzo, mejores términos
de contrato, las compañías de energía están
aceptando modernizar yacimientos existentes con la esperanza de
obtener una buena posición cuando otros contratos más
lucrativos, basados en el modelo del APC, por otros 67 yacimientos
sin explorar sean subastados más tarde este año
o el próximo año. A pesar de que tardó más
tiempo de lo anticipado, los más importantes conglomerados
de energía calculan que Irak está suficientemente
estable como para empezar a invertir dinero y así expandir
ampliamente la producción petrolera del país. El
primer paso de este proceso ya ha sido tomado con la apertura
de la industria petrolera iraquí, nacionalizada en 1975,
a los inversionistas extranjeros.
Resaltando la naturaleza neo-colonial de esta operación,
dos ex-oficiales estadounidenses de alto rango de la administración
Bush están actualmente facilitando acuerdos corporativos
en Irak. Jay Garner, el primer jefe de la administración
de la ocupación estadounidense en Irak posteriormente a
la invasión, es un consejero de la compañía
de energía Vast Exploration, la cual tiene intereses de
37 por ciento en un yacimiento en el norte kurdo. Zalmay Khalilzad,
ex embajador a Afganistán, Irak y las Naciones Unidas,
ha establecido su propia firma de consultoría corporativa
en la ciudad kurda de Irbil.
La invasión y ocupación estadounidense de Irák
fue siempre una guerra por recursos energéticos. Más
de un millón de iraquíes han sido asesinados, millones
más han sido mutilados y traumatizados, ciudades e infraestructuras
destruidas y decenas de miles de soldados estadounidenses han
muerto o han sido heridos con el fin de lograr la dominación
estadounidense de las amplias reservas petroleras de Irak como
parte de sus más amplias ambiciones en el Oriente Medio
y Asia Central.
Los EE.UU. fallaron en alcanzar sus objetivos regionales más
amplios después de la primera Guerra del Golfo en 1990-91.
El régimen de Hussein permaneció en el poder y a
pesar de continuas sanciones por parte de las Naciones Unidas,
el gobierno Iraquí firmaba contratos con compañías
como el gigante petrolero francés Total y Lukoil. A partir
de los finales de los noventa, Rusia y los poderes Europeos estaban
presionando por el levantamiento de las sanciones para permitir
a estas compañías llevarse los beneficios. La guerra
se volvió el único medio de prevenir que los intereses
corporativos estadounidenses sean excluidos.
Los conglomerados energéticos de los EE.UU. no fueron
espectadores pasivos. Altos representantes de Exxon-Mobil, Chevron,
Conoco-Phillips, BP America y Shell tomaron parte en charlas a
comienzo del 2001 con el Comité de Trabajo sobre Energía
encabezado por el Vice Presiente Dick Cheney. Un documento preparado
para las discusiones incluía un mapa detallado de los yacimientos
petrolíferos, terminales y oleoductos de Irak y una lista
de compañías extranjeras que estaban preparándose
invertir en el país. Un reporte de Mayo del 2001 por el
Comité de Trabajo declaró rotundamente el objetivo
de los EE.UU.: El golfo será el centro de atención
primario de la política energética internacional
de los Estados Unidos.
Los ataques terroristas del 11 de Setiembre fueron aprovechados
para proveer un pretexto para la guerra. Las mentiras sobre las
armas de destrucción masiva de Irak fueron mezcladas con
otras mentiras sobre un vínculo iraquí con Al Qaeda.
En el periodo anterior a la invasión, ejecutivos de la
industria petrolera se encontraron repetidamente con los oficiales
de la administración Bush. Como el Wall Street Journal
comentó el 16 de Enero del 2003: Las compañías
de petróleo estadounidenses están empezando a prepararse
para el día en que ellas puedan tener la oportunidad de
trabajar en uno de los países más abundantes en
petróleo.
Habiendo ahogado en sangre al pueblo iraquí, la oligarquía
financiera y corporativa estadounidense ahora cree que el momento
finalmente ha llegado. Mientras que las corporaciones estadounidenses
no son las únicas beneficiarias de los contratos, no hay
duda que sobre quién tiene la última palabra por
el petróleo de Irak. Con enormes bases militares en el
país y un régimen en Bagdad atado a Washington,
los EE.UU. está posicionado para dictar términos
a sus rivales Europeos y Asiáticos y, en medio de crecientes
tensiones entre las grandes potencias, para ejercer la amenaza
de recortar sus suministros de petróleo, un largo principio
de la política estratégica estadounidense.
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