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Departamento del Estado se define hacia el golpe militar en Honduras

Por Bill Van Auken
12 Agosto 2009

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Este artículo apareció en nuestro sitio el 7 de agosto, 2009. Fue originalmente publicado en inglés.

En una carta oficial dirigida al miembro Republicano más importante del Comité sobre Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, el Departamento del Estado del país emitió lo que hasta ahora ha sido su declaración más clara pertinente al golpe de estado en Honduras.

La carta, dirigida al Senador Richard Lugar, tenía un propósito: suavizar las críticas de los Republicanos al gobierno de Obama debido a que éste presuntamente apoya al derrocado mandatario de ese país, Manuel Zelaya. La derecha Republicana lo ha pintado como peligroso aliado de Hugo Chávez, presidente venezolano.

La carta del Departamento del Estado comienza por asegurarle al Senador Lugar que la idea que el gobierno de Obama apoya a Zelaya proviene de un mal entendimiento.

“Nuestra política y estrategia para participar no se basa en apoyar a ningún político o individuo en particular”, escribe Richard Verma, ministro asistente para asuntos legislativos en el Departamento del Estado. “Más bien se basa en encontrar la solución que mejor sirva al pueblo hondureño y a sus aspiraciones democráticas”.

Verma señala en la carta que la Secretaria Hilary Clinton había conversado con Zelaya y con el dirigente del grupo golpista que lo derrocó, Roberto Micheletti. Washington ha llamado a este último el “presidente de facto”, lo que indica que a ambos se les considera igual.

La carta, fechada el 4 de agosto, culpa a Zelaya de provocar el golpe del 28 de junio. En ese evento, fuerzas militares lo raptaron del palacio presidencial y lo forzaron, a punta de pistola, a abordar un avión que lo llevó al exilio. La carta también deja claro que la Casa Blanca de Obama no tiene la menor intención de escuchar las súplicas de Zelaya, cada vez más frecuentes, para que se impongan significantes sanciones contra el régimen golpista.

“Condenamos con gran vigor las acciones del 28 de junio”, dice la carta. “También reconocemos que el Presidente Zelaya, al insistir en acciones provocativas, contribuyó a la polarización de la sociedad hondureña que resultó en la confrontación que desató los eventos que terminaron en su deposición”.

Las “acciones provocativas” de Zelaya consisten en haber tratado de presentarle al pueblo un plebiscito para averiguar si una asamblea constituyente que revisara la constitución de Honduras tenía apoyo popular. Éste es un documento totalmente reaccionario, impuesto por los militares y John Negroponte - quien en esa época era el embajador de Estados Unidos en el país - hacia finales de la última dictadura militar en 1982.

La oligarquía hondureña, para las cual los medios de prensa de Estados Unidos funcionan como altoparlante, ha fomentado la idea de que el proyecto de Zelaya no era más que una artimaña para cambiar la constitución y eliminar las restricciones sobre los plazos presidenciales. De ese modo podía quedarse en el poder indefinidamente. Pero el golpe dejó al voto en el aire, y no se llegó a saber si el pueblo favorecía — por medio de los comicios de noviembre — un referéndum para establecer la asamblea constituyente que eligiera al presidente. En todo caso, Zelaya no es ilegible para postularse en esas elecciones presidenciales; los resultados del referéndum no habrían importado.

“Hemos rechazado llamados a que se impongan sanciones catastróficas y hemos dejado claro que todos las naciones deberían facilitar una solución sin abogar por la violencia y con respeto a los principios de la no-intervención”, declara la carta.

En su papel de hipócrita y mojigato, el Departamento del Estado de Estados Unidos no tiene par. La manera fraudulenta en que el gobierno de Obama trata de expresar su política hacia Honduras como si ésta se basara en principios transcendentes no hace otra cosa que causar risas.

Pero Washington nunca ha tenido ningún problema con imponer y mantener, por casi 50 años, “sanciones económicas catastróficas” contra Cuba tanto bajo gobiernos Republicanos como Demócratas, inclusive el de Obama, simplemente porque Washington se opone al gobierno de Castro. Claro, en Honduras Micheletti y sus generales se han comprometido a defender los intereses empresariales en el país en vez de expropiarlos. Y también a mantener las condiciones opresivas que aseguran la mano de obra más barata posible para tales corporaciones transnacionales como Nike, Adidas y Gap. Si en realidad existe un “principio” en este asunto, es el más elemental: las ganancias privadas.

En cuanto al llamado a todos los países para que faciliten “una solución sin abogar por la violencia”, es imposible que se la haya escapado de la mente al gobierno de Estados Unidos — a pesar del apagón acerca de noticias acerca de Honduras que la prensa ha impuesto — que la violencia desatada contra los trabajadores, estudiantes y otros adversarios del golpe ha alcanzado un nivel tan bestial como no se ha visto desde la dictadura casi 30 años atrás.

En los últimos acontecimientos, cientos de policías antimotines invadieron la Universidad Autónoma de Honduras y atacaron a miles de estudiantes que se manifestaban en contra del golpe. Los policías y las tropas militares usaron porras (macanas), gas lacrimógeno, y tanques de guerra montados con cañones de agua. También se escucharon disparos esporádicos. Entre los que fueron tirados al suelo y apaleados por los guardias de asalto se encontraba la rectora de la universidad, Julieta Castellanos, quien se acercaba a los soldados con un panuelo blanco al aire para negociar un fin al ataque.

Esta furia desenfrenada le sigue a ataques violentos contra manifestaciones pacíficas en Tegucigalpa y San Pedro Sula, en las que los policías y tropas de soldados golpearon y arrestaron a manifestantes al mismo tiempo que atacaban a corresponsales de la prensa para no dejar que filmaran esos actos. Siguiendo esta misma línea de violencia, los militares ordenaron la clausura “Radio Globo”, uno de los pocos medios de prensa en Honduras críticos del golpe, acusándolo de fomentar la sedición.

Maestros, trabajadores, activistas políticos y sindicalistas han caído muertos en las calles o asesinados por escuadrones de la muerte. Miles han sido golpeados o arrestados ilícitamente. Pero del gobierno de Obama y del Departamento del Estado de Estados Unidos no ha habido la más mínima palabra de protesta en contra de esta violencia, porque la considera legal y merecida.

Mientras justifica el golpe en nombre de la presuntamente sagrada constitución hondureña, a Washington poco le interesan que las fuerzas militares sistemáticamente extingan los derechos que ese documento formalmente garantiza. La única inquietud del Departamento del Estado estadounidense es que no se “abogue por la violencia”; es decir, exhorta a los trabajadores y oprimidos de Honduras a que no resistan la represión de la dictadura.

Y en cuanto al “respeto a los principios de la no-intervención”, toda la historia de Honduras está repleta de las intervenciones de Estados Unidos, con el mismo Departamento del Estado, en complicidad con la empresa United Fruit (luego United Brands), engendrando varios golpes para proteger los intereses de esta última. A finales de los 1970 y a principios de los 1980, el país se convirtió en una base tanto para las actividades a favor de los contra en Nicaragua como de la contra insurgencia en El Salvador. Ambas operaciones se llevaron a cabo con el respaldo y apoyo del Pentágono y la CIA.

Aquellos que han tenido la mayor influencia en la formulación de la política de Estados Unidos hacia Honduras - Thomas Shannon, ministro asistente del departamento del estado encargado con las relaciones con Latinoamérica y Hugo Llorens, embajador estadounidense en Tegucigalpa - sirvieron bajo el gobierno de Bush. Llorens fue asesor de Bush sobre la seguridad nacional respecto a asuntos andinos en Sudamérica cuando ocurrió el golpe venezolano con el respaldo y apoyo de Estados Unidos en abril, 2002. Por su parte, Shannon fue ministro asistente en el Departamento del Estado con miras hacia la misma región sudamericana. Ambos fueron figuras centrales en ese fracaso golpista tramado por Washington. Y justamente semanas antes del reciente golpe en Honduras, ambos se habían reunido con los políticos y comandantes militares que derrocaron a Zelaya.

Además, las fuerzas militares de Estados Unidos siguen jugando un papel importantísimo en Honduras; la Fuerza “Bravo” de Operaciones en Conjunto del Comando del Sur de Estados Unidos, por ejemplo, cuenta con más de4 600 tropas que funcionan de la base aérea Soto Cano. La influencia del Pentágono sobre las fuerzas militares del país, a la cual pertenecen más 11,000 personas, es tan abrumadora que no se puede creer que los generales criollos puedan llevar a cabo un golpe de estado sin el permiso y la aprobación de Estados Unidos.

La carta del Departamento del Estado a Lugar sirve para disipar toda ilusión que el gobierno de Obama está listo para intervenir en nombre de Zelaya.

La derecha Republicana recibió la carta con alabanzas categóricas. El Senador Republicano Jim DeMint, del estado de Carolina del Sur, quien es integrante del comité sobre relaciones exteriores, dijo: “Estoy contento de saber que el Departamento del Estado por fin comienza a redefinir su apoyo a Manuel Zelaya y a admitir que sus acciones ‘provocativas' fueron las responsables por sacarlo del poder”. DeMint denunció al depuesto mandatario hondureño por haber “quebrado la ley y tratar de convertirse en un dictador tipo Chávez”. Pero en estos ámbitos del poder en estados Unidos se le hace caso omiso al hecho que tanto Zelaya como Chávez fueron popularmente elegidos y que Micheletti y los generales hondureños no.

Michael Shifter, analista de antigüedad con Inter- American Dialogue, grupo intelectual auspiciado por ciertas empresas, le declaró al Wall Street Journal que “Algunos considerarán que el titubeo de Washington es una señal que el gobierno puede esperar hasta las elecciones y que el precio que pagan por ser aislados internacionalmente, aunque alto, es preferible a los riesgos de permitirle a Zelaya que regrese”.

Pero ese titubeo no ha sido verdad. Los Estados Unidos dio por lo menos un respaldo implícito al golpe. Luego de Zelaya haber sido depuesto, Washington trató de consolidar los fines políticos del golpe al organizar un proceso de mediación encabezado por Carlos Arias, presidente costarricense. Estas negociaciones le han proporcionado al régimen golpista la oportunidad para usar el tiempo que queda del plazo de Zelaya como cubierta; simulan que se interesan en las negociaciones mientras que repetidamente reiteran el núcleo de su postura: que a Zelaya sólo se le permitirá regresar al país para ser enjuiciado por traicionar a la patria.

El llamado Acuerdo de San José que Arias elaborara es una propuesta reaccionaria que forzaría a Zelaya a funcionar como presidente títere de un régimen controlado por los que lo derrocaron. A los políticos y comandantes militares que organizaron el golpe y la represión brutal que ha seguido se les ofrecería amnistía por los crímenes que perpetraron. Y a Zelaya se le prohibiría hacer la menor sugerencia para enmendar la constitución hondureña.

Zelaya repetidamente ha declarado que está dispuesto a aceptar este plan, a pesar de la intransigencia que Micheletti y los generales han mostrado en rechazarlo.

Zelaya ha basado toda su estrategia en suplicarle a Washington que lo restaure al poder bajo los términos humillantes del acuerdo que Arias ha tramado.

Dirigiéndose a la prensa de la Ciudad de México, Zelaya le hizo hincapié al hecho que su restauración al poder era importante para la seguridad de Estados Unidos. Añadió que si a golpes derechistas se les permitía tener éxito, “también los pueblos tendrán derecho a escoger el camino para defenderse”. Y añadió que “"si nace la violencia en la derecha, volverá a renacer la violencia de los grupos sociales que dejaron las armas después de la caída del Muro de Berlín".

Aunque concedió que varios elementos derechistas en Washington pueden haber fomentado el golpe, Zelaya exoneró al gobierno de Obama. “Creo que Obama está tratando de ser fuerte...Hay que darle tiempo”. Exhortó a Washington que impusiera sanciones más fuertes. Extendió el brazo y apretó el puño, diciendo que “Estados Unidos sólo hace así la mano, y el golpe se termina en cinco segundos".

Mientras las masas de trabajadores, campesinos y estudiantes hondureños valientemente han resistido al golpe a pesar de la represión creciente, Zelaya ha mostrado que no tiene la menor independencia del imperialismo yanqui, el cual, a fin de cuentas, es la sombra detrás de su derrocamiento.

La cuestión primordial en Honduras es la creación de un movimiento político de las masas de trabajadores, campesinos y estudiantes, independiente de todos los sectores burgueses y su Partido Liberal, que una a los trabajadores hondureños con los pueblos trabajadores de Centroamérica, el Hemisferio Occidental e internacionalmente en la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

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