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¿Qué ha logrado la escalada militar estadounidense
en Iraq?
Por James Cogan
31 Diciembre 2007
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el autor
Este artículo apareció por primera vez en
nuestro sitio, en su inglés original, el 24 de diciembre,
2007.
El descenso de la cantidad de bajas militares estadounidenses
y de víctimas civiles iraquíes en los últimos
seis meses ha llevado a quienes apoyan la ocupación de
Iraq a afirmar que el aumento de tropas a más de 160.000
este año - lo que se ha llamado oleada - ha
sido un éxito total.
Por ejemplo, el senador John McCain ha covertido su estridente
defensa del envío de más tropas a Iraq la piedra
angular de su intento para convertirse en el candidato presidencial
Republicano en 2008. Un nuevo anuncio publicitario para promover
su campaña hace constar: Un hombre [McCain] nos advirtió
que estábamos fracasando en Iraq y nos dijo que podíamos
dar un nuevo rumbo a las cosas con más tropas y una estrategia
diferente. Fue criticado severamente, pero se atuvo a lo que él
sabía que era lo correcto. Hoy esta estrategia está
dando resultados. El 17 de diciembre su campaña recibió
el apoyo del Demócrata Joe Lieberman, quién se presentó
junto a él en el estado de New Hampshire y afirmara con
entusiasmo que, debido al aumento de tropas, Estados Unidos estaba
al fin ganando la guerra en Iraq.
Los medios de comunicación estadounidenses han hecho
una valoración similar al citar diferentes estadísticas
como prueba del éxito. Las 38 víctimas mortales
estadounidenses de octubre y las 37 muertes de noviembre son las
cifras mensuales más bajas desde la invasión de
marzo, 2003. La cifra mensual pertinente a los ataques llevados
a cabo por la resistencia contra las fuerzas estadounidenses e
iraquíes ha disminuído de 5.000 a principios de
año a 2.000.
Se han calmado las luchas sectarias chiíes-sunníes
y las matanzas que se encarnizaron tras la destrucción
de la mezquita chií de Al-Askariya de Samarra en febrero
de 2006, con unos 560 civiles muertos documentados por las agencias
de noticias en noviembre frente a la cifra de entre 1.500 y 3.000
al mes en los años 2006 y 2007. En el frente económico,
la producción de petróleo y de electricidad ha aumentado
moderadamente.
Basándose en estas cifras, el Pentágono ha declarado
que estaba programado a reducir para mediados de 2008 la cantidad
de soldados estadounidenses en Iraq al nivel anterior a la oleada:130.000
soldados. El acuerdo firmado el mes pasado entre Estados Unidos
y el Primer Ministro iraquí, Nouri al-Maliki, prevé
que para finales de 2009 la presencia estadounidense se reducirá
a aproximadamente 50.000 tropas que no realizarán ningún
papel en mantener el orden cotidiano o de combate.
Pero en las auto felicitaciones efusivas en Washington no cabe
ninguna inquietud, por lo que la invasión y ocupación
estadounidense durante los últimos cuatro años y
medio le ha causado al pueblo iraquí. El país ha
quedado convertido en una tierra baldía de ciudades devastadas
e infraestructuras destrozadas. Ha muerto más de un millón
de personas y millones más han quedado mutiladas o traumatizadas.
Más de dos millones de iraquíes han huido completamente
del país, mientras que otros dos millones se han convertido
en refugiados internos. La economía se ha venido abajo
con una tasa de desempleo superior al 40%. La enfermedad y la
desnutrición se han extendido por todas partes.
A pesar de todo el optimismo en Washington en relación
a las últimas cifras, un análisis más considerado
revela que la oleada, lejos de acabar con el atolladero
que Iraq supone para el imperialismo estadounidense, ha empeorado
cualitativamente la crisis. El gobierno de Bush ha fracasado en
lograr su objetivo declarado de crear un gobierno iraquí
pro-estadounidenses que sea aceptado como legítimo por
la mayoría de la población iraquí. En vez
de ello, la política estadounidense a lo largo de este
año ha minado al ya disfuncional gobierno títere
de Bagdad y ha exacerbado dramáticamente las divisiones
étnicas y sectarias dentro del país.
El despliegue de 30.000 soldados adicionales en Bagdad y en
la provincia occidental de Anbar iba dirigido a crear un momento
de descanso para los esfuerzos políticos cuyo fin es acabar
con los ataques guerrilleros constantes contra las fuerzas estadounidenses
y la asesina guerra civil entre las milicias vinculadas a los
partidos chiíes que dominan el gobierno iraquí respaldado
por Estados Unidos y las organizaciones de resistencia contra
la ocupación, quienes en su mayoría son sunníes.
El gobierno de Bush exigió que el gobierno del Primer
Ministro Nouri al-Maliki ofreciera una serie de incentivos al
estrato dirigente predominantemente sunní, que bajo el
regimen baathista anterior ejercía el poder, para que se
uniera a un gobierno de unidad nacional y utilizara
su influencia para que cesara la resistencia.
Las principales exigencias o parámetros
estadounidenses eran acabar con la política de des-baathificación
que impedía al los ex-baathistas de antigüedad ejercer
cargos políticos o militares; una ley sobre el petróleo
que especificara el reparto de los ingresos del petróleo
entre las provincias iraquíes y garantizara el flujo de
riqueza hacia las zonas de mayoría sunní de pobres
recursos; y elecciones provinciales para fines de año que
permitieran a los partidos sunníes, que habían boicoteado
las primeras elecciones, tomar el control de las provincias sunníes.
No se ha logrado ninguno de estos parámetros. Maliki
no fue capaz de superar la oposición dentro de los partidos
chiíes a las medidas dictadas por Estados Unidos para aumentar
las concesiones a sus enemigos baathistas. De hecho, los intentos
de hacerlo causaron una ruptura en la coalición chií
con la salida del gobierno de la facción leal al clérigo
Moqtada al-Sadr.
Lejos de la unidad nacional, el año 2007
ha presenciado la intensificación de la carnicería
sectaria por parte de los elementos más extremos de los
chiíes y los sunníes, quienes en gran parte lograron
establecer su programa de forjar bases homogéneas de poder
en diferentes partes del país. Analistas serios han llegado
a la conclusión de que la principal razón de la
disminución de la violencia interna iraquí se debe
a la finalización de esta limpieza sectaria y no al despliegue
de miles de tropas estadounidenses adcionales.
El 17 de diciembre, el comentarista de la Institución
Brookings, Ivo Daalder, escribió: La violencia sectaria
ha conseguido holgadamente obligar a los sunníes a salir
de las zonas chiíes y a éstos de las sunníes.
Una mirada a un mapa de los sectores étnicos de Bagdad
lo refleja: lo que antes eran barrios mixtos ahora son mayoritariamente
sunníes o chiíes. La violencia ha causado un movimiento
de personas a gran escala. Uno de cada seis iraquíes o
bien ha abandonado por completo el país o bien es desplazado
interno. Gran parte de este movimiento ha hecho secciones del
país más homogéneas étnicamente y,
por consiguiente, ha contenido una fuente principal de la violencia.
El ejército estadounidense no hizo nada para impedir
que se produjera la limpieza étnica. En vez de ello, ha
ayudado a la segregación al levantar muros de hormigón
de 12 pies de altura alrededor de los suburbios sunníes
de Bagdad que han transformado a la ciudad en una serie de ghettos
aislados. A principios de diciembre un residente del distrito
de Ghazaliya le dijo al Christian Science Monitor: Iraq
es una prisión y yo ahora vivo en mi propia pequeña
prisión.
Por todas partes en la capital, así como por todo el
país, el ejército estadounidense ha dejado de aparentar
que ha tratado de desarrollar la autoridad del gobierno iraquí.
En vez de ello, siguió la política de hacer convenios
asombrosos con suburbios o distritos dominados por cualquier fuerza
de milicias o formación política.
En el barrio pobre de Sadr City, densamente poblado por trabajadores
chiíes, se han llegado a acuerdos con representantes de
la milicia del ejército de Mahdi de Moqtada al-Sadr, a
la que se culpa de la mayor parte de la violencia contra los sunníes.
A cambio de la promesa de entregar a elementos recalcitrantes
que atacan al ejército estadounidense, se ha permitido
a la milicia de Sadr gobernar abiertamente gran parte de la capital,
inclusive las zonas que ellos ha purgado de los habitantes sunníes.
En los enclaves sunníes aislados por un muro, el ejército
estadounidense ha ido más lejos y de hecho ha reclutado
a resistentes y milicias sunníes dentro de grupos
de ciudadanos locales. A sus integrantes se les paga 300
dólares al mes por no atacar a los soldados estadounidenses,
mientras que se le permite a sus dirigentes gobernar como modernos
vasallos feudales.
El pago por parte del ejército estadounidense a las
milicias se extiende por todo el denominado Triángulo Sunní
en el centro de Iraq. Se calcula que a lo largo del año
pasado tribus sunníes y grupos de ciudadanos locales
han formado 192 grupos armados diferentes con más de 77.000
combatientes. Las milicias sunníes también han ayudado
al ejército estadounidense a dar caza a las organizaciones
fundamentalistas islámicas, tales como Al Qaeda en
Iraq, que continúan con la resistencia. Para los
dirigentes sunníes esto es una oportunidad para asegurar
mayor influencia política bajo la ocupación estadounidense.
Estados Unidos tiene varios motivos para reclutar su ayuda.
Esta política empezó en la provincia de Anbar como
un intento pragmático y un tanto desesperado de contener
la cantidad de víctimas estadounidenses y permitirle al
gobierno de Bush afirmar que se estaba progresando. A medida que
procede, Washington ha reconocido que las milicias sunníes
son un útil contrapeso al gobierno de Maliki en un momento
en que Estados Unidos está preparando el ataque militar
al país vecino chií, Irán. Puede que en caso
de guerra, las milicias sunnís anti-chiís y anti-Irán
sean utilizadas para contrarrestar la oposición de los
chiíes iraquíes.
El resultado absoluto ha sido una continua marginación
del gobierno central de Iraq. En vez de crear un régimen
de unidad nacional, Estados Unidos ha patrocinado
la creación de una miríada de feudos sectarios en
los que los señores de la guerra que gobiernan las milicias
se imponen por medio de una combinación de terror, criminalidad
y la oferta de alguna protección a una población
desesperada y golpeada por la pobreza. En la mayoría de
las zonas, la policía generalmente está controlada
por la milicia local dominante, como lo está el gobierno
en la medida en que existe.
La fragmentación se extiende desde Bagdad hasta el último
rincón del país. Aunque la táctica de dividir
y conquistar puede haber ocasionado una disminución en
la cantidad de ataques a las fuerzas estadounidenses, a fin de
cuentas dificulta cada aspecto de la actividad social y económica.
Los servicios básicos no están a disposición
de todo el mundo simplemente porque están localizados en
una zona sectaria rival o suministrados por ésta. La ocupación
estadounidense no sólo ha destruido la economía,
sino que ha creado unos enormes obstáculos políticos
para cualquier reconstrucción lógica.
Iraq es actualmente el tercer país más corrupto
del mundo. Por ejemplo, se calcula que desde 2004 se ha robado
$18.000 millones de fondos al gobierno iraquí. Más
de una tercera parte de todos los fondos estadounidenses para
la reconstrucción iraquí simplemente
ha sido robada y ha terminado en los bolsillos de los diferentes
agentes en el poder.
La mayoría preponderante del pueblo iraquí se
opone firmemente a todo tipo de presencia estadounidense en el
país. Según una encuesta reciente llevada a cabo
por ABC/BBC, el 98% de los sunníes y el 84% de los chiíes
desean que el ejército estadounidense se vaya de su país.
Los ataques a los soldados estadounidenses han disminuido bastante,
pero todavía continúan a un ritmo de más
de 60 al día y, según la encuesta, los apoya el
93% de los sunníes y el 50% de los chiíes.
Lejos de estabilizar a Iraq, el ejército
estadounidense ahora se enfrenta a una situación extremadamente
inestable con tropas estacionadas en bases de vanguardia al descubierto
que mantienen a los barrios étnicamente limpios y a los
distritos separados. Aunque la mayoría de las diferentes
milicias se odian unas a otras, siguen oponiéndose implacablemente
a la ocupación estadounidense. En las tácticas estadounidenses
no hay nada nuevo o novedoso, ya que suponen una vuelta a la política
colonial clásica del divide y vencerás.
Cualquiera de los factores puede causar que este precario castillo
de naipes se derrumbe en un santiamén.
Toda noción de que en unos pocos años Iraq se
convertirá en un acomodaticio Estado cliente de Estados
Unidos es una quimera. Sólo por medio de la ocupación
permanente del país, de la represión de la oposición
iraquí y de un constante flujo de soldados muertos y heridos
que vuelven a Estados Unidos se puede seguir adelante con la ambición
imperialista de dominar los recursos petrolíferos de Iraq
y de utilizarlo como una plaza fuerte en Oriente Próximo.
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