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Resurge el concenso pro-bélico luego de las elecciones
en Estados Unidos
Por Declaración del Comité de Redacción
20 Noviembre 2006
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el autor
Según la opinión general, las elecciones de la
semana pasada fueron un plebiscito sobre la guerra en Irak en
el que el pueblo de Estados Unidos expresó enfáticamente
su oposición a la ocupación de ese país y
sus deseos para el rápido retiro de todas las fuerzas militares
estadounidenses.
Han trascurrido siete días desde entonces, dominado
por un intenso debate entre telones por medio del cual la clase
gobernante conspira para proteger los intereses estratégicos
del imperialismo estadounidense en el Oriente Medio y así
asegurar la continuación de la ocupación militar
de Irak y frustrar el resentimiento popular contra la guerra.
A pesar de grandes diferencias que existen en la clase gobernante
acerca de la manera en que el gobierno de Bush conduce la campaña
militar en Iraksobre o la ignorancia y forma descabellada
en que analiza los complejos problemas de la política extranjeraningún
sector importante de la clase gobernante propone que las fuerzas
militares estadounidenses se retiren de Irak. Toda acción
de semejante índole sería considerada una derrota
militar; significaría un retroceso devastadora para los
intereses mundiales y regionales del imperialismo estadounidense.
Los debates internos que toman lugar en la capa gobernanteDemócrata
tanto como Republicanaencargada de formular la política
tienen un objetivo: forjar un nuevo consenso estratégico
sobre el futuro de la trayectoria de la política estadounidense
en el Oriente Medio. Aunque la intensidad del sentimiento anti
bélico que las elecciones expresaron sacudió y dejó
atónitos a ambos partidos, sus dirigentes no tienen la
menor intención de permitirle a las masas de Estados Unidos
determinar los objetivos de la política extranjera del
país.
Existe cierta consciencia, por cierto muy perspicaz, que el
debate oficial sobre la guerra en Irak no debe permitirle expresión
a exigencias populares para el retiro inmediato de las fuerzas
militares estadounidenses. Pero al mismo tiempo se teme muy ampliamente
que el statu quo, representado por la política del
gobierno de Bush, tampoco es viable. Hay que haber varios cambios,
pero nadie está seguro de lo que son.
Como expresara el columnista Thomas Friedman del New York
Times en un artículo publicado el 8 de noviembre: Estas
elecciones son las últimas que deberían llevarse
a cabo acerca de Irak. Advirtió que la guerra se
ha convertido en una herida en el mismo pecho del país
que infecta su unidad interna y a su reputación en el extranjero.
Aunque inicialmente la clase gobernante se mostró algo
desorientada con las elecciones, ésta ya ha puesto en marcha
varios mecanismos para crear bases sobre las cuales fundamentar
los nuevos objetivos de la guerra contra Irak. De estos, el Irak
Study Group [Grupo de Investigación sobre Irak] ahora
surge como foco principal para reorientar la política sobre
Irak.
Toda perspectiva que tenga que ver con el retiro de tropas
de Iraq ha desaparecido rápidamente del debate sobre la
guerra. El miércoles 15 de de noviembre, el General John
Abizaid, comandante de las fuerzas en el Oriente Medio, se opuso
a todo retiro de tropas cuando presentó testimonio ante
el Comité de las Fuerzas Armadas del Senado de Estados
Unidos. Al contrario, más bien expresó que deberían
aumentar.
Ese miércoles, el New York Times, periódico
principal del liberalismo norteamericano que por mucho tiempo
ha abogado por aumentar las tropas en Irak, publicó un
artículo de primera plana titulado, ¿Salirnos
ahora? No tan rápido, dicen los expertos. El artículo
tenía su propósito: darle la oportunidad a oficiales
militares actuales y jubilados de expresar su oposición
a la postura de varios Demócratas, inclusive del Senador
Carl Levin (quien presidirá sobre el Comité de las
Fuerzas Armadas del Senado en el nuevo Congreso), que Estados
Unidos intenta comenzar a retirar tropas de cuatro a seis meses.
Pero Levin y otros no han presentado sus ideas de retirar las
tropas estadounidenses con ninguna seriedad. Su motivo es otro:
ponerle presión a las diferentes facciones de la clase
gobernante iraquí para que lleguen a un acuerdo en cuanto
a la repartición de los ingresos petrolíferos y
a la represión de la oposición a la ocupación
estadounidense. Pero hasta esta perspectiva pronto se está
descartando.
Por otro lado se encuentra John Murtha, quien actualmente compite
para ganarse el puesto de dirigente de la mayoría Demócrata
en la Cámara de Representantes [Diputados]. El público
ya lo viene conociendo desde principios de año, cuando
lanzó un llamado por el retiro inmediato de las tropas
estadounidenses. Pero se lo ha ataca por haber participado en
un escándalo de corrupción que ocurrió hace
ya 26 años. De todos modos, su postura acerca de Irak casi
ha pasado casi por desapercibida dentro de los partidos Demócrata
y Republicano
Las presiones para que el gobierno de Bush que ponga en marcha
cambios a la política sobre Irak ahora se concentra en
el Grupo de Investigación sobre Irak, comisión bipartita
autorizada por integrantes del Congreso. Al tratar de forjar cierto
tipo de acuerdo entre los dos partidos, el Grupo tiene como objetivo
despojar del debate político toda interrogante que tenga
que ver con Irak, aún cuando la ocupación continúa.
Quien crea que este grupo va a presentar recomendaciones para
ponerle fin a la guerra sólo tiene que analizar sus orígenes
y a los elementos que lo componen. El grupo se formó en
marzo, 2006 luego de varios representantes [del Congreso], en
su mayoría Republicanos muy consternados por la crisis
causada por la ocupación estadounidense, pedir que se formara.
El grupo también obtuvo el apoyo de varios Demócratas
destacados, entre ellos los Senadores Joseph Biden y Hillary Clinton.
Los integrantes del Grupo de Investigación sobre Irak
consisten, en su mayoría, de estrategas de antigüedad
de ambos partidos. James Baker y Lee Hamilton son co presidentes.
Como Ministro de Relaciones Exteriores bajo Bush padre, Baker
fue el encargado de dirigir la Guerra del Golfo Pérsico
en 1991, primera etapa de la política de intervención
estadounidense que ha resultado en una catástrofe para
el pueblo iraquí.
Hamilton, integrante de la Cámara de Representantes
por 34 años antes de salir en 1999, jugó un rol
estelar la obstrucción de la investigación del papel
que jugaran Ronald Reagan y Bush padre, en ese entonces vicepresidente,
en el escándalo Irán-Contra de la década
de los ochenta. Como vicepresidente de la Comisión 11/9,
Hamilton ayudó a encubrir el papel de las organizaciones
y los funcionarios del gobierno en los ataques del 11 de septiembre,
2001.
Los currícula vitae de los otros integrantes
de la comisión, que consiste de diez personas (cinco Demócratas
y cinco Republicanos), son similares. Tres sirvieron bajo el Presidente
Clinton, inclusive Vernon Jordan, ex asesor del presidente; Leon
Panetta, ex jefe del personal de la Casa Blanca; y William Perry,
ex Ministro de Defensa. Los tres participaron en un gobierno que
impuso sanciones bestiales y bombardeos ocasionales a Irak, lo
cual resultó en la muerte de cientos de miles de civiles.
El último Demócrata es el ex senador Check Robb.
Los Republicanos incluyen Lawrence Eagleburger, ex Ministro
de Relaciones Exteriores bajo Bush padre e integrante de la junta
de directores de Halliburton y ConocoPhillips; Edwin Meese, Fiscal
General de la Nación bajo Ronald Reagan y uno de los conspiradores
más famosos del escándalo Irán-Contra; el
ex senador Alan Simpson; y la ex juez de la Corte Suprema, Sandra
Day O'Connor.
Eagleburger es un protegido del ex Ministro de Relaciones Exteriores,
Henry Kissinger, vínculo que hay que mantener en mente
puesto que Kissinger es íntimo asesor del Presidente Bush
y rotundamente se opone a abandonar a Irak. Eagleburger siguió
a Robert Gates, quien renunció del Grupo de Investigación
sobre Irak cuando Bush lo seleccionó para reemplazar a
Donald Rumsfeld como Ministro de Defensa. Gates fue Director Asistente
de la CIA bajo Reagan cuando ésta financiaba a los fundamentalistas
islámicos en Afganistán, incluyendo a Osama bin
Laden, en una guerra indirecta en contra de la Unión Soviética.
Todos estos individuos llevan sangre en las manos. Todos defienden
los intereses del imperialismo estadounidense con ardor y entusiasmo.
Los representantes de este grupo han mantenido un silencio
hermético acerca de las alternativas bajo su consideración.
Pero no es difícil hacerse una idea de la dirección
en que se dirigen si se consideran las diferentes recomendaciones
que provienen de diferentes sectores de la clase gobernante.
De acuerdo a un artículo que el Washington Post
publicó el 9 de noviembre, no se espera que el grupo
de investigación Baker-Hamilton abogue por el rápido
retiro de tropas. Según fuentes confidenciales, más
bien la recomendación más probable será limitar
los planes para democratizar a Irak y darle más énfasis
a la estabilidad. El resultado puede ser que mayores recursos
se consagren al entrenamiento y equipamiento de los militares
iraquíes, quizás por medio de una expansión
radical de los esfuerzos de entrenamiento y asesoramiento que
Estados Unidos ofrece.
Limitar los planes para democratizar a Irak es
un eufemismo que significa lo mismo que dirigirse a sectores de
la antigua clase alta de los sunitas para ayudar a aplastar toda
oposición de la población chiíta. Entre telones
se escuchan rumores que el Primer Ministro Nouri al-Malikiquien
tiene vínculos muy íntimos con las milicias chiítas,
inclusive las de Moqtada al-Sadrva a ser reemplazado con
un hombre fuerte. En uno de sus pocos comentarios
públicos, Baker recientemente pronunció un discurso
en la Universidad de Princeton en el que advirtió que No
deberíamos pensar que vamos a ver un florecimiento de la
democracia jeffersoniana a lo largo de las orillas del Río
Eufrates.
Una de las situaciones hipotéticas más probables
es la introducción de más tropas para lanzar una
ofensiva mayor contra la población chiíta en la
Ciudad Sadr dentro de Bagdad. El senador Republicano John McCain
y otros tantos han apoyado abiertamente esta política.
Otros temas de significado más amplio bajo consideración
tienen que ver con la política de Estados Unidos hacia
otras naciones en el Oriente Medio, sobretodo Irán, Siria
e Israel.
Una de las opciones principales que el Grupo de Investigación
sobre Irak ha estado considerando es un cambio de política
hacia Irán y Siria para ayudar a estabilizar la ocupación
de país. Semejante movida requiere concesiones por parte
de Israel así como también por parte de Estados
Unidos debido a la influencia europea y rusa en el Oriente Medio.
Estas potencias tienen vínculos muy íntimos con
Irán, pero Estados Unidos no tiene ninguna presencia en
ese país.
Es muy notable que entre los diez integrantes principales del
Grupo de Investigación sobre Irak no haya un solo representante
de la facción neo conservadora de la clase gobernante;
facción del vicepresidente Dick Cheney y el Ministro de
Defensa, Donald Rumsfeld, que está a punto de partir [su
puesto como Ministro de Defensa]. Esta facción cree que
la mejor manera de defender los intereses de Estados Unidos en
el Oriente Medio es por medio de la expansión de la acción
militar, sobretodo contra Irán; política que coincide
con los objetivos de Israel de cambio de régimen en Teherán.
El Primer Ministro de Israel, Ehud Olmert, visitó a
Washington a principios de esta semana y logró que Bush
se comprometiera a continuar los esfuerzos para aislar a Irán.
El martes, el gobierno de Bush anunció que iba a establecer
un comité, distinto al Grupo de Investigación sobre
Irak y bajo sus propios auspicios, que haría sus propias
recomendaciones a mediados de diciembre; es decir, aproximadamente
al mismo tiempo que el Grupo de Investigación. Este panel,
que probablemente será organizado bajo la dirección
de Cheney, servirá de contrapeso al Grupo de Investigación.
Servirá de voz para aquellos sectores de los ámbitos
gobernantes que consideran que la mejor manera de reaccionar al
debacle en Irak es con la expansión de la acción
militar contra Irán.
Concluídas las elecciones, el pueblo de Estados Unidos
no debe darle ninguna credibilidad a los debates que ahora ocurren
en Washington. No importa cual sea la decisión que se tome
o la estrategia que se elija, los políticos la basarán
en la defensa de los intereses del imperialismo estadounidense.
El debate oficial no es acerca de si la ocupación de Irak
debería continuar o si la violencia se debería usar
para aplastar la resistencia popular de los iraquíes. Todas
las facciones están de acuerdo en cuanto a estas cuestiones
se refiere. Las diferencias tienen que ver con que hasta que punto
la diplomacia debería usarse como suplemento a la fuerza
militar y la relación de Estados Unidos a las diferentes
naciones de la región.
Los Demócratas bien aclararon su actitud hacia la guerra
cuando descartaron de plano la idea de ponerle paro a los fondos
destinados al financiamiento de la ocupación de Irak; algo
que fácilmente pudieron haber hecho en el nuevo Congreso
Demócrata usando uno de sus poderes principales: la distribución
del dinero. También han dado a conocer que están
muy dispuestos a seguir las recomendaciones del Grupo de Investigación
sobre Irak como parte de sus planes para llegar a un acuerdo con
el gobierno de Bush acerca de la política sobre Irak.
La invasión de Irak se llevó a cabo para asegurar
los intereses fundamentales de la clase gobernante de Estados
Unidos. Aunque siempre han existido diferencias acerca de cómo
el gobierno de Bush lanzó la invasiónmuy pocas
tropas, insuficiente apoyo internacional, etc.el objetivo
fundamental de asegurar el dominio del Oriente Medio por Estados
Unidos fue y continúa siendo apoyado por todos los sectores
importantes de los ámbitos políticos del país.
Es imposible parar el derramamiento de sangre en Irak siempre
que las tropas estadounidenses permanezcan en el país.
La catástrofe iraquí es resultado de su trágico
encuentro con Estados Unidos durante el último cuarto de
siglo: la manera en que Estados Unidos le dio ánimo a Irak
para que invadiera desastrosamente a Irán durante los 1980;
la invasión estadounidense de Irak por en 1991; doce años
de sanciones económicas punitivas; y por fin la invasión
del 2003 y la ocupación que hoy día sigue. Estos
son los acontecimientos que han conducido a la destrucción
casi total de la sociedad iraquí.
Esta historia dicta que el retiro inmediato y total de Estados
Unidos es la precondición absoluta y necesaria para ponerle
fin a la violencia que hoy consume a ese pobre país.
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