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Bush y los Demócratas rechazan el voto contra la guerra
en las últimas elecciones
Por el Comité de Redacción
12 Diciembre 2006
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el autor
Esta declaración del Comité de Redacción
del WSWS apareció en este web site, en su inglés
original, el 4 de diciembre del presente.
Hace siete semanas desde el 7 de noviembre, fecha en que se
celebraron las elecciones congresistas de Estados Unidos, y hasta
ahora todos los sectores de la clase gobernadora de Estados Unidos
le han dado la espalda al enorme voto contra la guerra que repudió
la política del gobierno de Bush, que le puso fin al control
Republicano de ambas cámaras del Congreso (el Senado y
la Cámara de Representantes) y colocó al Partido
Demócrata en control de todo el Congreso.
A pocos días del voto, se publicaron encuestas de opinión
popular obtenidas a boca de urna que documentaron el papel crítico
que jugó el sentimiento anti-guerra. Dos tercios de los
electores se habían opuesto a la manera en que el gobierno
de Bush conduce la guerra en Irak. De esos, el 80 por ciento votó
por candidatos Demócratas. La guerra en Irak fue el tema
más importante de estos comicios.
Luego de las elecciones, muchos funcionarios de los dos partidos
y comentaristas de la prensa han coincidido en que las elecciones
fueron un referendo de facto sobre la guerra y que el veredicto
del pueblo estadounidense fue un estrepitoso ¡NO! Las encuestas
de opinión popular a boca de urna indican que entre los
que se oponen a la guerra, la opción política más
popular es el retiro inmediato, rápido y total de todas
las tropas estadounidenses de Irak.
Ni siquiera ha pasado un mes para que el gobierno de Bush,
los dirigentes Demócratas que se alistan para tomar las
riendas del poder y los analistas de la prensa se hayan puesto
de acuerdo en descartar todo debate acerca del retiro inmediato
de Irak. Restringen severamente el debate sobre la política
de Irak. Proponen en cambio opciones que incluyen enviar miles
de tropas adicionales, un retiro parcial de las fuerzas estadounidenses
de la primera zona de combate y permitir la existencia de media
docena de bases militares dentro o cerca de Irak durante muchos
años.
Los dos periódicos más importantes del país
notaron en días recientes lo rápido que los ámbitos
oficiales descartaron toda consideración del retiro total
de tropas de Irak. David Sanger, en un artículo de primera
plana en el New York Times del 1ro. de diciembre [del presente],
portó un análisis titulado, Se desvanece la
idea de una retirada rápida de Irak. Sanger escribe:
En la cacofonía de planes que compiten unos contra
otros, acerca de cómo lidiar con Irak, la siguiente realidad
amanece: a pesar del triunfo de los Demócratas este mes
en unos comicios que se consideran como un referendo sobre la
guerra, la idea de un rápido retiro de las tropas estadounidenses
ya pronto desaparece como alternativa viable. Nota el Sr.
Sanger que esta opinión es casi unánime para Bush,
los militares del Comando del Estado Mayor, el Grupo de Estudio
sobre Irak, los Demócratas en el Congreso y el ex Presidente
Clinton.
Al día siguiente, el Washington Post publica
un artículo titulado, Las autoridades descartan grandes
cambios, no importa lo que el Grupo aconseje. El artículo
informa que el gobierno de Bush le ha notificado a sus aliados
que no le va a ceder ni solo paso en ciertos aspectos de la política
hacia Irak, no importa cuales sean las recomendaciones del
Grupo de Estudio sobre Irak o lo que recomienden los estudios
de su propio gobierno en cuanto a la política sobre Irak;
estudios conducidos por el Pentágono y el Consejo Nacional
de Seguridad.
Como hubo de esperarse, Bush expresó de la manera más
burda y arrogante posible la oposición consensual al retiro
de tropas cuando le comentó a los periodistas, mientras
viajaba a Latvia y Jordania la semana pasada, que simplemente
no es nada realista hablar sobre salidas con dignidad. Habría
sido mucho más apropiado en ese momento preguntarle sobre
el realismo de las acusaciones que él mismo
hizo contra Irak: armas para la destrucción en masa, vínculos
entre los terroristas del 11 de septiembre e Irak, la democratización
de ese país, pero ninguno de los corresponsales tuvo el
valor de hacer esa pregunta.
Más bien el Washington Post, con un editorial
publicado el 3 de diciembre, aplaudió la manera en que
Bush repudió descaradamente el veredicto del electorado
estadounidense: El Sr. Bush, a quien se le acusa con frecuencia
de no atenerse muy bien a la realidad, hizo una declaración
la semana pasada que nos pareció bastante racional: Simplemente
no es nada realista hablar sobre salidas con dignidad.
Ahora que el retiro de las tropas estadounidenses ya no es
parte del debate, los políticos en Washington más
y más se conciernen con dos problemas: los métodos
que se van a emplear para rescatar al imperialismo estadounidense
de la debacle en Irak; y con los conflictos entre los elementos
políticos de la clase gobernante y dentro del mismo gobierno
de Bush acerca de quien va a asumir la responsabilidad por semejante
desastre estratégico.
NO es cuestión de analizar honestamente quien es responsable
por la enorme pérdida de vidas, tanto irakí es como
estadounidenses, y la destrucción criminal de la fábrica
social de todo un país. Más bien es un asunto interno
de la clase gobernante para desquitárselas con alguien;
por lo consiguiente, deshace de líderes políticos
como Rumsfeld. Así uno que otro sector de los dos partidos
oficiales saca cierta ventaja política en los dos años
que quedan antes de los comicios presidenciales del 2008, y lleva
a cabo una lucha cada vez más agria dentro de la enorme
burocracia asignada al espionaje militar.
Funcionarios del Pentágono, la Casa Blanca, la CIA,
y el Ministerio de Relaciones Exteriores participan en este conflicto,
revelando secretos y críticas internas clasificadas. Durante
la última semana, los documentos secretos que se le han
entregado al Times incluyen: una crítica bastante
severapor parte de la Casa Blanca y escrita por el Asesor
de la Seguridad nacional, Stephen Hadleydel gobierno de
Maliki, quien fue instalado por Estados Unidos mismo; un estudio
por el Cuerpo de Marinos de Guerra acerca de la provincia de Anbar
que concluye que no hay ninguna posibilidad del triunfo militar
de Estados Unidos ahí; una propuesta del Ministerio de
Relaciones Exteriores para respaldar a los Chiítas en la
guerra civil irakí y abandonar toda pretensión a
la democracia y mediación entre las facciones; y lo más
reciente, un memorándum de Rumsfeld, ex jefe del Pentágono,
a Bush, fechado el 6 de noviembre (día antes de las elecciones),
que sugiere la posibilidad de tácticas alternas para el
régimen de ocupación que Estados Unidos ha creado
en Irak.
El morándum de Rumsfeld es extraordinario por dos razones:
admite abiertamente que la política de Estados Unidos en
Irak es un fracaso y que no hay ninguna explicación para
ese fracaso. Revela la devastadora crisis que ha resultado de
la ocupación, así como también la decadencia
política e intelectual de los autores principales de esta
guerra ilegal.
Al aparecer en uno de los programas dominicales de entrevistas
en la televisión, Hadley, Asesor de la Seguridad Nacional,
trató de explicar el significado del memorándum
de Rumsfeld, negando lo evidente: que el memorándum rotundamente
contradice la propaganda del gobierno de Bush durante toda la
campaña electoral del otoño acerca del progreso
y el éxito constante y seguro en Irak.
Los Demócratas y Republicanos del Senado que le siguieron
a Hadley en los programas de entrevista por lo general indicaron
estar de acuerdo con la Casa Blanca sobre un punto fundamental:
que la derrota de Estados Unidos en Irak sería un desastre
con consecuencias internacionales desastrosas que hay que prevenir
a todo costo. Es dentro ese marco cerrado que ofrecieron una variedad
de recomendaciones para evitar la derrota o por lo menos rescatar
lo más posible del fracaso del gobierno de Bush.
Habría sido difícil en varios de estos programas
determinar cual senador representaba cal partido. El senador Demócrata,
Joseph Lieberman, representando al estado de Connecticut, apareció
en el programa, Face the Nation (Frente a la
nación) y pareció mucho más pro guerra
que su contraparte Republicano, el Senador Check Hagel, del estado
Nebraska, quien públicamente ha declarado que la política
del gobierno de Bush es un fracaso.
Durante el programa de la cadena Fox, Fox News Sunday
(Domingos del Noticiero Fox), el Senador Republicano,
Lindsay Graham, quien representa al estado de Carolina del Sur
y es íntimo aliado de John McCain, propuso una intensificación
de las actividades militares de Estados Unidos en Irak, abogó
por un aumento de tropas y advirtió que la derrota de Estados
Unidos en Irak tendría un impacto devastador en todo el
Oriente Medio, incluyendo en Israel.
Graham rechazó la idea que Bush debería encontrar
campo común con los que se oponen a la guerra en Irak y
declaró; Tenemos que triunfar en Irak. Me opongo
a toda estrategia que una al país pero que pierda [a Irak].
Prefiero una nación dividida pero victoriosa que una nación
unida en la derrota.
El Demócrata que apareció junto a Graham, el
Senador Joseph Biden, representando al estado de Delaware, respondió
a esta pataleta, que pone a todos los que se oponen a la guerra
en la misma categoría de terroristas de Al Qaida, con el
siguiente comentario pacificador: Creo que Linday tiene
algo de razón, pero a fin de cuentas nada se va conseguir
a menos que haya un arreglo político en Irak.
Biden entonces se jactó de que dos años atrás
había propuesto enviar 100,000 tropas adicionales a Irak,
plan que Bush rechazó como impráctico e innecesario.
Reiteró su llamado para tomar pasos hacia la división
de Irak en tres naciones distintas: chiíta, sunnita y kurda.
Los dos partidos conspiran por extender la
guerra
Pero la entrevista que más ilumina la realidad política
fue la que se llevó a cabo con el Senador Republicano,
John Warner y el Demócrata Carl Levin en el programa Meet
the Press (Encuentro con la prensa). El primero
actualmente preside el Comité del Senado sobre los Servicios
Armados; el segundo es el Demócrata de mayor rango en dicho
comité. Ambos intercambiarán puestos en enero cunado
los Demócratas asuman control del Congreso.
Warner, de los voceros más importantes de la burocracia
de la seguridad nacional y de los jefes militares (fue Ministro
de la Marina), hizo hincapié en que al gobierno de Bush
le es necesario llegar a un acuerdo sobre la guerra con la nueva
mayoría Demócrata que ahora ingresa al Congreso.
Después de todo, dijo, El pueblo se
ha expresado en estas elecciones, bien recio, y la nueva dirigencia
es un reflejo de las voces del pueblo por todo el país.
Añadió que nuestra Constitución creó
el poder ejecutivo y el Congreso, pero el pueblo tiene el poder
en este país y ha hablado. Warner insistió
de nuevo sobre este punto con esta conclusión: Tenemos
una obligación con el pueblo de este país, quien
ha hablado en estas elecciones. Y será mejor que le prestemos
atención a lo que está diciendo.
Bajo otras circunstancias, estos comentarios no serían
nada extraordinarios. Meramente serían una repetición
de fórmulas superficiales acerca de la Constitución
y la democracia. Pero en el contexto de la actual crisis en Irak
y Washington, el senador Republicano le estaba advirtiendo al
gobierno que necesita ganarse las simpatías del Partido
Demócrata en la Cámara de Representantes y el Senado
en sus esfuerzos por seguir con la guerra. La lógica de
Warner es la siguiente: Dado que el voto por los Demócratas
expresó sentimientos anti bélicos, Bush tiene que
llegar a un acuerdo con los Demócratas para continuar expandiendo
de la guerra.
Levin, quien apareció junto a Warner se mostró
intensamente de acuerdo con Warner, confirmando que los Demócratas
están listos para negociar un acuerdo. Levin también
indicó que Robert Gates, quien Bush ha nominado para Ministro
de Defensa, recibiría pronta audiencia y rápidamente
sería aprobado. Los Demócratas no usarán
su control del Congreso ni para cancelar los fondos para la guerra
ni para bloquear el nombramiento de funcionarios comprometidos
a continuarla.
El Grupo de Estudio sobre Irak no es la única conspiración
de los dos partidos para continuar la guerra en Irak. Sus actividades
sólo son un aspecto particular de un proceso más
amplio: la colaboración de los dos partidos, ambos basados
en las grandes empresas, para privar de todo significado el derecho
al voto al pueblo estadounidense y continuar, más o menos
indefinidamente, la sangrienta y rapaz guerra que la mayoría
ha rechaza.
El mes que ha transcurrido desde los comicios del 7 de noviembre
contiene importantes lecciones. Es imposible llevar a cabo la
lucha contra la guerra en Irak dentro de los límites impuestos
por el sistema de dos partidos. La única manera de combatir
su programa reaccionario y militarista es quebrando toda alianza
con los Demócratas y Republicanos y formando un nuevo partido
político de las masas trabajadoras que se oponga a la oligarquía
empresarial y al sistema de las ganancias.
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