WSWS
: Español
Sobre los escombros de Huracán Katrina:
Estados Unidos pasa del desastre a la humillación
Declaración del Comité de Redacción del
World Socialist Web Site
9 Septiembre 2005
Utilice
esta versión para imprimir | Envíe
esta conexión por el email | Email
el autor
Esta declaración fue publicada por primera vez en
nuestro sitio, en su inglés original, el 2 de septiembre,
2005.
La catástrofe que actualmente se desenlaza en Nueva
Orleans y en la costa del estado de Mississipi que bordea el Golfo
de México se ha transformado en una humillación
que no tiene igual en toda la historia de Estados Unidos.
El sufrimiento humano, la desesperanza, la miseria, y la negligencia
que hemos visto entre los escombros de lo que una vez fuese Nueva
Orleans no han podido ser más intensos. Han dejado al desnudo,
ante los presencia del mundo entero y, más significante
aún, ante los ojos de la mismo pueblo de Estados Unidos,
la podredumbre que domina en el corazón del capitalismo
norteamericano. La reaccionaria mitología de que Estados
Unidos es el "major país del mundo" ha sufrido
un golpe del cual no va a poder recuperarse.
El huracán Katrina a sacado al aire ciertas verdades
horribles acerca de la vida contemporánea de Estados Unidos,
país que se encuentra descuartizado por las más
crueles divisiones clasistas, gobernado por una plutocracia corrupta
que no tiene ningún sentido ni de la realidad social ni
de su responsabilidad hacia el pueblo; país en que se considera
que las vidas de millones de sus ciudadanos no valen ni un centavo,
quienes no merecen el amparo de ninguna asistencia social que
les pueda brindar seguridad o alguna ayuda pública si llegara
a ocurrir algún desastre.
La reacción de Washington a esta tragedia bumana ha
sido una indiferencia grocera y delictiva. Por cuatro días
ha dejado a la gente abandonada para que se muera en las calles
de una de las principales ciudades de Estados Unidos sin brindarle
le menor asistencia. Las imágenes de sufrimiento y degradación,
tan típicas de los países en desarrollo del Tercer
Mundo, aparecen por television a diario, pero el gobierno del
país más rico del mundo no responde a la situación,
por lo menos con métodos concretos.
La tormenta que destruyó de los diques de Nueva Orleans
también reveló las horribles consecuencias ininterrumpidas
que los últimos 25 años de reacción política
y social han causado. Los verdaderos resultados de la destrucción
de los servicios sociales esenciales, el desmantelamiento de las
agencias gubernamentales a cargo de aliviar la pobreza y ayudar
durante los desastres, y el palabreo agotado incesante acerca
de la magia del "libre mercado" que va a arreglar todos
los problemas de la sociedad moderna han quedado ante millones
revelados como las mentiras que son.
Con por lo menos 100,000 personas atrapadas en la ciudad sin
electricidad, agua potable o alimentos, y ante el peligro de enfermedades
contagiosas y la muerte, el gobierno se ha mostrado incapaz de
organizar nada. Ni siquiera ha podido transportar de los hospitales
públicos a los pacientes gravemente enfermos, para no decir
ofrecer asistencia médica básica a aquellos que
el desastre ha dejado heridos.
¿Cuál fue la reacción del gobierno a esta
catástrofe natural que amenazaba a Nueva Orleans? Ponerse
a soñar con que la tormenta iba a tomar otro rumbo y que
todo el mundo se salvara como mejor pudiera. Le pidió a
los residentes que abandonaran sus hogares, pero decenas de miles
no tenían ningún modo de transportación o
eran tan pobres que les fue imposible salir de la ciudad. Terminó
por abandonarlos a su destino
La indiferencia total del gobierno hacia el sufrimiento humano,
la falta de preparación para el desastre y, lo peor de
todo, la increíble incompetencia, han dejado hasta a la
servil prensa boquiabierta.
Tan innegable y monumental ha sido el fracaso de la reacción
oficial del gobierno al desastre que el pueblo poco caso le ha
hecho a las usuales estupideces patrióticas acerca de como
el país tiene que unirse para hacerle frente a la crisis,
y a los esfuerzos para envenenar la opinion pública con
vilipendios acerca de aquellos que por falta de agua y alimentos
se han visto forzados a saquear las tiendas.
La presidencia, el Congreso nacional y los Partidos Republicano
y Demócrata todos han mostrado una falta de compasión
increíble por los cientos de miles de personas cuyas vidas
han quedado destruídas y cuyo futuro es tan incierto e
inseguro como la arena movediza, para no decir las demás
decenas de millones de personas que sufrirán los golpes
económicos que Katrina seguramente va a causar.
La estupidez, la incompetencia, y la crueldad que caracterizan
a la clase dominante que gobierna a Estados Unidos en nombre de
las empresas encuentra su expresión más definida
y repulsiva en la figura de George W. Bush.
A medida que el huracán adquiría fuerzas en el
Caribe durante dos semanas y lentamente se acercaba a la costa
de Nueva Orleans y el estado de Mississippi, Bush estaba de pasadías
en su rancho en Crawford, estado de Texas. Ahora ha quedado bien
claro que su gobierno no se molestó en hacer la menor preparación
para hacerle frente a la tormenta que se acercaba.
En una entrevista por television el jueves en el programa,
"Good Morning, America," Bush repitió su miserable
actuación del día anterior, añadiéndole
a las banalidades del miércoles que no se iba a permitirle
la menor oportunidad a los saqueadores.
El presidente se puso pálido cuando la corresponsal
Diane Sawyer, de la cadena nacional de television AB,c le preguntó
acerca de una sugerencia que las compañías petrolíferas
principales fueran forzadas a financiar el desastre con las inmensas
ganancias que han recibido del aumento de los precios del petróleo
durante los últimos seis meses. Bush respondió con
el siguiente consejo al pueblo de Estados Unidos: "enviénle
dinero en efectivo" a organizaciones caritativas.
Es decir, el gobierno no se va a comprometer a hacer ningún
gasto serio para salvar vidas, a cuidar a los enfermos y a los
necesitados, a ayudar a los desplazados y a los que han perdido
sus bienes para que puedan reencaminarse. Ni tampoco va a haber
un programa nacional, organizado y financiado centralmente, para
reconstruir a una de las ciudades más importantes de Estados
Unidos, íntimamente relacionada con los adelantos culturales,
musicales y artísticos más avanzados del pueblo
estadounidense.
Más que nada, al sufrimiento de millones no se le va
a permitir que interfiera con los intereses y las ganancias de
un grupito de multi millonarios cuyos intereses el gobierno defiende.
Más tarde durante el día, Bush describió
los resultados de las inundaciones como "un disturbio temporario".
Dennis Hastert, dirigente máximo de los Republicanos
en la Cámara de Diputados del Congreso Nacional de Estados
Unidos, cristalizó la actitud despiadada de los que están
en el poder hacia los pobres y los residents obreros de Nueva
Orleans cuando declaró el jueves "que no tiene sentido"
gastar dólares que provienen de las rentas internas para
reconstruir a Nueva Orleans. "Sería major usar tractores
y arrasarla", terminó por decir.
Aunque Hastert luego retractó sus palabras escalofriantes
ese mismo día, éstas tienen una lógica política
bien definida. Para recontruir las vidas destruidas por el huracán
Katrina require un esfuerzo mayor del gobierno en oposición
a la política basada en la privatización y en la
transferancia de la riqueza a los ricos que ambos partidos han
promulgado por décadas.
¿Puede alguna persona seriamente creer que el gobierno
actual y sus cómplices Demócratas en el Congreso
van a crear un nuevo programa para construir viviendas a precios
bajos, reconstruir escuelas y proveer empleos para los cientos
de miles que la destrucción dejó sin trabajo?
El Congreso se ha quedado casi mudo ante la catástrofe
en el sur del país. En realidad no tienen nada que decir,
pues ha votado para apoyar el programa de extrema derecha de Bush
que ha reducido enormemente los impuestos a los ricos, hecho gastos
colosales para financiar las guerras en Irak y en Afganistán,
para no decir el presupuesto eternamente expandiente del Pentágono,
y usado billones para financiar el Ministerio para la Seguridad
de la Patria.
El club de millonarios que reside en el Capitolio bien sabe
que votó para reducir tajantemente las nececidades más
elementales de la infraestructura del país, inclusive mejoras
urgentes que se habían recomendado en los sistemas contra
huracanes e inundaciones de la Costa de Golfo considerados anticuados
e inadecuados.
El Partido Demócrata, como siempre, ha fracassado en
entablar la menor oposición. Más bien, el presidente
se mostró lo más complacido cuando anunció
que el ex presidente Bill Clinton iba a irse de gira con el padre
del presidente, el ex presidente Republicano, por las regiones
devastadas para buscar donaciones caritativas. De esta manera,
el Partido Demócrata dio la señal de su solaridad
con la Casa Blanca y la política Republicana contra cualquier
compromiso de ayuda federal económica para ayudar a las
víctimas y reconstruir a las regiones devastadas por el
ciclón.
Los elementos decisivos de la actual tragedia son sociales
y políticos, no naturales. Durante las últimas tres
décadas, la clase gobernante estadounidense ha estado desmantelando
todas las regulaciones gubernamentales y pautas establecidas por
el bienestar social establecidas durante el período anterior.
La actual catástrophe es la terrible consecuencia de este
retrogreso politico y social.
La clase gobernante, obligada por la crisis de su sistema de
ganancias a subordinar, de manera cada vez despiadada, todas las
cuestiones sociales a la extracción máxima de esas
ganancias y la acumulación de las fortunas personales,
no sólo repudia esas lecciones, sino que se burla de ellas.
Franklin Roosevelt, astuto representante de su clase con visión
más amplia, tuvo que arrastrar a toda la clase gobernante,
aunque ésta pateara y gritara, hacia un programa de reformas
sociales que tenían como objetivo fundamental salvar al
sistema capitalista del peligro que la amenazaba: la revolución
social. Aún durante su presidencia, los enormes proyectos
financiados y controlados por el gobierno para fomenter el progreso
social, tales como el Tennessee Valley Authority, nunca
llegaron a convertirse en modelo para medidas más amplias
para aliviar la pobreza y la desigualdad social. Las contradicciones
y requisitos de un sistema económico basado en la propiedad
privada de los medios de producción y la producción
para el benficio privado resultó en la cancelación
de proyectos adicionales.
Desde la década de los 70 en adelante, a medida que
la crisis del capitalismo de Estados Unidos se profundizaba, la
clase gobernante de ese país ha atacado a todo el concepto
de reforma social y desmantelado todas las restricciones que bían
existido antes para frenar las actividades de las empresas.
El resultado ha sido un proceso incesante del saqueo de los
programas sociales que ha producido una concentración sin
paralelo de la riqueza en la cima de la sociedad y un nivel de
desigualdad social que excede la que dominaba durante la época
de los grandes Barones Ladrones del Siglo XVIII.
El fraude, la especulación más corrupta, y el
crimen se han convertido en fuerzas dominantes de los sectores
élites de la sociedad estadounidense. Precipitada por un
huracán, ésta es la realidad subterráea que
de repente ha sido revelada: el colapso de las formas más
elementales de la vida social.
La corrupción de la clase goberante política
y de la empresarial ha sido desenmascarada, como también
lo ha sido su incesable insistencia en que el desarrollo sin frenos
del capitalismo es la solución a todos los problemas de
la sociedad.
La catastrophe desatatada por Katrina indudablemente ha revelado
que Estados Unidos en realidad consiste de dos países:
uno para los ricos y los privilegiados y otro para la vasta gran
mayoría del pueblo trabajador al borde del precipicio social.
Y todas esas declaraciones que la Guerra en Irak, la "Guerra
mundial contra el terrorismo", y la supuesta preocupación
por la "seguridad de la patria" tienen como objetivo
la protección del pueblo de Estadeos Unidos han quedado
reveladas como lo que son: mentiras. El fracaso total en proteger
los residents de Nueva Orleans convierten a todas esas mentiras
en una propaganda grocera cuyo objetivo no es otro que encubrir
los crímenes de la clase gobernante del país y desviar
los recursos para no abastecer las necesidades más esenciales
del pueblo.
La lección más importante de Nueva Orleans es
la siguiente: los necesidades básicas de la sociedad de
masas son incompatibles con un sistema que subordina todo al enriquecimiento
de una oligarquía que controla toda la economía.
Esta lección ha de convertirse en el punto de partida
de la orientación política de las luchas del pueblo
trabajador de Estados Unidos. Sólo la formación
de un nuevo movimiento político independiente, que lucha
por la reorganización de la vida económica basada
en un programa socialista, puede mostrar la salida del caos, del
cual los eventos en Nueva Orleans son solamente un presagio terrible.
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |