WSWS
: Español
La contraofensiva de Bush en cuanto a las armas para la destrucción
en masa
Nueva ola de mentiras e intimidación
Por Por Bill Van Auken
23 Noviembre 2005
Utilice
esta versión para imprimir | Envíe
esta conexión por el email | Email
el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio por
primera vez en inglés el 14 de noviembre, 2005.
El gobierno de Bush ha lanzado una contraofensiva contra nuevas
acusaciones de que intencionalmente engañó al pueblo
estadounidense y al mundo acerca de la amenaza que presentaban
las "armas para la destrucción en masa" de Irak
y así justificar la guerra de agresión que había
planeado con muchos años de anticipación.
Que los ámbitos oficiales del poder en Washington ahora
se encuentran en las garras de este debate - más de tres
años y medio después que las tropas estadounidenses
invadieran a ese país - nos da cierta idea de la crisis
de desespero que el desastre de Irak está causando en la
clase gobernante de Estados Unidos.
No cabe duda que el catalizador de la renovada controversia
son los cargos que se le han imputado a I. Lewis "Scooter"
[Patineta] Libby, jefe del personal del Vicepresidente de la república.
Las acusaciones consisten principalmente de haber cometido perjurio
durante las diligencias de un gran jurado federal sobre el caso
acerca de la divulgación ilegal de la identidad de un agente
secreto de la CIA. Lo evidente de este caso es el objetivo de
las mentiras de Libby: encubrir las mentiras aún mucho
peores de Bush y el Vicepresidente Dick Cheney para arrastrar
al país hacia la guerra. Pero Libby es lo menor del caso.
Estamos atravesando por otro período de la historia
de Estados Unidos que confirma el antiguo y sabio refrán
de Abraham Lincoln: "A parte del pueblo se le puede engañar
todo el tiempo, y a todo el pueblo parte del tiempo, pero a todo
el pueblo no se le puede engañar todo el tiempo".
El torrencial de mentiras y propaganda que brotó de
la Casa Blanca ha regresado para atemorizar a Washington. En primer
lugar, esto se debe a presiones que resultan de la brutal guerra
colonial en Irak, donde han muerto más de 2052 soldados
estadounidenses y más de 100,000 iraquíes civiles.
Pero también se debe a las condiciones sociales que se
han deteriorado para millones y al enorme abismo que existe entre
los ricos y los pobres de nuestro país; abismo que el desastre
del Huracán Katrina hiciera tan evidente. El resultado
ha sido que muchos han comenzado a comprender la realidad.
Una serie de encuestas extraordinarias de opinión popular
durante la última semana ha mostrado lo mismo: por lo menos
6 personas de cada diez creen que Bush es un mentiroso
y más de siete en diez creen que Cheney también
lo es y que la razón que principal de ésto
es la guerra en Irak.
Una de las encuestas, llevada a cabo por el Wall Street
Journal y el Noticiero de la cadena nacional, NBC-TV,
descubrió que el 57% del pueblo de Estados Unidos - 6 de
cada 10 - cree que Bush le mintió al pueblo acerca de las
razones para lanzar la guerra.
Dudamos que "Abe el Honesto" [Abraham Lincoln] alguna
vez podría haberse imaginado una campaña de mentiras
tan enorme y obvia como la que ha lanzado el gobierno de Bush
para engañar al pueblo de Estados Unidos para que éste
acepte una guerra delictiva, para no decir el fracaso deplorable
de todos los sectores del sistema político en refutar semejantes
esfuerzos.
Este aspecto de la extraordinaria campaña basada en
la propaganda de las armas para la destrucción en masa
ha servido como arma principal de la contraofensiva de la Casa
Blanca. Bush y sus asesores acusan a los políticos Demócratas
y exigen: ¿Cómo pueden ustedes ahora criticar las
mentiras cuando siempre las apoyaron?"
El primer tiro de la contraofensiva del gobierno lo disparó
el asesor de la seguridad nacional, Stephen Hadley, quien compareció
ante el cuerpo de prensa de la Casa Blanca el jueves pasado para
insistir que "ambos, Republicanos y Demócratas, igualmente
creyeron que Irak presentaba una grave amenaza".
"Varios críticos de hoy día creyeron en
el 2002 que Saddam Hussein tenía armas para la destrucción
en masa", dijo Hadley. "Ellos declararon que así
creían, y votaron para autorizar el uso de la fuerza en
Irak porque creían que Saddam Hussein presentaba una peligrosa
amenaza al pueblo de Estados Unidos".
Fue sólo bajo la interrogación de los corresponsales
que el asesor de la seguridad nacional admitió, sin muchas
ganas, que este espionaje "inconfundible" había
estado totalmente erróneo y que su fuerte causa"
había sido completamente desacreditada cuando la invasión
por parte de Estados Unidos fracasó totalmente en encontrar
las armas iraquíes para la destrucción en masa.
Los comentarios de Bush el Día de los Veteranos el viernes
pasado siguieron los de Hadley. Parado al lado de un Humvee y
delante de una pancarta con el lema, "Estrategia para la
Victoria", Bush pronunció un discurso a un público
de soldados uniformados y grupos de veteranos que no presentaban
ningún peligro. Todos se habían reunido dentro de
un almacén en el estado de Pennsylvania.
"Cuando llegué a la decisión de sacar a
Saddam Hussein del poder, el Congreso lo aprobó con el
apoyo de ambos partidos", declaró Bush. Agregó
que "Aunque es perfectamente legítimo criticar mi
decisión o como la guerra se está conduciendo, es
profundamente irresponsable escribir la historia de nuevo, como
si hubiera empezado de otra manera. Varios Demócratas y
críticos de la guerra ahora declaran que nosotros manipulamos
el espionaje y que le mentimos al pueblo de Estados Unidos acerca
de las razones para irnos en guerra. Estos críticos están
bien conscientes que una investigación bipartita llevada
a cabo por el Senado no encontró ninguna evidencia de presión
política para cambiar la opinión de las agencias
de espionaje pertinente a los programas de armas de Irak".
El gobierno parece tener planes anticipatorios: cuando las
mentiras previas comienzan a desboronarse, hay que fabricar otras
que sirvan de apoyo. Ni la investigación que el Senado
llevó a cabo del espionaje sobre las armas para la destrucción
en masa, ni la comisión que Bush nombró - encabezada
por el Juez Lawrence Siberman - investigó la manera en
que el gobierno "manipuló el espionaje y engaño
al pueblo de Estados Unidos". Sólo investigaron la
índole del espionaje mismo.
En este aspecto, el comité de Silberman concluyó
que el espionaje había estado "totalmente equivocado"
y que había sido "uno de los peores fracasos de espionaje
en toda la historia de Estados Unidos". Debemos señalar
que fue un fracaso del cual nadie se responsabilizó, precisamente
porque lo que el gobierno quería era un informe basado
en el espionaje falso.
Desde el punto de vista técnico, es verdad que el gobierno
no trató de "cambiar las opiniones de las agencias
de espionaje"; la CIA podía pensar lo que quisiera
siempre que le diera credibilidad a la presunta evidencia que
comprobara las acusaciones del gobierno contra Irak. Pero a la
Casa Blanca no le interesaba engañar a la CIA o al Congreso
tanto como al pueblo de Estados Unidos.
Fomentando el miedo luego del 11 de septiembre
¿Cómo se pudo llevar esto? Bush habla acerca
de como la historia se está escribiendo de nuevo. Pero,
¿cuál es la historia de los preparativos y la venta
de la guerra? Es, más que nada, una grotesca falsificación
para atemorizar al pueblo, basada en la explotación de
los ataques terroristas del 11 de septiembre contra Nueva York
y Washington, para fomentar la guerra contra Irak, país
que nada tuvo que ver con esos ataques.
La pandilla derechista que se apoderado de la Casa Blanca y
del Pentágono recibió el 11 de septiembre con júbilo,
pues les sirvió de pretexto para lanzar una guerra de agresión
contra Irak por la cual habían abogado desde que terminara
la primera Guerra del Golfo Pérsico bajo Bush Padre. Ambos
gobiernos y el de Clinton se habían valido de las armas
fantasmas de Saddam Hussein para justificar los ataques militares
y las sanciones contra Irak, pero ahora presentaban la causa de
que el cambio de régimen en Irak por parte de Estados Unidos
no podía esperar.
Esto requería un diluvio de propaganda falsificada que
vinculaba al régimen de Saddam Hussein a la red terrorista
islámica de Al Qaeda y a los ataques del 11 septiembre.
Estas acusaciones fueron mezcladas con otras igualmente falsas:
que Irak estaba a punto de adquirir armas nucleares y que pronto
se las podría entregar a su presunto "aliado",
Osama bin Laden.
Ambas aseveraciones se hicieron una y otra vez antes de estallar
la guerra, hasta mucho después que las agencias de espionaje
de Estados Unidos y de otros países le habían informado
al gobierno que esta información era evidentemente falsa.
En cuanto a los vínculos con Al Qaeda, Bush y Cheney
repetidamente aludieron a cierta información, basada en
el espionaje, que habían obtenido acerca de una presunta
reunión en Praga, en abril, 2001, entre Mohammad Attaque
Washington había identificado como uno de los secuestradores
el 11 de septiembrey un espía iraquí.
Este alegato fue repetido durante meses a pesar de que el gobierno
checo, la CIA y el FBI establecieron contundentemente que esta
reunión nunca había ocurrido.
Esta semana, la revista Newsweek, citó un informe de
la CIA de enero, 2003, que había sido enviado al Congreso.
El informe muestra que "aún antes de Colin Powell
y George Powell aseverar que Saddam Hussein había entrenado
a los terroristas de Al Qaeda en el uso de armas para la destrucción
en masa, la agencia había reportado que el líder
de Qaeda capturado, que había sido la fuente de esa acusación,
no tenía conocimiento directo del asunto". Newsweek
agrega: "Un nuevo informe de espionaje del Pentágono
que ha sido desclasificado, circulado por más de un año
antes de la invasión por EE.UU. declara que lo más
probable'era que la fuente había inventado la historia
para complacer a sus interrogadores".
El informe también afirmó lo obvio: que el régimen
iraquí era "intensamente secular" y, por lo tanto,
enemigo del movimiento islámico Al Qaeda, lo cual haría
casi imposible una alianza entre los dos.
En cuanto a la amenaza de las armas para la destrucción
en masa, tenemos el informe de la compra de los tubos de aluminio
por los iraquíes junto a otro alegato: que funcionarios
de la misma nacionalidad habían tratado de comprar uranio
enriquecido de Niger. Pero las agencias de espionaje de Estados
Unidos mismo comprobaron que ambas acusaciones eran falsas. Aún
así, el gobierno continuó haciéndolas.
Fue la historia referente a Niger, que Bush incluyera en su
discurso sobre el Estado de la Nación de 2003, que llevó
al ex-embajador Joseph Wilson a criticar ferozmente en público
las mentiras del gobierno. Wilson había sido enviado al
país africano meses antes y al regresar reportó
que las acusaciones no tenían ningún fundamento.
El gobierno reaccionó con represalias. Reveló que
la esposa de Wilson era agente secreto de la CIA, lo cual ha llevado
a Libby al estrado de los testigos luego de ser imputado el cargo
mayor de perjurio.
Nadie está escribiendo la historia de nuevo. Lo que
sucede es que todas las viejas mentiras se están desintegrando
en las mentes de millones de individuos.
La reacción del gobierno a este cambio en la realidad
ha sido lanzar un ataque enloquecido a los integrantes del Partido
Demócrata que lo critican.
"Más de 100 Demócratas en la Cámara
de Diputados y el Senado, quienes tenían acceso a la misma
información sobre el espionaje, votaron para quitar a Saddam
Hussein del poder", declaró Bush en su discurso. Prosiguió
a citar al candidato presidencial Demócrata del 2004, John
Kerry, quien en el 2002 había declarado acerca de Saddam
Hussein que "un arsenal de armas mortíferas para la
destrucción en masa en sus manos es una amenaza
una grave amenaza a nuestra nación".
Bien. ¿Cuál es el punto? El Partido Demócrata
fue cómplice. Sabía que Bush mentía y se
unió a los planes de guerra del gobierno. Esta decisión
se basó en una política cobarde y deplorablemente
equivocada: que la mejor táctica para ganar las elecciones
parciales a mitad de legislatura en el 2002 consistía en
postrarse ante la derecha Republicana en cuanto a la guerra y
limitar la campaña electoral a temas sobre la economía.
Sin embargo, la guerra contra Irak era también cuestión
de una política basada en el consenso de la clase gobernante
que domina la economía y a ambos partidos.
Ningún Demócrata de renombre tenía interés
en desafiar o en investigar la causa que Bush había presentado
para justificar la guerra. Como reportara el Washington Post
el domingo pasado, "El Congreso tenía el derecho
a repasar las Consideraciones de Espionaje Nacional, de
92 páginas, acerca de Irak [que incluían la revelación
que el régimen iraquí ni usaría las armas
para la destrucción en masa, ni se las entregaría
a los terroristas, a menos que fuera puesto contra la pared por
la agresión militarista de Estados Unidos] antes del voto
de octubre, 2002...Pero no más de seis senadores y un puñado
de integrantes de la Cámara de Diputados leyeron, como
máximo, las cinco páginas del resumen preparado
por la rama ejecutiva".
Aún sin siquiera examinar superficialmente la evidencia,
los dirigentes Demócratas del Congreso cedieron su poder
constitucional para declarar guerra., apoyando una resolución
que le dio a Bush carta blanca para lanzar, cuando le diera la
gana, cualquier guerra de agresión sin provocación.
Hasta hoy día, las críticas tardías que los
Demócratas le hacen a las mentiras que el gobierno dijo
antes de la guerra suenan fofas, ya que la dirigencia del partido
continúa apoyando la guerra, y en varios casos sigue abogando
para que se envíen más tropas a Irak.
Pero el problema del gobierno no son los Demócratas.
Más bien es el pueblo de Estados Unidos, quien no tiene
mucha fe a ninguno de los dos partidos. No es asunto de lo que
los políticos Demócratas sabían o la información
que recibieron, sino lo que las masas del pueblo trabajador en
Estados Unidos sabían o fueron informadas. Ambos partidos
intencionalmente las engañaron para llevar a cabo la guerra
que la clase gobernante quería.
Ante la oposición de las masas, Bush pronunció
un discurso cuyos argumentos no iban a convencer a nadie; cuya
retórica solo tenía un fin: intimidar a todo el
que cuestione la política de su gobierno.
"Estos ataques sin fundamento le envían la señal
equivocada a nuestras tropas y a un enemigo que está cuestionando
el temple de Estados Unidos", declaró. "A medida
que nuestras tropas batallan un enemigo despiadado determinado
a destruir nuestro modo de vida, ellos merecen saber que nuestro
líderes elegidos que votaron para mandarlos a la guerra
siguen apoyándolos. Nuestras tropas merecen saber que ese
apoyo seguirá firme cuando las cosas se ponen duras. Y
nuestras tropas merecen saber que aún cuando nuestras diferencias
son grandes en Washington, que nuestra voluntad es fuerte, que
nuestra nación está unida, y que no quedaremos satisfechos
con nada excepto la victoria".
Los comentarios de Bush-gran parte copiados palabra por palabra
de un discurso que pronunciara el mes pasado ante un grupo intelectual
derechista, el American Enterprise Institute- estaban dirigidos
a su base de extrema derecha.
Es la vieja táctica de "clavar el puñal
en la espalda" típica de la política de la
extrema derecha, cuyos orígenes se encuentran en Adolfo
Hitler. El concepto es que las tropas están listas para
luchar hasta la victoria, pero los políticos cobardes que
se han quedado atrás en el país les están
poniendo freno indebidamente. La lógica es simple: toda
oposición a la guerra debería ser suprimida y aquellos
que siguen insistiendo deberían ser arrestados.
El discurso de Bush es sintomático de la profunda crisis
que la política en Irak ha creado para toda la clase política
gobernante. Las recriminaciones recíprocas que actualmente
estremecen a Washington son consecuencia de esa política,
que ahora engendra la catástrofe. Al invadir y ocupar a
Irak, al matar, encarcelar, y torturar a innumerables miles, Washington
ha logrado crear algo que nunca antes había existido: una
base de apoyo entre las masas para las acciones de Al Qaeda.
El gobierno de Bush y sus cómplices Demócratas
se han convertido en los sargentos reclutadores del terrorismo
islámico y son, en última instancia, responsables
de todos los horrores que éste desate.
Lo que impulsó la guerra en Irak desde un principio
fueron los intereses geopolíticos rapaces de la oligarquía
gobernante de Estados Unidos. El círculo gobernante se
había convencido de que podía alcanzar sus objetivos
exclusivamente por medio de la fuerza militar y por lo tanto rechazó
todas las negociaciones e intentos de llegar a un acuerdo. Pero
ahora los métodos bestiales que favoreció le han
estallado en la cara.
El despertar de millones de personas en Estados Unidos a las
mentiras que le dijeron para justificar la guerra en Irak está
creando las condiciones políticas para el nacimiento de
una verdadera base de masas para un movimiento contra esta guerra
y el sistema capitalista que la engendró.
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |