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Estados Unidos forzado a retroceder sobre la presidencia de la OEA

Por Bill Van Auken
9 Mayo 2005

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Este artículo, originalmente en inglés, apareció por primera vez en nuestro sitio el 4 de mayo, 2005.

Por primera vez en los 57 años de su historia, la Organización de Estados Americanos (OEA) eligió el lunes pasado un secretario general a cuya candidatura Estados Unidos inicialmente se había opuesto.

El gobierno de Bush se vio obligado a rendirse ante el conflicto causado por estas elecciones y aceptar la instalación de José Miguel Insulza, Ministro del Interior de Chile.

El voto indica que la autoridad e influencia de Estados Unidos están en decadencia en Latinoamérica, donde el capitalismo estadounidense cada vez más se entrenta a la creciente competencia de sus rivales económicos europeos y asíaticos.

La ministro de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, tanto como la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, trataron de aparentar que la decisión había sido la mejor. Se refirieron a Insulza como candidato de consenso e insisteron que no había habido ni ganadores ni perdedores.

El mismo Insulza aceptó este punto de vista. Luego de reunirse con la Ministro de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, Condoleezza Rice, el chileno declaró que la Ministro estaba de acuerdo con el consenso y que por lo tanto el candidato de Estados Unidos era él mismo. Agregó que por esa razón nadie debería sentirse derrotado.

Pero a esta alardía de consenso la socava el hecho que tres miembros de la organización, que cuenta con 34, no votaron por Insulza. Bolivia explicó que no podía respaldar al chileno debido a una vieja disputa fronteriza, de 130 años de antigüedad, que tiene que ver con el acceso de Bolivia, que no tiene costa, al mar. Perú dejó su voto en blanco. El Presidente Alejandro Toledo, con esperanzas de fomentar apoyo popular para su gobierno, que se estremece en crisis, aprovechó la ocasión para expresar su demagogia nacionalista. Sostuvo que el voto de Perú, al ser negado al chileno, era asunto del "honor nacional" porque Chile supuestamente le había vendido armas al Ecuador durante la guerra fronteriza de 1995.

México también se abstuvo. Su ministro de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, tenía el apoyo de Washington para convertirse en presidente de la OEA hasta que se hizo evidente que no iba a ser elegido. Funcionarios mexicanos expresaron su amargura acerca de los resultados e insisteron que Insulza no era ningún candidato de consenso, sino "el único candidato".

Pero la peor humillación de este proceso la sufrió el gobierno de Bush , que había enviado a su Ministro de Defensa, Donald Rumsfeld, y luego a Rice, a Latinoamérica para lograr que los gobiernos de la región se pusieran en línea.

Cuando el puesto más alto de la OEA quedó vacante porque el ex presidente de Costa Rica, Miguel Ángel Rodríguez, había sido forzado a renunciar debido a los cargos de corrupción que terminaron en cárcel en su propio país, el gobierno de Bush trató de recompensar a sus más leales títeres con el puesto. Le dio su bendición al ex presidente de El Salvador, Francisco Flores, quien fuera jefe del único gobierno latinoamericano que actualmente participa en la ocupación de Irak con 380 tropas salvadoreñas.

Pero Washington pronto se vio con tremenda oposición al nombramiento de un títere tan obvio del Ministerio de Relaciones Exteriores de Estados Unidos y cambió su respaldo a Derbez. El 11 de abril, la OEA, luego de seis votaciones diferentes, todavía quedaba en punto muerto; ambos candidatos, chileno y mexicano, quedaron empate cada vez con 17 votos.

En otras elecciones controversiales de la OEA en el pasado—en 1965 y 1991—Washington pudo sobornar o atemorizar a los países más pequeños con tal de que su candidato favorito saliera triunfante. Pero esta vez sus esfuerzos probaron ser contraproducentes. Pronto se hizo evidente que iba a perder el voto.

Los credenciales políticos de Insulza

Las inquietudes de Washington en realidad no se debían a Insulza. La posibilidad de que un "socialista" tomara las riendas de la OEA sin duda trastornó a varios de los ideólogos de la derecha que rigen el gobierno y también al ministro chileno, pero, por lo menos desde el punto de vista de la capital de Estados Unidos, a éste apenas se le puede pintar de peligroso Cuando joven fue Cristiano Demócrata y apoyó la presidencia de Salvador Allende. Los años de dictadura los pasó en el exilio.

Regresó a Chile para participar en la "transición democrática" que impuso una política de mercado libre basada en los dictados de Washington mientras gran parte del poder y de la autonomía de los militares quedaba intacta. Como integrante de la llamada ala "renovacionista" del Partido Socialista, firmemente apoyó la campaña que trató de hacer lucir a Chile como modelo del nuevo liberalismo.

En 1998, cuando era Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, su infamia creció a nivel mundial, pues viajó a Inglaterra para rogar que al ex dictador Augusto Pinochet se le pusiera en libertad. En esa época, Pinochet corría peligro de ser extradicto a España, donde se le iban a imputar crímenes contra la humanidad. En el gobierno actual encabezado por el Partido Socialista, ha funcionado como ministro del interior, responsable de la brutal represión de manifestaciones izquierdistas que despreciara como "actividades delicuentes".

El problema de Washington con la candidatura de Insulza surgió porque el gobierno de Washington estaba determinado a usar las elecciones de la OEA como otra manera de fomentar su política de aislar y castigar a Fidel Castro de Cuba y al gobierno de Hugo Chávez en Venezuela. Puesto que Chávez, junto con los gobiernos de centro-izquierda de Argentina, Brasil y Uruguay, respaldaban a Insulza, Washington se opuso a él.

Insulza y el Partido Socialista Chileno también expresado su apoyo para que Cuba se reintegrara a la OEA. La candidatura del candidato chileno, pues, era totalmante contraria a los objetivos primordiales de Washington en la región.

Esta furiosa y miope política de Estados Unidos recibió su expresión más concreta cuando Otto Reich—exilado cubano ultra derechista quien hasta hace poco fuera el funcionario de Bush sobre asuntos latinomamericanos de mayor antigüedad en el Ministerio de Relaciones Exteriores—se expresó ante 300 funcionarios y comerciantes en una conferencia de la Atlas Foundation, organización derechista en Miami. Reich hizo una exhortación para la destrucción de lo que llamó el "eje cubano-venezolano".

Reich hizo la siguiente advertencia: "La combinación del malévolo genio de Castro, con su experiencia en batallas políticas y su desesperación económica; más el chorro ilimitado de dinero que posee Chávez y su inmensa imprudencia, amenazan la estabilidad y la seguridad de la región." Añadió, "Derrotar a este eje es una tarea urgente."

"Ahora es el momento de resolver los problemas que surgen en nuestro vecindario, donde Chávez ha subyugado la soberanía venezolana a Cuba y toda una serie de gobiernos izquierdistas ha sido elegida", puntualizó Reich.

Refiriéndose a Chávez, quien repetidamente ha triunfado en elecciones populares, el ex funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores declaró que "no era suficiente ser un presidente elegido por medios democráticos...hay que comportarse como debido y no agredir a las instituciones democráticas o a la separación de los poderes". En latinoamérica esta "separación" por lo general ha sido entre los gobiernos civiles y los militares, a quienes Washington regularmente recurre para derrocarlos.

Reich también se burló de la OEA por sus pocos esfuerzos para promover la democracia en la región y exigió que hiciera cumplir la Carta Democrática Interamericana. Este documento fue adoptado en el 2001, apenas un año antes de Reich y otros funcionarios del gobierno de Bush colaborar con políticos derechistas y cierto sector de las fuerzas militares venezolanas para llevar a cabo el fracasado golpe militar contra Chávez en abril del 2002.

Reich concluyó sus palabras declarando que Estados Unidos usaría la fuerza militar para lograr un cambio de régimen "como último recurso" y ridiculizó a los gobiernos de Cuba y Venezuela por haber "manipulado la opinión pública en sus países con referencia a ‘la amenaza del imperialismo.'"

La gira de Rumsfeld en marzo y las exploracionaes diplomáticas de cinco días de duración de Condoleezza Rice por Latinoamérica se realizaron esencialmente para promover las mismas perspectivas, pero de manera un poco más diplomática. Ambos se valieron de una reciente venta de armas entre Venezuela y Rusia para fomentar, sin éxito, una campaña tipo Guerra Fría para sembrar el temor.

Rice adoptó la nueva doctrina de Bush, que reafirma el derecho del imperialismo estadounidense a intervenir unilateralmente en cualquier rincón del mundo para combatir la "tiranía," cuando declaró el miércoles de la semana pasada en Brasil: "El Presidente Bush ha bosquejado las obligaciones de nuestros tiempos. Aquellos de nosotros que estamos del lado de la libertad tenemos obligaciones hacia aquellos que todavía se encuentran al otro lado".

En latinoamérica, esta tesis se puede traducir como una cruzada contra el "eje cubano-venezolano". Esta orientación combina la vieja campaña de Washington contra el régimen de Castro—cuyo ímpetu proviene de una ideología con raíces en la Guerra Fría y las intrigas del Partido Republicano y de los exilados cubanos en Miami—y los esfuerzos más recientes para tumbar al régimen de Chávez. Todo es parte de la estrategia mundial para monopolizar el control de las regiones de mayor producción petrolífera del mundo.

Se expanden los vínculos entre Asia y Europa

La mayoría de los gobiernos latinoamericanos reaccionaron a la campaña con hostilidad, lo que se debe a los enormes pactos de comercio que Venezuela ha realizado por todo el continente. Muchas de las ventas de petróleo han sido a precios favorables, y las clases gobernantes de la región han visto reacias a identificarse incondicionalmente con los intereses de Estados Unidos.

Ha habido un cambio muy significante durante los últimos años. Antes, los países latinoamericanos dependían de la economía estadounidense, pero recientemente también se ha desarrollado, proporcionalmente, el comercio con la Unión Europea y Asia. Ambos también han invertido en la región. También se ha dado cierta integración económica de la misma Latinoamérica. Mientras tanto, la atracción del Pacto de Libre Comercio de las Américas se ha quedado atrás.

El año pasado, las exportaciones latinoamericanas a Asia, que aumentaron un 34% a $14.000.000.000, tuvieron un gran impacto en la expansión de la economía de la región, la cual aumentó por un 5.5%; el mayor aumento en dos décadas.

Pero ha sido la China en particular que ha finalizado pactos de comercio e inversiones por todo el continente, concéntrandose sobretodo en Venezuela, la cual considera como fuente de abastecimientos para la expansión de sus exigencias energéticas.

La Unión Europea, por su parte, ya también ha finalizado pactos comerciales libres con México y Chile y ya va en buen camino hacia un acuerdo similar con Mercosur, mercado común en etapa embriónica forjado entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

El cambio en las relaciones económicas han ido lado a lado con la creación de gobiernos como el de Lula en Brasil, Kirchner en Argentina y Vásquez en Uruguay. Son gobiernos que, como Le Monde de París recientemente afirmó, "critican severamente a los métodos del Fondo Monetario Internacional, pero escrupulosamente cumplen sus dictados". Esta mezcla de populismo, nacionalismo y el fomento del capitalismo sirve los intereses de las clases gobernantes que ya no desean subordinarse de manera tan incondicional al capitalismo estadounidense cuando existen otras alternativas al alcance.

Pero de ninguna manera significa esto una escisión con el imperialismo de Estados Unidos. A fin de cuentas, se hiló un acuerdo que permitió la elección casi unánime de Insulza. El ministro chileno obedientemente le hizo eco a la línea del Ministerio de Relaciones Exteriores de Estados Unidos en cuanto a Venezuela, declarando que los gobiernos que han sido electos democráticamente deben actuar de la misma manera. También declaró que no iba a haber ninguna movida para invitar a Cuba a reintegrarse a la OEA sin un "consenso".

Aunque la elección de Insulza no significa que grandes cambios han de ocurrir en la misma Organización de Etados Americanos, el futuro de la organización permanece una interrogativa.

Washington organizó a la OEA en 1948 como instrumento para asegurar su hegemonía en el Hemisferio Occidental y así facilitar la explotación de las materias primas de la región y suprimir los movimientos revolucionarios en nombre de defender al hemispferio de la m"agresión comunista".

Durante la mayor parte de su historia, la institución se ha comportado como dócil instrumento de la política exterior de Estados Unidos. Durante su infancia, los nacionalistas latinoamericanos se referían a ella como "el ministerio de las colonias". Aprobó servilmente la intervención de Estados Unidos en Guatemala en 1954, arrojó a Cuba de la organización y respaldó el bloqueo de esa nación en 1962, y respaldó la invasión de la República Dominicana en 1965. Aunque "profundamente deploró" la invasión unilateral de Panamá en 1989, sólo llegó a condenar la acción luego de haber ayudado a Estados Unidos políticamente para preparar la invasión.

Con los cambios en las relaciones políticas mundiales, la desaparición de la Unión Soviética, y el viraje creciente de los capitalistas latinoamericanos hacia otros mercados y fuentes de inversiones, la viabilidad del dominio de Estados Unidos en el hemisferio se ha puesto en duda.

En su primer discurso, el nuevo Secretario General hizo un resumen de las dificultades de la OEA con una sola palabra: la "irrelevancia".

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