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Bush revela sus planes para crear una oficina colonial de EE.UU.

Por Bill Van Auken
7 Junio 2005

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El gobierno de EE.UU. está creando una agencia permanente encargada de la consolidación acelerada del control de EE.UU. en países expuestos a la agresión militar de Washington. Fue el mensaje esencial del presidente George W. Bush en un discurso del 18 de mayo ante un público Republicano en Washington.

Anunció que su gobierno propone 100 millones de dólares en el presupuesto del próximo año para un nuevo fondo de "reacción a conflictos" y 24 millones de dólares para una nueva Oficina de Reconstrucción y Estabilización dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores. Esta oficina incluirá un "Cuerpo de Reacción Activa" compuesto de especialistas en asuntos exteriores del gobierno, así como asesores y contratistas privados.

Bush cubrió esta nueva iniciativa con el manto de la democracia. "Vemos el ascenso de una nueva generación cuyo corazón arde por la libertad—y la tendrán", declaró. Lo que tendrán en realidad, sin embargo, y lo que prepara el gobierno de EE.UU., es más guerra.

El presidente escogió un público receptivo a sus opiniones para dar a conocer su plan: el Instituto Internacional Republicano, parte constitutiva de la Fundación Nacional por la Democracia (NED, en sus siglas en inglés). La NED fue creada hace más de 20 años para utilizar al Partido Republicano, a los Demócratas, a las grandes fortunas, y a la burocracia sindical de AFL-CIO como conductos para financiar lo que antes era suministrado clandestinamente por la CIA a fin de desestabilizar a gobiernos extranjeros o promover movimientos patrocinados por EE.UU.

El título de la nueva agencia, "Reconstrucción y Estabilización", presupone obviamente actos de destrucción y desestabilización, que han de ser realizados por sus homólogos en el Pentágono y en los servicios de espionaje estadounidenses.

Habría que subrayar que el financiamiento anual para las operaciones mundiales de este nuevo esfuerzo supuestamente altruista de EE.UU.—124 millones de dólares—es apenas una septuagésima parte del monto de las más recientes asignaciones de "emergencia" para las continuas operaciones militares en Irak y Afganistán.

Bush afirmó que el ímpetu para la nueva agencia—con su capacidad de enviar equipos civiles de ocupación a cualquier parte del mundo—provino de la experiencia de la invasión de Irak por EE.UU.

"Saben, una de las lecciones que obtuvimos de nuestra experiencia en Irak es que aunque es posible desplegar rápidamente personal militar en cualquier parte del mundo, no pasa lo mismo con civiles del gobierno de EE.UU.", dijo Bush. Elogió a funcionarios de EE.UU. por realizar un "sorprendente trabajo bajo circunstancias extremadamente difíciles y peligrosas", y agregó: "Pero el proceso de reclutar y dotar de personal a la Autoridad Provisional de la Coalición fue prolongada, y difícil."

Todo esto no son más que mentiras y deformaciones. Los problemas esenciales que confrontó la autoridad de ocupación estadounidense de Irak no resultaron de la falta de un "cuerpo de reacción rápida", sino de la resistencia del pueblo iraquí y del carácter criminal de toda la aventura.

El personal de la Autoridad Provisional de la Coalición no fue seleccionado por su experiencia—el conocimiento de la región, la fluidez en árabe y la experiencia gubernamental eran algo sospechoso para la administración Bush—sino por su lealtad incondicional hacia el presidente.

Muchos de los jóvenes ignorantes que obtuvieron puestos de autoridad en los ministerios iraquíes fueron reclutados utilizando currículos enviados al think-tank derechista, la Heritage Foundation.

Las novatas fuerzas de seguridad iraquíes fueron colocadas bajo la tutela nominal de Bernard Kerik, ex guardaespaldas y ex inspector de policía plagado de escándalos en la ciudad de Nueva York.

El objetivo primordial en Irak no fueron ni la "reconstrucción" ni la "estabilización", sino el saqueo de la economía del país y el establecimiento de un firme control de EE.UU. sobre sus reservas estratégicas de petróleo.

Esto debía realizarse a través de la privatización de las empresas económicas de Irak, sus servicios públicos y, sobre todo, de una parte decisiva de su sector petrolífero. El catastrófico deterioro de todos los principales índices sociales citados en el reciente informe publicado por el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas, pone a la luz la vil realidad de que las autoridades de EE.UU. no han reconstruido la infraestructura de Irak destrozada por la guerra. Pero han sido hábiles en el saqueo y la privatización.

A comienzos de este año, un informe especial del inspector general reveló que la autoridad de ocupación de EE.UU. no pudo rendir cuenta de unos 9.000 millones de dólares que fueron supuestamente gastados en la reconstrucción.

En un informe del viernes citando entrevistas con antiguos funcionarios de la ocupación de EE.UU. y memorandos internos, el Los Angeles Times enfocó el mes de junio, 2004, cuando la Autoridad Provisional de la Coalición fue formalmente disuelta y se instaló un régimen títere iraquí.

"Junio de 2004 ha emergido como un mes en que tanto el dinero como el rendimiento de cuentas fueron tirados por la ventana—algo como una liquidación de Barney's en el Lejano Oeste, con EE.UU. en el papel del comprador frenético, dejando que los iraquíes paguen la cuenta", señala el artículo.

El Times informa que la autoridad expidió más de 1.000 contratos ese mes, el doble de la cantidad mensual normal. El dinero—malgastado, malversado y robado—fue extraído de cuentas compuestas de ingresos del petróleo iraquí y de activos bloqueados del régimen de Sadam Husein. Esos fondos fueron transferidos en gran parte a contratistas militares de EE.UU., con algunos sobornos para miembros corruptos del gobierno títere iraquí.

El robo de fondos iraquíes y estadounidenses es tan astronómico que el gobierno se ha visto obligado a lanzar una investigación criminal por presunta malversación de fondos por parte de funcionarios estadounidenses en conexión con unos 100 millones de dólares de los fondos desaparecidos destinados a proyectos de reconstrucción.

La privatización ha sido asegurada, por lo menos en papel. El único logro innegable de la autoridad de ocupación bajo el procónsul estadounidense Paul Bremer fue una revisión del código jurídico iraquí que, por primera vez el mundo árabe, permite la propiedad extranjera de un 100% de las empresas iraquíes. Unas 200 empresas de propiedad estatal están ahora destinadas a la privatización o liquidación por capital extranjero, resultando en la eliminación de cientos de miles de empleos.

Se espera que en el curso de este año el ministerio de industrias iraquí colocará a sectores de la industria pesada, plantas petroquímicas, refinerías de azúcar y otras empresas en la plataforma de subastas. El problema, sin embargo, es la incapacidad de los militares de EE.UU. de aplastar la resistencia a la ocupación que ha hecho que pocos capitalistas extranjeros estén dispuestos a invertir en el país, por favorables que sean las condiciones.

Esencialmente, la nueva Oficina de Reconstrucción y Estabilización (ORS, en sus siglas en inglés) de Bush deberá realizar el mismo proceso en otros países para loograr su objetivo, pero con más eficiencia. Para el gobierno de EE.UU., "estabilización" significa sobre todo la represión de toda resistencia al dominio de EE.UU. "Reconstrucción", por otra parte, es un palabra código para la demolición de todo obstáculo a la explotación de los recursos del país por el capitalismo estadounidense.

Esto lo explicó Carlos Pascual, antiguo embajador de EE.UU. en Ucrania escogido para dirigir la ORS, en un discurso en octubre pasado.

"Al mismo tiempo que se está estabilizando, hay que pensar en la etapa siguiente, que en muchos casos es destrozar lo antiguo", dijo Pascual a un público reunido por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington. En primer lugar, en su lista de "antiguas" estructuras que deben ser "destrozadas" se encuentran "las empresas de propiedad del estado que crearon una economía no-viable". Reiteró: "Tenemos que confrontar estos temas e integrarnos al proceso de destrozar lo antiguo si vamos a liberar las fuerzas de la apertura y de la competencia."

No puede sorprender, por lo tanto, que el ímpetu para la nueva Oficina de Reconstrucción y Estabilización de Bush provenga del Pentágono. Los militares creen que han pagado un precio importante por la vil corrupción y criminalidad que dominan el manejo de la ocupación iraquí por el gobierno de Bush. Estas características han ayudado a paralizar la restauración de los servicios básicos, alimentando aún más la furia iraquí contra las fuerzas de EE.UU. Los generales ven la necesidad de una estructura más profesional no sólo en Irak, sino como parte integral de los preparativos para nuevas guerras preventivas orientadas a imponer la hegemonía de EE.UU. en áreas del globo de importancia estratégica y ricas en recursos.

En un informe publicado el verano pasado, el Consejo de Ciencia de la Defensa del Pentágono aconsejó: "No es probable que las expediciones militares de EE.UU. a Afganistán e Irak sean las últimas de su clase. Las fuerzas armadas de EE.UU. son extremadamente capaces de proyectar la fuerza y lograr una victoria militar convencional. Pero el éxito en el logro de los objetivos políticos de EE.UU. no sólo consta del éxito militar, sino también del éxito en las actividades de estabilización y reconstrucción que vienen después de las hostilidades".

El informe, intitulado "Transición hacia y después de las hostilidades", continúa: "Para países en los que el riesgo de intervención de EE.UU. es elevado—llamados "maduros e importantes" en este informe—el presidente del Consejo Nacional de Seguridad (NSC) dirigiría la iniciación de un sólido proceso de planificación".

Según informes publicados, el Pentágono y las agencias de espionaje de EE.UU. ya han preparado una lista de observación secreta de 25 países "maduros e importantes". El Consejo Nacional de Inteligencia ha sido colocado a cargo de revisar esta lista cada seis meses, mientras que la nueva Oficina de Reconstrucción y Estabilización sería responsable junto con el Pentágono de la elaboración de planes detallados para la invasión y ocupación por EE.UU.

Las identidades de los países en la lista siguen siendo confidenciales, pero se informa que se concentran fundamentalmente en las regiones clave productoras de petróleo en el Oriente Medio, la cuenca caspia y en África Occidental. No se sabe si también se incluye a productores latinoamericanos como México y Venezuela.

Aunque da consejos sobre cómo EE.UU. puede preparar mejor su toma de los países que están en la mira, el estudio del Pentágono incluye una advertencia. Señala que, con fuerzas de EE.UU. ya involucradas en actividades semejantes a las de Irak, Afganistán y, en menor grado, de los Balcanes, y con la perspectiva de que esos despliegues continúen en años por venir, los recursos militares se encuentran peligrosamente bajo presión.

"La historia indica que la estabilización de sociedades relativamente ordenadas, sin objetivos ambiciosos, puede necesitar 5 soldados por mil personas indígenas", señala el estudio, "mientras que la estabilización de sociedades desordenadas, con objetivos ambiciosos que involucran un cambio cultural duradero, puede requerir 20 soldados por mil personas indígenas. Esa necesidad, con el requerimiento cumulativo de mantener recursos humanos para entre tres y cinco operación de estabilización coincidentes, como mencionamos anteriormente, presenta una formidable dificultad."

Considerando la proporción mencionada, EE.UU. debería tener aproximadamente cuatro veces más soldados que los desplegados actualmente en una "sociedad desordenada" como Irak.

"Actualmente, gran parte de nuestra atención se concentra en la región general del Oriente Medio", declaró Bush en su discurso del miércoles, "porque veo que 60 años de excusas y ajustes de las naciones occidentales a la falta de libertad en esa región no hicieron nada para nuestra seguridad."

La selección de palabras es significativa. ¿Por qué 60 años? Esto abarca el período de existencia de estados nacionales nominalmente independientes en la mayor parte de Oriente Medio. Antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, estaban dirigidos por el imperialismo británico—y, en menor grado, por otras importantes potencias europeas—como una colección de mandatos, protectorados y estados títeres.

En su segundo plazo, el gobierno de Bush ha comenzado a pasar de la justificación del militarismo de EE.UU. en el exterior en nombre de la guerra global contra el terrorismo a la de una supuesta cruzada mundial de EE.UU. por la "libertad" y en contra de la "tiranía".

Insistió en este tema en su discurso en Washington, declarando que su gobierno tiene una "estrategia avanzada de libertad en el Oriente Medio". En realidad, de lo que se habla aquí es de un impulso regresivo para restaurar el dominio colonial, esta vez por el imperialismo de EE.UU. La única "libertad" que Washington está interesado en promover es la de su propia oligarquía financiera. para apoderarse del control de la riqueza y de los mercados en todo el mundo.

El verdadero pensamiento de la Casa Blanca de Bush respecto a este proyecto fue detallado por uno de sus columnistas favoritos: Max Boot, en un artículo de opinión publicado el mes pasado. "A fin de estar mejor preparados para la próxima vez—y sí, habrá una próxima vez—Washington debe crear una agencia gubernamental de EE.UU. específicamente encargada de reconstruir países destrozados por la guerra", escribió Boot.

"Estados Unidos necesita su propia versión de la Oficina Colonial Británica para la era postimperial."

Continuó: "La reciente decisión de establecer una Oficina de Reconstrucción y Estabilización dentro del Departamento de Estado es un buen comienzo".

(Traducido para Rebelión.org por Germán Leyens)

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