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El marxismo, el Comité Internacional y la ciencia de la perspectiva: un análisis histórico de la crisis del imperialismo estadounidense

Primera parte

Por David North
31 Enero 2005

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La versión original en inglés de este discurso apareció en nuestro sitio por primera vez en tres partes, publicadas el 11, el 12 y el 13 de enero, 2005, respectivamente.

Durante el fin de semana del 8 al 9 de enero, el Partido Socialista por la Igualdad [PSI] celebró una conferencia de militancia en la ciudad de Ann Arbor, estado de Michigan. David North, Secretario Nacional del PSI y presidente del Comité de Redacción de la WSWS, pronunció el discurso de apertura, el cual publicaremos en castellano también en tres partes. La primera aparece abajo. La segunda y tercera serán publicados mañana y pasado, respectivamente.

Es justo que antes de iniciar esta reunión nacional de nuestros militantes observemos un minuto de silencio para honrar la memoria de las decenas de miles de personas en Asia del Sur que perecieron el mes pasado en el tsunami que azotó al Océano Índico.

Todos los rincones del mundo han expresado no simplemente una profunda compenetración con las víctimas del tsunami, sino también verdaderos sentimientos de solidaridad. ¡Qué diferente son estas sinceras manifestaciones de dolor y pena a las expresiones a regañadientes, hipócritas y proforma de los líderes del imperialismo estadounidense y británico! Ni Bush ni Blair fueron capaces de mostrar, de manera convincente, alguna consternación por el destino de los millones cuyas vidas han sido devastadas por la catástrofe.

Hasta la prensa se avergonzó de la manera en que la Casa Blanca reaccionó—o para ser más preciso, fracasó en reaccionar—a la tragedia que se desplegaba. Primero el extraordinario silencio, que persisitió por casi tres días mientras el presidente se entretenía en su rancho en Texas y el primer Ministro Británico se bronceaba en una de las playas egipcias, ambos inconscientes de las consecuencias del tsunami. Bush entonces ofreció una mísera ayuda de $15 millones, la cual aumentó, sin muchas ganas, a $35 millones, cantidad que subió a $350 millones luego de las burlas lanzadas contra la Casa Blanca a nivel internacional. Claro, cuando a esta cifra se le compara con la cantidad de dinero que Estados Unidos gasta en actividades homicidas para matar gente, sobretodo en Irak, la cifra de $350 millones equivale a poco más que cambio en el bolsillo.

La verdad es que $350 millones es no más que un pequeño porcentaje de todo el dinero que se le paga anualmente, en salarios y acciones, a los ejecutivos más importantes de las 500 empresas principales. Esta sí que es una cifra que puede llegar a los billones de dólares. En el 2003, la remuneración total de Charles M. Cawley, de MBNA, excedió los $45 millones; la de Stanley O' Neal, de Merrill Lynch, alcanzó los $28.3 millones; la de Daniel P. Amos, de Aflac $37.3 millones; la de Kenneth L. Chennault, de American Express, $40 millones; y la de Patrick Stokes, de Anheuser Busch, de $49 millones. Seleccioné estos nombres, más o menos al azar, de una lista de 1000 ejecutivos publicada en un sitio de la red al tanto de los salarios empresariales. [1]

Cuando se considera la cantidad de dinero que navega por las cuentas inversionistas de estos individuos, las donaciones caritativas que Estados Unidos ha contribuído en términos de dólares, reportado en la prensa, no parecen tan impresionantes. Seguro que trabajadores ordinarios actualmente han donado un porcentage mayor de sus ingresos semanales a los esfuerzos de ayuda que los ejecutivos empresariales, quienes, antes de firmar sus cheques, conversan con sus contadores para calcular como sus donaciones pueden restársele a sus rentas internas.

Varios artículos han aparecido en la prensa luego de ocurrir el tsunami. Explican las causas geológicas del desastre y ofrecen información científica muy importante. Pero hay que suplementarlos con un análisis de los significantes factores sociales que constituyen una de las causas principales de la horripilante pérdida de vidas. La prensa por lo general evita hacer referencias a estas causas, pues para sí es más fácil pontificar acerca de la inscrutabilidad de los terribles designios de la naturaleza. Por ejemplo, el columnista David Brooks, del New York Times, nos informa que "los humanos no son la preocupación principal del universo. Sólo somos bichos molestosos sobre la superficie de la tierra. La tierra se encoge los hombros y 140,000 insectos mueren, víctimas de fuerzas mucho mayores y de mayor permanencia que ellos". Comentarios de esta índole—receta con partes iguales de ignorancia y desprecio hacia la humanidad—tienen una función muy específica: evadir la realidad y esconder las desagradables verdades socioeconómicas y políticas.

El impacto del tsunami expone, sin escatimar detalle, la índole irracional del capitalismo, su incapacidad en desarrollar las fuerzas productivas para mejorar los niveles de vida de las grandes masas de los pueblos. La prensa muestra gran entusiasmo por el "milagro asiático", pero el hecho es que los beneficios del capital que se ha invertido en la región durante la última década sólo han llegado a los bolsillos de pequeñas y privilegiadas clases gobernantes. Cientos de millones de las masas asiáticas viven en fabelas que, aún bajo las condiciones más favorables del clima, apenas ofrecen protección de los elementos. El carácter inhumano del desarrollo económico de la región se puede notar en el hecho que los ámbitos poderosos de la economía internacional no consideran que un desastre que destruyó más de 150,000 personas es un acontecimiento económico de mayor importancia. El tsunami no ha causado ninguna baja importante en las bolsas de valores de la región, incluso las de Indonesia, Tailandia, la India y hasta Sri Lanka, debido a que grandes sectores de las poblaciones de estos países viven en un estado de pobreza tan horrible que su relación a las economías nacionales es de carácter superficial.

Hay que relacionar las condiciones sociales que existen en estos países a las historias de su política. Examinemos los países que la semana pasada sufrieron las peores pérdidas: Indonesia y Sri Lanka. No es posible comprender el carácter de la sociedad indonesia moderna—la espeluznante pobreza, la extensa desnutrición, y una esperanza de vida de menos de 65 años para los hombres—sin referirnos a los eventos del 1ro. de octubre, 1965. Esa fue la fecha en que la CIA, en alianza con los oficiales militares indonesios fascistas, bajo el mando del General Suharto, organizó un golpe de estado que derrocó a Sukarno, presidente nacionalista de izquierda. Tras el golpe, miembros del personal militar, actuando en conjunto con escuadrones de la muerte derechistas compuestos de religiosos musulmanes, masacraron a más de medio millón de militantes del Partido Comunista de Indonesia y de otros grupos de izquierda Durante las tres décadas que siguieron, el bestialmente represivo régimen del General Suharto, respaldado por Estados Unidos, mantuvo a Indonesia salva y segura para las inversiones capitalistas. La naturaleza caótica y destructiva del desarrollo capitalista culminó en el tsunami financiero que devastó la economía indonesia en 1998.

En cuanto a Sri Lanka, el país había sido devastado por la política reaccionaria y chauvinista de gobiernos burgueses sucesivos mucho antes del tsunami barrer con su vulnerable costa. El desarrollo de la importantísima infraestructura social había sido subordinada a las exigencias económicas de una guerra civil provocada por la burguesía criolla.

Cuando examinamos el verdadero contexto socioeconómico y político del tsunami, podremos ver bien claro que su impacto destructivo se debe más a las acciones humanas que a la naturaleza.

En el futuro, la evolución de la ciencia y de la tecnología hará posible que la humanidad domine a la naturaleza hasta tal punto que será inconcebible que una fuerza tan primitiva y elemental como los tsunamis puedan extinguirle la vida a tantos miles. El hombre podrá prevenir semejantes catástrofes con medidas de precaución que permitan salvar vidas. El punto es que el dominio de la naturaleza por el hombre depende de su dominio de las bases socioeconómicas de su propia existencia, de la abolición de todo elemento irracional en la estructura económica de la sociedad; es decir, depende del reemplazo del capitalismo con el socialismo.

En el ambiente de reacción política prevalente, cuyo impacto ahoga las emociones y el intelecto de los pueblos, la posibilidad de que semejante transformación ocurra parece imposiblemente remota. Pero esto indica más bien que las condiciones históricas para esa misma transformación están madurando velozmente. Existen indicios, cada vez más obvios, que, a medida que el nuevo año se despliega, el capitalismo mundial va entrando en una época de crisis económicas y terremotos políticos. La misión de esta conferencia es analizar, de la manera más exacta posible, la situación mundial, asesorar, a base de ello, las verdaderas posibilidades del socialismo, y determinar las acciones políticas que surgen de ese análisis. Esta labor tiene carácter científico.

En abril del 1933, Trotsky le escribió una carta a Sidney Hook en la que desafiaba ciertas fórmulas de un ensayo que el joven profesor había escrito para la revista La Nación bajo el título, "El marxismo: dogma o método?" Hook había expresado que el marxismo "ni es dogma, ni mito, ni ciencia objetiva; es un método realista de acción clasista". Trotsky contestó: "¿Qué significa aquí la palabra ‘realista'? Evidentemente significa algo basado en un verdadero conocimiento de lo objetivo, en este caso los procesos sociales. El conocimiento de lo objetivo es una ciencia. La política marxista es realista siempre que se base en el marxismo como ciencia". [2]

El concepto de Trotsky—que la formulación de perspectivas políticas es labor científica—contiene en sí la premisa que los procesos políticos evolucionan de acuerdo a ciertas leyes. Este punto de vista es anátema a todas las variedades de expresiones pragmáticas que se oponen al marxismo, las cuales consideran que el proceso histórico es producto absoluto de los accidentes y de las coincidencias; que la historia y la política, a fin de cuentas, son determinadas por la interacción de lo accidental con una cantidad ilímite de variables imprevisibles e impredecibles. El fallecido Francois Furet, teórico que una vez fue militante del Partido Comunista de Francia, hizo un resumen de este de punto de vista de la siguiente manera: "Una comprensión verdadera de nuestra época es posible sólo cuando nos libremos de la ilusión de la necesidad: la única manera de explicar el Siglo XX, siempre que una explicación sea posible, es reafirmar su carácter impredecible, cualidad que los responsables de la mayoría de sus tragedias niegan".[3]

La lógica de Furet se despliega dentro de un marco bien rígido: puesto que no es posible predecir el futuro con certeza, es absurdo hablar de la necesidad histórica. Para Furet, la necesidad insinúa la existencia de fuerzas irrisistibles que sólo pueden conducir a un—y solamente a un—resultado concebible. Puesto que está claro que el sendero del desarrollo histórico puede conducir a varios resultados, que en sí pueden ser contradictorios, la convicción que el proceso histórico está sujeto a leyes—y que, además, estas leyes pueden comprenderse y que uno puede actuar sobre ellas—no es más que una fantasía marxista. No debería sorprendernos que la diatriba de Furet contra el determinismo histórico se ha formulado en el contexto de una polémica, tan larga como un libro, consagrada a establecer la necesidad absoluta del capitalismo hoy y para siempre.

La postura de Furet, bastante común antre los anti marxistas, revela una ingenua falta de comprensión de lo que el concepto de ley y necesidad significa. El carácter científico del marxismo no se determina por la exactitud de sus predicciones. El nivel de exactitud que el marxismo o cualquier disciplina científica pueda lograr en su descripción de todo fenómeno lo determina, a fin de cuentas, la naturaleza del fenómeno mismo. La índole objetiva del fenómeno que constituye el tema de la historia—la sociedad humana—no es del tipo que le permita hasta al más consciente materialista histórico "predecir" exactamente lo que va a suceder en dos días, dos semanas, o dos meses. Este no es un argumento contra las leyes del proceso histórico o la posibilidad de estudiarlo científicamente. Más bien, requiere una apreciación más profunda de como esas leyes se manifiestan en el proceso histórico. Como explicara Lukács: "Las leyes científicas sólo pueden manifestarse en el mundo real como tendencias, y las necesidades solamente en el enredo de fuerzas contrarias, sólo en la mediación que ocurre por medio de casualidades sin fin". [4]

Que los resultados del proceso histórico no pueden ser predeterminados y que su desarrollo pueda dirigirse en varias direcciones es consecuencia del hecho que la evolución social procede a través de la lucha de clases, las cuales buscan fines diferentes y recíprocamente incompatibles. Pero ni las clases en general, ni los partidos e individuos por medio de los cuales sus intereses socioeconómicos más o menos encuentran expresión adecuada, funcionan como agentes libres. Las leyes del modo de producción capitalista esencialmente definen la amplitud y naturaleza de sus actividades.

Esto es verídico no sólo para la clase obrera, sino también para la clase gobernante. La perspectiva política de nuestro partido no procede de esperanzas y deseos motivados por el sujetivismo. Los marxistas no consideran que la revolución es un castigo para los capitalistas malévolos, ni tampoco creen que es una recompensa por sus esfuerzos altruistas para destruir a la pobreza. Este tipo de análisis es forma solamente la base más generalizada de la perspectiva revolucionaria. Una elaboración más detallada requiere que la evolución de estas contradicciones, en su verdadera expresión sociopolítica en la vida real, puedan trazarse a través de los muchos niveles de mediación histórica, social, cultural e intelectual por los que tiene que atravesar.

Una perspectiva marxista se interesa en amplios procesos históricos que cubren décadas, o con el conjunto perentorio de las condiciones políticas concretas en que el límite de tiempo de la acción revolucionaria es de duración mucho más breve. Pero aún en este último caso, el punto de referencia del partido marxista siempre es el proceso histórico más amplio. Las tácticas que se desarrollan para hacerle frente a las exigencias de los problemas y las circunstancias conyunturales han de formularse de acuerdo con los objetivos principistas que el programa histórico y la misión del movimiento socialista internacional definen. Tengo que añadir que no es p[osible comprender los problemas y las condiciones conyunturales a menos que se estudien dentro de los límites establecidos por los objetivos estratégicos que la naturaleza de la época define.

Y finalmente, la evolución de perspectivas revolucionarias requiere un actitud activa, no de contemplativa, hacia la sociedad y la lucha de clases. La objetividad no significa pasividad. El análisis que el partido revolucionario hace de la realidad objetiva y el equilibrio de fuerzas clasistas incluye un cálculo del impacto y de las consecuencias de su propia participación en el proceso revolucionario. La interpretación correcta del mundo, como Marx explicara en su úndecima tesis sobre Feuerbach, solo puede desarrollarse en la lucha para cambiarlo.

Pero una correcta apreciación del elemento "activo" en el proceso de la cognición—cuyo descubrimiento y elaboración constituyen uno de los grandes éxitos de la filosofía idealista clásica alemana hacia finales del Siglo XVIII y principios del XIX—no puede interpretarse de manera que el mundo objetivo puede ser cambiado y transformado como a uno le plazca. No existe ninguna tendencia filosófica con insinuaciones más peligrosamente reaccionarias que la que separa las actividades de "la voluntad" del conocimiento científico y objetivo de procesos sociales, gobernados por leyes que esencialmente determinan la práctica social del hombre. Las actividades del partido revolucionario deben partir de un análisis correcto de las tendencias básicas del desarrollo socioeconómico a nivel mundial. A menos que se arraigue en este concepto fundamental, la labor del movimiento revolucionario se quedará sumido en el impresionismo y en la conjetura...lo cual hará que termine en el desastre.

Para continuar

Notas:
1. http://www.aflcio.com/corporateamerica/paywatch/ceou/database.cfm
2. Escritos de León Trotsky 1932-33 (New York, 1972), pp. 232-33.
3. The Passing of an Illusion (Chicago 1999), p. 2.
4. The Ontology of Social Being, Volume 2 (London, 1978), p. 103.

See Also:
Una nueva publicación de la Editorial Mehring: The Crisis of American Democracy, the Presidential elections of 2000 and 2004

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