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La crisis social y política de EE.UU. seguirá
intensificándose tras las elecciones del 2004
Declaración del World Socialist Web Site
6 Noviembre 2004
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el autor
La reelección de George W.Bush, lograda por medio de
la movilización del voto evangélico cristiano y
recurriendo a los prejuicios religiosos, tendrá consecuencias
desastrosas de largo alcance para la democracia de Estados Unidos.
A pesar de las trivialidades y sedativos que el Senador John
Kerry dispensara en su trillado discurso de concesión,
los resultados de las elecciones del 2004 no van a acabar en ningún
renacimiento de la unidad nacional. Estas elecciones representan
una etapa más desarrollada de la decadencia y la crisis
del sistema político estadounidense. Son la culminación
de una estrategia que los Republicanos han estado desarrollando
por tres décadas: cultivar a los fundamentalistas religiosos
y así crear una enorme base reaccionaria y militarista.
La oligarquía financiera y empresarial ha creado su propio
Frankenstein: una fuerza cuya programática política
y social es incompatible con las bases seculares constitucionales
de Estados Unidos y con la defensa de las normas democráticas
tradicionales.
Bush y los Republicanos llevaron a cabo una campaña
reaccionaria extremista a base de mentiras, fomentando el temor
y aprovechándose de las inseguridades y de la confusión
de importantes sectores del electorado. No obstante la ventaja
de las riendas del poder, de una prensa a favor y de la explotación
interminable de la tragedia del 11 de septiembre, Bush a penas
logró la mayoría del voto popular: el 51%.
Pese a lo que los "eruditos" de la prensa digan,
las elecciones de ninguna manera significan que el gobierno y
la política de Bush cuentan con apoyo popular. A través
de la historia, los presidentes reelegidos se han valido de los
beneficios de las riendas del poder que garantizan victorias decisivas.
Así fue el caso con Roosevelt durante la década
de los 30, con Johnson en los 60, Reagan en los 80, y hasta Clinton
en 1996. Pero la victoria de Bush apenas rebasó una mayoría
absoluta de votos.
Si nos fijamos en el mapa electoral, inmediatamente podemos
darnos cuenta que los Republicanos, cuatro años después
de las disputadas elecciones del 2000, no lograron obtener el
apoyo de los centros más poblados del país. Los
estados que le brindaron su apoyo popular a Gore en el 2000, con
pocas excepciones, votaron por Kerry en el 2004. Estos incluyen
los estados más industrializados y urbanos en la costas
Este y Oeste, y en la región del Medio Oeste. Es decir,
los Republicanos, a pesar de un esfuerzo extraordinario para fomentar
el temor y sus mentiras (y otros trucos de política reaccionaria
que sacaron del sombrero mágico) ya no pueden expandir
los límites de sus propias bases sociales o de la geografía.
El mapa electoral muestra otro aspecto de la crisis política
en que la democracia estadounidense ha caído: la balcanización
de la política del país. No se puede decir más
que los dos partidos principales son verdaderamente nacionales.
Las elecciones nuevamente revelan lo siguiente: que el país
está aguda y rígidamente polarizado y que todavía
existe una amplia y profunda oposición a Bush y a la guerra
en Irak. El enorme aumento en la cantidad de nuevos votantes que
se aparecieron ante las urnas electorales, sobretodo votantes
jóvenes, quienes en su mayoría votaron contra Bush
y la guerra, refleja la inmensa oposición que existe contra
la derecha Republicana.
Puesto que los Republicanos han incrementado su mayoría
en el Senado, el resultado del voto será una mayor concentración
del poder político en manos de la extrema derecha, la cual
ahora tendrá bajo su dominio las tres ramas del gobierno:
ejecutiva, legislativa y judicial. Se han abierto las puertas
a todo un conjunto de nominaciones a la Corte Suprema que la llevará
aún más lejos hacia a la derecha, resultando an
la anulación de la decisión Roe contra Wade, que
legaliza los derechos al aborto, y otros dictámenes de
gran importancia.
En realidad, las elecciones no fueron tanto una victoria para
Bush sino una derrota colosal para el Partido Demócrata.
En medio de una guerra impopular, de la enorme desaparición
de empleos, de la disminución de las normas de vida, de
la pobreza creciente, de toda una serie de escándalos de
corrupción empresarial y de enormes concesiones a los ricos
por medio de la reducción de sus rentas internas, los Demócratas
han sido un fracaso. No pudieron destituir de las riendas del
poder a un gobierno que llegó al poder a través
de medios anti democráticos y que la mitad de la población
considera ilegal; un gobierno cuyas mentiras monstruosas no son
un secreto. A pesar de la enorme oposición a Bush, Kerry
y su partido fueron incapaces de extender sus bases sociales de
apoyo y penetrar seriamente el electorado obrero.
Kerry y su partido fueron incapaces de conducir una campaña
eficaz que le hiciera frente a la estrategia Republicana de fomentar
el temor, los prejuicios y la confusión política.
La hipocresía definió la campaña Demócrata:
trataron de ganarse el apoyo anti guerra aún cuando la
respaldaban; se dirigieron a las inquietudes del pueblo trabajador
en cuanto a la economía, pero abogaban por la austeridad;
y criticaban el Acta Patriota pero exigían darle mayores
poderes gubernamentales a la policía para "luchar
contra el terrorismo".
La coherencia define la estrategia electoral de los Republicanos,
quienes buscan crear una base de apoyo popular para la reacción
social y el militarismo auspiciando el fundamentalismo cristiano
y valiéndose de temas "controversiales"como el
matrimonio entre homosexuales, el aborto, y las oraciones en las
escuelas públicas.
Explotaron eficazmente las contradicciones que desconciertan
al Partido Demócrata. Por ejemplo, Kerry nunca pudo responder
a uno de los puntos básicos de Bush: que su adversario
ahora criticaba de "equivocada, mal ubicada y de mala hora"
una guerra por la cual Kerry y su socio a la vicepresidencia,
John Edwards, habían votado. La reacción de Kerry
fue repetir interminablemente fin que conduciría la guerra
en Iraky otras guerras del futurode manera más
efectiva que la del actual "comandante de las fuerzas armadas
del país" [Bush].
La presunta tendencia de Kerry a contradecirse ("flip-flopping")
surge de las contradicciones de un partido que, al mismo tiempo
que defiende a la clase gobernante del país y a los intereses
de ésta en el interior y en el extranjero, se considera
voz del pueblo trabajador.
Kerry apenas obtuvo la mayoría del voto en los sumamente
industrializados y urbanos estados de Michigan, Wisconsin y Minnesota
en el Medio Oeste. Apenas se molestó en dirigirse a los
millones de trabajadores blancos y a los pobres de las zonas urbanas
y rurales de la región Sur del país o de estados
entre norte y sur, como Tennessee y Missouri. Tampoco se dirigió
a estados ricos en carbón, como Virginia Occidental, que
anteriormente habían sido baluartes del Partido Demócrata.
Puesto que no hubo ningún esfuerzo consistente y honesto
para dirigirse a los intereses clasistas de la clase trabajadora,
la estrategia Republicana, basada en el atraso y la confusión
que la religión fomenta, fue increíblemente efectiva.
El Partido Demócrata ni puede, ni tampoco podrá,
responder directamente a las verdaderas necesidades económicas
y sociales de la clase trabajadora, porque es un partido del capitalismo
estadounidense y prisionero de la oligarquía que controla
la economía de Estados Unidos. Los sindicatos obreros,
que le brindan al Partido Demócrata ayuda con la mano de
obra de sus propios miembros, listas de teléfono, etc.,
son totalmente inútiles en cuanto a la movilización
de la clase obrera.
El resultado es que decenas de millones de gente trabajadora,
principalmente en los estados rojos del Sur, de las planicies
centrales y del Suroeste, votaron por un presidente cuya política
económica ha resultado en consecuencias devastadoras para
sus propias normas de vida. Esta anomalía, sin embargo,
no surgió de la nada. Los Republicanos han podido penetrar
grandes sectores de la clase obrera que los Demócratas
y sus aliados derechistas entre los líderes burócratas
que gobiernan los sindicatos, han abandonado.
Los estados rojos de Bush incluyen a Virginia Occidental y
a Kentucky, ex baluartes del Partido Demócrata cuyas comunidades
mineras quedaron arrasadas por los cierres y reducciones salariales
debido a que una cantidad incontable de batallas contra la destrucción
consciente de los sindicatos y de las reducciones de los sueldos
fue traicionada durante las décadas de los 80 y los 90.
En los estados de Ohio, Missouri, Arizona, Alabama y otros tantos
que terminaron en la lista Republicana sucedió una situación
similar. En todos estos casos, el Partido Demócrata se
alió a la burocracia de la AFL-CIO para aislar a los trabajadores
y destruir su resistencia. Como es de costumbre, estas derrotas
dejan un patrimonio de ruina económica, de desesperación
y de falta de perspectiva o visión; es decir, un terreno
fértil donde se pude sembrar una política reaccionaria
vestida de fervor religioso.
No cabe duda que el racismo y otros sentimientos reaccionarios
han motivado a un sector bastante considerable de los constuyentes
del Partido Republicano. Pero la verdad es que otro sector bastante
amplio también vota por los Republicanos porque ninguno
de los dos partidos principales sirve de voz a sus intereses de
clase.
Así como el camino del Partido Republicano hacia la
derecha ha sido un proceso prolongado, el colapso del Demócrata
también es consecuencia de una larga evolución.
Por más de una generación, el Partido Demócrata
se ha desligado de toda política que los ámbitos
empresariales consideran sospechosa. Su movimiento hacia la derecha
ha sido marcado por un esfuerzo casi cómico por repudiar
la etiqueta del "liberalismo"; esfuerzo que Kerry continuara
durante su campaña electoral. Resultado? El partido ha
renunciado a todo esfuerzo en dirigirse a los verdaderos intereses
económicos de la clase trabajadora.
De todos modos, los políticos Demócratas que
prometen la reforma en la atención médica y en otras
necesidades sociales ya le han enterrado un puñal a la
clase obrera. Solamente un año después de su inauguración
como presidente, Bill Clinton abandonó el plan para reformar
la atención médica y básicamente siguió
la economía política de Reagan y Bush padre.
La reacción de los Demócratas a esta última
debacle política será virarse aún más
hacia la derecha. Buscarán la reconciliación con
Bush y los Republicanos con desesperación. Tratarán
de ponerse sus propios atavíos religiosos y presentarse
como una versión más "moderada" de sus
rivales burgueses.
Por adelanto advertimos que el Partido Demócrata y los
liberales "izquierdistas" que se orientan a él
saldrán de estas elecciones desmoralizados y carentes de
lógica. Nosotros rechazamos la idea que la culpa de la
reelección de Bush la tiene el pueblo estadounidense y
que no se puede hacer nada para oponerse a la política
de guerra y reacción de la derecha Republicana.
Los resultados de las elecciones del 2004 garantizan la intensificación
de la crisis social y política de Estados Unidos y el surgimiento
de grandes cambios y luchas. Existe un desequilibrio político
grotesco que no puede seguir su trayectoria; que refleja la enorme
polarización económica que sufre la sociedad estadounidense.
Todo el poder político se ha concentrado en manos de
fuerzas de la extrema derecha. La oposición oficial, en
la forma del Partido Demócrata, ha resultado un fracaso.
Mientras tanto, en el país por lo general todavía
existe una enorme e intensa oposición al gobierno de Bush,
a la guerra en Irak y a la política de la derecha Republicana.
A esta mezcla tan volátil y explosiva hay que añadirle
los millones que votaron por Bush por temor y confusiónambos
explotados por los Republicanosy que por ende aseguraron
la continuación de una política que socavará
sus normas de vida aún más.
Las condiciones objetivas han de echarle bastante combustible
a la lucha social y política. El cenegal de Irak y las
futuras aventuras militares que han de seguir, la creciente crisis
del capitalismo estadounidenseagobiado por un déficit
que ha subido a las nubes y la debilidad del dólarobligarán
al segundo gobierno de Bush a lanzar nuevas agresiones contra
la clase trabajadora, inclusive contra los millones de trabajadores
que votaron para regresarlo al poder.
A estas agresiones sólo se le puede hacer frente por
medio de la movilización de la clase obrera basada en un
programa socialista. Esto debe constar de una oposición
sistemática a la política de los Republicanos y
de la clase gobernante del país, inclusive el desenmascaramiento
despiadado de la hipocresía y el cinismo de la religión
vcon que se amparan.
La dirigencia de esta lucha no puede desarrollarse dentro de
los límites establecidos por el sistema controlado por
los dos partidos capitalistas. Esta lucha requiere una escisión
bien clara e irrevocable con el Partido Demócrata. Durante
los meses venideros, a medida que aprende las lecciones de estas
elecciones, el Partido Socialista por la Igualdad luchará
para fomentar este nuevo movimiento socialista de las masas.
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