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La historia no miente
Los engaños y la hipocresía de Estados Unidos
en cuanto a las torturas y humillaciones en Irak
Por Alex Lefebvre
21 Mayo 2004
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el autor
La versión original en inglés de este artículo
apareció en nuestro sitio el 12 de mayo, 2004.
En los informes efectuados por los funcionarios estadounidenses
recientemente, se han ventilado una sarta de afirmaciones que
sostienen, y que a la vez desacreditan sobradamente, las afirmaciones
de que la tortura de prisioneros iraquíes llevada a cabo
por un grupo de soldados bribones, es un hecho insólito
y excepcional. Lo que ha surgido, sin embargo, es un cuadro indiscutible
de metódicas y antiguas prácticas de abusos cuyo
propósito fue torturar a iraquíes detenidos para
interrogarlos e intimidarlos.
Las declaraciones del Comité Internacional de la Cruz
Roja (CICR) que advertían al gobierno de Bush de tales
hechos han sido condenatorias en extremo. Según un artículo
del Wall Street Journal publicado el 7 de mayo, el CICR
estaba en comunicación continua con las autoridades estadounidenses
durante el periodo entre mayo y noviembre del 2003; instancia
en que este organismo se dedicaba a preparar su informe sobre
los abusos a prisioneros iraquíes para el gobierno estadounidense.
Dicho exhaustivo informe sobre los abusos datan de la primavera
del 2003, momento en que las fuerzas estadounidenses tomaron el
mando de Irak.
El CICR reveló que "los prisioneros estaban desnudos
en celdas vacías [...] y que eran obligados a vestirse
con ropa interior femenina [...] eran golpeados por fuerzas de
la coalición. En un caso en particular esto causó
la muerte a un prisionero [...] en otros, las fuerzas de la coalición,
ubicadas en las torres de vigilancia, disparaban a detenidos que
no portaban armas, y mataron a varios".
Un artículo publicado por Los Angeles Times el
11 de Mayo describió otros métodos de tortura usados
por las fuerzas estadounidenses: crueles y grandes quemaduras
efectuadas premeditadamente, el uso de choques eléctricos,
y amenazas con violar sexualmente a las mujeres parientes de los
detenidos. El artículo del Los Angeles Times también
reveló que el CICR considera que entre el 70 y el 90 por
ciento de iraquíes detenidos son maltratados.
Estos resultados coinciden con otros de divulgación
pública, entre cuyos resultados se encuentra un informe
de Antonio Agudas, General de División estadounidense.
Éste informe, asequible en http://www.antiwar.com/article.php?articleid=2479,
cita la violación sexsual de mujeres iraquíes bajo
custodia. El informe de Amnistía Internacional se puede
localizar en http://news.amnesty.org/mav/index/ENGAMR510772004/
y en http://web.amnesty.org/library/index/engmde14097200.
Documenta los hechos de tortura y humillación efectuados
a prisioneros iraquíes en abril del 2003.
A pesar de que el gobierno estadounidense y los medios de comunicación
se han mostrado sorprendidos e incrédulos ante estas revelaciones,
hay pruebas cuantiosas de que la clase gobernante de Estados Unidos
se embarcó en una política intencional de crímenes
de guerra y tortura cuando inició la invasión de
Afganistán durante el último cuatrimestre del 2001.
Tortura y atrocidades durante la invasión
a Afganistán
El gobierno de Bush efectuó sus primeras atrocidades
documentadas a prisioneros de guerra durante el derrocamiento
del régimen Talibán en Afganistán, cuando
fuerzas de la Alianza Norteña afganas se aliaban a las
tropas de EE.UU. el 19 de noviembre en la ciudad de Kunduz. En
ese momento, los comandantes afganos manifestaron que estaban
considerando anunciar garantías de seguridad para aquellos
soldados Talibanes extranjeros que iban a rendirse. El Ministro
de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, inmediatamente
declaró que no estaba dispuesto a negociar semejante acuerdo.
En la semana previa a la rendición de Kunduz, Rumsfeld
dejó claro que prefería una salida en dónde
todos los soldados del Taliban fuesen masacrados, afirmando que
EE.UU. "no tenía intenciones de negociar rendiciones,"
aunque él esperaba que las fuerzas de Al Qaeda "fueran
ejecutadas o cayeran prisioneras."
El 21 de noviembre del 2001, cuando se le preguntó acerca
del destino de Osama Bin Laden y si prefería que éste
fuese ejecutado o capturado, Rumsfeld respondió, "¡Pero
por supuesto que sí!". En ese momento, el periódico
británico, the Observer, publicaba un artículo
que decía, "Hasta que los hechos se investiguen, se
sospecha que EE.UU. desea instigar la pena de muerte sin juicio
previo."
Luego de su rendición en Kunduz, los Talibanes no afganos
fueron trasladados a la fortaleza Qala-i-Janghi en Mazar-i-Sharif,
bajo la custodia de las fuerzas de Rashid Dostum. Allí
se sublevaron al ser interrogados por estadounidenses quienes
se mofaban, les pegaban, y los amenazaban de muerte. En respuesta
a esta acción, Fuerzas Terrestres Especiales estadounidenses
dirigieron ataques aéreos y con tanques contra los prisioneros,
ejecutando a unos 800. Estas escenas fueron captadas por equipos
de filmación estadounidenses y alemanes. Con el tiempo
estos abusos se convirtieron en el tema de un documental emitido
por la CNN en agosto del 2002 . (Ver http://www.wsws.org/articles/2001/nov2001/afgh-n27.shtml
y http://www.cnn.com/TRANSCRIPTS/0208/03/cp.00.html)
Después de cesar el bombardeo, las Fuerzas Especiales
estadounidenses y las tropas de Dostum reunieron una multitud
de 3,000 prisioneros en recipientes de metal sellados y los transportaron
a la prisión de Sheberghan en una travesía de 20
horas de duración. La mayoría de los prisioneros
se asfixiaron durante el viaje. Al llegar a su destino, vaciaron
los recipientes y aquellos prisioneros sobrevivientes fueron ultimados
a tiros; luego se enterraron sus restos en una fosa común.
Jamie Doran, director de cine irlandés, documenta esta
atrocidad en su película, MasacreConvoy Afgano
de la Muerte (Ver http://www.acftv.net.)
Uno de los sobrevivientes de esa masacre fue el "Talibán
estadounidense", John Walker Lindh, quien fue separado de
los demás prisioneros después del bombardeo de Qala-i-Janghi.
Las fuerzas estadounidenses torturaron a Lindh y a propósito
ignoraron la herida de bala que llevaba en la cabeza. Lo dejaron
desnudo, a congelarse de frío por varios días en
un recipiente de metal donde los ruidos eran ensordecedores.
Lindh renunció a sus derechos constitucionales inmediatamente
y fue interrogado por agentes del FBI, quienes le arrebataron
una confesión. Luego se lo trasladó al [buque de
guerra] USS Peleliu dónde recibió tratamiento médico.
(Ver http://www.wsws.org/articles/2002/jun2002/lind-j25.shtml.)
Esta confesión, extraía bajo tortura e informalmente
sintetizada por agentes del FBI, fue la evidencia principal que
los fiscales estadounidenses presentaron para someter a Lindh
a juicio y enviarlo a la cárcel por 20 años.
El Gobierno de Bush repudia la Convención
de Ginebra
Las fuerzas armadas estadounidenses llevaron a cabo la matanza
de prisioneros en Kunduz en un ambiente donde las prácticas
ilegales reinaban. Rumsfeld y otros miembros prominentes del gobierno
de Bush promovieron tales actos pública y abiertamente.
Al ser interrogado sobre las condiciones que afrontaban los Talibanes
y otros aliados detenidos por fuerzas estadounidenses o sus apoderados,
Rumsfeld respondió lo siguiente: "No siento ni la
más leve preocupación en referencia a los procedimientos
que se siguen con ellos."
El término "combatiente ilegal", en contraposición
a "prisionero de guerra", para designar a las fuerzas
detenidas por el ejército estadounidense en Afganistán,
fue inaugurado y adoptado por funcionarios de antigüedad
en el gobierno de Bush, que incluye a Rumsfeld, al vicepresidente
Cheney, al procurador general Ashcroft y al mismo Presidente Bush.
Este malabarismo semántico tiene su fin: negar a dichos
detenidos las protecciones y los derechos legales que se conceden
a los prisioneros de guerra según los estatutos de la Convención
de Ginebra, acordada en 1949. Estados Unidos se adhiere a todos
los estatutos de la Convención, así como al tratamiento
de prisioneros de guerra. Esto significa que las disposiciones
del Convenio son ley vigente en EE.UU., y su infracción
se considera un delito.
No obstante, y luego de las perturbadoras revelaciones de tortura
en Irak, funcionarios estadounidenses insisten que tales prácticas
son aberraciones que violan la política del gobierno. Pero
el repudio a la Convención de Ginebra interpreta las estipulaciones
de ésta como si fuesen mentiras. ¿Por qué
Rumsfeld, Bush, Cheney y compañía declararían
que EE.UU. no estaba obligado a respetar ciertas restricciones
según las convenciones y estipulaciones de ésta
en Afganistán y en la llamada "guerra contra el terrorismo",
si sus decisiones no hubiesen sido someter a los detenidos intencionalmente,
y así violar explícitamente medidas proscriptas
por La Convención; medidas consideradas crímenes
de guerra? Al formular la pregunta uno encuentra la respuesta.
Bahía de Guantánamo: campo de
concentración estadounidense
Cientos de personas detenidas durante la guerra en Afganistán,
y quienes tienen poco o nada que ver con el Talibán o Al
Qaeda, fueron encapuchados, engrillados y transportados a la base
naval estadounidense en la Bahía de Guantánamo en
Cuba. En aquel momento, la prensa internacional y la estadounidense
documentaron con fotografías muy inquietantes el movimiento
de dichos prisioneros.
En Guantánamo, los prisioneros son ubicados en canastas
de metal diminutas con paredes de malla de acero. Aquellos prisioneros
británicos liberados dan testimonio de un programa habitual
de palizas, amenazas de muerte, comida podrida, agua sucia, y
de tortura psicológica. (Ver http://www.wsws.org/articles/2004/mar2004/guan-m19.shtml.)
Las organizaciones de derechos humanos repetidamente han reprobado
estas condiciones (el informe de Amnistía Internacional
se encuentra en el siguiente sitio: http://web.amnesty.org/pages/guantanamobay-índice-eng.
El gobierno de Bush sostiene que tiene el derecho a mantener
a los detenidos en Guantánamo Bay sin juicio y por tiempo
indeterminado, alegando la eventual necesidad de interrogarlos
por posibles conexiones a Al Qaeda. En julio del 2002, el Juez
Colleen Kollar-Kotelly determinó que no se aplicarán
protecciones legales a los prisioneros en Guantánamo Bay,
alegando que, aunque se encuentran en una base naval estadounidense,
no están en territorio de Estados Unidos.
Las detenciones efectuadas en la Bahía de Guantánamo
constituyen una infracción total de las Convenciones de
Ginebra referente al tratamiento de los prisioneros de guerra
(ver Convención III en http://www.genevaconventions.org/.
Las palizas y las humillaciones sexuales infringen los Artículos
13 y 14. Toda interrogación que le exija a un detenido
que revele información que no sea su nombre, rango y número
de serie constituye una infracción del Artículo
17. Las condiciones en los campamentosropa que marca a los
prisioneros como reos, encarcelamiento en celdas pequeñísimas,
la falta de ejercicio físico y psicológico, la suministración
de alimentos podridosinfringen los Artículos 18,
21, 26 y 28. EE.UU. manifiesta el derecho de mantener a los presos
en este lugar indefinidamente, pero esa práctica infringe
el Artículo 118, el cual sostiene que los presos deben
ser restituidos a su país luego de finalizadas las hostilidades.
El Artículo 4 de la convención concede a los
prisioneros de guerra la categoría de "milicia o cuerpo
voluntario" en los siguientes casos: los Talibanes, los ciudadanos
civiles que acompañan a estas fuerzas y los habitantes
de un territorio que se sublevan espontáneamente para resistir
a una ocupación extranjera. También existen otros
casos.
Funcionarios estadounidenses se arrogaron el derecho de excluir
de la categoría de prisionero de guerra a los detenidos,
así transgrediendo una de las disposiciones de la Convención
de Ginebra: que a los prisioneros se les puede negar dicha condición
solamente mediante decisión de un tribunal competente.
Rumsfeld, en referencia a esto, manifestó lo siguiente:
"No son prisioneros de guerra. No se les considerará
prisioneros de guerra. [...]. Este caso no tiene ninguna ambigüedad".
El Comité Internacional de la Cruz Roja y las organizaciones
que defienden los derechos humanos, tales como la Human Rights
Watch, acusan a Washington de fingir respeto por la Convención
de Ginebra y han declarado que el gobierno estadounidense carece
de fundamentos legales para asumir dicha actitud. Ambas organizaciones
hicieron hincapié en que todos los detenidos en Afganistán
deben regirse por las protecciones impuestas y permitidas a los
prisioneros de guerra bajo los estatutos de dicha Convención.
No obstante, y a pesar del menosprecio del gobierno de Bush
por estas leyes internacionales, éste no se encontró
con ningún impedimento por parte del Partido Demócrata
o de los medios de comunicación estadounidenses.
Es importante resaltar aquí que muchos de los presos
no mantienen lazos con Al Qaeda, más allá del hecho
irrefutable que las condiciones en la Bahía de Guantánamo
sean injustificables e ilícitas. El periódico Los
Angeles Times informó en enero del 2003 que, como mínimo,
el 10 por ciento de los detenidos no tenían ningún
vínculo al Talibán o a Al Qaeda. (Ver http://www.wsws.org/articles/2003/jan2003/guan-j03.shtml.
Un Artículo del Washington Post del 9 de mayo
del 2004, titulado "El Pentágono aprobó interrogaciones
más penosas", revela que abogados del Ministerio de
Defensa de Estados Unidos redactaron un documento que legaliza
el uso de tortura en la Bahía de Guantánamo. "Quisimos
encontrar la manera legal de aumentar la presión",
puntualiza uno de los abogados.
Aunque el periódico no define qué métodos
eran aceptados, estos incluían suspensión del sueño,
exposición a calor y a frío extremos y mantener
a los prisioneros desnudos, según "dos funcionarios
del Ministerio de Defensa" entrevistados por el periódico.
Fueron funcionarios a cargo de los campamentos en la Bahía
de Guantánamo que, por tres meses, hacia fines del 2002,
habían pedido que se estableciera la legalidad de estas
prácticas. El Post revela también que algunas de
estas técnicas requerían notificación a funcionarios
del Pentágono y al mismo ministro defensa, Rumsfeld.
Gobierno de EE.UU. terceriza la tortura con
los "traslados"
Como parte de "la guerra contra el terrorismo", las
agencias gubernamentales estadounidenses, tales como la CIA, han
estado rutinariamente "trasladando" a personas sospechadas
de ser "terroristas" a los servicios de espionaje de
otros gobiernos, tales como Egipto, Jordania, Arabia Saudita y
Siria, que son avezados conocedores de una amplia gama de técnicas
de tortura para extraer confesiones.
Un artículo publicado por Washington Post declaró:
"Según funcionarios estadounidenses, abogados egipcios,
y grupos partidarios de los derechos humanos, el gobierno de Estados
Unidos ha subrepticiamente trasladado a docenas de personas sospechadas
de tener vínculos con terroristas de otros países,
obviando así los procedimientos y las formalidades legales
de extradición.. [Allí, en estos países]
pueden llegar a ser sometidos a tácticas interrogatorios,
torturas y amenazas a sus familiasque se considerarían
ilegales en los Estados Unidos. ... Agentes del espionaje estadounidense
participan íntimamente en dichos interrogatorios."
(Ver http://www.wsws.org/articles/2002/mar2002/cia-m20.shtml.)
Las fuerzas del espionaje estadounidense han raptado a sus
víctimas de docenas de países en todos los rincones
del mundo: Yugoslavia, Pakistán, Indonesia, Azerbaiyán,
Albania, Nigeria, las Filipinas, Kenya, y África del Sur.
Advierte el Post: "Los detalles de la mayoría
de estas actividades, que con frecuencia ignoran las leyes locales
e internacionales pertinentes a la extradición, quedan
absolutamente secretos".
Los principales medios de comunicación han optado por
hacer la vista gorda a estos traslados, pero por lo menos una
de estos ha llamado la atención de la prensa. Se trata
de un ciudadano canadiense de descendencia Siria, Maher Arar (Ver
http://www.wsws.org/articles/2003/nov2003/arar-n18.shtml.)
Basándose en acusaciones sin pruebas que pintaban a Arar
de colaborador de la red Al Qaeda, funcionarios estadounidenses
lo trasladaron a Siria para que fuese interrogado. Éste
sufrió palizas y torturas con toques eléctricos
varias veces. Un funcionario estadounidense, entrevistado por
el Post acerca de este hecho, declaró: "Alguien podría
obtener información de los detenidos que nosotros no podemos.
Nosotros no los pateamos para sacarles la m_ _ rda, pero los enviamos
a otros países donde los patean hasta sacársela".
Como los medios de comunicación de Estados
Unidos abogaron por la tortura
Aunque hoy día los alaridos de alarma de la prensa traten
de hacernos olvidar, hay que recordar que inmediatamente luego
de los ataques terroristas del 11 de septiembre, 2001, esa misma
prensa repetidamente suplicó para que se permitiera la
tortura legal de prisioneros presuntamente terroristas. De hecho,
estos artículos le dieron su aprobación explícita
a muchas de las torturas previamente mencionadas por este artículo.
El 5 de noviembre del 2001, en una edición de Newsweek,
su editor, Jonathan Alter, escribió un artículo
titulado, "Es tiempo de considerar la tortura". Después
de explayarse y expresar su apoyo a la tortura psicológica,
concluyó que "No podemos legitimar la tortura, que
es contraria a los valores de estados Unidos, pero mientras continuemos
oponiéndonos a los abusos contra los derechos humanos en
todo el mundo, nos incumbe mantener una perspectiva abierta acerca
de ciertas prácticas [...], como, por ejemplo, los interrogatorios
psicológicos autorizados por los poderes judiciales. Y
tendremos que considerar el traslado de algunos sospechosos a
los países aliados donde la tortura no afecta tanto, aún
cuando esto parezca hipocresía nuestra".
El 5 de noviembre, 2001, el New York Times publicó
un artículo de Jim Rutenberg, titulado "La tortura
se debate en los medios de comunicación", que ofreció
una larga lista larga de artículos que abogaban por la
tortura y que habían aparecido en los medios de comunicación,
tales como las cadenas de televisión CNN y Fox, periódicos
como el Wall Street Journal, y la revista on-line, Slate.
Pero quizás el momento más escalofriante, que indirectamente
define el estado moral envenenado de la prensa empresarial, fue
el comentario de Jim Murphy, productor ejecutivo del programa
"Noticias de la noche con Dan Rather", televisado por
la cadena nacional, CBS. Murphy expresó que la CBS no cubría
el debate sobre la tortura porque no lo consideraba noticia; para
él, más bien, el asunto era cuestión de conversaciones
teóricas informales, que explica de la siguiente manera:
"Es como la conversación que usted o yo tendríamos
mientras cenamos: Me pregunto si deberíamos torturar'".
Tan fascinada estaba la clase gobernante de Estados Unidos
con la tortura que Alan Dershowitz, destacado abogado defensor
de los derechos civiles y profesor de derecho de la Universidad
de Harvard, propuso que se emitieran órdenes judiciales
para "metodizar" las torturas empleadas por funcionarios
de Estados Unidos. Dershowitz justificó la idea con que
"Todas las democracias, incluyendo la nuestra, se han valido
de la tortura que ignora las leyes". Varios artículos
de Dershowitz en apoyo de este plan aparecieron el 8 de noviembre,
2001, en el Los Angeles Times y el 22 de enero, 2002, en
el San Francisco Chronicle.
El horror que ahora fingen los medios de comunicación
estadounidenses y los funcionarios del gobierno en cuanto a las
revelaciones acerca de las torturas efectuadas por las fuerzas
de EE.UU. en Irak, es una sórdida farsa. Tiene su fin:
encubrir el vínculo directo que existe entre, por una parte,
las invasiones a Afganistán e Irak y la llamada "guerra
contra el terrorismo", y, por otra, la perpetración
de crímenes de guerra en el extranjero y las agresiones
contra los derechos democráticos en el mismo Estados Unidos.
El hecho que a semejante farsa se le considere necesaria desenmascara,
en forma devastadora, los alegatos del gobierno de Bush: que la
campaña para dominar al Oriente Medio cuenta con el respaldo
popular del pueblo de Estados Unidos.
Ante esta pila de mentiras, se debe reiterar un hecho fundamental:
el uso de la tortura en Afganistán e Irak, ambos ocupados
por EE.UU., es consecuencia directa de la decisión para
lanzar guerras ilegales, colonialistas y de saqueo. Las fuerzas
estadounidenses trataron de quebrar la voluntad del ejército
Iraquí para luchar en contra de la invasión de marzo,
2003, con un bombardeo para causar "el espanto y el temor".
Ahora que el pueblo iraquí resiste la ocupación
estadounidense, el gobierno de Estados Unidos recurre a la tortura
para destruir esa misma voluntad que alimenta la resistencia.
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