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La convención Demócrata y la crisis política en EE.UU.

Por el Comité de Redacción
31 Julio 2004

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La versión original en inglés de esta declaración apareció por primera vez en nuestro sitio el 26 de julio, 2004.

La Convención Nacional Demócrata arrancó ayer lunes en Boston. Es la culminación de una campaña por parte de las fuerzas más poderosas del Partido Demócrata, la prensa y la clase gobernante capitalista de Estados Unidos (en general) para extirparle a las elecciones de noviembre todo debate acerca del tema más importante que el pueblo estadounidense enfrenta: la guerra en Irak.

La coronación del senador de Massachussets, John Kerry, como candidato presidencial del Partido Demócrata es indiscutible. Es resultado de un esfuerzo concertado durante las elecciones primarias para socavar la campaña de Howard Dean, quien se consideraba el más popular de los candidatos que buscaban la nominación de su partido. El ex gobernador del estado de Vermont es un político burgués completamente convencional quien, a pesar de todo, reconoció muy temprano que la mejor oportunidad que tenía para ser nominado era basándose en el enorme sentimiento anti guerra entre los votantes Demócratas y el pueblo en general. Pero la clase gobernante consideró que los esfuerzos de Dean, a pesar de ser muy limitados y carentes de principios, podían convertirse en una concesión demasiado peligrosa al malcontento popular. Los esfuerzos de Dean para obtener la nominación chocaron contra una muralla y pronto fue echado a un lado. El sentimiento anti guerra se quedó al margen de la política, para no decir suprimido. Efectivamente quedaría ignorado por la campaña electoral a la presidencia. Dean, claro, pronto se puso en línea.

Este proceso de quitarle la voz política al pueblo ha de completarse cuando Kerry y su compañero a la vicepresidencia, John Edwards, senador del estado de Carolina del Norte, queden consagrados como los candidatos oficiales del partido. Ambos son multimillonarios que representan a la clase gobernante. Ambos votaron en el 2002 a favor de la resolución del Congreso nacional que autorizó a Bush a atacar a Irak, y ambos votaron por el Acta Patriota. Esta última, disfrazada como medida para lanzar la "guerra contra el terrorismo", le da a la CIA, al FBI y a otras agencias policiales poderes sin precedente para llevar a cabo actos de espionaje contra el pueblo de Estados Unidos y desobedecer las leyes constitucionales que protegen los derechos civiles.

Pero si habían dudas acerca de la supresión del debate sobre la guerra y la ocupación de Irak, éstas han quedado nulas, pues la plataforma del partido rehusa criticar la decisión de Bush de invadir a ese país. Hasta el diputado Dennis Kucinich, del estado de Ohio, quien durante las elecciones primarias fuera oponente vociferante de la guerra, formalizó toda supresión del debate sobre la guerra cuando anunció este último fin de semana que respaldaría a Kerry.

El desprecio que la jerarquía del partido siente por los sentimientos de los votantes Demócratas y su predilección por suprimir todo debate democrático encontró su expresión en una encuesta de opinión pública llevada a cabo por el New York Times y el departamento de noticias de la cadena nacional de televisión, CBS: nueve de cada diez delegados a la convención cree que Estados Unidos no debió haberse ido en guerra contra Irak.

Durante los momentos anteriores a la convención, Kerry había hecho todo lo posible para asegurar que apoyaba la ocupación de Irak y que la rebelión iraquí contra las fuerzas de ocupación estadounidenses debería ser aplastada. La crítica más acérrima que le hizo a Bush es que éste no había enviado a más tropas y que por lo general había hecho un desastre de esta aventura colonial. Repetidamente ha proclamado su apoyo a la "guerra contra el terrorismo" y a la doctrina de la guerra preventiva, que es piedra angular de la política del gobierno de Bush: valerse de la fuerza militar para derribar gobiernos que considera indeseables y apoderarse de las tierras y recursos de países extranjeros.

Funcionarios Demócratas han dejado bien claro que esperan aprovecharse de la convención para pintarse de ser más fuertes que Bush en cuanto a la "guerra contra el terrorismo". Tratarán de presentar a Kerry como gran líder militar que tomará todas las medidas necesarias para cumplir con la "seguridad de la patria". El candidato Demócrata

no ha perdido tiempo en aceptar las propuestas anti democráticas y de largo alcance de la comisión sobre el 11 de septiembre, entre ellas la consolidación y el fortalecimiento de las agencias de espionaje, de seguridad y policiales del país.

En una entrevista con el New York Times el viernes pasado, Kerry hizo un resumen de lo que enfocará durante la convención: "Yo puedo llevar a cabo una guerra más eficaz contra el terrorismo".

La austeridad y el militarismo

En cuanto a los temas sociales internos, se puede anticipar que la convención usará los clichés de costumbre acerca "los dos Estados Unidos" y criticará las reducciones de las rentas internas que el gobierno de Bush ha establecido descaradamente para favorecer a los ricos, pero la campaña Kerry se ha empeñado en no considerar ni siquiera una sola propuesta que tenga que ver con reformas sociales. Más bien ha obedecido órdenes de la prensa: evitar toda referencia a la "guerra de clases".

La semana pasada Kerry pronunció un discurso ante la Liga Urbana que muestra, bajo condiciones en que grandes sectores de la población están pasando por duros tiempos económicos, la verdadera postura del Partido Demócrata en cuanto a la política social. Presentó, como pieza deslumbrante central de su programa, una campaña, financiada por el gobierno federal, para atacar la delincuencia juvenil. Este programa, que aboga por gastos mínimos para la capacitación para el trabajo y para programas para el tratamiento de la adicción a las drogas, costaría $40 millones durante 10 años. Es decir, una gota de agua en relación al presupuesto federal anual de $1 trillón y pico.

El mismo día que Kerry anunció sta iniciativa, el Congreso nacional votó abrumadoramente a favor el presupuesto del Pentágono: $417 mil millones, inclusive $25 mil millones adicionales para actividades militares en Irak y Afganistán. El Partido Demócrata siguió a los Republicanos como un perrito perdido buscando a su madre: el presupuesto fue aprobado en el Senado por un voto de 90 a 0 y en la Cámara de Diputados por 410 a 12.

La piedra angular del programa de Kerry en cuanto a la economía política interna del país, y lo que en realidad forma la base de sus ataques contra la política del gobierno de Bush, es el llamado a la "responsabilidad fiscal". Pero bajo condiciones en que los déficits presupuestarios han batido el récord y que los gastos militares son enormes, esto sólo puede significar que los programas sociales serán reducidos aún más.

Otro indicio que la convención se ha virado más y más a la derecha fueron las advertencias que Kerry y otros funcionarios Demócratas este último fin de semana: no atacar abiertamente la política del gobierno de Bush. Según Terry McAuliffe, presidente nacional del Partido Demócrata, "No vamos a atacar a Bush".

Entre los temas que se han prohibido es el robo de las elecciones del 2000. Los organizadores de la convención, en línea con los esfuerzos de la jerarquía del partido para suprimir toda expresión de hostilidad abierta hacia Bush o de ira acerca de los orígenes ilícitos y del carácter autoritario del gobierno actual, han asegurado que el discurso del ex vicepresidente Al Gore, candidato presidencial del partido en el 2000, no será televisado por las principales cadenas nacionales de televisión. A este líder—por lo menos en nombre—del Partido Demócrata se le ha consignado a un horario fuera de las horas normales que NBC, ABC, CBS y Fox han consagrado para transmitir en vivo los procesos de la convención.

Podemos esperar una orgía de patriotismo enloquecido, con banderas estadounidenses desplegadas a todo lo que da, en la que los antecedentes militares de Kerry durante la Guerra de Vietnam serán la atracción principal. Un antiguo jerarca del partido, quien pidió permanecer anónimo, le dijo al New York Times: "Se van a ver más veteranos, más patriotismo, más palabrerío acerca de como proteger al país. Van a creer que están viendo la convención Republicana".

Esta marcha hacia la derecha—que en el lenguaje de la prensa es una llamada para que los votantes "independientes" e indefinidos brinden su apoyo—ocurre lado a lado una despiadada campaña para silenciar a toda oposición política de la izquierda. En todo el país, el Partido Demócrata ha entablado una lucha acérrima para excluir de las elecciones a todo candidato independiente o militante de partidos terceros que critique a la guerra en Irak y que de alguna manera exprese la profunda hostilidad que millones de trabajadores y jóvenes sienten hacia el gobierno de Bush. Los Demócratas sistemáticamente tratan de negarle lugar en la papeleta de votos a Ralph Nader y al Partido Verde, y descaradamente han tratado, por medios anti democráticos, de negarle al candidato del Partido Socialista por la Igualdad, Tom Mackaman, lugar en la papeleta de votos.

Este esfuerzo para excluir del proceso político a toda voz disidente y seria, y suprimir las inquietudes más vitales de la vasta mayoría del pueblo—y aquí nos referimos no sólo a las agresiones contra los empleos, las normas de vida y los derechos democráticos—nos revela, de manera muy clara, que los dos partidos capitalistas de Estados Unidos no tienen la menor capacidad orgánica para dirigirse, y mucho menos para resolver, una crisis social y política que ya adquiere dimensiones históricas.

Una travestía de la democracia

La crisis del sistema bipartito se expresa otra vez más en la manera en que la convención se ha preparado: entre bastidores, como si fuera una obra de teatro bien ensayada sin ninguna espontaneidad. El acontecimiento que ahora toma lugar en Boston es un espectáculo para beneficio de la prensa que no permite el menor debate o lucha. Parece un rito sin contenido. Y cuando se le analiza dentro del contexto de un país en guerra, despedazado por divisiones sociales y políticas y afligido por un mar de dificultades sociales—un país tan enorme y con una población tan diversa—el espectáculo en Boston pone en relieve el abismo que existe entre el sistema político y las realidades de la sociedad estadounidense.

Es un sistema político en el cual la prensa, controlada por las empresas, juega un papel primordial; que abierta y directamente sirve los intereses de la aristocracia empresarial que lo domina; que no tolera que se discutan temas sociales porque teme que brote el malcontento que hierve bajo la superficie.

En un editorial publicado en vísperas de la convención, el New York Times se vio obligado a plantear la siguiente cuestión: ¿Para qué sirve toda esta celebración? El periódico, que ha indicado que no puede protestar la decisión de las cadenas nacionales de televisión en limitar la cobertura del proceso a sólo una hora por noche, reconoce que la convención es en realidad una coronación política, que la plataforma del Partido Demócrata rehusa adoptar postura alguna en cuanto a la invasión de Irak, y que no se va permitir ningún debate. Pero no importa, pues el Times concluye débilmente que "este rito todavía vale la pena. Los delegados no tienen mucho que hacer, pero es importante que se junten".

Ya hace más de tres décadas desde que las convenciones nacionales de los dos partidos capitalistas principales llevaron a cabo, hasta cierto punto, ciertos debates sobre la política y en las cuales el final no se sabía. No cabe duda que al vaciarle todo el contenido a estas convenciones y convertirlas en ritos huecos varios procesos políticos y sociales se evidencian.

Primero está el viraje hacia la derecha por ambos partidos capitalistas y el colapso del liberalismo estadounidense, el cual encuentra su expresión más clara en la manera en que el Partido Demócrata ha repudiado todas las reformas sociales de la política del Nuevo Trato bajo el presidente Franklin D. Roosevelt.

Este fenómeno está muy vinculado a la erosión de la base social de ambos partidos y al dominio que la empresarial y los jefes financieros ejercen cada vez más sobre ellos. ¿Cuál es la base del Partido Demócrata? Consiste ésta de sectores de la clase gobernante empresarial y ciertos sectores pequeños de la clase media, inclusive los burócratas de los sindicatos y aquellos sectores adinerados de las poblaciones negra, hispana, y de otras minorías.

El Partido Republicano ha llegado a ser dominado por elementos de la extrema derecha que consistente y despiadadamente articulan los intereses y las exigencias de los sectores más rapaces de la oligarquía que controla la economía. A media que la crisis del capitalismo estadounidense se ha intensificado, estos sectores se han convertido en líderes y han asumido mayor autoridad.

La atrofía política y la trayectoria hacia la derecha de los dos partidos tienen sus bases en la desigualdad social. El abismo cada vez mayor que existe en Estados Unidos entre una pequeña oligraquía fabulosamente rica y las amplias masas del pueblo trabajador han causado que este sistema bipartito cada vez más se parezca a un ser gastado y osificado. Esta decadencia no habría sucedido sin el papel estelar que han jugado el colapso del movimiento obrero sindicalizado y la falta de organizaciones de masas que de una manera u otra puedan expresar los intereses de la clase obrera.

El capitalismo se ahoga en un mar de contradicciones insolubles y no admite a un partido de reforma social. Más bien ahora el pueblo se enfrenta a dos partidos de la derecha que, no importa lo explosivo de conflictos partidarios, se han unido y comprometido a defender la reacción social en el interior del país y los planes de Estados Unidos para establecer su hegemonía en el mundo entero.

Estado de sitio

Pero la manifestación más nefasta de la profunda crisis social y política que azota a la sociedad son las extraordinarias medidas de seguridad que se han tomado en los alrededores de la convención. Este acontecimiento, presuntamente una muestra superlativa de la democracia estadounidense en acción, se está llevando a cabo bajo condiciones casi de estado de sitio. Zonas enteras de Boston han sido cerradas. Barreras de acero han sido erigidas. A la gente común se le ha excluido de los alrededores de la convención. Miles de policías, empleados de agencias de seguridad y agentes federales vestidos de civiles han descendido en la ciudad. La policía registra, al azar, los efectos personales de la gente que usa los trenes subterráneos.

A los manifestantes se les ha prohibido congregarse en cualquier sitio que esté al alcance de la convención. Han sido obligados a reunirse como si fueran rebaños de ovejas en lugares aislados y cercados llamados "zonas para la expresión libre"—término digno de George Orwell—donde nadie los podrá oir.

Mientras tanto, detrás de las barricadas y falanges de policías armados, los políticos y los peces gordos se dan el placer de fiestas lujosas auspiciadas por las empresas.

Estas medidas no se han tomado para proteger a la convención de las muchedumbres de manifestantes coléricos. Las manifestaciones en realidad han dado todo indicio que serán relativamente pequeñas y mansas desde el punto de vista político. La mayoría de los grupos manifestantes y organizaciones izquierdistas y liberales se están alineando detrás de Kerry. Todas sus actividades han sido planeadas como suplementos extraoficiales a la convención. De ninguna manera pueden ser consideradas acciones políticas hostiles.

El enorme despliegue de la policía revela la existencia de un plan secreto. La justificación oficial es el riesgo de un ataque terrorista en un ambiente post 11/9 donde reinan el peligro perpetuo y las guerras sin fin. Pero todavía no se ha presentado la menor prueba concreta que terroristas han amenazado con atacar la convención.

El objetivo es crear un ambiente de miedo para acostumbrar al público a aceptar como normal el uso de medidas dictatoriales y la supresión de los derechos democráticos, inclusive las elecciones. Durante las semanas antes de la convención, el gobierno de Bush hizo advertencias espeluznantes acerca un posible ataque terrorista, y subrepticiamente reveló informes que había participado en debates internos sobre la postergación o cancelación de las elecciones de noviembre en caso de ocurrir semejante ataque.

Las actividades tipo dictadura policial en Boston tienen que ver más con la crisis interna de Estados Unidos que con cualquier amenaza externa de los terroristas. Nos dan una idea muy clara de una sociedad azotada por divisiones clasistas y tensiones sociales.

La convención Demócrata es como si fuera la mejor prueba que existe de la crisis y la desintegración del sistema bipartito. Aquí la palabra clave es "sistema". La situación política actual no consiste de dos partidos independientes, sino de uno solo con dos caras. Este sistema por largo tiempo ha sido el medio para excluir toda expresión independiente de los intereses de la clase obrera y defender el gobierno y los intereses fundamentales de la clase capitalista.

El sistema padece de una crisis mortal. Ya no puede presentarse a sí mismo ante las masas como vehículo para la democracia. Es incapaz de contener las contradicciones sociales de la sociedad estadounidense. Por consiguiente ahora presenciamos un viraje, cada vez más abierto y nefasto, hacia métodos extraparlamentarios y extra- constitucionales, los cuales, en su totalidad, constituyen una transición hacia la dictadura.

Este es el significado de la campaña del Partido Socialista por la Igualdad durante las elecciones del 2004. Sólo el PSI presenta un programa socialista revolucionario que se refiere a las necesidades a la mayoría de la población: el pueblo trabajador. Nuestro partido aboga por ponerle paro a la guerra en Irak y retirar inmediatamente todas las tropas estadounidenses y extranjeras de ese país y de Afganistán. Exigimos la cancelación inmediata del Acta Patriota, el desmantelamiento del Ministerio de la Seguridad de la Patria, y la anulación de toda una pila de medidas que reducen los derechos democráticos del pueblo.

Abogamos por un programa que transforme a la economía de manera revolucionaria y así satisfacer las necesidades de la gente por buenos empleos, la atención médica, las buenas escuelas, la vivienda a precios razonables y un retiro seguro. Todas estas esferas de la vida cotidiana tienen que adquirir mayor importancia que el afán de las empresas por las ganancias y la acumulación de fortunas personales.

La piedra angular de nuestro programa consiste en que la clase obrera tienen que romper con el Partido Demócrata y construir su propio partido de masas que lucha por un gobierno obrero y un futuro socialista en el que la pobreza y la explotación clasista son eliminadas y reemplazadas por un verdadero sistema democrático basado en la igualdad social.

Nuestra campaña no es tanto para obtener votos como para que se debatan seriamente estos temas que son de tanta importancia para la clase trabajadora, y echar las bases políticas para el desarrollo de un movimiento político independiente de la clase obrera.

Le instamos a todos los que buscan una alternativa a los dos partidos de guerra y reacción social a que estudien nuestro programa para las elecciones, se comuniquen con el PSI y el World Socialist Web Site, se unan a nuestra lucha por integrar a nuestros candidatos en las papeletas de votos, y decidan integrarse al PSI para ayudar a desarrollarlo.

 



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