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Crítica de cine
La contribución de Michael Moore
Por David Walsh
21 Julio 2004
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el autor
Esta crítica apareció originalmente en inglés
en nuestro sitio el 30 de junio del presente.
El estreno de la película Fahrenheit 9/11, del
director Michael Moore, le ha dado a las masas estadounidenses
una gran oportunidad para expresar mo sólo su oposición
a la guerra contra Irak y a la política del gobierno de
Bush, y sino también su desencanto general con la prensa
y los sectores gobernantes. Más de tres millones de personas
vieron la cinta durante su primer fin de semana en los teatros
de cine y, según la mayoría de los informes, la
gran mayoría de los espectadores están de acuerdo
con su mensaje.
En Estados Unidos, donde la vida política oficial por
décadas se ha parecido a un libreto de Hollywood en que
sólo los puntos de vista más limitados suelen expresarse,
la aparición de la película de Moore en Norteamérica
es verdaderamente un acontecimiento político espontáneo.
Para mucha gente, tan sólo el hecho de comprar boletos
de entrada de repente se ha convertido en una expresión
pública de oposición que muestra que, diferente
a la mitología oficial, millones de personas en Estados
Unidos apasionadamente se oponen a la política criminal
de su gobierno.
Este acontecimiento es de suma importancia. La reacción
a Fahrenheit 9/11 es como una bomba que estalla y deja
indefensos a la prensa y a sus personalidades más importantes.
El gran éxito de la taquillasin paralelo para un
documentaluna vez por todas revienta el mito que el "presidente
guerrero" y su gobierno gozan de gran popularidad. Abraham
Lincoln tuvo razón; al pueblo no se le puede engañar
perennemente.
¿Pero cómo pudieron los medios de prensa "ignorar"
la enorme oposición que existe contra la guerra? ¿Por
qué esperaron hasta que se estrenara esta película,
a pesar de las enormes manifestaciones que ocurrieron en febrero
del 2003, para dejar de negar y hacerse los ciegos ante esta oposición,
la cual aparentemente es corriente en la nación? ¿Cómo
llegaron los medios de comunicación, inclusive la prensa
"liberal", a "ignorar" que Bush es una cifra
intelectual inmoral, cuyas palabras y acciones sólo han
servido los intereses de la clase empresarial gobernante?
La expresión de estos sentimientos anti-guerra populares
confirma que la radicalización de las masas estadounidenses
ya ha comenzado y que sus insinuaciones son muy significantes.
Los millones que han llenado los teatros de cine no han desperdiciado
su tiempo. La cinta no los ha engatusado. Fahrenheit 9/11
es una película admirable y tiene sus momentos extraordinarios,
filmados con gran sinceridad y honestidad. Moore es un director
de cine de gran talento: intuitivo, energético, valiente.
Aún cuando las flaquezas de la cinta son obvias e significantes,
hay que considerarlas en cierto contexto. Si trata de abarcar
demasiado, si trata más temas de los que puede analizar
con perspicacia, ¿quién se lo puede echar en cara
a Moore? Recordemos que si los órganos de comunicación
estadounidenses, con todos sus vastos recursos y tecnología,
habrían reportado los eventos con siquiera un poco de honestidad,
¿se habría sentido Moore obligado a abarcar tanto?
¿Se habría visto obligado a cubrir todo si
la prensa hubiera investigado y descubierto algo?
Los críticos de la derecha atacan a Moore porque presuntamente
es un egoísta que suele a "vanagloriarse", pero
éstos no son más que unos reaccionarios enfurecidos
porque el director, cuando tantos otros se han dejado intimidar
o sobornar, se ha atrevido a desafiar a las autoridades y ayudado
a revelar que existe una gran masa de simpatizantes que han sido
reprimidos y a quienes no se les ha permitido expresar sus sentimientos.
Los periodistas intelectuales estadounidenses, en su gran mayoría,
viven en un pantano de mediocridad y corrupción. La misión
principal de la prensa estadounidense durante los últimos
años ha sido ocultar las cosas; ha consagrado casi toda
su imaginación y creatividad a encontrar maneras de evitar
que la población descubra la verdad acerca de su gobierno
y de la sociedad.
Esta guerra de agresión desnuda, en la que han muerto
decenas de miles y cuyas repercusiones todavía no se saben,
se basó en todo un conjunto de mentiras sin que una sola
voz importante de la prensa estadounidense se opusiera. Los jefes
empresariales de la prensa, así como también sus
voceros, locutores y escritores millonarios, merecen ser acusados
de cómplices en la perpetración de este crimen.
Hasta varias de las dificultades políticas de Mooresu
negativa en romper con el Partido Demócrata, su postración
ante el populismo, la obsesión con Bush el individuohan
de ser analizadas en su contexto. Durante los últimos años,
grandes sectores de los ámbitos liberal-izquierdistas en
Estados Unidos simplemente se han dado por vencidos. Se han hecho
ricos, virado hacia la derecha, y manifestado una indiferencia,
que todavía no ha legado a su apogeo, hacia grandes sectores
de la población. Y es en este sentido que Moore es único,
para no decir un individuo que permanece aislado. Todavía
tiene verdaderos sentimientos y una sincera simpatía por
la situación desesperante de los oprimidos.
Más allá de las elecciones del
2000
Moore (Roger y yo, Bowling for Columbine)
comienza la película antes de presentar los créditos
iniciales. Esta sección muestra como Bush y sus simpatizantes
se robaron las elecciones de 2000 y el candidato presidencial,
Al Gore, y su Partido Demócrata, ni siquiera intentaron
rescatarlas. A pesar de varias manifestaciones, Bush asume las
riendas del gobierno y antes de pestañar se va de vacaciones.
Luego de varias tomas en la que varios funcionarios del nuevo
gobierno se preparan para presentarse ante el público,
la pantalla se apaga por varios segundos y sólo oímos
los sonidos de los ataques terroristas del 11 de septiembre, 2001.
Entonces comenzamos a ver las expresiones de horror en las caras
de la gente en la calle. A esta sección la sigue otra extraordinaria
que enfoca a Bush. Luego de ser informado del segundo ataque suicida
aéreo contra las torres gemelas de Nueva York, el presidente
de Estados Unidos por siete permanece sentado en un aula escolar
leyendo un libro de niño. Parece un hombre que no tiene
la menor idea de cuales son sus responsabilidades.
Moore explica lógicamente que el gobierno de Bush, luego
del 11 de septiembre, intencionalmente trató de convencer
a la población de que el régimen de Saddam Hussein
había colaborado en ese ataque terrorista, aunque bien
se sabía que esta conexión era una ficción
y que Irak nunca había atacado a Estados Unidos.
Sigue una larga sección que examina las extensas conexiones
entre la familia Bush y la clase gobernante de Arabia Saudita.
Estos vínculos son reales y de gran importancia, y no cabe
duda que la política extranjera de Estados Unidos se basa
en intereses materiales: petróleo, ganancias, la avaricia.
Lo cual sirve de antídoto muy poderoso a las estupideces
acerca de la "liberación" de Irak y la "democratización"
del Oriente Medio. Pero es precisamente en esta sección
donde la película de Moore verdaderamente falla.
Fahrenheit 9/11 básicamente pinta a los sauditas
como si fueran manipuladores expertos que controlan al gobierno
de Bush. Esto es absolutamente falso. La sugerencia que "árabes
ricos" se están apoderando de Estados Unidos y que
ejercen una influencia indebida no va por enriquecer para nada
la conciencia política y cultural de las masas estadounidenses.
La monarquía saudita, no importa lo rica que sea, es sirviente
y títere de los intereses estadounidenses, no un protagonista
independiente.
Esta línea de menos resistencia logra que el director
sucumba y se deje vencer por explicaciones fáciles en vez
de hacer un análisis más profundo. No es el único
desvío que encontraremos en Fahrenheit 9/11.
Luego de presentar su versión de la historia que precediera
a los ataques del 11 de septiembre, inclusive fotos muy reveladoras
de funcionarios talibanes visitando a Estados Unidos para lograr
un acuerdo sobre un oleoducto, Moore no desperdicia tiempo en
revelar como el gobierno de Bush trató de usar las trágicas
muertes en Nueva York y en Washington para justificar sus nefastos
planes políticos.
El Acta Patriota de Estados Unidos de América, aprobado
por el Congreso Nacional del país, introdujo muchas medidas
represivas por las cuales la ultra derecha y varias agencias encargadas
de hacer cumplir la ley habían abogado por mucho tiempo.
El diputado Demócrata, Jim McDermott, del estado de Washington,
ha revelado que el 11 de septiembre era "la oportunidad para
hacer algo" y el gobierno de Bush, en completa colaboración
con los Demócratas del Congreso, se aprovechó de
la ocasión y desató una agresión sin precedentes
contra los derechos democráticos. Moore detalla varias
de las acciones más ridículas que el FBI puso en
práctica contra ciudadanos que respetan la ley.
La cinta muestra con gran detalle las consecuencias de lanzar
la guerra de agresión contra Irak en marzo, 2003: cadáveres
de niños iraquíes (yuxtapuestos con el inaguantable
Donald Rumsfeld, quien se jacta de la "reverencia y la humanidad
que guían nuestra conducta en esta guerra"); familias
devastadas; mujeres y niños aterrorizados en una casa invadida
por tropas estadounidenses a media noche. La película tersamente
presenta la lista de mentiras del gobierno de Bush acerca de las
armas para la destrucción en masa y la conexión
entre Irak y Al Qaida. Y acusa acérrimamente a los dirigentes
del Partido Demócrata por haber respaldado a la guerra
y a los órganos de prensa de Estados Unidos por haber propagado
las mentiras del gobierno sin crítica o o haberlas puesto
en tela de juicio.
Las mejores y más fuertes secciones de la película
son sin duda las que Moore filmó en su pueblo natal de
Flint, estado de Michigan, pues bien sabe de lo que habla. La
película adquiere un matiz diferente, superior a los comentarios
de clase media izquierdista". Los temas de crítica
social y de clases sociales emergen de manera segura y persuasiva.
Inmediatamente aprendemos que la tasa de desempleo en Flint,
en otra época gran sede de miles de empleos en la gigante
fábrica de automóviles de la General Motors, ahora
llega al 50%. Un joven explica que las escenas de una ciudad iraquí
bombardeada la recuerda a su propio vecindario. Tomas de casas
abandonadas y vecindarios demacrados por la pobreza comprueban
sus palabras.
Fahrenheit 9/11 asevera que aquellos que entran a las
fuerzas armadas de Estados Unidos como "voluntarios"
son en realidad "inscriptos económicos", forzados
por circunstancias desesperantes a arriesgar sus vidas a cambio
de educación y capacitación para trabajar. Moore
le pregunta a un grupo de jóvenes negros cuantos parientes
tienen en las fuerzas armadas. Casi todos levantan la mano.
En una de las secciones más reveladoras, dos reclutadores
de los marinos de guerra cínicamente entran a la zona comercial
de un barrio pobre del pueblo y tratan de reclutar a cualquier
persona que inocentemente les deje su nombre y dirección.
Para estos marinos todos los jóvenes de la clase obrera
son reclutas potenciales.
Moore también enfoca el estado psicológico y
moral de las tropas que han sido enviadas a Irak, temas que trata
más profundamente. Vemos a un grupo de soldados estadounidenses
aterrorizando a los civiles iraquíes, abusando y humillando
a prisioneros, y hasta mostrando cierta psicosis ("Es una
sensación increíble", declara felizmente un
soldado norteamericano cuando escuchamos música de metal
pesado durante una redada); todo consecuencia inevitable de una
guerra colonial inhumana que bestializa a sus participantes. Pero
también vemos a otros soldados que piensan sobre su situación
y sus acciones, que se sienten culpables y avergonzados. Un joven
soldado le dice a la cámara: "Cuando uno le quita
la vida a otro, pierde parte de su alma". Y otro puntualiza
que "si Rumsfeld estuviera aquí, exigiría su
renuncia".
Vemos entonces escenas horrorosas en el centro médico
Walter Reed en Washington: veteranos de la guerra, en su gran
mayoría jovencitos, sin piernas, manos y brazos. Se yuxtapone
una imagen de Bush quien, con sonrisa de sol, se dirige a una
reunión de super ricos para recaudar fondos. "Esta
es una reunión de los que tienen y los que tienen más.
Algunos los llaman a ustedes la clase alta, pero yo les llamo
mi base de apoyo". Mucha risa y aplauso ensordecedor.
En una conferencia acerca de las ganancias (beneficios) que
se pueden lograr del conflicto en Irak se reúne una multitud
de grandes y pequeños chacales empresariales. Un discursante
les recuerda que "podremos ganar billones y billones".
Y uno de los participantes observa que "la guerra es buena
para los negocios pero mala para el pueblo".
Fahrenheit 9/11 capta una realidad verdaderamente conmovedora.
Como parte de sus investigaciones sobre la situación económica
de Flint, Moore entrevista a Lila Lipscomb, de Carrer Alliance
[Alianza para el Trabajo], agencia que se encarga de capacitar
a trabajadores. La señora Lipscomb se describe a sí
misma como "Demócrata conservadora" y patriota
que le gusta volar la bandera. Tiene un hijo que es soldado en
Irak. Cuando la conocemos es totalmente pro guerra.
Cuando de nuevo nos encontramos con ella más adelante,
ha caído víctima de una tragedia: su hijo ha muerto
en acción en Irak. De manera honesta, directa y sin titubeos,
Lipscomb comienza a examinar su antiguo patriotismo, que carecía
de todo pensamiento crítico, y su fe en el gobierno. Poco
a poco se va percatando de las mentiras del gobierno para proseguir
la guerra. En las afueras de la Casa Blanca, se encuentra con
una mujer que apoya la guerra y que acusa a Moore de haber concebido
la escena de antemano.
En la última escena, la Sra. Lipscomb lee la última
carta de su hijo, en la que éste castiga la guerra: "¿Qué
diablos le pasa a Bush, que quiere ser como su padre?...Espero
con todas mis fuerzas que no reelijan a ese tipo". El esposo
pregunta retóricamente: "¿Para qué murió?
¿Para qué?" Es una escena absolutamente conmovedora.
En la narración que marca el final de la película,
Moore una vez más regresa a las cuestiones sociales y repite
el tema de que son los hijos y las hijas de la clase obrera que
pelean en las guerras en beneficio de los ricos. Concluye con
una cita del famoso escritor británico izquierdista, George
Orwell: "Las guerras no son para ser ganadas sino para continuar...La
herarquía de la sociedad existe solamente debido a la pobreza
y a la ignorancia. Las guerras se basan en un principio: mantener
a la sociedad al borde de la inanición; son llevadas a
cabo por las clases gobernantes contra sus propios súbditos
y su fin no es la victoria; es mantener intacta la estructura
de la sociedad".
Es decir, Fahrenheit 9/11 termina con una condena acérrima
del sistema capitalistaaunque no usa estas palabrasy
la manera en como éste rige las tensiones sociales, por
lo menos parcialmente, a través de guerras imperialistas.
Es extraordinario que esta película, más que cualquiera
otra cinta contemporánea, se dirija a las masas con semejante
mensaje. Una taquilla de $100 millonescifra que ya se comenta
ampliamentesignificaría que 15 millones de personas
la verían en Estados Unidos, o sea, 1 de cada 15 personas
mayor de catorce años. No nos sorprende para nada, pues,
que derechistas furiosos hagan campaña para lograr que
las cadenas de cine no la presenten en cartelera.
En sus mejores momentos, la película de Moore articula
y profundiza la cólera social que aumenta en Estados Unidos
y que ha de encontrar su expresión política, aunque
quizás no de la manera por la cual el director aboga.
el arte y la política
En varias entrevistas Moore ha enfatizado que es, ante todo,
artista y director de cine. Pero por lo general podemos interpretar
esos comentarios como evasivos y desingenuos. Quizás Moore
trata de evitar que lo acusen de ser partidario durante la actual
campaña electoral y así no limitar la popularidad
de la película. Pero como realizador de películas
documentales, quiéralo o no, ha promovido un tema muy importante.
Como político y comentarista, Moore ha sido desafortunadamente
ha carecido de consistencia. Titubea, por ejemplo, entre críticas
acérrimas al Partido Demócrata por cobarde y llamados
a sus partidarios tradicionales para que retomen las riendas del
partido. A principios de año, respaldó la candidatura
de Wesley Clark a la nominación presidencial del Partido
Demócrata. Puesto que Wesley es ex general del ejército
y fue comandante de las fuerzas militares de la OTAN durante la
bestial invasión de Serbia, la postura de Moore fue deplorable:
llegó a su punto más bajo, más pragmático,
más anti intelectual.
Pero como artista sincero, Moore se ve obligado a rebasar los
límites de su visión política consciente.
La fabricación de imágenes tiene esa cualidad. Esta
no es una película que promueve a los dirigentes del Partido
Demócrata. Luego de examinar la historia de los últimos
cuatro años, Moore revela que los Demócratas son
cómplices de una estrategia bipartitamás bien
del consenso de la clase gobernantecuyo propósito
es el establecimiento de la hegemonía estadounidense mundialmente.
Cuando Moore estudia las condiciones de Flint y de pueblos
similares, se ve obligado a reconocer, o por lo menos a insinuar,
que la juventud de la clase obrera estadounidense no tiene ningún
futuro en el actual orden político-social. Además,
arguye convincentemente que las guerras imperialistas se aprovechan
de la pobreza para encontrar su carne de cañon a la vez
que funcionan como válvulas de escape para suprimir la
lucha de clases en el país. Las insinuaciones de esta visión
son verdaderamente revolucionarias.
Claro, al crear una obra que directamente se refiere a acontecimientos
políticos e históricos, el artista, aunque sea sincero,
no puede vencer todas sus limitaciones. Problemas que no se han
resuelto inevitablemente encontrarán su lugar en el producto
artístico. Y este es el caso con la película de
Moore.
En Fahrenheit 9/11 existen ciertas tensiones: entre
el tono sobrio y pensativo de la sección acerca de Flint
y aquellos momentos más superficiales, casi juveniles,
que por su jocosidad molestan; entre una profunda simpatía
por el pueblo trabajador de Estados Unidos y una orientación
oportunista hacia el ala "liberal" vendida del Partido
Demócrata, el otro partido capitalista de Estados Unidos;
entre sus convicciones socialistas, hostiles a toda forma de chauvinismo
nacionalista y étnico y cierta demagogia populista típica
estadounidense que se define por sus prejuicios provinciales.
Uno de las dificultades de Fahrenheit 9/11 es que, desde
el punto de vista metodológico y estético, termina
donde debería haber empezado. La parte de la película
más reveladora no es el énfasis exagerado que le
da a las fortunas de la familia Bush y de Arabia Saudita, sino
las escenas que toman lugar en Estados Unidos, sobretodo en el
estado de Michigan. Los horrores en Irak no son principalmente
productos de las estupideces y de la avaricia de Bush, que no
dejan de ser reales, sino que expresan las contradicciones de
la sociedad estadounidense en general.
Lo que a la película le falta es un análisis
más sobrio y consistente del tipo de sociedad que puede
producir una monstruosidad como la guerra de Irak. El personal
político encargado de mentir y justificar la invasión
es en todo momento asunto de segunda importancia. Bush, Gore,
y John Kerry: la campaña de Estados Unidos para conquistar
al mundo ha de continuar. El endiablamiento personal de Bush pude
convertirse en un instrumento para evadir la cuestión principal:
el fracaso sistémico e histórico del capitalismo
estadounidense. La película de Moore es lo suficientemente
sincera para insinuar este tema.
Pero el dilema del director no se debe completamente a él.
Moore atravesó por las amargas experiencias de la clase
obrera en Flint; experiencias que encontraron su eco en todo Estados
Unidos durante las décadas del 70 y del 80: enormes reducciones
de los empleos, sindicatos obreros que abandonaron a sus propios
militantes, y las devastadoras consecuencias económicas,
sociales y morales. Las limitaciones de esa experiencia y de la
suya están muy relacionadas con los problemas que la clase
obrera de Estados Unidos todavía confronta, inclusive la
índole de los sindicatos obreros y del Partido Demócrata
y el papel histórico del liberalismo.
¿En qué dirección debería ir Moore
ahora? Según nuestra opinión, su evolución
como artista dependerá, en gran parte, en su desarrollo
intelectual y político. En primer lugar ha de admitir abiertamente
que sus convicciones son socialistas. Y para no repetirse a sí
mismoo peor: para no echar hacia atrás y para que
nadie use sus obras para fines contrarios a sus más profundas
conviccionesinevitablemente va a tener que hacer una crítica
franca y completa del capitalismo estadounidense.
Evidentemente, Moore ha leído y pensado bastante, y
por eso su arte ha progresado con esta película. Ha llegado
lejos. Ojalá que pueda resolver las tensiones que rigen
sus ideas y su arte.
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