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Bush y el Estado de la Nación: amenazas, mentiras y
engaños
Por Bill Vann
30 Enero 2004
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el autor
Este artículo fue publicado originalmente en inglés
el 22 de enero, 2004
El jueves por la noche, George W. Bush pronunció su
tercer discurso sobre el Estado de la Nación desde que
fuera instalado como presidente del país. El discurso,
completamente propicio para este año electoral, racionalizó
la intensificación del militarismo mundial y el continuo
saqueo de la economía para aumentar la riqueza de los super
ricos. Fue una súplica al atraso social y a los prejuicios
religiosos de la derecha.
El discurso no presentó ningún plan nuevo. Ni
siquiera mostró la más mínima comprensión
de la crisis política, económica y social que azota
a la sociedad estadounidense.
Las mentiras obvias y las distorsiones intencionales sirvieron
para ocultar lo que en realidad predomina hoy día: el auto
engaño de una clase gobernante que nunca antes se había
distanciado tanto de los problemas que la inmensa mayoría
del pueblo de Estados Unidos actualmente sufre. Para esta clase,
la realidad es simplemente una conveniencia para sus fines.
Se supone que este discurso anual sea una ocasión solemne
por medio de la cual el gobierno le da al pueblo una rendición
de cuentas, pero en realidad es un espectáculo que, sin
ninguna intención, le brinda al público la oportunidad
de percibir un sistema político que cada vez más
se parece a un club de millonarios cuyos socios ricos se dan palmaditas
de aprobación y frecuentemente se lanzan de pie para aplaudir
tumultuosamente cada mentira.
En lugar de fingir una visión social o anunciar nuevas
iniciativas políticasusuales en discursos de esta
índoleel mensage central de Bush fue el miedo. Durante
casi una hora ante ambas cámaras del Congreso nacional
y el público televidente, Bush pronunció las palabras
"terror", "terrorista" y "terrorismo"
no menos de 21 veces.
Declaró que "Ya han pasado 28 meses desde el 11
de septiembre, 2001sin un mero ataque contra suelo estadounidensey
nos da por creer que el peligro ya ha pasado. Pero esa esperanza,
aunque se pueda comprender y nos da alivio, es falsa".
Durante los 28 meses, el gobierno de Bush se ha valido de los
ataques contra las torres gemelas del World Trade Center y el
Pentágono para justificar casi toda su política:
guerras contra Afganistán e Irak, enormes reducciones en
las rentas internas de los ricos y la destrucción de todos
los reglamentos que protegen al ambiente.
Aún así, lo que sucedió aquel día
todavía es un misterio, principalmente porque el gobierno
mismo ha empleado todo tipo de obstáculo para impedir el
acceso a información del gobierno. Esta misma semana se
dio a conocer que el gobierno y la dirigencia Republicana del
Congreso rehusaron dar a la comisión independiente a cargo
de la investigación de dichos ataques la prórroga
necesaria para concluir sus exploraciones. El gobierno también
trata de obstruir toda revelación de la comisión
hasta después de las elecciones presidenciales en noviembre.
Hace sólo un año que Bush usó su discurso
sobre el Estado de la Nación en 2003 para declarar una
guerra no provocada contra Irak. Le mintió a los pueblos
de Estados Unidos y del mundo con el pretexto que la invasión
del asediado país del Oriente Medio se debía a que
Baghdad guardaba un vasto arsenal de armas químicas y biológicas,
y que estaba a punto de desarrollar armas nucleares para usarlas
contra Estados Unidos o entregárselas a terroristas.
En su discurso del martes, Bush ni siquiera se molestó
en explicar la obvia contradicción entre estas acusaciones
y como los miles de peritos militares y civiles estadounidenses
enviados a Irak para encontrar este presunto arsenal no han encontrado
ni una sola arma.
Más bien Bush continuó con sus mentiras y lengua
de culebra: "Ya el informe Kay ha identificado docenas de
actividades relacionadas con un programa de armas para la destrucción
en masa y cantidades significativas de equipo que Irak ocultó
a la Organización de las Naciones Unidas". Pero la
verdad es otra. La revelación central del informe de 1.200
páginas, publicado por el Grupo para la Inspección
de Irak dirigido por David Kay, ardiente partidario del gobierno,
es el fracaso rotundo: no se pudo encontrar ni una sola arma para
la destrucción en masa. Se ha dado a conocer que el mismo
Kay está a punto de renunciar su cargo, lo cual es el indicio
más claro que no encontraron nada.
Bush empleó su discurso para amplificar la doctrina
de "guerra preventiva" que anteriormente había
justificado; es decir, guerras sin provocación contra naciones
que considera amenazas potenciales a los intereses de Estados
Unidos. Proclamó que la misión de Washington era
divina: usar su poderío militar, que no tiene rivales,
para imponerle al mundo la "paz democrática"
y "dirigir la causa de la libertad".
"No tenemos ningún deseo de conquista, ninguna
ambición imperialista", declaró Bush, contradiciendo
lo que ya es evidente a los pueblos del Oriente Medio y del mundo
entero, ya que Estados Unidos ha establecido bases militares en
aproximadamente 130 países.
Bush pintó las dos guerras que ha lanzado durante sus
tres años en el poder como "conquistas democráticas",
a pesar de que la situación en ambos países se está
descontrolando rápidamente y con poca probabilidad que
Estados Unidos ponga fin a sus ocupaciones, las cuales han extendido
la capacidad de sus fuerzas militares a su punto máximo.
Varios miembros del Consejo Gobernador de Irak, instalado por
las autoridades estadounidenses que dirigen la ocupación
del país, rodeaban a Laura Bush en el balcón de
visitantes. Entre éstos se encontraba Ahmed Chalabi, ex
estafador de bancos, dirigente del Congreso Nacional de Irak y
fuente principal del falso espionaje acerca de las presuntas armas
iraquíes para la destrucción en masa.
Miembros del Congreso, Republicanos igual que Demócratas,
se lanzaron de pie para unirse a Bush en homenaje a estos títeres
corruptos, quienes no cuentan con ningún apoyo popular
en su propio país. Pero Washington los acepta como aliados
claves en la campaña de Estados Unidos para dominar las
enormes reservas petrolíferas de Irak.
El énfasis que Bush le dio al terrorismoy a la
misión de Estados Unidos que pretende llevar a cabo una
cruzada para imponer "cambios de regímenes" donde
quiera que le de la ganaes una dura advertencia: habrán
varias sacudidas antes de las elecciones de noviembre. Es muy
posible que elementos de su gobierno presencien otro ataque terrorista
o declaren otra guerra como la manera más eficaz de descarrilar
la oposición política y solidarizar la autoridad
imponente del gobierno, hayan elecciones o no.
El discurso aludió al terrorismo para exigir que el
Congreso renueve la Ley Patriota de Estados Unidos, cuyos varios
artículos han de expirar el año entrante. Esta ley
codifica enormes agresiones contra los derechos democráticos
impuestas por un gobierno que insiste tiene el derecho, bajo órdenes
del presidente, a encarcelar indefinidamente a ciudadanos estadounidenses
sin someterlos a juicio o imputarle cargos.
En cuanto a la economía y las cuestiones sociales, el
discurso de Bush amalgamó la fantasía con la reacción.
Habló de acontecimientos recientes que revelan "la
fortaleza fundamental de la economía de Estados Unidos",
pero la verdadera situación es que Washington se ahoga
en un déficit en la balanza del comercio exterior que ya
sobrepasa US$500.000.000.000 ( US$500 billones) y requiere una
infusión de capital extranjero de por US$2.000.000.000
(US$2 billones) todos los días hábiles sólo
para cubrir ese déficit.
"Los empleos aumentan" declaró Bush, quien
ha presidido sobre la destrucción de más de 2.5
millones de empleos durante cinco años y aparentemente
será el primer presidente, desde Herbert Hoover durante
la Gran Depresión de la década del 30, bajo cuyo
gobierno la desaparición de empleos, durante un plazo presidencial
de cuatro años, es neta.
Cuando Bush dijo que "las reducciones en las rentas internas
que ustedes hicieron ley deberían ser permanentes",
el público en la sala del Congreso respondió con
el júbilo más festivo de la ocasión. El Vicepresidente
Richard Cheney, quien se rumora haber ganado $116,000 anualmente
debido a las reducciones de los impuestos, se lanzó de
pie junto con otros tantos millonarios del Senado y la Cámara
de Diputados. Para el 88% de la población estadounidense,
estas mismas reducciones resultaron en ahorros de $100 o menos.
Al hacer las reducciones de las rentas internas permanentesy
aquí hablamos de US$1.700.000.000.000.000.000 (US$1.7 trillones)la
eliminación de lo que queda para pagar los programas sociales
que benefician a la mayoría de la población sería
casi segura.
Bush no propuso ninguna iniciativa de importancia. Presentó
un programa para la recapacitación de los trabajadores
que apenas proveería US$120 millonesmenos de US$15
para cada persona oficialmente declarada cesante.
El resto de sus propuestas fueron para sosegar a la derecha
religiosa y destuir aún más la muralla que separa
a la iglesia y el estado en Estados Unidos.
Pidió el doble de los fondos federales para programas
que promueven la abstinencia sexual entre los adolescentes; fondos
que indudablemente el gobierno tratará de desviar a los
cofres de sus partidarios en las iglesias cristianas fundamentalistas.
Igualmente exigió que el Congreso adopte una nueva ley
que permita subvenciones federales para el financiamiento de servicios
sociales a instituciones religiosas.
Por último, en lo que los acólitos de la Casa
Blanca consideran lo más importante en cuanto a la movilización
de la base derechista y fundamenalista del Partido Republicano,
Bush declaró la "santidad del matrimonio" y expresó
su oposición a la legalización de "uniones
del mismo género", cuya legitimidad varios tribunales
han sostenido como piedra angular de la igualdad ante la ley.
Pero lo que el presidente no se molestó en explicar
es como este derecho de las parejas homosexuales amenaza con derribar
lo que describió como "una de las instituciones más
básicas y perdurables de nuestra civilización".
Más bien se solidarizó con las propuestas de la
extrema derecha para una enmienda constitucional que prohibiría
el matrimonio entre homosexuales. Sería la primera vez
en la historia de Estados Unidos que la Constitución se
enmienda para negarle los derechos democráticos fundamentales
a un sector de la población e imponer el dogma religiosa
como ley de la nación.
La reacción de la prensa al discurso de Bush fue más
lisonjera de lo que acostumbra. Típico fue el New York
Times, que comentara: "El Sr. Bush se comportó
con una gravedad solemne al pintarse como líder maduro
y experimentado que había dirigido a la nación a
través de las agresiones del 11 de septiembre, éxito
que ningún Demócrata podría reclamar.
Hubo una excepción al servilismo de la prensa, la radio
y las cadenas de televisión fue Tom Hales, crítico
de televisión del Washington Post, quien escribiera
más honestamente: "El discurso fue mediocre y la manera
excesivamente oficiosa y agresiva en que Bush se expresócon
la jovialidad forzada típica de un maestro de ceremonias
de concursos de televisióncareció de dignidad
y no tuvo nada de gracia. Pero, de todo modo, a Bush nunca le
han importado mucho esas cosas".
En cuanto a los Demócratas, la responsabilidad de responder
a Bush cayó sobre los hombros de Nancy Pelosi, dirigente
del partido en la Cámara de Diputados y del Senador Tom
Daschle, dirigente Demócrata en el Senado. Ambos le concedieron
casi todo al gobierno Republicano. Aceptaron de buena fe la "guerra
contra el terrorismo" sus desacuerdos se limitaron a varios
asuntos tácticos pertinentes a la política externa
e interna.
La cartera de inversiones y los bienes raíces de Pelosi
equivalen a US$92 millones. Daschle, quien ha movilizado a una
cantidad bastante grande de senadores Demócratas para que
se adopten casi todas las importantes iniciativas reaccionarias
del gobierno de Bush. Ambos son dignos de representar un partido
que esencialmente representa los intereses sociales de los Republicanos.
"Tenemos permanecer enfocados en la peor amenaza a la
seguridad de Estados Unidos: el peligro del terrorismo, que es
tan claro como el día y muy real", declaró
Pelosi como si fuera un eco de la campaña del gobierno
para diseminar el miedo. Los elogios al "noble servicio"
de las fuerzas de ocupación estadounidenses en Afganistán
e Irak le salieron por la boca a borbollones, pero en ningún
momento se refirió a las devastadoras agresiones contra
los derechos democráticos en el interior del país.
El objetivo de Pelosi es evidentemente igual al de Bush: contrarrestar
el sentimiento popular creciente que la peor amenaza a la seguridad
de las masas trabajadoras de Estados Unidos no es el terrorismo,
sino el desempleo, la pobreza y el exhorbitante costo de la atención
médica, de la educación universitaria y de otras
necesidades esenciales.
Por su parte, Daschle hizo referencias vagas a la creación
de una "sociedad que ofrezca oportunidades" sin presentar
una sola propuesta para establecer nuevos programas o siquiera
para poner en contramarcha las medidas sociales y las leyes pertinentes
a las rentas internas que el gobierno de Bush ha introducido durante
los últimos tres años.
Ni Pelosi ni Daschley, por cierto, ninguna destacada
figura del Partido Demócrata capaz de decir la verdad acerca
de Bush: que su gobierno ha arrastrado al pueblo estadounidense
a una guerra de agresión basada en la mentira; que ha cometido
crímenes de guerra al causar la muerte de decenas de miles
de iraquíes y de más de 500 tropas estadounidenses,
así como también daños físicos a miles
más. Y es un gobierno que ha dirigido el saqueo de la economía
del país y la destrucción de los empleos y las normas
de vida para enriquecer a una pequeña capa de multimillonarios
y billonarios.
Y claro, tampoco se atrevieron a criticar la manera en que
Bush recurre a la derecha religiosa y a los conceptos sociales
atrasados.
Aquellos que esperan que el Partido Demócrata provea
una alternativa a la programática reaccionaria del gobierno
de Bush sólo se engañan a sí mismos. Una
política que verdaderamente se oponga a esta política
sólo puede establecerse como parte de un movimiento desde
abajo, basado en la clase trabajadora, que presenta una alternativa
socialista al militarismo, a la desigualdad social y a la represión.
El World Socialist Web Site y el Partido Socialista por
la Igualdad se comprometen políticamente a facilitar el
surgimiento de dicho movimiento.
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