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El significado de la Convención del Partido Demócrata

Kerry y Edwards prometen continuar con la guerra y la reacción social

Por Bill Van Auken
4 Agosto 2004

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Bill Van Auken, candidato del Partido Socialista por la Igualdad a la presidencia, es el autor de la siguiente declaración, que apareciera originalmente en inglés en nuestro sitio el 31 de julio.

La Convención Nacional Demócrata en Boston que acaba de acontecer ha sido una poderosa refutación a todos los que dicen que la victoria del partido en las elecciones de noviembre representará un gran cambio en la política de Washington en cuanto a las agresiones militares en el extranjero y en contra de los derechos sociales y democráticos en el interior del país

El discurso del candidato presidencial, John Kerry, y sobretodo el de su compañero a la vicepresidencia, John Edwards, no dejó ninguna duda que durante todo el año pasado el Partido Demócrata se ha estado virando inexorablemente hacia la derecha. Esto ha sucedido porque la oligarquía gobernante de Estados Unidos lo ha condicionado a creer en la posibilidad de tomar las riendas del poder.

Los candidatos pronunciaron sus discursos no tanto para impresionar a los delegados rebosados de alegría o al público televidente como para lucírselas ante oyentes más selectos: la clase gobernante que controla las finanzas y la economía del país, y sus representantes en los medios de prensa. El objetivo de la retórica tampoco dejó duda alguna: asegurarles que un gobierno dirigido por Kerry y Edwards no servirá para expresar los sentimientos anti guerra a los cuales ciertos elementos del partido, durante las elecciones primarias de este año, se habían dirigido, y que no habrá ninguna intento de resucitar la política "liberal" reformista que llegó a identificar a los Demócratas durante todo un período anterior.

Las primeras palabras de Kerry—"Me llamo John Kerry y estoy listo para la batalla"—fueron un resumen de la manera en que su partido ha glorificado al el militarismo y de su servilismo ante las grandes empresas.

Kerry presentó su campaña no para que se le considerara presidente, sino para que lo vieran como el nuevo "jefe de las fuerzas armadas" de Estados Unidos. Hay que perdonar a los observadores que no conocen bien a la política de Estados Unidos si en cierto momento llegaron a creer que la convención de los Demócratas era una asamblea convocada para seleccionar al jefe civil títere de un régimen militar.

Más de una docena de generales y almirantes retirados estaban apretados como sardinas en el escenario. El General John Shalikashvili, ex presidente del Estado Mayor, se dirigió a los delegados. El discurso del General Wesley Clark, ex comandante de la OTAN y ex candidato Demócrata, se mostró pugnoso. Entre otras cosas dijo: "Soy un soldado americano. Nuestro país ha sido atacado. Estamos en guerra. Nuestra patria corre peligro. Estamos envueltos en una lucha de vida o muerte contra los terroristas...Mientras nos reunimos aquí esta noche, nuestras fuerzas armadas están en combate".

Exactamente. Durante los cuatro días de celebración que los Demócratas pasaron en Boston, otros cinco soldados de Estados Unidos perdieron sus vidas y otros tantos más fueron heridos. Mientras Kerry se dirigía al público el jueves por la noche, las fuerzas militares de Estados Unidos lanzaban bombardeos aéreos contra la ciudad de Fallujah que terminaron en la destrucción de un sin número de casas y la muerte de docenas de hombres, mujeres y niños iraquíes.

La lógica principal de la nominación de Kerry es que, como veterano de combate de la Guerra de Vietnam, el está mucho más capacitado para dirigir a las fuerzas armadas en Irak y a nuevas intervenciones militares en otros lugares del extranjero.

Ambos candidatos—Edwards y Kerry—se refirieron una y otra vez al servicio militar del candidato en Vietnam. Edwards aludió a un incidente en el que Kerry disparó y mató a un luchador vietnamita que se escapaba. "Decisivo y fuerte. ¿No es eso lo que buscamos en un jefe de las fuerzas armadas?" El candidato a la vicepresidencia hasta logró captar de nuevo la demagogia populista que usó durante su candidatura en las elecciones primarias, refiriéndose a los "dos Estados Unidos", para hacer un llamado militarista a la unidad nacional. "Estados Unidos es un sólo país que debe estar unido por una razón muy importante: porque estamos en guerra".

"Fortaleceremos y modernizaremos a nuestras fuerzas militares. Doblaremos nuestras Fuerzas Especiales. Invertiremos en nuevos equipos y en nuevas tecnologías para que nuestros militares sean los mejores equipados y preparados del mundo", dijo Edwards. "Esto hará más fuertes a nuestros militares y asegurará la derrota de todos nuestros enemigos en este nuevo mundo".

Kerry parecía un eco de Edwards. Declaró que estas elecciones serían las más importantes en la memoria porque somos "una nación en guerra, en guerra mundial en contra del terrorismo y de un enemigo que nunca habíamos conocido".

Otra vez hizo referencias a su servicio militar en Vietnam y prometió que "como presidente pondré en práctica las lecciones que aprendí de la guerra".

Pero, ¿cuáles fueron las lecciones que Kerry aprendió en Vietnam?

En su discurso a la convención, Kerry declaró: "Cuando era joven defendí a este país y como presidente también lo defenderé. Qué nadie cometa el error de creer que yo titubearé en usar la fuerza cuando sea necesario". Prometió "fortalecer a las fuerzas militares" al añadir 40,000 tropas activas.

Pero cuando él regresó de Vietnam hace ya más de treinta años, no se refirió a la guerra en defensa de Estados Unidos; la llamó un crimen contra la humanidad. Cuando apareció ante el Senado y prestó testimonio ante el Comité sobre Relaciones Exteriores en 1971, Kerry dijo que la guerra era consecuencia de un "pueblo que buscaba la liberación de todo tipo de influencia colonial". Y declaró, además, que "Vietnam no tiene nada...que verdaderamente presente una amenaza para Estados Unidos. Tratar de justificar la pérdida de una sola vida estadounidense en Vietnam, Camboya o Laos en nombre de conservar la libertad ...es para nosotros la cumbre de la hipocresía".

Y es exactamente esta hipocresía lo que supuró de todos los rincones del Partido Demócrata durante su convención en Boston. Ni uno solo de los discursantes sugirió que la guerra en Irak es una aventura criminal; que la muerte de casi 1000 tropas estadounidenses y diez de miles de iraquíes no se podía justificar de ninguna manera; y que las revelaciones de la tortura en la prisión de Abu Ghraib en Irak es una vergüenza horrorosa para el país.

Más bien los candidatos Demócratas dejaron claro que la guerra y la ocupación son lícitas y necesarias. Las extraordinarias medidas de seguridad que aceptaron en Boston para suprimir las manifestaciones en contra de la guerra, así como también para asegurar el funcionamiento de la convención misma, significa que no tolerarán ninguna oposición a la guerra. Cuando una mujer en la reunión trató de desplegar una consigna abogando por ponerle fin a la ocupación de Irak, policías la arrastraron y la echaron fuera del centro donde procedía la convención. Este incidente nos da una idea de la actitud que el gobierno de Kerry tomará contra toda oposición a la guerra.

Una parte del discurso de Edwards, pintando a la intervención en Irak con los colores de la democracia y amenazando con nuevas guerras que no han sido provocadas, pudo haber salido de la boca del mismo Bush,:

"Le podemos asegurarnos que los vecinos de Irak, tales como Siria e Irán, no van cerrarle el paso a un Irak democrático. Podemos ayudar a la economía iraquí... Podemos hacer esto por el pueblo iraquí y podemos hacerlo con nuestros propios soldados. Y lo haremos de la forma debida. Un nuevo presidente logrará que el resto del mundo nos apoye y así se puedan crear las condiciones para un Irak estable; una verdadera oportunidad para la libertad y la paz en el Oriente Medio, inclusive un Israel sano y salvo". Kerry también prometió "terminar el proyecto" y declaró que "Se lo que tenemos que hacer en Irak. Necesitamos un presidente en quien se pueda confiar para lograr que nuestros aliados se unan a nosotros de nuevo y compartan las labores".

Es decir, un gobierno Demócrata continuará con la ocupación de Irak por muchos, muchos años. Esta no es "una guerra de Bush"; es una guerra basada en una estrategia fundamental de los sectores más poderosos de la clase gobernante estadounidense. Tras el colapso de la Unión Soviética, hubo un acuerdo entre los Demócratas y los Republicanos que Washington debería usar su supremacía militar sin igual para dominar a la economía mundial y a sus mercados y materias primas, sobretodo el petróleo.

En Irak esa estrategia se ha puesto en práctica. La peor crítica que Kerry y Edwards le hicieron al gobierno de Bush es que éste había arruinado los planes. Es una lógica para beneficio de le clase gobernante: que el gobierno de Bush ya está demasiado desacreditado para seguir con la guerra; que ha indebidamente alienado a valiosos aliados con un unilateralismo temeroso motivado por la ideología; que ha perdido toda credibilidad con el pueblo de Estados Unidos. Por consiguiente los tiempos ahora requieren un "jefe de las fuerzas armadas" que cumpla sus labores.

¿Y quién mejor que un veteramo de la Guerra de Vietnam que puede aludir a su propio servicio militar y exigir "sacrificio" de otros, inclusive , si es necesario, el reestablecimiento del servicio militar obligatorio?

Exhortaciones vagas a los sentimientos populares anti-bushistas, sobretodo en cuanto a la guerra, serán como un tiro por la culata para los Demócratas. "Decir que armas para la destrucción en masa existen no significa que las hay", declaró Kerry, añadiendo que "Como presidente haré preguntas difíciles y exigiré pruebas contundentes". Pero ni Kerry ni Edwards, como senadores, hicieron eso antes de votar para darle carta blanca a Bush a lanzar una guerra no provocada contra Irak. Y ninguno de los dos planteó "preguntas difíciles" antes de votar por el Acta Patriota de Estados Unidos, que tanto agrediera los derechos democráticos.

En cierto instante Kerry criticó al gobierno de Bush indirectamente cuando declaró que él, es decir, Kerry, no "nos llevaría erróneamente a una guerra"; que su vicepresidente no "conducirá reuniones secretas con los empresarios contaminadores del aire para enmendar las leyes que protegen el ambiente"; y que su Fiscal General "defenderá la Constitución de los Estados Unidos". Todas estas insinuaciones no dejan duda alguna que el presidente, el vicepresidente y los principales asesores del gobierno actual son criminales que han quebrantado la ley, roto las promesas que hicieron bajo juramento e infringido la Constitución de Estados Unidos. Pero no presentó ningún plan hacer un cambio fundamental o llevar a los criminales ante la justicia. Más bien la promesa es poner en tela de juicio a la política criminal de manera más eficaz.

El indicio más claro de que el gobierno de Kerry-Edwards continuará la política de Bush es la retórica que se usara extensamente durante misma convención; retórica copiada de Bush en cuanto a la "guerra mundial contra el terrorismo".

Ni siquiera los sectores más "izquierdistas" del Partido demócrata se atrevieron a cuestionar la validez de esta guerra, o siquiera sugerir que se le había impuesto al pueblo norteamericano como medio para justificar la agresión militar en el extranjero y la represión en el interior del país. El espectro del terrorismo omnipotente ha llegado a convertirse cemento ideológico para un país azotado por las contradicciones sociales y políticas. De esa manera reemplaza a la amenaza de la "agresión comunista" que tanto se invocó durante la Guerra Fría. Ahora el terrorismo se usa para fomentar el miedo y la desorientación política para empujar programas políticos que épocas anteriores no permitían pensar. Esto continuará bajo los Demócratas, cuya plataforma declara que las "acciones de Bush contra el terrorismo dejan mucho que desear".

En lo que a la política interna se refiere, Kerry hizo un esfuerzo casi sobrehumano para pintarse a sí mismo como político conservador en cuanto al manejo de la economía. Hizo alarde de su voto, en 1985, a favor del Acta Gramm-Rudman, que, en nombre de balancear el presupuesto, autorizó la reducción de los programas sociales que el gobierno de Reagan ya casi había destruido. Kerry presentó soluciones muy vagas a la crisis en la atención médica y en la educación escolar; sin embargo, al mismo tiempo insistió en que su gobierno reduciría el presupuesto federal en un 50% durante los próximos cuatro años y que "obligaría al gobierno a obedecer el reglamento que toda familia respeta: pagar los gastos según vayan surgiendo". Puesto que su plataforma incluye planes para aumentar el enorme presupuesto militar aún más, esto no es más que una prescripción para destruir lo que todavía queda de la maya de seguridad social en Estados Unidos.

En cuanto a los empleos, los Demócratas sólo pudieron ofrecer la retórica del nacionalismo económico. Kerry abogó por reducciones adicionales a las rentas internas que las empresas pagan, puesto que esto supuestamente "resucitaría a las fábricas" y "recompensaría a las empresas que crean empleos en el lugar debido: nuestro maravilloso Estados Unidos".

"Si al trabajador estadounidense se la da la oportunidad debida, no hay nadie en el mundo contra quien él no pueda competir", puntualizó el candidato. Esta concepto se basa en la ideología que los trabajadores estadounidenses deben luchar, en un concurso que nadie puede ganar, contra los trabajadores de medio mundo para ver quien puede ofrecer la mano de obra más barata y crear las mayores ganancias posibles para las empresas transnacionales. Esta es la misma política, recibida con gran entusiasmo, por los burócratas que rigen los sindicatos obreros en la AFL-CIO, quienes no son más que agentes de las empresas y que presionan a los trabajadores para que hagan mayores concesiones a sus patronos y así atraer las mejores inversiones. Este nacionalismo económico tiene su lógica: vincular a los trabajadores a sus "propios" gobernantes capitalistas contra la competencia extranjera. Es una perspectiva que sólo sirve para alentar las llamas del chauvinismo y el militarismo.

Hay aquellos en la llamada izquierda—tales como la revista The Nation—que tratan de engañarse a sí mismos y a otros al promover la idea que la orgía derechista en Boston es sóolo una fachada política que los Demócratas han adoptado para pintarse de "centristas" y ganar las elecciones. En realidad, la convención, que desde un principio estuviera extremadamente controlada, ha revelado la esencia del Partido Demócrata.

Es un partido servil que defiende los intereses de la oligarquía de Estados Unidos. A pesar de las diferencias sobre tácticas, esto es lo que lo une a los Republicanos. Las verdaderas bases del partido se pueden ver en el tipo de candidato que ha nombrado a la presidencia y a la vicepresidencia: Kerry, casado a una de las mayores fortunas del país; y Edwards, cuya riqueza se calcula en decenas de millones. El ex presidente Clinton le hizo hincapié al tipo de humor evidente en la convención cuando hizo notar que él pertenece al "1% más rico" y recomendó los cambios de táctica que hay que poner en marcha para defender los intereses esenciales de su clase social.

En este sentido, la convención y la evolución del Partido Demócrata es la expresión de la profunda polarización socioeconómica que se ha estado intensificando sin interrupción durante los últimos 30 años en Estados Unidos. El enorme abismo que separa a la clase gobernante de las masas trabajadores ha conducido a la desintegración de la democracia burguesa norteamericana. La verdad es que existen "dos países dentro de Estados Unidos" y el precipicio que los separa es tan vasto que ni siquiera un sólo problema social de importancia puede resolverse por medio de la democracia.

La convención fue sin dudas reaccionaria, pero eso no se compara con la manera en que la clase gobernante empujará a Kerry y a los Demócratas aún más hacia la derecha durante los tres meses antes de las elecciones. Este proceso ya va en camino debido al Washington Post, voz de la clase gobernante en la capital, que publicara un editorial bastante crítico al discurso de Kerry el viernes. Titulado "Oportunidad perdida", lo castiga por no "celebrar" las invasiones de Afganistán e Iraq y por sugerir que la política de Bush en emprender "guerras preventivas" era errónea.

Declara el Post: "El Sr. Kerry debió dicho la dura verdad que las tropas de Estados Unidos en Irak estarán en ese país por largo tiempo. Tanto en la economía como en la seguridad nacional, el Sr. Kerry fracasó en decir la verdad desnuda...rehusó reconocer el problema que azotará a la economía cuando la generación nacida después de la Segunda Guerra Mundial comience a retirarse. Al contrario; sacó al aire el tema del Seguro Social sólo para reafirmar que no reduciría los beneficios, promesa que un Presidente Kerry un día podría llegar a deplorar".

Kerry ya mostrado lo susceptible que es a ese tipo de crítica. Fue el Washington Post que, una vez acabadas las elecciones primarias, le exigiera al candidato Demócrata que proclamara su apoyo a la continuación de la ocupación de Irak. Kerry obedeció con gran rapidez.

La política que los Demócratas adoptaron en Boston reivindican, de la manera más poderosa, la perspectiva política del Partido Socialista por la Igualdad y nuestra decisión de postularnos en las elecciones del 2004. La convención de los Demócratas ha dejado sumamente claro que el pueblo trabajador no puede dar el más mínimo paso hacia adelante para resolver los problemas sociales que lo agobian—la guerra, el desempleo, los derechos democráticos, los niveles de vida y las condiciones sociales—si sigue atado al sistema monopolizado por los dos partidos capitalistas.

Lo más importante en las elecciones venideras no es "Cualquiera menos Bush". Lo primordial es la preparación para las luchas sociales y políticas inevitables que reventarán en Estados Unidos no importa quien, Republicano o Demócrata, viva o se mude a la Casa Blanca en el 2005

La campaña de nuestro partido se basa en esta preparación necesaria. Servirá para iniciar un amplio debate en la clase obrera, y entre los estudiantes, la juventud y los profesionales. Su propósito es echar las bases para que pueda surgir el movimiento de masas político independiente necesario para esta lucha.

La lucha contra la guerra y la defensa de los derechos democráticos será exitosa sólo si rompemos la camisa de fuerza impuesta por este sistema bipartito y desarrollamos una nueva perspectiva basada en el socialismo, el internacionalismo y en la independencia política de la clase obrera. Le insto a todos aquellos que quieren adelantar esta lucha a que participen en nuestra campaña, que me ayuden a mí, a mi compañero a la vicepresidencia Jim Lawrence y a nuestros candidatos para el Congreso nacional a colocar nuestros nombres en las papeletas de voto. Espero que decidan hacerse militantes del Partido Socialista por la Igualdad.

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