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Lecciones de la debacle en California
Por Barry Grey
14 Octubre 2003
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el autor
La destitución del gobernador Gray Davis y su reemplazo
por Arnold Schwarzenegger es una debacle histórica para
el Partido Demócrata. Otra vez la extrema derecha del Partido
Republicano se ha aprovechado de la incapacidad total de sus rivales
para apoderarse del poder, esta vez en el estado mayor de la nación.
Que los Republicanos hayan ganado con tanta facilidad, sobretodo
con una estrella de cine tan retrógrada y, desde el punto
de vista político, analfabeta, pone en relieve la enormidad
del colapso Demócrata. El voto para destituir al actual
gobernador Demócrata, tema principal para los votantes,
ni siquiera fue reñido; 54% votó a favor y 46% en
contra. En la segunda votación, es decir, para el reemplazo
de Davis en caso que la destitución triunfara, Schwarzenegger
recibió un voto aplastante: 48% para el multimillonario
héroe de películas de accióntambién
inversionista en bienes raícesy 32% para el vicegobernador
Cruz Bustamante.
Estadísticas acerca de la votación dejan aún
más claro la desintegración de la influencia del
Partido Demócrata entre aquellos que tradicionalmente han
integrado su base electoral. Aunque sólo 60% de los votantes
registrados fue a las urnas, esta cantidad fue relativamente elevada
comparada con otras elecciones del estado. La participación
en lugares donde los Republicanos son la mayoría fue considerablemente
más intensa que en los precintos Demócratas.
El 50% de los hogares de obreros en sindicatos votaron a favor
de la destitución, a pesar de los burócratas de
los sindicatos haber gastado millones para mantener a su aliado
político, Gray Davis, en el poder. Aproximadamente 40%
de estos hogares votaron por Schwarzenegger. En los hogares de
trabajadores en sindicatos, Bustamante le ganó a Schwarzenegger
por un mero 9%. Votantes con ingresos de menos de $40,000 anuales
dividieron su voto igualmente.
El 25% de los Demócratas registrados desertaron a su
partido y votaron para destituir a Davis, y uno de cada cinco
votó para reemplazarlo con Schwarzenegger. Por lo general,
menos de dos en cada tres Demócratas votaron por Bustamante.
A pesar de la candidatura de Bustamante y una migaja de último
momento a los inmigrantes mexicanosla aprobación
de un proyecto de ley que permite a trabajadores indocumentados
a obtener licencia de conducira los Demócratas les
fue bastante mal entre los votantes hispanos. 50% de los hispanos
que fueron a las urnas votaron por la destitución. El mismo
Bustamante recibió menos del 60% del voto hispano.
Otros indicios señalan la incapacidad de los Demócratas
en lograr un respaldo amplio entre los sectores de la clase obrera
y media del electorado. Aproximadamente 40% de los independientes
votó por Schwarzenegger. Menos del 30% votó por
Bustamante.
La mayoría de los votantes en todas las edades apoyaron
la destitución, y casi tres de cada cinco votantes nuevos
se fueron contra Davis. Fue solamente en la Región de la
Bahía de San Francisco que una gran mayoría de los
votantes se opusieron a la destitución.
La debacle para los Demócratas es aún más
lúgubre cuando se toma en cuenta que todo un desfile de
personas destacadas hicieron su peregrinaje a California para
aparecer junto a Davis y ofrecer su apoyo: el ex presidente Bill
Clinton; Al Gore, candidato Demócrata para la presidencia
en el 2000; casi todos los candidatos Demócratas que aspiran
a la presidencia en el 2004; Jesse Jackson; Jerry Brown, ex gobernador
de California; las senadoras Demócratas ante el Congreso
de Estados Unidos, Dianne Feinstein y Barbara Boxer, ambas de
California; y muchos más. ¿Impacto? Cero.
Este desastre Demócrata no significa que el electorado
se ha movido radicalmente a la derecha. El hecho es que la Propuesta
54, auspiciada por fuerzas derechistas del estado, fue derrotada
por un voto preponderante de 63% a 37%. Esta iniciativa electoral
habría prohibido la recabación de estadísticas
sobre las razas y la etnología.
Más bien la votación reflejó la ira y
frustración de los trabajadores y de la clase media acerca
de la política del gobierno de Davis y el fracaso de los
Demócratas en responder a las condiciones sociales que
empeoran y a la inseguridad de la economía, que cada día
aumenta más. Davis es modelo de lo que ha llegado a conocerse
como el Demócrata centrista; es decir, que
encarna el cambio hacia la derecha del partido en general durante
los últimos 25 años.
Davis es partidario de la pena capital y una política
pro ley y orden que ha culminado con un aumento espectacular de
la población encarcelada. Impuso grandes aumentos en el
coste de la electricidad luego que Enron y otras empresas de servicios
públicos crearan la escasez de electricidad y aumentaran
los precios por las nubes del 2000 al 2001. Siguió esta
política con enormes reducciones en la educación
y los programas para la salud. Triplicó las cuotas de la
licencia para conducir cuando los ingresos del estado disminuyeron
precipitadamente una vez que la burbuja especulativa de la industria
del dot.com reventara. Y en medio de la campaña para la
destitución, Davis y la mayoría Demócrata
en la legislatura estatal se unieron a los Republicanos para adoptar
un proyecto de ley reformista que reduce drásticamente
el programa para la compensación de trabajadores, que provee
beneficios de tratamiento médico a los trabajadores que
han sufrido daños físicos en sus empleos.
Las campañas de Davis y Bustamante se destacaron porque
ninguno de los dos, cobardes que son, se atrevieron a criticar
al gobierno de Bush. Ambos rehusaron vincular la hazaña
de los Republicanos a la política de reacción social,
represión y guerra emprendida por la Casa Blanca. Los Demócratas
ni siquiera levantaron la voz para señalar la debacle de
los Estados Unidos en Irak; debacle que cada día empeora
más.
Rehusaron toda referencia al gobierno de Bush aún cuando
se podía palpar que la crisis en Washington se intensificaba
con el desenmascaramiento de las mentiras de Bush, el pantano
de Irak y el aumento explosivo del déficit en el presupuesto
federal. Lo último que los Demócratas querían
era darle expresión al odio creciente hacia la pandilla
de la Casa Blanca, puesto que podría suceder una explosión
social que pusiese en peligro a la oligarquía que controla
la economía y las finanzas. Los Demócratas prefieren
perder el poder.
Luego de la derrota, los Demócratas prometieron colaborar
con el gobierno de Schwarzeneggger y oponerse a todo desafío
que ponga a las elecciones en duda.
Los Republicanos llevaron a cabo una campaña electoral
totalmente cínica. Brindaron su apoyo a Schwarzenegger
como vocero de los grandes negocios obstinados en destruir todo
lo que queda de los programas del bienestar social y defender
las ganancias empresariales contra toda restricción gubernamental.
Éste se hizo pasar como enemigo populista de los intereses
especiales y juró que barrería al gobierno
en Sacramento, capital de California. Pero este levantador de
pesas convertido en estrella de cine recibió millones de
dólares en contribuciones de las empresas de los bienes
raíces, además de otros negocios, y repetidamente
ha indicado que está más que listo para reducir
aún más los programas sociales, agredir los salarios
y condiciones de trabajo de los empleados del estado y destruir
los reglamentos que rigen el medio ambiente.
En un discurso por la televisión el miércoles,
el gobernador electo reafirmó su compromiso con el programa
de sus financiadores empresariales: juró no aumentar las
rentas internas. Pero en una situación en que el próximo
año el déficit llegará a los billones, esto
solo significa una cosa: la agresión sin precedente contra
los programas de la salud, de la vivienda y para los pobres, y
contra los empleos de los trabajadores civiles del estado.
Todo lo que le queda del Partido Demócrata, puesto que
la humillación de la destitución ha lastimado profundamente
su credibilidad, es moverse más a la derecha y colaborar
con el gobernador Republicano para lanzar nuevas agresiones contra
la clase trabajadora de California. La debacle en California nos
ofrece, además, un vistazo al comportamiento de los Demócratas
durante las elecciones presidenciales del 2004. No importa que
profunda sea la crisis el gobierno de Bush o que impopular sea
su política, podemos contar con que los Demócratas
le cederán la iniciativa a la derecha Republicana y que
su oposición será mínima.
La raíz del colapso político del Partido Demócrata
es la crisis del capitalismo estadounidense, la cual cada día
se pone peor. El aumento en la desigualdad socialla más
maligna expresión de esta crisisno provee suficiente
espacio para que convivan dos partidos burgueses igualmente derechistas.
Los Demócrataspartido de un liberalismo impotente
e hipócrita que ha abandonado toda reforma liberalmás
y más se encuentra al margen de la política, porque
los Republicanos representan, de manera más despiadada
y consistente, los intereses y objetivos de la oligarquía
empresarial.
La lección fundamental de las elecciones para la destitución
del gobernador California está bien clara: la clase obrera
debe romper una vez por todas con el cadáver casi descompuesto
del Partido demócrata y tomar el rumbo de la lucha política
independiente. La campaña del candidato del Partido Socialista
por la Igualdad, John Christopher Burton, le llevó esa
perspectiva a cientos de miles de trabajadores en California,
y avanzó un programa socialista para resolver la crisis
a su favor. Dicha campaña marcó un paso importante
en establecer el Partido Socialista por la Igualdad como el partido
socialista de las masas trabajadoras.
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