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Guerra Oligarquía y la Mentira política
Por David North
30 Mayo 2003
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el autor
El pasado 30 de abril, David North, presidente del Comité
de Redacción de la World Socialist Web Site, pronunció
un discurso ante una reunión estudiantil en la Universidad
de Notre Dame, en la ciudad de South Bend, estado de Indiana.
Publicamos a continuación una copia taquigráfica
de sus palabras. Esta versión ha sido editada.
Ha pasado menos de un mes desde que terminó la guerra
de los Estados Unidos contra Irak. Quizás sería
mejor decir que lo que en realidad terminó fue la más
reciente etapa de la guerra, pues no debemos olvidar que los Estados
Unidos han atacado a Irak militarmente de varias maneras durante
doce años. Irak tiene la trágica distinción
de ser la nación contra la cual los Estados Unidos han
llevado a cabo su más prolongada guerra.
Todavía no ha aparecido ningún análisis
profundo del impacto acumulativo que ha tenido sobre la sociedad
iraquí la destrucción causada por las acciones militares
y económicas de los Estados Unidos.
La política de los Estados Unidos dicta que no se revele
ni siquiera una idea aproximada, para no hablar de la cifra exacta,
del número de soldados iraquíes muertos desde el
inicio de la primera Guerra del Golfo en enero de 1991. Apenas
existen dudas de que durante el período más intenso
de las acciones militares entre enero-febrero de 1991, y
marzo-abril de 2003las bajas militares llegaron a decenas
de miles y tal vez a cientos de miles. Tras la primera guerra,
hubo informes horripilantes de la masacre de miles de soldados
iraquíes, indefensos y en retirada, en la llamada "carretera
de la muerte", cuando se dirigían hacia el norte desde
Kuwait. Durante el último mes, miles de bombas y cohetes
teledirigidos, guiados por computadoras, se usaron para destruir
pelotones enteros del ejército iraquí, el cual apenas
tenía los medios para ponerse a cubierto de semejante ataque.
Pero informes sobre el ataque de los Estados Unidos contra
el aeropuerto de Bagdad, aunque limitados, dejan bien claro lo
indefensas que estaban las tropas iraquíes. Según
la prensa, entre 2,000 y 3,000 iraquíes murieron, mientras
que el ejército de los Estados Unidos apenas sufrió
media docena de bajas. Uno o dos días después, tanques
estadounidenses arrollaron un sector de Bagdad, matando de nuevo
a miles de soldados (y a una elevada cantidad de civiles) sufriendo
un puñado de bajas.
Debido a la enorme diferencia de recursos entre los ejércitos
en pugna resulta difícil describir sus enfrentamientos
como batallas. Más bien recuerdan las masacres desproporcionadas
de la época colonial, como la infame batalla de Omdurman,
en la cual las tropas anglo-egipcias, que sólo sufrieron
48 bajas, masacraron entre diez y quince mil nativos sudaneses.
La información es también bastante imprecisa
acerca de las muertes causadas directamente por las acciones estadounidenses
durante enero-febrero de 1991 y marzo-abril de 2003, o por los
incontables bombardeos durante la pasada década. Pero tenemos
más información del impacto que ha tenido sobre
la sociedad iraquí, especialmente en los niños,
las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos.
Se calcula que las sanciones, en vigor desde la primera Guerra
del Golfo, han costado las vidas de 500,000 a un millón
de niños.
Espero que nadie en esta sala haya olvidado la justificación
principal del gobierno de los Estados Unidos para invadir Irak
y castigar al pueblo iraquí con tanto sufrimiento desde
que finalizara la Tormenta del Desierto en 1991: que el régimen
de Sadam Husein poseía "armas de destrucción
masiva", que eran un enorme e inminente peligro para los
Estados Unidos y para el resto del mundo.
Necesitaríamos un libro entero para repasar y analizar
la increíble campaña de propaganda sobre las "armas
de destrucción masiva" que se organizó durante
la pasada década. No fue el gobierno de Bush quien la inventó.
Las "armas de destrucción masiva" de Sadam fueron
invocadas por el gobierno de Clinton para justificar los bombardeos
que iniciara contra Irak en 1999. En realidad, esta campaña
comenzó muchos años atrás, justamente tras
la primera Guerra del Golfo cuando facciones derechistas decepcionadas
ante el fracaso de Bush padre en apoderarse de Bagdad, derrocar
a Sadam Husein y ocupar al país buscaron una justificación
para la segunda invasión de Irak.
Concentrémonos únicamente en el período
inmediatamente anterior a la guerra.
El 12 de septiembre de 2002, el presidente George Bush declaró
ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones
Unidas que Husein "continúa desarrollando armas de
destrucción masiva. Puede ser que estemos completamente
seguros de que tiene armas nucleares cuandoDios no lo permitalas
use".
El 7 de octubre de 2002, Bush declaró que Irak "posee
y produce armas químicas y biológicas...Cualquier
día Irak puede decidir la entrega de armas químicas
o biológicas a un grupo terrorista o a terroristas individuales
... Conociendo esta realidad, América no puede seguir ignorando
la amenaza que se avecina. Ya que tenemos pruebas bien claras
del peligro, no podemos esperar a la prueba finalla pistola
humeanteque podría venir en forma de nube radiactiva".
La acusación a Irak de estar en posesión de armas
de destrucción masiva proporcionó la base para las
exigencias del gobierno de Bush; exigencias que no se podían
discutir. Como declaró Bush el 7 de octubre de 2002, "Sadam
Husein debe desarmarse; si no, para establecer la paz, lideraremos
una coalición para desarmarle".
Por supuesto, esta exigencia presupone que Irak poseía
las armas de destrucción masiva que los Estados Unidos
afirmaban que tenía. Si Irak no poseía tales armas,
la exigencia no significaba nada. No podía deshacerse de
armas que no tenía. Pero los Estados Unidos insistían
en que no cabía ninguna duda de que Irak tenía armas
de destrucción masiva y que era su intención usarlas.
Más bien, tras la llegada a Irak de los inspectores bajo
la dirección de Hans Blix y Mohammad ElBaradei, su fracaso
en encontrar dichas armas o pruebas creíbles de su existencia.era,
para el gobierno de Bush, una prueba evidente de que existían,
pues ¡sólo un régimen que poseyera armas de
destrucción masiva podría esconderlas tan bien!
El 23 de enero de 2003, el New York Times publicó
un artículo titulado "Por qué sabemos que Irak
miente" en el que Condoleezza Rice, Asesora para la Seguridad
Nacional, afirmaba lo siguiente:
"Bajo la dirección de Sadam Husein y su hijo Qusay,
que controla la Organización Especial de la Seguridad,
el organismo que se encarga de las actividades secretas, en lugar
de comprometerse con el desarme, Irak tiene un compromiso de alto
nivel para mantener y ocultar sus armas"
El alegato belicista de Powell
La campaña del gobierno de Bush contra las armas de
destrucción masiva llegó a su apogeo el 5 de febrero
de 2003, cuando Colin Powell, Ministro de Relaciones Exteriores,
compareció ante el Consejo de Seguridad de la Organización
de las Naciones Unidas para presentar la posición favorable
a la guerra de los Estados Unidos. Citaré varias partes
de su discurso:
1. "Varias fuentes nos han dado a conocer que, mientras
debatíamos la resolución 1441 en esta sala durante
el otoño pasado, una brigada a cargo de misiles en las
afueras de Bagdad distribuía, a varios lugares en el oeste
de Irak, lanzadores de cohetes y ojivas con agentes biológicos
para la guerra".
2. "Sabemos que Irak tiene por lo menos siete fábricas
móviles para la fabricación de substancias biológicas.
Las fábricas móviles disponen al menos de dos o
tres camiones cada una".
3. "No cabe duda que Sadam Husein posee armas biológicas
y tiene la capacidad para producir con rapidez cantidades aún
mayores. Y también tiene la capacidad para distribuir estas
enfermedades y substancias tóxicas mortíferas de
forma que puedan causar muerte y destrucción masivas".
4. Nuestros cálculos más conservadores indican
que Irak posee reservas de entre 100 y 500 toneladas de substancias
para producir armas químicas, lo cual es suficiente para
llenar 16,000 cohetes de guerra".
5. "Sadam Husein tiene armas químicas...Ciertas
fuentes nos han informado que recientemente ha dado autorización
a sus comandantes para usarlas en el campo de batalla".
6. Irak niega que apoye al terrorismo. Igualmente niega que
la posesión de armas de destrucción masiva. Es toda
una red de mentiras".
6. Permitir que Sadam Husein siga en posesión de armas
de destrucción masiva durante meses o años no es
asumible. No en el mundo posterior al 11 de septiembre".
La actuación de Powell ante la ONU dejó a los
medios de prensa hipnotizados. Unánimemente proclamaron
que había presentado cargos irrefutables contra el régimen
iraquí. La respuesta de mayor calado político provino
del sector liberal, que se valió de la oportunidad que
le presentaba Powell para alinearse completamente con los planes
de guerra del gobierno de Bush.
Richard Cohen, del Washington Post, proclamó
en una columna publicada el día después del discurso
de Powell:
"Las pruebas que presentó ante la Organización
de las Naciones Unidasvarias indirectas; otras cuyos detalles
congelan la sangredeberían mostrar a todo el mundo
que Irak no sólo no ha dado cuenta de sus armas de destrucción
masiva, sino que no hay duda de que todavía las tiene.
Sólo un tontoo posiblemente un francéspuede
llegar a otra conclusión". Ese mismo día, Mary
McGrory, también del Washington Post, escribió
lo siguiente:
"No conozco los sentimientos que el discurso acusatorio
de Powell contra Sadam Husein suscitó en las Naciones Unidas.
Lo único que puedo decir es que a mí me convenció,
y yo soy tan difícil de persuadir como Francia...Ya había
escuchado lo suficiente para saber que Sadam Husein, con sus reservas
de gas asfixiante y substancias químicas mortíferas,
es una amenaza peor de lo que creía".
Una semana después, el 15 de febrero de 2003, el New
York Times afirmó que "Hay suficientes pruebas
de que Irak ha producido gas asfixiante VX, de gran toxicidad,
y ántrax y que tiene la capacidad para producir cantidades
aún mayores. Ha escondido estas substancias, ha mentido
acerca de ellas, y finalmente ha decidido no informar sobre ellas
a los inspectores".
Hemos de enfatizar que el gobierno de Bush no engañó
a los órganos de prensa; más bien funcionaron como
cómplices conscientes para engañar deliberadamente
al pueblo estadounidense. La propaganda del gobierno no fue nada
sofisticada. Gran parte de los argumentos del gobierno fueron
refutados por los hechos o entraron en contradicción con
la lógica más elemental. Aún cuando se probó
que la acusación hecha por el gobierno de que Irak había
tratado de obtener material nuclear se basaba en documentos burdamente
falsificados, la prensa optó por no convertir este descubrimiento
tan devastador en tema principal.
Ahora la guerra ha terminado, a cambio de las vidas de un incontable
número de iraquíes. El país está en
ruinas. Gran parte de su infraestructura social, cultural e industrial
ha quedado destruida. Durante las últimas tres semanas,
fuerzas militares de los Estados Unidos han rastreado todo el
país en busca de las armas de destrucción masiva
con las que el gobierno y la prensa podrían justificar
la guerra. ¿Y qué han descubierto? Nada.
Los órganos de prensa han adaptado su línea al
fracaso que supone no encontrar las mortíferas armas, cuya
presunta existencia proporcionó la justificación
para la guerra y las mortíferas sanciones que la precedieron.
El New York Times publicó el pasado 25 de abril en primera
página, una fotografía en primer plano de una calavera,
supuestamente de una víctima del régimen de Sadam
Husein. Es muy probable que lo haya sido. Nadie ha dudado jamás
de la bestialidad del régimen de Sadam, aunque aquellos
que conocen la historia de Irak saben que sus peores delitos fueron
perpetrados cuando gozaba del apoyo político de los Estados
Unidos.
Es ampliamente conocido entre los socialistas iraquíes
que la primera toma del poder por el partido Baaz, en el golpe
de estado de febrero de 1963, se hizo con el apoyo de la administración
Kennedy. La CIA proporcionó al Baaz la lista con los nombres
de los comunistas y socialistas iraquíes que deseaba fueran
liquidados. Las relaciones entre el régimen del Baaz y
los Estados Unidos brillaron y palidecieron durante los 27 años
siguientes dependiendo de las circunstancias internacionales y
regionales, y de su influencia en los matices de la política
exterior de los Estados Unidos.
Con algún conocimiento de esta historia, apenas cabrían
dudas de que la fotografía había sido colocada en
la primera página del periódico The New York Times
con unos definidos objetivos políticos, que pronto se revelaron
con nitidez. Dos días después la revista publicó
un artículo de Thomas L. Friedman titulado "El significado
de una calavera". Comenzaba de esta manera:
"El viernes, la primera página de the New York
Times salió con una imagen de una calavera rodeada
por un grupo de iraquíes. La calavera perteneció
a un prisionero político del régimen de Sadam Husein,
como muestran los afligidos parientes que han desenterrado sus
restos de una fosa llena con otras víctimas de la tortura
de Sadam. Bajo la imagen, un artículo sobre la promesa
del Presidente Bush de que las armas de destrucción masiva
serían halladas en Irak, tal como había prometido".
"Por lo que a mí se refiere, nosotros no necesitamos
encontrar armas de destrucción masiva para justificar la
guerra. Esa calavera, y las otras miles que serán desenterradas,
son suficiente para mi. El señor Bush no debe al mundo
ninguna explicación por las desaparecidas armas químicas
(incluso si resultara que la Casa Blanca ha usado de forma publicitaria
este asunto)".
Friedman proseguía:
¿Qué importaría si ahora encontrásemos
enterrados algunos barriles de veneno? ¿Acaso tienen más
peso moral que esas calaveras enterradas? Ni hablar.
El momento elegido por el Sr. Friedman para intentar mostrar
el descubrimiento de los cadáveres de las víctimas
de Sadam Husein, una justificación a posteriori para la
guerra contra Irak, no fue del todo glorioso. Su columna fue publicada
el mismo fin de semana en que le recordaban al mundo que los Estados
Unidos tienen muchísimos esqueletos de sus propias tramas
y mentiras yaciendo en tumbas sin nombre por todo el mundo. Fiscales
de Honduras anunciaban el descubrimiento de al menos cuatro cementerios
secretos utilizados por los escuadrones de la muerte, entrenados
y financiados por los Estados Unidos, para enterrar a las víctimas
de la represión gubernamental. Entre los restos desenterrados
en uno de esos cementerios estaban los de James Francies Carney,
un sacerdote jesuita americano, que desapareció en Honduras
hace veinte años. El número de muertos en ese país
durante los años ochenta alcanzó las decenas de
miles. Muchos de los oficiales del ejército hondureño
miembros de los gubernamentales escuadrones de la muerte recibieron
su entrenamiento en los Estados Unidos.
El caso de Honduras no es excepcional. No hay apenas un país
de centro y sudamérica que no haya llevado a cabo execrables
actos de represión con el apoyo directo de los Estados
Unidos.
El significado político de las mentiras
gubernamentales
Pero mi propósito esta noche no es contraponer los crímenes
cometidos por los regímenes títeres de los Estados
Unidos a los del estado iraquí bajo Sadam Husein. Más
bien, creo que es importante que nos explayemos más sobre
el más profundo significado político del hecho de
que la guerra contra Irak fue justificada por el gobierno USA
basándose en mentiras, y que cuando esas mentiras son reveladas,
la respuesta de los media americanos es de una indiferencia incrédula,
un gran ¡Y qué!.
Nunca ha habido una edad dorada en la política americana.
La última administración en la historia de los Estados
Unidos genuina e indiscutiblemente honorable, total e inequívocamente
entregada a los ideales democráticos más altos,
fue la de Abraham Lincoln. Y aun así, una representación
de la historia moderna americana como una vasta e interminable
saga reaccionaria sería una caricatura de la realidad.
Incluso en el marco de la política burguesa ha habido
no pocos periodos de decisivas luchas sociales en las que los
sentimientos democráticos e igualitarios reverberaban atravesando
amplios estratos de la sociedad. Estos sentimientos encontraron
reflejo incluso en los media, cuyos propietarios estaban aún
obligados a reclutar al menos a algunos de sus redactores, locutores
y editores entre sectores de clase media que estaban sinceramente
comprometidos con los principios democráticos.
Hace una generación todavía era posible encontrar
periodistas y editores que verdaderamente creían que la
mentira gubernamental debía ser desvelada y condenada.
El término "brecha de credibilidad" -referido
al abismo entre las declaraciones con las que la administración
Johnson justificaba su implicación en Vietnam y las verdades
históricas, políticas y sociales de ese conflicto-
fue tan popularizada por los media durante los años sesenta
que se convirtió en un lugar común. Una década
después, las mentiras de la administración Nixon
-todavía sacudida por la publicación de los Documentos
del Pentágono por el New York Times- culminaron en el estallido
del escándalo Watergate que forzó la dimisión
de un presidente criminal.
Ahora es obvio que la administración ha mentido grosera
y abiertamente al pueblo americano y al mundo entero para justificar
el lanzamiento de una guerra que incurría, en cualquier
caso, en una violación de la ley internacional.
Pero la exposición de esta descomunal mentira política
no provoca su condena sino nuevas justificaciones incluso más
insolentes por parte de los media.
Estamos tratando un serio fenómeno político y
social que necesita ser analizado y explicado. Esta situación
habla a los americanos de algo importante y muy inquietante sobre
la naturaleza de la sociedad en la cual están viviendo.
Primero, consideremos el significado objetivo de la mentira
política. Debe ser considerada no como un problema moral
sino más bien como un fenómeno social. La mentira
es una manifestación de contradicciones dentro de la sociedad.
Cuando un individuo miente, lo hace para salvar o encubrir el
abismo entre sus intereses personales y las normas sociales aceptadas.
La mentira, en este sentido, surge del conflicto inherente entre
el individuo y la sociedad. La extensión, profundidad y
gravedad de ese conflicto determinará el alcance y la severidad
de la mentira -si asume la forma de una "mentira piadosa"
relativamente benigna y bien humorada o la forma más dañina
del testimonio perjuro.
Las mentiras de un gobierno son también manifestaciones
de contradicciones, no de contradicciones entre individuos y la
sociedad, sino entre clases sociales. En el análisis final,
el estado es un instrumento de coerción que sirve y protege
los intereses de la clase dominante dentro de la sociedad, es
decir, de la clase capitalista. Pero en una democracia burguesa,
ese papel coercitivo lo mediatiza y en gran medida lo oculta una
sofisticada superestructura política y legal que permite
al estado aparecer como árbitro más o menos imparcial
entre clases e intereses sociales diversos, capaz de servir a
la nación como a un todo. La legitimidad del estado a los
ojos de la gran mayoría de la población depende
de ser visto precisamente de esta manera, como el representante
democráticamente elegido por el pueblo como un todo.
Mientras las condiciones políticas y económicas
permiten e incluso favorecen una política de compromiso
de clase, la ilusión democrática es mantenida y
las mentiras políticas del estado se conservan entre límites
aceptables. Pero en los periodos de progresiva agudización
de las tensiones sociales, cuando los intereses de las clases
sociales divergen con más intensidad, el papel esencial
del estado como un instrumento de gobierno de clase tiende a desgastar
más y más el barniz democrático. Es precisamente
en esos periodos cuando las mentiras del estado toman un carácter
más osado y odioso. Esto es, la función de la mentira
es salvar el abismo creciente entre los intereses de la elite
dirigente que controla el estado y los de la amplia mayoría
de la población.
La campaña sobre las armas de destrucción masiva
surgió orgánicamente de la necesidad de la elite
dirigente de ocultar a la gran mayoría de los americanos
los depredadores intereses de clase subyacentes que empujaban
a la guerra.
¿Cómo habría sonado un discurso que explicara
honestamente las razones para la Guerra? Imaginemos por un momento
que el Sr. Bush hubiera decidido explicar al pueblo americano
las verdaderas razones para la guerra contra Irak. Podría
haber salido algo así:
"Compañeros americanos: Esta noche los Estados
Unidos han iniciado un bombardeo masivo sobre Irak al que pronto
seguirá una invasión terrestre del territorio de
ese país. En tanto que esta acción es una violación
total de la ley internacional, es por ello más necesario
que os dé una explicación honesta de las acciones
de vuestro gobierno.
"Como sabéis, la mayoría de los miembros
de mi gabinete han ocupado puestos muy lucrativos en importantes
corporaciones, y no pocos de nosotros estamos íntimamente
conectados con la industria del petróleo. Mi papá,
como sabréis, hizo su fortuna en ese negocio y continúa
en él de lleno. El único trabajo serio que yo he
realizado antes de entrar en la política fue también
en el negocio del petróleo y, aunque no tuve gran éxito,
estoy extremadamente sensibilizado hacia lo que representa. Nuestro
vicepresidente, Dick Cheney, un buen hombre, fue hasta hace poco
Director Ejecutivo de Halliburton, una empresa puntera en el negocio
de las prospecciones petrolíferas, y aún recibe
de esa compañía pagos anuales de 600.000 dólares.
"Esto hace a mi administración extremadamente sensible
a los problemas de la industria internacional del petróleo.
El petróleo resulta ser un recurso finito y hay muchos
que creen que el mundo afrontará escaseces críticas
hacia el año 2025. Así, aunque la industria del
petróleo puede dar una gran cantidad de dinero, nuestra
decisión de ir a la guerra no está impulsada exclusivamente
por consideraciones personales. También pensamos que es
importante que los Estados Unidos aseguren su posición
dominante en el mundo estableciendo por medios militares un acceso
total a las reservas de petróleo de la región del
Golfo Pérsico.
"De hecho, durante una década más o menos
se han hecho planes para la conquista de Irak. Después
de la caída de la Unión soviética, quedó
muy claro que nadie podría evitar que los Estados Unidos
hicieran lo que quisieran; y, así, Estados Unidos empezó
a desarrollar planes para establecer una posición de hegemonía
global incuestionable. En esos planes el petróleo juega
un gran papel e Irak, que es la segunda reserva mundial de crudo
conocida, pasó a ser el primer objetivo a atacar. Por supuesto,
no podíamos decir que los Estados Unidos querían
Irak sólo por su petróleo, por lo que tuvimos que
airear otras razones. Así es como dimos con la idea de
las armas de destrucción masiva.
"En especial después del 11 de septiembre, el tema
de las armas de destrucción masiva tomó cuerpo por
sí mismo. Francamente, sabíamos que Irak no tenía
nada que ver con el 11 de septiembre como tampoco con los ataques
con ántrax en Estados Unidos, perpetrados por algunos de
los maníacos exaltados derechistas que me apoyan. Pero,
¿quién hace preguntas?.
"De cualquier modo, hoy comienza la Guerra. Costará
Dios sabe cuantos miles de millones de dólares. Pero imaginamos
que podemos mantener el recorte de impuestos planeado y todavía
pagar la guerra mediante recortes adicionales en Medicare, Medicaid,
Seguridad Social y educación.
"Probablemente no os gustarán las consecuencias,
pero, ¡ah!, así es la vida. En cualquier caso, el
año 2004 está a la vuelta de la esquina, y para
entonces querremos todos tener elecciones.
"Gracias y que Dios os bendiga a todos. Mis amigos y yo
cuidaremos de nosotros mismos."
Nadie, por supuesto, espera esta especie de candor en un discurso
de un presidente americano, especialmente de uno que está
en posesión del poder gracias a un fraude electoral.
Con todo, el carácter masivo y desvergonzado de las
mentiras que han servido de fundamento para la guerra y la respuesta
cínica e indiferente de los media son manifestaciones significativas
del colapso general de las normas democráticas burguesas.
La vida política de los Estados Unidos refleja, en formas
incluso más grotescas, el carácter cada vez más
oligárquico del estado americano.
Mientras que un porcentaje mayor que nunca de la riqueza de
la nación se concentra en un muy pequeño porcentaje
de la población, las élites dirigentes son incapaces
de generar un respaldo mayoritario genuino a las políticas
del estado. Como las coincidencias entre los intereses de la oligarquía
que controla el estado y a la mayoría de la población
se vuelven más y más débiles, las mentiras
juegan un papel crítico en la manipulación diaria
de la conciencia popular y en la elaboración de lo que
los media muestran como "opinión pública".
Temporalmente y a corto plazo se pueden tener éxitos de
este modo. Pero el resultado a largo plazo de este proceso diario
de manipulación y engaño es el irremediable alejamiento
del pueblo respecto a la política oficial.
Este alejamiento inicialmente asume una forma que el observador
superficial confunde con indiferencia y apatía. Pero bajo
la superficie de la política oficial opera un complejo
proceso social e intelectual. Las presiones de la vida cotidiana
impactan lenta pero de forma segura sobre la conciencia de las
masas.
Es verdad que la conciencia va por detrás del vivir.
Pero el vínculo entre el imperialismo y la explotación
intensiva y la opresión de la clase trabajadora no es un
mito socialista sino un hecho objetivo. De forma inevitable, las
implicaciones sociales de esta nueva erupción del imperialismo
americano se dejarán sentir con mucha más severidad
en la clase trabajadora de los Estados Unidos.
Los socialistas deben no sólo anticipar sino también
acelerar la renovación de la conciencia de clase política
estableciendo, social y programáticamente, nuevos cimientos
para la lucha política. Esto equivale a reconocer que la
base mayoritaria real para el desarrollo de un movimiento contra
el imperialismo, tanto dentro de los Estados Unidos como internacionalmente,
es la clase trabajadora. Y esto implica comprender que la lucha
contra la guerra no puede ser separada de la lucha contra el sistema
capitalista.
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