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La crisis del imperialismo: los Estados Unidos y la guerra
contra Irak Los Estados Unidos se lanza al torbellino
Por David North
14 Mayo 2003
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el autor
David North, presidente del Comité de Redacción
de la World Socialist Web Site y secretario nacional del Partido
Socialista por la Igualdad, presentó el discurso que abajo
publicamos el 29 de marzo del presente durante la conferencia
de ambas organizaciones que tuvo lugar durante el 29 y 30 de marzo.
La conferencia se celebró en la ciudad de Ann Arbor, estado
de Michigan, con el título "El socialismo y la lucha
contra el imperialismo y la guerra".
Al examinar los primeros diez días de la "guerra
preferida" que el gobierno de los Estados Unidos ha lanzado
contra Irak, recuerdo los subtítulos que el historiador
británico Ian Kershaw le dio a los dos tomos de su biografía
sobre Adolfo Hitler. El primer tomo, que sigue la carrera del
dirigente fascista hasta la segunda entrada triunfalista de las
tropas alemanas en la zona desmilitarizada del Rhin en 1936, se
subtitula Hubris, que el autor define como "aquella arrogancia
presuntuosa que corteja el desastre". El segundo tomo examina
la manera en que el reino "milenario" de Hitler se precipita
hacia la catástrofe que finalmente lo engulle. Se subtitula
Némesis, por la diosa griega que castigaba a los culpables
de hubris.
Durante el mes previo a la invasión de Irak, la arrogancia
del gobierno de Bush no conocía límites. Insultando
y amenazando a todo el que dudara que Estados Unidos tenía
el derecho de dictarle al mundo, Bush y sus compinches prometieron
enseñarle a Irak y a todos los demás una lección
inolvidable. Pero las cosas no han resultado como el gobierno
esperaba. Durante la Guerra de Vietnam, hace ya casi cuatro décadas,
fue necesario que pasaran varios años antes de percibir
los grandes sofismas sobre los que se basaba la estrategia política
y militar de la invasión estadounidense. Pero en esta ocasión,
el fracaso total del proyecto se ha sabido en una semana.
Los diez días de guerra han dado un golpe terrible al
aura de invencibilidad de los Estados Unidos que los medios de
comunicación habían cultivado con tanto esfuerzo.
De repente, vemos a Donald Rumsfeld decrépito y malhumorado
con gotas perlando su labio superior. ¿Qué queda
de las predicciones del gobierno de Bush, de los expertos militares
y de los medios de comunicación de masas acerca de que
Irak sería "vapuleado y anonado" hasta quedar
vencido? ¿Qué el régimen iraquí, debido
a su aislamiento total, se derrumbaría al primer envite?
¿Qué las fuerzas armadas iraquíes eran incapaces
de luchar? ¿Qué el bombardeo de los centros de "mando
y control" paralizarían la capacidad de Irak para
organizar operaciones militares? ¿Y sobretodo que las fuerzas
estadounidenses y británicas serían bienvenidas
como libertadores y redentores?
Antes de comenzar la guerra, Kenneth Adelmanestrategas
derechistas que había abogado por la invasión de
Irak durante diez añosescribió en el Washington
Post: "Creo que la destrucción del poderío
militar de Hussein y la liberación de Irak será
tan fácil como quitarle el dulce a un niño".
Richard Perle, otro de los instigadores más vociferantes
de la guerra, declaró en la cadena de televisión
MSNBC: "Puede que haya sectores que resistan, pero son pocos
los iraquíes que van a pelear para defender a Hussein".
Los medios de prensa aceptaron estas aseveraciones por completo.
Despacharon a sus corresponsales "estrellas" a Kuwait
para ser "incrustados" (en realidad "encamados")
en las fuerzas militares estadounidenses. Todos quedaron hipnotizados
con la posibilidad de participar en la gloriosa carrera hacia
la victoria en Bagdad.
Los informes periodísticos no hicieron la menor crítica
(ni, por descontado, un análisis profundo) a las afirmaciones
del gobierno de Bush. El último año ha presenciado
la completa degeneración del periodismo oficial, que se
ha convertido en altavoz de la propaganda que emana de la Casa
Blanca y el Pentágono. No han hecho el menor esfuerzo por
distinguir los hechos de la información falsa, las mentiras
de la pura ficción. Los medios informativos aceptaron alborozados
su integración al militarismo como instrumento de operaciones
psicológicas. Recordemos varios de los informes que CNN,
MSNB,c FOX y otras cadenas de televisión anunciaron durante
las últimas dos semanas: que los Guardias Republicanos
habían negociado, por medio de correo electrónico,
las condiciones de su capitulación; que el primer ministro
asistente, Tariq Aziz, había desertado; que Saddam Hussein
había sido muerto; que el pueblo iraquí de Bagdad
le había dado una calurosa bienvenida a las tropas estadounidenses;
y, la última noticia: que se propagaba una rebelión
en Basra.
Los medios informativos de masas aceptaron y diseminaron todas
estas aseveraciones, burda y estúpidamente tramadas por
el Pentágono, como si hubieran sido hechos verídicos.
Y para el domingo pasado, el Washington Post publicó un
editorial que imaginaba la siguiente fantasía: "familias
con sus niños... paradas en las aceras de las calles próximas
a la sureña Basra, ciudad al sur, saludando y vitoreando
a las fuerzas estadounidenses y británicas a medida que
éstas pasaban rugiendo hacia el norte..." Criticó
despiadadamente a los "diplomáticos obstruccionistas
y a muchos de los manifestantes contra la guerra" que habían
quedado "ciegos ante la amenaza de Saddam Hussein y su régimen
de terror". Con altanería, el Post aleccionó
a los adversarios de la guerra para que se "fijaran en los
iraquíes que reciben a los marines como libertadores".
Los medios de masa se intoxicaron con su propia propaganda.
Lo anticiparon todo menos la resistencia iraquí. Proyectaron
sobre 23 millones de iraquíes su propia postración
ante el poderío militar de los estados Unidos. Su servilismo
al estado los dejó completamente desprevenidos para comprender
las dificultades y los fracasos de los invasores. Es más,
este auto engaño continuó aún cuando las
dificultades de las fuerzas militares estadounidenses aumentaban.
Nada de lo anunciado por los medios de prensa durante los días
iniciales de la guerra le dio a entender al público hasta
que punto habían llegado los errores logísticos,
tácticos y estratégicos del gobierno de Bush. Los
medios se referían con entusiasmo a la "columna de
acero" que vertiginosamente rodaba hacia el norte, a la tierra
que temblaba bajo el peso de los neumáticos de los poderosos
tanques de guerra que inexorablemente seguían avanzando.
Pero ya para el jueves las mentiras mordían el polvo
El Washington Post escribió un informe que revelaba como
los militares comenzaban a mostrar su desazón debido a
la estrategia del Pentágono:
"La combinación de la inclemencia del tiempo, las
líneas de abastecimientos largas e inseguras, y un enemigo
que rehusa postrarse ante el poderío militar de los Estados
Unidos ha conducido a los militares de alto rango a reconsiderar
sus planes y las oportunidades que se ofrecen. La posibilidad
de una dura resistencia que haga necesario del despliegue de más
fuerzas, y una guerra más prolongada y difícil de
lo que se creía una semana antes, se abría camino
entre los funcionarios del Pentágono y en las salas de
conferencia.
Díganme como va a acabar esto', dijo un oficial
militar de antigüedad".
Ahora el Pentágono se ve forzado a confrontarse con
las consecuencias de sus propias ilusiones. Decenas de miles de
tropas adicionales están siendo enviadas a Iraq, no sólo
para reforzar el ataque contra Bagdad, sino para proteger los
vulnerables convoyes de abastecimientos agotados.
Con un cinismo que no conoce límites, el gobierno de
Bush ha llamado a esta guerra "Operación para la liberación
de Irak". A medida que se enfrenta a mayor resistencia de
las masas, la lógica de su objetivola conquista de
Bagdad y su transformación en protectorado colonialempujará
a los Estados Unidos a mayores represalias violentas contra el
pueblo iraquí. Los Estados Unidos tratará de "liberar"
al pueblo iraquí sitiando Bagdad y bombardeándolo,
para no decir hacerlo morir de hambre. Bush repetidamente ha declarado
que esta no va a ser una guerra a medias. Y al menos que a menos
que se ponga límite a la acción del gobierno, esta
guerra inevitablemente degenerará en una masacre.
Una historia de bestialidad sin límites
Es algo aceptado el hecho que la oposición popular contra
la guerra excede, antes de su inicio, el tamaño alcanzado
por el movimiento contra la guerra de Vietnam, incluso en su momento
de apogeo. Las manifestaciones que ocurrieron antes de estallar
la guerra fueron las mayores de toda la historia. Las que tomaron
lugar el 15 y el 16 de febrero no tienen precedente, ni cualitativa
ni cuantitativamente. Nunca antes ha ocurrido semejante oposición
internacional a la guerra. Ni siquiera durante los días
más gloriosos de la Segunda Internacional o antes del comienzo
de la Primera Guerra Mundial en 1914, había sido posible
organizar un movimiento contra la guerra tan bien coordinado a
nivel internacional. Un movimiento en el que participan millones
de personas de todos los rincones del mundo ha de tener un significado
objetivo muy profundo. Y más profundo cuando se considera
su notable grado de espontaneidad. Por razones que luego trataré
de explicar en este informe, las manifestaciones de masas marcan
el comienzo de una nueva etapa en la lucha contra el imperialismo.
Sin embargo, es necesario ante todo reconocer que las manifestaciones
de las masas no pudieron evitar la guerra. Para que el movimiento
contra la guerra se convierta en una fuerza social poderosa se
requiere un nivel mayor de consciencia política. Se necesita
un programa y una perspectiva sobre los cuales debe basarse la
lucha de las masas contra el imperialismo.
El mayor error sería menospreciar la tenacidad y crueldad
de la clase gobernante. La enorme experiencia histórica
que ha acumulado durante guerras incontables contra enemigos en
el extranjero y en amargas luchas contra la oposición en
el interior, ha estimulado a la clase dirigente a reaccionar con
bestialidad desenfrenada a todo el que desafíe sus intereses
clasistas. Que el Fiscal General de la nación, John Ashcroft,
haya pisoteado burdamente los principios democráticos tiene
muchos precedentes en la historia de la clase gobernante estadounidense:
Las Redadas Palmer de 1919-20; la Masacre del Día en Memoria
de los Soldados Muertos, 1937; las persecuciones de McCarthy a
principios de la década del 50; la sangrienta represión
de las rebeliones de los barrios negros en Newark, Detroit y otras
ciudades durante la década del 60; la matanza, en mayo,
1970, de cuatro estudiantes de la Universidad de Kent que se manifestaban
contra la guerra de Vietnam; la masacre de los reos en la prisión
de Attica en septiembre, 1971...hasta la incineración de
más de 80 hombres, mujeres y niños, tratados indistintamente,
y políticamente inofensivos, en Waco, estado de Texas,
en abril, 1993.
Es apropiado recordar estas experiencias históricas
porque la lucha contra la guerra tiene que basarse en un conocimiento,
detallado y profundo, de la evolución histórica
del imperialismo estadounidense y del sistema capitalista mundial,
del cual es el elemento más decisivo. La guerra contra
Irak se puede comprender mejor si la consideramos de dos maneras:
como culminación y como punto decisivo de un proceso histórico
complejo y prolongado. Aunque es cierto que ha instigado esta
guerra y tiene toda la responsabilidad política y moral
de sus consecuencias, el gobierno de Bush es mucho menos actor
de la historia que instrumento de poderosos procesos objetivos
que apenas puede comprender. Como sucediera en 1914 con la explosión
de la Primera Guerra Mundial y luego en 1939, con el comienzo
de la Segunda, la explosión de guerra en 2003 surge de
contradicciones de enorme calado en el sistema capitalista mundial.
Si las podemos comprender dentro del contexto histórico
más amplio posible, las contradicciones que han ocasionado
esta guerra son, en su esencia, las mismas que produjeron las
guerras mundiales previas. Otra vez la guerra surge del conflicto
básico entre el desarrollo económico de carácter
fundamentalmente mundial y el carácter anacrónico
del sistema de estados nacionales.
Los planes hegemónicos que el gobierno de Bush ha proclamadode
la manera más abierta en el documento de la Estrategia
para la Seguridad Nacional publicado en septiembre, 2002representan
el esfuerzo por subordinar todos los inmensos recursos de la economía
mundial a las necesidades e intereses de los Estados Unidos. O,
para ser más preciso, de la clase gobernante que rige el
país. Todos los conflictos acerca del acceso a, o la utilización
de, las materias primas entre las naciones capitalistas, siendo
el petróleo la más importante, han de ser resueltos
por el más poderoso de estos estados nacionales: los Estados
Unidos. La resolución de estos conflictos no sirve para
satisfacer las verdaderas necesidades humanas, sino para satisfacer
los beneficios/ganancias de los accionistas principales de las
empresas internacionales controladas por los Estados Unidos.
Las raíces históricas de la guerra
contra Irak
Les suplico que, lejos de esa tendencia pragmática que
domina el pensamiento estadounidense, valoren el análisis
histórico como recurso necesario para la comprensión
y resolución de los problemas actuales. Esa perspectiva
histórica es imprescindible a medida que nos acercamos
al clímax sangriento del imperialismo estadounidense. De
forma extraña, y hasta cierto punto inconsciente, varios
representantes del gobierno de Bush (incluido Rumsfeld), han aludido
a esa historia. Afirmas que los Estados Unidos no tiene voluntad
colonial, ni ambiciones sobre las materias primas y el territorio
de Irak. Como siempre (y aquí se citan los casos de los
vencidos Alemania o Japón, o el Plan Marshall tras la Segunda
Guerra Mundial), Estados Unidos sólo pretende liberar a
los pueblos oprimidos de los países que invade y vence:
por esta razón los manifestantes contra la guerra son,
en esencia, "antiyanquis" que sólo muestran ignorancia,
amnesia y, sobre todo, ingratitud. Según este concepto,
tan falaz como infantil, los únicos reproches que se le
podría hacer a este "imperio benigno" serían
su torpeza y arrogancia, así como su ventajismo en los
intercambios comerciales.
Ningún otro país imperialista, ha ocultado, con
tanta insistencia y éxito, sus bárbaras hazañas
bajo el manto de la retórica del idealismo democrático.
Es posible atribuir este éxito a los orígenes revolucionarios
de los Estados Unidos. Cuando vio la luz del día, proclamó
los derechos no enajenables a la vida, la libertad y la felicidad.
Que estas bendiciones fueran negadas a tres millones de esclavos
que se mataban trabajando fue una contradicción que los
padres de la patria y sus descendientes directos trataron de tapar.
Pero aún cuando los Estados Unidos promulgaba su doctrina
sobre el "Destino Manifiesto" para asegurarse el control
sobre todo el continente, el tema irresuelto de la esclavitud
dividió al país en dos y condujo a la Guerra Civil
en 1861. Bajo la presidencia de Abraham Lincoln, la defensa de
la Unión asumió una importancia revolucionaria.
Las bases económicas de la Confederación [los estados
esclavistas] fueron destruidas y la propiedad, valorada en $4
billones (calculada en esclavos, fue confiscada.
Pero el desarrollo de los Estados Unidos después de
la Guerra Civil transcurrió por un camino muy diferente
al que Lincoln había imaginado. La destrucción del
régimen esclavista y la conservación de la Unión
no produjeron "un nuevo amanecer de la libertad"; más
bien el capitalismo industrial se consolidó en el continente
norteamericano. Este proceso económico inevitable no resultó
en un gobierno del, por y para el pueblo, sino en uno del, por
y para la nueva plutocracia capitalista. Todos los obstáculos
a la expansión del capitalismo y a la hegemonía
indisputable del sistema de beneficios/ganancias fueron despiadadamente
destruidos o suprimidos. Los vestigios de la sociedad y la cultura
indígenaque había resistido la asimilación
a un sistema económico basado en la propiedad privada de
la tierra y la industriafueron destruidos en cuestión
de treinta años. Simultáneamente, la burguesía
estadounidense suprimió bestialmente las primeras grandes
luchas de la clase obrera naciente: la huelga nacional contra
las empresas de ferrocarriles en 1877; la lucha por la jornada
de ocho horas durante la década de los 80; la huelga por
los trabajadores del acero contra Homestead Steel en 1892; y la
huelga Pullman de 1894. Estas fueron sólo las explosiones
más famosas de la lucha de clases.
La consolidación nacional del capitalismo estadounidense
le abrió campo a su expansión extraterritorial.
El comienzo de la guerra contra España en 1898 fue el principio
de los Estados Unidos como potencia imperialista profesional.
Proclamó que su misión era liberar los pueblos oprimidos
y celebró su victoria sobre España subyugando a
Cuba y Puerto Rizo en el Caribe y las Filipinas en el Pacífico.
La "liberación" de ese archipiélago del
Pacífico exigió la supresión bestial de una
sublevación nacional democrática que terminó
en la muerte de 200,000 filipinos.
El surgimiento de los Estados Unidos como potencia mundial
a fines del Siglo XIX se inscribe en un proceso mundial. Aunque
las razones políticas y económicas que impulsaron
la expansión inicial del colonialismo fueron bastante variadas,
ya para fines de siglo éste se había llegado a convertirse
en un sistema imperialista caracterizado por luchas cada vez más
ferocesentre las naciones capitalistas más poderosaspor
los mercados y las esferas de influencia. Fue a través
de estas luchas que estas potencias trataron de asegurar una posición
dominante en la economía mundial.
La guerra europea y la Revolución Rusa
Los amargos conflictos entre las potencias imperialistas principales
de Europa por fin terminaron en la explosión de guerra
en agosto, 1914. El marxista ruso, León Trotsky, explicó
brillantemente las causas históricas de esta guerra:
"A nivel más profundo, la guerra representa la
rebelión de las fuerzas productivas contra el estado nacional,
el cual se ha derrumbado como unidad económica independiente...El
significado objetivo verdadero de la Guerra es que los ejes económicos
nacionales se han desplomado para ser reemplazados por la economía
mundial. Pero la manera en que los gobiernos plantean la resolución
del problema del imperialismo no es la cooperación, organizada
e inteligente, de todos los productores de la humanidad, sino
la explotación del sistema económico mundial por
la clase capitalista del país victorioso; país que
esta Guerra ha de transformar de Gran Potencia a Potencia Mundial".
La guerra, pues, era la manera en que las clases dominantes
de los países capitalistas principales trataron de resolver,
bajo el prisma exclusivo del interés nacional, los problemas
que la evolución mundial de las fuerzas productivas planteaban.
¿Había otra solución a este problema? Sí,
la había. Existía no sólo la reacción
burguesa a los problemas creados por la contradicción entre
la economía mundial y el sistema de estados nacionales.
También existía la posibilidad de una solución
obrera al mismo problema; es decir, el derrocamiento de todo el
sistema de estados nacionales y la integración armoniosa
de los componentes nacionales de la economía mundial por
medio de la revolución social mundial. Las mismas contradicciones
que empujaban a la burguesía hacia la guerra también
empujaban a la clase obrera internacional hacia la revolución
socialista.
Cuando estalla la Revolución Rusa en 1917, esta aguda
percepción de la dinámica del desarrollo mundial
histórico quedó confirmada.
El comienzo de la guerra europea en 1914 y la Revolución
Rusa en 1917 reservaba para Estados Unidos consecuencias de mayor
alcance histórico. Aunque Estados Unidos ya era en 1914,
al menos en términos estrictamente económicos, la
economía mayor y más productiva del mundo, su entrada
tardía en el teatro mundial lo mantenía bajo la
sombra del vasto Imperio Británico. Pero la masacre europea,
que había devastado a Europa y dejado a la Gran Bretaña
sin gran parte de su riqueza acumulada, transformó el equilibrio
del poder entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Su posición
como la mayor potencia capitalista ya estaba asegurada cuando
los Estados Unidos entró en guerra en 1917. Sin embargo,
al mismo tiempo que Estados Unidos surgía como potencia
mundial sin precedentes, la victoria de la revolución socialista
en Rusia y el establecimiento de la Unión Soviética
le plantearon a todo el sistema imperialista mundial un dilema
histórico sin precedente: como sobrevivir.
Los Estados Unidos reaccionó a la amenaza tratando de
derrocar el nuevo gobierno revolucionario. El presidente Wilson
envió tropas para reforzar los esfuerzos de las fuerzas
contrarrevolucionarias encabezadas por ex dirigentes zaristas,
pero estos planes fracasaron y los Estados Unidos se vio obligado
a retirar su fuerza expedicionaria. Pero negó a la Rusia
Soviética reconocimiento diplomático (castigo que
no alteró hasta 1933) y lanzó una feroz persecución
interna de partidarios radicales y socialistas que simpatizaban
con la revolución.
Es evidente la imposibilidad de repasar, en los límites
impuestos por este informe, las vicisitudes de la historia mundial
durante el Siglo XX. Pero podemos hacer la siguiente generalización:
la existencia de la Unión Soviética proyectó
una sombra intensa sobre la evolución del imperialismo
estadounidense durante la mayor parte del Siglo XX. Desde principios
de su carrera internacional como mayor potencia imperialista,
los Estados Unidos contempló a la Unión Soviética
como una amenaza esencialmente distinta a la planteada por cualquier
otro rival imperialista. La existencia de la Unión Soviética
puso en duda la legitimidad histórica del dominio burgués
y de todo el sistema capitalista mundial. Inspirado por el dilema
del estado soviético, este temor jugó un papel extraordinario
en la diseminación del anticomunismo que se apoderó
de la vida política cotidiana de los Estados Unidos.
Tenemos que resaltar el hecho que la índole del estado
soviético experimentara una degeneración enorme
y desastrosa. Los principios del internacionalismo revolucionario
sobre los cuales se había fundado la Revolución
de Octubre fueron sistemáticamente traicionados por completo,
comenzando con la derrota política de Trotsky y la Oposición
de Izquierda entre el 1923 y 1927, y prosiguiendo con la consolidación
de la dictadura establecida por la burocracia estalinista. En
la Unión Soviética no quedó nada del marxismo,
excepto la fraseología estéril que sólo sirvió
para fosilizar el pensamiento revolucionario vivo y justificar
la política del régimen burocrático parasitario.
El hecho que la Unión Soviética bloqueara durante
gran parte del Siglo XX el establecimiento de la propiedad capitalista
en una parte sustancial de la superficie terrestre, significó
un obstáculo para las ambiciones de los Estados Unidos.
Esto, unido al hecho de representar una alternativauna posibilidad
distinta a la sociedad capitalistaprovocó la enemistad
implacable de los Estados Unidos.
Los Estados Unidos después de la Segunda
Guerra Mundial
Estados Unidos salió del caos de la Segunda Guerra Mundial
como árbitro indisputable de los asuntos del capitalismo
mundial. Todos sus previos rivales imperialistas de Europa y Asia
se postraron ante él. Ni Gran Bretaña ni Francia
estaban en condiciones de quedarse con sus viejos imperios y,
desde el punto de vista de la lógica política, los
Estados Unidos no iba a aceptar que las viejas relaciones imperiales,
que bloqueaban su acceso a las materias primas y los mercados,
se perpetuaran. Fueron obligados a aceptar a Estados Unidos como
líder mundial.
Pero la situación mundial no permitió a los Estados
Unidos ejercer su poderío militar con desenfreno, por lo
que tuvo que reducir sus aspiraciones hegemónicas. En primer
lugar, la Unión Soviética se convirtió en
potencia mundial, consecuencia de su papel decisivo en la derrota
de la Alemania nazi. Segundo, la respuesta de las masas a la derrota
del fascismo y al consiguiente debilitamiento de los antiguos
poderes imperiales europeos fue un movimiento revolucionario sin
precedentes contra el colonialismo, que se extendió por
todo lo que se llamaría posteriormente el tercer Mundo.
Tercero, las exigencias planteadas por la clase obrera en los
Estados Unidos y en otros países capitalistas desarrollados
de mejoras en su nivel de vida tras dos décadas de depresión
y guerra, no permitían que se impusiera el sacrificio personal
necesario para librar una guerra contra la URSS y contra las masas
insurgentes de todo el Tercer Mundo. Además, una vez que
la URSS adquirió armas nucleares, el peligro que planteaba
una tercera guerra mundial era superior a lo aceptable para todos
los sectores sensatos de la clase gobernante.
Sin embargo, la dirección que tomó la política
de los Estados Unidos con el fin de la Segunda Guerra Mundial
no era totalmente clara. Sectores importantes y poderosos de la
clase gobernante abogaban por una ofensiva total contra la Unión
Soviética; es decir, una política de "hacer
retroceder" para alcanzar nuevamente la supremacía
indiscutible del sistema capitalista mundial con los Estados Unidos
a la cabeza. Pero la expansión general de la economía
internacional después de la Segunda Guerra Mundial fortaleció
a los sectores de la clase dominante estadounidense que preferían
cierto nivel de acuerdo con la Unión Soviética.
George F. Kennan, el diplomático más famoso de los
Estados Unidos, elaboró el carácter de este arreglo
con la política de "contención". Los Estados
Unidos trataría de evitar el conflicto militar directo
con la Unión Soviética y toleraría no sólo
su existencia, sino la esfera de influencia soviética en
Europa Oriental. Pero también trataría de ponerle
freno a la expansión de la influencia soviética
en el resto de las regiones del mundo. Definió la "influencia
soviética" como toda manifestación de sentimiento
socialista o antiimperialista que supusiera una potencial amenaza
sobre los intereses capitalistas de los Estados Unidos en cualquier
rincón del mundo.
Pero, ¿hasta que punto podía los Estados Unidos
seguir la política de "contención"? Justamente
hasta el punto en que las amenazas de guerra contra la URSS, y
luego contra China, podían desembocar en el peligro del
apocalipsis nuclear. En el conflicto de Corea (1950-1953), los
Estados Unidos intervino en apoyo del gobierno títere de
Corea del Sur. China entró en la guerra cuando el general
McArthur decidió cruzar el Paralelo 38 (línea divisoria
al final de la guerra mundial), pero el gobierno de Truman destituyó
al general y rechazó su temeraria exigencia de que los
Estados Unidos respondiera utilizando armas nucleares.
Durante las décadas de los 50 y 60, tuvo lugar una enconada
en el seno de la clase dominante estadounidense acerca de hasta
que punto el arreglo (la "coexistencia pacífica",
la "distención") con la Unión Soviética
y Chinae indirectamente las luchas anticolonialistas y antiimperialistasse
podía tolerar. La clase dominante siempre contó
con sectores importantes que favorecían la aplicación
sin restricciones del poderío militarincluso el uso
de armas nuclearescontra países que disgustaran o
entraran en conflicto con algún interés importante
de los Estados Unidos.
Siempre que la supremacía mundial estadounidense no
se cuestionara y continuara expandiéndose después
de la guerra, los estrategas del imperialismo estadounidense aconsejaban
la política de contener", si es que se pude
utilizar esa palabra para definir una política que permitió
la matanza de 3 millones de vietnamitas durante una guerra que
duró diez años; la organización de incontables
golpes de estado financiados por la CIA, entre ellos el derrocamiento
del régimen nacionalista persa del primer ministro Mossadegh
en 1953 y el de Arbenz en Guatemala en 1954; el de Lumumba en
el Congo en 1960 (en el cual también fue asesinado); los
esfuerzos incontables para destruir el régimen de Castro
en Cuba; el derrocamiento del gobierno de Goulart en Brasil en
1964; la organización de la contrarrevolución indonesia
que llevó a Suharto al poder en 1965 y de la rebelión
derechista de los coroneles griegos en 1967; y el derrocamiento
y asesinato del presidente chileno, Salvador Allende, en 1973.
Esa era la línea política moderada. Resulta difícil
imaginar lo que habría supuesto adoptar la línea
dura.
Ya para fines de la década del 60, se notaron claros
indicios de que la posición dominante de los Estados Unidos
en el capitalismo mundial se desvanecía. La reconstrucción
de las economías europeas y el resurgir de Japón
condujeron inevitablemente a una bajada en los indicadores estadísticos
de la superioridad de la economía estadounidense. El deterioro
de la balanza de pagos del país, que en comparación
con los rivales europeos y asiáticos reflejaba la debilidad
relativa de sus industrias basadas en la exportación, puso
en marcha una crisis prolongada del sistema financiero internacional
que significativamente se basaba en el dólar como divisa
mundial. En 1971, los Estados Unidos se vio obligado a renunciar
a la piedra angular del sistema económico establecido tras
la guerra: la convertibilidad garantizada del dólar en
oro. Eso puso fin al período de expansión económica
que tuvo lugar tras la guerra y marcó el comienzo de la
crisis de larga duración que azota el sistema capitalista
mundial.
Todos los aspectos de la política interna y externa
estadounidense bajo los Demócratas y Republicanos pueden
comprenderse mejor si se les considera como reacción a
los problemas que surgen de las contradicciones crecientes del
capitalismo como sistema mundial y del deterioro de la ubicación
de los estados Unidos dentro de ese sistema. En su política
interior, la reacción de la clase gobernante a la crisis
internacional fue abandonar toda apariencia de reformismo y lanzar
la agresión sostenida contra las condiciones de vida de
todos los sectores de la clase trabajadora. La política
exterior de la burguesía estadounidense adoptó una
postura crecientemente belicosa hacia todos sus rivales.
La intervención en Afganistán en 1979, que pusiera
en movimiento los procesos que culminaron en la tragedia del 11
de septiembre, 2001, tenía como objetivo la desestabilización
y el colapso de la URSS. Toda la política del gobierno
de Reagan se dirigió en su totalidad a exacerbar los problemas
del sistema soviético autárquico y causar, por medio
de la presión militar, política y económica,
el colapso de la URSS.
Los esfuerzos de los Estados Unidos al tomar esta dirección
fueron, para asombro del gobierno de Reagan, socavados por la
decisión de la burocracia soviética, bajo la dirección
de Gorbachov, de liquidar la Unión Soviética y fomentar
la restauración del capitalismo.
Las causas de este desplome fueron complejas. Pero esencialmente
este colapso fue consecuencia de la prolongada traición
al internacionalismo. La opción nacionalista y autárquica
de la política económica de la URSS, desvinculada
de los recursos de la economía mundial, la rindieron completamente
inoperante.
Los Estados Unidos interpretó el colapso de la Unión
Soviética como oportunidad para establecer su hegemonía
mundial indiscutible. Por primera vez desde 1917, no existía
ninguna restricción internacional conocida que frenara
al poderío militar de los Estados Unidos para lograr sus
objetivos mundiales. Este fue el significado de la declaración
del primer presidente Bush; la desaparición de la Unión
Soviética abrió el camino para establecer un "nuevo
orden mundial". Aunque no definiera con precisión
lo que este nuevo orden sería, la intención de los
Estados Unidos pronto se hizo evidente: explotar el vacío
que la desaparición de la Unión Soviética
había creado y así recomponer al mundo de acuerdo
a los intereses globales del capitalismo estadounidense.
Casi 60 años antes, León Trotsky había
advertido que el dinamismo del capitalismo estadounidense era
demasiado enorme para aceptar las restricciones que las fronteras
nacionales le habían impuesto a sus ambiciones económicas
mundiales. Escribió Trotsky: "El capitalismo de los
Estados Unidos se ha topado con los mismos problemas que en 1914
empujaron a Alemania a la guerra. ¿Ya el mundo está
dividido? Bueno, pues hay que dividirlo de nuevo. Para Alemania
era cuestión de organizar a Europa'. Pero los estados
Unidos tiene que organizar' al mundo. La historia está
llevando a la humanidad a enfrentarse cara a cara con el imperialismo
de los Estados Unidos".
Esta predicción se convierte ahora en realidad. La estrategia
del imperialismo estadounidense consiste en utilizar su enorme
poderío militar para establecer su hegemonía indiscutible
del mundo y subordinar los recursos de la economía mundial
a sus propios intereses.
¿Qué hacer ahora?
La guerra contra Iraq representa un momento culminante en el
intento de resolver, desde los intereses del imperialismo, el
principal problema histórico de alcance global: la contradicción
entre el carácter mundial de las fuerzas productivas y
el arcaico sistema de estados nacionales. Los Estados Unidos propone
resolver este problema auto instalándose como estado nacional
non plus ultra, árbitro único del destino del mundo
que dictaminará sobre el reparto de los recursos de la
economía mundial tras quedarse con la mayor parte de ellos.
Pero si este modelo para solucionar las contradicciones fundamentales
del capitalismo mundial ya era totalmente reaccionario en 1914,
no ha mejorado con los años. Más bien, el enorme
desarrollo de la economía mundial durante el Siglo XX le
da a semejante proyecto imperialista un claro matiz de locura.
Cualquier esfuerzo para establecer la supremacía de un
estado nacional único es incompatible con el extraordinario
nivel de la integración internacional de la económica.
El carácter profundamente reaccionario del proyecto se
expresa en los bárbaros métodos que requiere para
su realización.
A pesar de todas las tragedias, el Siglo XX no se vivió
en vano. Durante su transcurso, las condiciones objetivas maduraron
hasta tal punto que la unificación armoniosa de la humanidad
es posible. Aún dentro de los parámetros establecidos
por el capitalismo, el surgimiento de las empresas transnacionales
significa el triunfo de la integración internacional de
la economía sobre el nacionalismo. El estado nacional ya
no es, en ningún sentido significativo de la palabra, la
unidad básica de la vida económica. Todo el proceso
de producción se articula sobre una asombrosa integración
de la producción internacional. El nivel y la rapidez de
las transacciones financieras que alientan este proceso no pueden
ser controladas por ningún sistema de reglamentos nacionales.
Todo esfuerzo por parte de un estado nacional para subordinar
este vasto proceso a su propio dominio hegemónico es reaccionario
e irracional. Nada muestra esto mejor que la lucha por el petróleo,
el cual, como todos sabemos, juega un papel tan central en la
guerra actual. La batalla implacable por el dominio sobre el,petróleo
no puede alterar su carácter esencial de recurso limitado.
Ni aún alcanzando el control, por medio de la conquista
militar, de todas las fuentes de petróleo disponibles,
podría los Estados Unidos ampliar los recursos energéticos
disponibles para la expansión duradera de la economía
mundial.
El sistema capitalista se enfrenta a un horizonte de insostenibilidad.
La guerra actual nos muestra el fracaso total del sistema capitalista
mundial. Otra vez amenaza a la humanidad con llevarla al abismo.
El mundo entero está siendo empujado hacia ese remolino
en expansión de destrucción y muerte. Ayer, Rumsfeld
le mostró su puño a Irán y a Siria. Hoy,
el New York Times ha notificado a Rusia que los Estados Unidos
no va a tolerar que le preste ayuda clandestina a Irak. ¿Cuántos
países más serán empujados a la catástrofe
antes de que todo termine?
Pero la historia nunca plantea ningún problema sin darnos
también la solución. La respuesta depredadora del
imperialismo a los problemas del desarrollo económico mundial
no es la única.. Objetivamente ubicado en estos procesos
mundiales se encuentra la posibilidad de la solución a
nivel internacional. Y aquí llegamos al significado histórico
de las enormes manifestaciones que han ocurrido por todo el mundo
durante el último mes. Estas manifestaciones, que surgieron
casi espontáneamente, fueron independientes dey en
oposición atodas las fuerzas políticas tradicionales
de los ámbitos burgueses.
Sólo pueden comprenderse como la expresión preliminar
del surgimiento de una reacción socialista e internacionalista
a la crisis del sistema capitalista mundial. No son solamente
los elementos materiales de las fuerzas productivas los que han
sido internacionalizados. El significado objetivo de todas las
formas arcaicas de la identidad humanatribal, étnica,
religiosa, y nacionalha retrocedido dramáticamente.
El proceso inherente al desarrollo económico mundial trabaja
a favor del nacimiento de una identidad humana internacional.
El hecho que la juventud, en este contexto, ha estado a la
cabeza de las manifestaciones contra la guerra en todo el mundo
es una señal de lo avanzado que está este cambio.
Pero lo que todavía es un proceso inconsciente de evolución
social tiene que transformarse en uno de consciencia política.
Esta es la labor a la cual la World Socialist Web Sitevoz
del Comité Internacional de la Cuarta Internacionalse
ha dedicado. Este es el único movimiento político
que, de acuerdo a la naturaleza objetiva de la clase obrera, funciona
a nivel internacional. Su publicación diaria es consecuencia
de un nivel extraordinario de colaboración internacional
basada en una concepción única de los desarrollos
mundiales.
La World Socialist Web Site es el capital histórico
que ha asimilado de las lecciones de la vasta experiencia estratégica
revolucionaria del Siglo XX.
Al convocar esta conferencia, estamos echando las bases para
la enorme expansión de la labor del Comité Internacional
de la Cuarta Internacional y la World Socialist Web Site.
Las manifestaciones de masas nos plantean una cuestión:
¿qué hacer ahora? La lucha contra la guerra no puede
consistir únicamente en organizar una manifestación
tras otra.
La guerra ha desvelado el enorme abismo que existe entre las
amplias masas del pueblo trabajador y todos los antiguos partidos
burgueses establecidos. Ninguna de estas organizaciones decrépitas
le puede ofrecer nada a las masas. El movimiento de masas que
surge necesita un programa y una perspectiva. Nuestro movimiento
no pretende ocultar la difícil realidad: no existe ninguna
respuesta simple o fácil a los grandes problemas de nuestra
época. Estos problemas, después de todo, son consecuencia
de complejos procesos históricos. El mundo tal como existe
hoy proviene de las trágicas experiencias del Siglo XX,
de las oportunidades para el cambio revolucionario que terminaron
en fracaso y de las derrotas de la clase obrera. Las lecciones
de estos acontecimientos históricos forman las bases del
análisis de los eventos contemporáneos que aparecen
a diario en la World Socialist Web Site.
La influencia de la World Socialist Web Site crece rápidamente.
Pero dejemos bien claro un aspecto: el objetivo de nuestro movimiento
no es simplemente organizar manifestaciones contra este o aquel
aspecto del sistema capitalista. Nuestro objetivo consiste en
que la clase obrera tome el poder. A fin de cuentas, la lucha
efectiva contra guerra no es cuestión de manifestaciones,
sino de que la clase obrera alcance el poder y establezca las
bases de una sociedad socialista.
A menudo recibimos preguntas acerca de la definición
de la clase obrera. Los cambios en los procesos fabricación,
la revolución en las metodologías de la información
y la comunicación, y la aparición de industrias
y formas de empleo completamente nuevas, tienen un impacto de
largo alcance en lo que la clase obrera es. El hecho es que se
trata de un sector de la población mucho más numeroso
y diverso que el antiguo proletariado de a mediados del siglo
pasado. Si en nuestra definición de la clase obrera incluimos
a todos aquellos que dependen principalmente de sus salarios semanales
para vivir, entonces la gran mayoría de la población
de los Estados Unidos forma parte de la clase obrera. Además,
el impacto de la mundialización y la transformación
económica sobre regiones enormes del mundo que hace 30o
años no estaban desarrolladas, sobretodo en Asia, han creado
nuevas capas obreras.
En todo el mundo. El horror y sufrimiento entrañan el
verdadero significado de la guerra. Ninguno de los inmensos problemas
de la sociedad capitalista en los Estados Unidos se resolverá
con la guerrea. Están presentes todas las condiciones para
una enorme progresión de la conciencia política
de la clase obrera. Nuestro objetivo es desarrollar la World Socialist
Web Site como centro intelectual y político de un nuevo
movimiento socialista internacional; presentar la orientación,
el análisis y el programa necesarios para todos los que
se incorporan a la lucha contra las guerras imperialistas, contra
toda forma de explotación e injusticia social, y por la
igualdad social. Esperamos que esta conferencia marque un paso
importante en el establecimiento de este nuevo movimiento internacional.
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