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Las raíces históricas del neoconservadurismo
Réplica a un difamatorio ataque al trotskismo
Por Bill Vann
30 Mayo 2003
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el autor
La edición del 20 de mayo del diario en español
El Diario/La Prensa, de la ciudad de Nueva York, publicó
una columna de su editora de la sección de política,
Vicky Pelaez, titulado "De la revolución permanente
a la conquista permanente". En esencia, el artículo
es un intento de conectar las actuales políticas de la
camarilla de extrema derecha que domina la Casa Blanca de Bush
y el Pentágono con el movimiento trotskista de los Estados
Unidos en las décadas de 1930 y 1940.
El artículo de ninguna manera es único. Un sector
de publicaciones impresas y on-line que van desde el Sunday
Times en Gran Bretaña y El País en España
a la páginas web antiwar.com y la correspondiente
a la John Birch Society han ofrecido un material de características
similares. En algunos casos, estos artículos están
motivados por enconadas disputas en el interior de la derecha
estadounidense. En otros casos representan un confuso intento
de explicar la erupción del militarismo estadounidense
que se ha gestado bajo el gobierno de Bush, y el papel jugado
en esa irrupción por el cerrado grupo de ideólogos
de extrema derecha enquistado en el Pentágono.
El escrito de Pelaez sobresale exclusivamente por la tosquedad
de las falsificaciones que utiliza para llevar más lejos
sus argumentos. Después de rastrear la indudable influencia
del derechista Leo Strauss, experto en ciencia política
nacido en Alemania (Ver: http://www.wsws.org/articles/2003/mar2003/stra-m26.shtml),
sobre muchos de los llamados neoconservadores integrados en el
gobierno de Bush, la autora pasa a tratar la supuesta conexión
Trotskista.
Pelaez escribe: "Pero lo más extraño de
todo es la posición política de aquellos [funcionarios
de la administración Bush ] arriba citados. La investigación
pone al descubierto que los padres de todos ellos fueron militantes
trotskistas y anti-estalinistas, miembros del movimiento de la
década de 1930 y los años 40 que surgió cuando
León Trotsky abandonó la Unión Soviética
y denunció a Stalin como revisionista y dictador. Por supuesto,
los Estados Unidos respaldó con todos sus medios al movimiento
Trotskista, que se extendió por todo el mundo; inclusive
la organización por la CIA, aquí en Nueva York,
de su congreso en el Waldorf Astoria in 1949 (The CIA and the
Cultural Cold War, Frances Stonor Saunders)".
Y continúa: "Los hijos de los trotskistas made-in-the-USAlos
Wolfowitz, Perle, Kristol, Feith, David Wurmser, etc.se
convirtieron en parte integrante de los movimientos liberales
anticomunistas entre la década de 1950 y los años
70. Más tarde se hicieron neoconservadores y transformaron
la teoría de Trotsky de la Revolución Permanente
en la Conquista Permanente basada en las teorías de Strauss.
Después de tomar el poder pusieron en práctica su
teoría, llamándola Expansión Permanente,
y justificándola con la afirmación de que "todo
lo que es bueno para los Estados Unidos es bueno para el mundo"
y que "los Estados Unidos tiene el derecho de atacar a cualquier
país del que se perciba la existencia de cualquier peligro".
En respuesta a esa colección de distorsiones históricas
y rotundas falsedades, se debe recordar la observación
de León Trotsky que "hasta la calumnia debe tener
algún sentido". Trotsky se refería a las absurdas
amalgamas construidas por el Kremlin para presentarle como un
agente al serviciodependiendo de las cambiantes necesidades
de la política exteriordel imperialismo alemán,
británico, estadounidense o japonés.
La obra de Pelaez emplea similares amalgamas, retratando al
trotskismo como instrumento del imperialismo y trazando una línea
recta entre la fundación por Trotsky de la IV Internacional
hace 65 años y la actual política de agresión
del gobierno de Bush.
Cuando el artículo se refiere a la "investigación"
que descubre la supuesta conexión Trotskista, no está
claro si la autora se refiere al trabajo del Sunday Times,
que ella cita en el párrafo previo, a su propia indagación,
o al análisis que el libro (de Stonor) realiza y al que
la autora posteriormente se refiere. Al no incluir comillas de
cierre en el pasaje que contiene el supuesto meollo de la investigación,
la autora oscurece aún más la fuente de la que beben
sus afirmaciones.
¿Dónde está la evidencia de que los Estados
Unidos "respaldó con todos sus medios" la expansión
mundial del movimiento trotskista? El embajador de Washington
en la Unión Soviética, Joseph Davies, aprobó
los Juicios de Moscú, en los que los líderes de
la Revolución de Octubreincluido Trotsky, juzgado
en rebeldíafueron acusados en monstruosos montajes
incriminadores y condenados a muerte. En unas condiciones que
incluían ser perseguido por asesinos de la policía
política estalinista, la GPU, a Trotsky se le negó
asilo no sólo en los Estados Unidos, sino también
en el resto de países del mundo excepto México.
El gobierno nacionalista del Presidente Lázaro Cárdenas
le admitió como acto de desafío frente a Washington,
debido al conflicto provocado por la nacionalización del
petróleo de México. Cuando Trotsky fue asesinado
en 1940, Washington rechazó incluso dar permiso para que
el cadáver atravesara la frontera para celebrar un mitin
en su memoria.
Respecto al movimiento Trotskista americano, 18 de sus líderes
fueron encarcelados bajo el Decreto Smith, siendo los primeros
en ser perseguidos por la infame ley anti-comunista. Fueron encarcelados
por oponerse a la guerra y por negarse a renunciar a la lucha
por el socialismo. Algunos líderesincluido Carl Skoglund,
organizador de la huelga general de 1934 en Minneapolisfueron
amenazados con la deportación.
El estalinista Partido Comunista de los Estados Unidos, debe
remarcarse, respaldó con entusiasmo estas medidas represivas,
que más tarde se volvieron también contra él.
Es más que evidente que el FBI y la CIA espiaron a los
trotskistas de América, lo que ha continuado hasta el presente.
Para justificar su acusación de que el gobierno de los
Estados Unidos respalda a los trotskistas, Pelaez cita el libro
de Stonor Saunders para sostener que la CIA organizó un
congreso Trotskista en 1949 en el Waldorf Astoria. Es ciertamente
una idea novedosa el que el movimiento Trotskista, un partido
de trabajadores con limitados recursos económicos, pueda
haber elegido el Waldorf para su congreso. En todo caso, es pura
fantasía. Tal mitin nunca tuvo lugar.
Es dudoso que la columnista de El Diario haya leído
el libro de Stonor Saunders. La conferencia de 1949 en el Waldorf
a la que se refiere el libro fue organizada no por los trotskistas,
sino por un grupo de prominentes intelectuales estadounidensesAaron
Copland, Arthur Miller, Norman Mailer, Lillian Hellmancon
el respaldo del gobierno de la Union Soviética. Su propósito
fue oponerse al comienzo de la Guerra Fría e interceder
a favor de la continuación de la alianza Washington-Moscú
vigente durante la guerra.
Un grupo de liberales y "socialistas independientes"
liderados por el profesor de filosofía Sidney Hook participó
en el congreso y desafiaron a sus organizadores al hablar de la
represión en la Unión Soviética, el asesinato
y encarcelamiento de cientos de miles de socialistas. La CIA siguió
este acontecimiento con interés, y forjó relaciones
con algunos de los que participaron. Ninguna de las personas implicadas
estuvo conectada con el movimiento Trotskista, aunque algunos
habían mostrado simpatizar intelectualmente con Trotsky
con anterioridad a su asesinato nueve años antes.
Meter en el mismo saco la conferencia en el Waldorf Astoria,
el movimiento Trotskista y la CIA como hace Pelaez, no es ni objetivo
ni serio. La comprensión de la historia y de la evolución
de las diferentes tendencias políticas requiere tener noción
de la precisión, algo que está tristemente ausente
en sus comentarios.
Igualmente, la acusación de que todos los que ocuparon
puestos de elevado rango en el Pentágono de Bush son los
"hijos de los trotskistas" es evidentemente falso. Hay,
sin embargo, conexiones entre las luchas políticas que
tuvieron lugar en el seno del movimiento Trotskista hace más
de seis décadas y los neoconservadores de la actualidad.
Esto se encuentra en particular en las carreras de dos individuos:
Max Shachtman e Irving Kristol. Este último es figura prominente
de uno de los centros proveedores de ideología a la extrema
derecha: el Instituto para la Empresa Estadounidense (AEI). Cuando,
la víspera de la invasión, George W. Bush apareció
ante el AEI para pronunciar un discurso sobre las líneas
maestras de su visión sobre la agresión militar
global, comenzó su discurso con una reverencial referencia
a Kristol, que es ampliamente reconocido como el "abuelo
de los conservadores".
En 1939, cuando era estudiante en el City College de
Nueva York, Kristol se afilió a la Liga de la Juventud
Socialista (YPSL), como era conocida la rama juvenil del movimiento
Trotskista estadounidense. La YPSL estaba afiliada al partido
trotskista, organizado entonces como Partido Socialista de los
Trabajadores (SWP). Kristol derivó con rapidez hacia una
tendencia pequeño-burguesa del partido liderada por James
Burnham y Max Shachtman, y en corto espacio de tiempo rompieron
con el SWP.
Poco antes de su muerte, Trotsky lideró una intensa
lucha política contra estos mismos elementos, poniendo
de ese modo las bases fundacionales no sólo para el desarrollo
de un partido marxista de la clase obrera en los Estados Unidos,
sino también para el desarrollo mundial de la Cuarta Internacional.
Tanto la Cuarta Internacional como el Partido Socialista de
los Trabajadores habían sido fundados en 1938. En el otoño
de 1939, una amarga lucha entre tendencias se instaló en
el interior del SWP, desencadenada por el inicio de la Segunda
Guerra Mundial y, en particular, por la firma del pacto de no
agresión entre la Alemania de Hitler y el régimen
de Stalin en la Unión Soviética.
La fracción que apareció en el SWP bajo el liderazgo
de Burnham y Shachtman sostenía que, como consecuencia
del pacto entre Hitler y Stalin, ya no era posible considerar
a la URSS como estado obrero en ningún sentido de la expresión,
por lo que la Cuarta Internacional estaba obligada a abandonar
su programa de defensa de la URSS frente a un ataque imperialista.
A pesar de su vehemente oposición a la existencia de
la burocracia soviética, Trotsky rechazó el intento
de igualar a la URSS, que había surgido como resultado
de la revolución de los trabajadores, con el imperialismo
en general y con el régimen nazi en particular. Trotsky
puntualizó que, a pesar de los abominables crímenes
de la burocracia estalinista, permanecían los cimientos
sociales de la revolución de Octubre de 1917 y de la industria
nacionalizada que la revolución estableció. La Unión
Soviética, insistió, era una sociedad en transición
entre el capitalismo y el socialismo, todavía pendiente
de resolver su devenir histórico.
Su análisis de la evolución política fue
formulado a modo de disyuntiva: o la clase obrera derribaba a
la burocracia mediante la revolución política, devolviendo
a la Unión Soviética a los principios del socialismo
internacionalista sobre los que se basó la revolución
de 1917, o la burocracia estaría en condiciones de destruir
los cimientos del estado obrero y encabezar la restauración
del capitalismo. Trágicamente, la segunda alternativa ha
sido confirmada por los hechos.
En 1939-40, durante la lucha en el seno del SWP, Trotsky dedicó
grandes esfuerzos no sólo a refutar los argumentos principales
de la fracción Burnham-Shachtman sobre los aspectos concretos
del pacto Stalin-Hitler, la invasión de Finlandia por la
URSS, los sucesos en Polonia, etc., sino también a extraer
las implicaciones teóricas y políticas profundamente
reaccionarias de las posiciones de esa fracción. Como ocurre
con frecuencia en las batallas políticas en el interior
del movimiento marxista, se encontraban agazapadas tras esas diferencias
programáticas profundas cuestiones históricas y
de clase. Trotsky mostró que los que respaldaban a Shachtman
y Burnham podrían ser impulsados más lejos, hacia
la derecha, tanto por la lógica de sus argumentos como
por las implicaciones de su método filosófico, arraigado
en el rechazo al materialismo dialéctico. Y señaló
con carácter profético que aquellos que empezaban
por rechazar el materialismo dialéctico acabarían
muy probablemente en el campo de la reacción.
La batalla librada por Trotsky contra la oposición pequeño-burguesa
en el SWP ha representado una contribución imperecedera
al desarrollo del marxismo. Los documentos de ese combate están
disponibles en un volumen titulado En Defensa del Marxismo.
El momento político para estos elementos llegó
en el contexto de una serie de derrotas catastróficas para
la clase obrera internacional, del patente fortalecimiento de
la burocracia estalinista en la Unión Soviética,
y del comienzo de una nueva guerra mundial. Su renuncia a la defensa
de la Unión Soviética está estrechamente
ligada con la renuncia a una perspectiva revolucionaria e internacionalista.
Desilusionados ante la esperanzadora visión de la clase
obrera extendiendo la revolución de Octubre de 1917 y liquidando
el capitalismo a escala mundial, adoptaron la horrible perspectiva
de un nuevo totalitarismo, al que vieron extendiéndose
para cubrir toda una época.
La predicción de Trotsky sobre la trayectoria política
de esta fracción dentro del SWP se cumplió con rapidez.
Burnham se desplazó rápidamente hacia la derecha,
rechazó el socialismo y pronto levantó su voz en
apoyo de una guerra atómica contra la Unión Soviética,
convirtiéndose después en prominente ideólogo
de la revista de William F. Buckley, National Review.
El giro de Shachtman hacia la derecha fue tal vez menos abrupto.
Continuó afirmando su adhesión al socialismo y a
la Cuarta Internacional durante casi otra década. Trotsky,
por su parte, rechazó incondicionalmente las posiciones
de Shachtman. En abril de 1940, cuatro meses antes de su muerte,
Trotsky afirmó: "Si esto es trotskismo entonces yo
al menos no soy trotskista... Tuvo conocimiento de que agentes
del enemigo de clase actuaban a través de Shachtman, ellos
no podían haberle aconsejado hacer algo diferente a lo
que el mismo ha perpetrado".
Con el inicio en 1950 de la guerra de Corea, las advertencias
de Trotsky sobre la trayectoria de Shachtman y sus seguidores
se vieron completamente confirmadas cuando apoyaron la intervención
militar de los Estados Unidos. El SWP, bajo las dentelladas de
McCarthy y su caza de brujas, se opuso a la agresión norteamericana
y demandó la retirada de todas las tropas USA de Corea.
Desplazándose continuamente hacia la derecha. Shachtman
se convirtió en un asesor clave de la anti-comunista burocracia
sindical de la AFL-CIO y del Ministerio de Relaciones Exteriores
estadounidense. Y consolidó alianzas políticas con
liberales de la Guerra Fría, con miembros del Partido Demócrata
como Henry "Scoop" Jackson, desatacado halcón
del partido Demócrata en el estado de Washington, paladín
del complejo militar industrial conocido como " Senador de
la Boeing" por evidentes razones. Jackson fue un opositor
intransigente a todo tratado de armamento con la URSS y un insistente
abogado a favor de las sanciones comerciales contra Moscú.
Fue punta de lanza en la campaña para utilizar la cuestión
de los judíos de la URSS como arma durante la Guerra Fría
y fue un incondicional partidario del estado de Israel.
En 1972, Shachtman, anticomunista declarado y partidario tanto
de la Guerra de Vietnam como del Sionismo, respaldó a Jackson
en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del Partido
Demócrata. Los shachtmanitas, que habían cambiado
sus siglas de Partido de los Trabajadores por las de Liga Socialista
Independiente al comienzo de los años 50, entraron en las
menguantes filas del Partido Socialista de los Estados Unidos,
y se denominaron finalmente Socialdemócratas USA.
Paul Wolfowitz, actualmente funcionario número dos del
Pentágono, y Doug Feith, subsecretario de Defensa, así
como Richard Perle, asesor clave del Pentágonotodos
prominentes partidarios de la guerra contra Iraqson antiguos
miembros del Partido Demócrata que trabajaron para Jackson
en los años 70. Elliot Abrams, otro protegido de Jackson,
ha sido puesto al frente de la política de la Casa Blanca
en Oriente Medio.
Cualquier conexión que estos elementos puedan haber
tenido con Shachtman fue el resultado no de sus previas conexiones
con el movimiento Trotskista, sino de su acuerdo con las políticas
del anti-comunismo, del militarismo y del sionismo que Schatman
había abrazado en el transcurso de casi tres décadas
tras su ruptura con la Cuarta Internacional.
En la evolución política de Schatmanun
descenso a las profundidades de la reacción por parte de
alguien que había jugado un papel de liderazgo en el establecimiento
del movimiento socialista y en la defensa de Trotsky frente a
la persecución estalinistahay un elemento de tragedia.
Irving Kristol, por otra parte, inició su giro a la derecha
desde el anonimato político: su asociación con el
movimiento trotskista de Estados Unidos fue extremadamente breve.
Sin embargo, Kristol ha hecho buen negocio con su temprana
y, desde el punto de vista político e histórico,
accidental asociación con el trotskismo en su exitosa ascensión
hacia los círculos intelectuales derechistas. Su hijo,
William Kristol, es editor de la revista Weekly Standard,
altavoz de la derecha del Partido Republicano.
No hay duda de que tanto Shachtman como Kristol se sirvieron
de las habilidades políticas que habían adquirido
en el movimiento marxista para promover los objetivos de la reacción.
Lejos de ser responsable de la evolución política
de estos individuos, el movimiento trotskista resolvió
con la lucha las diferencias políticas y rechazó
la tendencia oportunista que ellos representaron mucho antes de
que evolucionara hacia un abierto respaldo al imperialismo estadounidense.
La posterior andadura política de Shachtman y Kristol únicamente
justifica el significado objetivo de la batalla del marxismo contra
el oportunismo. A lo largo de su historia, el movimiento Trotskista
ha sido sometido a una cerrada descarga de falsas denuncias y
vilipendio procedentes tanto de las fuerzas reaccionarias estalinistas
como capitalistas. Pero afirmar que de un modo u otro la teoría
de Trotsky sobre la Revolución Permanente es la base para
la política de "Conquista Permanente" por la
que aboga Washington en la actualidad, es una de las mentiras
más groseras fabricadas hasta el momento.
Trotsky elaboró su teoría de la Revolución
Permanente como concepción histórico-mundial de
la conexión entre la revolución rusa y la revolución
mundial; entre los deberes democráticos y socialistas planteados
en los países en desarrollo y el papel de la clase obrera
como la única clase consecuentemente revolucionaria en
la sociedad moderna. Adoptada en la práctica por Lenin
en 1917, esta teoría se convirtió en guía
y horizonte de la propia Revolución Rusa.
Con la degeneración burocrática de la URSS, Trotsky
defendió sus tesisque los problemas de la Unión
Soviética, y el resto de los problemas fundamentales a
los que se enfrenta la humanidad, sólo podrían ser
resueltos en el nivel de la economía mundial y a través
del desarrollo del combate revolucionario internacionalfrente
a la retrógrada teoría de Stalin del "socialismo
en un solo país".
Trazar alguna conexión entre estas concepciones revolucionarias
y la política de pillaje seguida por la administración
Bush utilizando un giro periodístico es una parodia del
análisis histórico y político, y sólo
sirve para oscurecer las bases ideológicas del movimiento
neoconservador. Aquellos que en algún momento tuvieron
alguna conexión con las ideas socialistas y al final apoyaron
el Reaganismo y ahora a Bush, llegaron ahí repudiando el
marxismo junto con los ideales de igualdad social y oposición
a la agresión imperialista. Actuando así no podían
estar más alejados ni mostrar más hostilidad al
proyecto revolucionario de Trotsky.
El trotskismo permanece el autentico representante contemporáneo
del socialismo internacional. Cualquiera familiarizado con el
trabajo de la World Socialist Web Site, que refleja las
opiniones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional,
está al corriente de que su postura ha sido intransigente
frente a la agresión en el exterior y frente a las políticas
represivas y reaccionarias en el interior de los Estados Unidos.
El fundamento para las políticas socialistas e internacionalistas
del WSWS descansa en el combate continuo del movimiento Trotskista
frente a las tendencias revisionistasincluido el Shachtmanismoque
en el fondo constituyen un reflejo de la presión ejercida
por fuerzas clasistas enemigas sobre el partido revolucionario
de la clase obrera.
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