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Ciencia y sociología del SARS
Por Joseph Kay
23 Mayo 2003
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el autor
La aparición de un nuevo virus responsable del síndrome
respiratorio agudo y grave (SARS, en sus siglas inglesas) suscita
una serie de problemas de tipo científico, médico
y social. Gracias en parte a la rápida respuesta y a los
esfuerzos combinados de un equipo internacional de científicos,
la contención del virus ha sido en gran medida exitosa.
Sin embargo ha infectado a 7.000 personas en todo el mundo y ha
matado a más de 500. Representa todavía un enorme
riesgo sanitario en China, y cabe aún la posibilidad de
una epidemia internacional que podría tener consecuencias
devastadoras.
Esta es la segunda parte de un artículo sobre ciencia
y sociología del SARS. El primer artículo es una
aproximación a la comprensión científica
de los virus, y en particular al virus que causa el SARS [See:
http://www.wsws.org/articles/2003/may2003/sars-m12.shtml]
Este artículo trata del significado social de los esfuerzos
para contener la enfermedad.
Es unánime el reconocimiento del extraordinario esfuerzo
científico realizado para combatir el SARS. Se piensa que
el brote de esta enfermedad data de finales de noviembre del pasado
año. A finales de febrero de 2003, el virus se propagaba
desde China a Vietnam, donde fueron infectados 22 trabajadores
sanitarios. La gravedad del brote no estuvo clara para la comunidad
científica internacional hasta el mes de marzo. El 12 de
marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció
una alerta global avisando del peligro de casos de neumonía
atípica grave en Asia. Ante la expansión del síndrome
respiratorio agudo y grave (SARS en sus siglas inglesas), sin
disponer de tratamiento para los afectados por la enfermedad,
la OMS aumentó su alerta mundial a un nivel inusual, estableciendo
una emergencia sobre control de desplazamientos.
En ese momento, seguía sin conocerse la causa aunque
las sospechas apuntaban que podría tratarse de una variedad
de gripe. Dentro de las dos semanas siguientes a la alerta sanitaria
global de la OMS, se determinó que un coronavirus particularmente
virulento era la causa probable de la enfermedad. A las dos semanas
de aislar el virus se había determinado la secuencia genética
completa y la estructura exacta del virus, información
puesta a disposición del público
El 16 de abril llegó la confirmación científica
sobre el coronavirus como agente causal del SARS, tras comprobar
que los monos que habían sido infectados con el virus desarrollaron
los síntomas asociados con esta enfermedad.
Esto es coherente con el llamado cuarto postulado de Koch para
determinar la causa de una infección: el virus debe ser
hallado en todos los casos de la enfermedad, debe ser aislado
del huésped y crecer en cultivo fuera del cuerpo del huésped,
debe reproducir la enfermedad cuando se introduce en un huésped
no infectado, y debe ser aislado nuevamente a partir de ese nuevo
huésped infectado.
En contraste con ese rápido ritmo del conocimiento científico,
en la década de los 80 llevó dos años identificar
el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV) como causante del
SIDA. Dicho esto no para menospreciar el enorme esfuerzo realizado
en la comprensión del SIDA, sino más bien, como
testimonio del poder de la ciencia moderna.
Con la identificación del coronavirus y la secuenciación
de su genoma, los esfuerzos pueden centrarse ahora en el desarrollo
de vacunas y en más tratamientos directos para la enfermedad.
La rapidez de la respuesta de la OMS una vez que se evidenció
la gravedad de la enfermedad ha permitido prevenir, al menos hasta
el momento, su dispersión al conjunto de la población
en países como Vietnam, Singapur y Canadá. El SARS
fue inicialmente introducido en estos países por visitantes
procedentes de China, pero nuevos episodios de la enfermedad están
empezando a surgir mientras que otros, como en Vietnam, son frenados.
Producto de la colaboración internacional
El peligro que representa el virus es muy real. Continúa
extendiéndose por China, y muchos de los estudiantes y
trabajadores que en las últimas semanas han vuelto a sus
casas desde Pekín y otras ciudades importantes llevan,
sin duda, el virus con ellos. A medida que el virus se extiende
continuará matando: la tasa de mortalidad está en
la actualidad en torno al 15%. Puede tener unos efectos especialmente
devastadores si se expande entre la gran población de afectados
por el SIDA en China, que debido a sus debilitados sistemas inmunológicos
serían menos capaces de sobrevivir a la enfermedad.
Cuanto más se extiende el virus, mayor es la posibilidad
de que se atrinchere como enfermedad global. De acuerdo con David
Heymann, director ejecutivo del departamento de Enfermedades Transmisibles
de la OMS, "si el virus SARS mantiene su patogenicidad y
transmisibilidad, podría llegar a ser la primera de las
nuevas enfermedades graves con potencial para convertirse en epidemia
mundial del siglo XXI. Como tal, sus características clínicas
y epidemiológicas, aunque escasamente comprendidas, son
motivo de especial preocupación".
La mayor parte de las llamadas enfermedades emergentes del
siglo pasado presentaban características que limitaban
su capacidad de propagación. "En contraste, la neumonía
SARS está emergiendo de forma que sugiere un gran potencial
para la rápida expansión internacional en un contexto
de condiciones favorables creadas por un mundo de elevada movilidad
y fuertemente interconectado", apunta Heymann. Si evoluciona
hacia una enfermedad mundial, es posible que se transforme en
un problema parecido al de la gripe, que requiera vigilancia constante
para mantener actualizadas sus constantes mutaciones y desarrollar
nuevas vacunas y tratamientos".
Si el virus se ha propagado gracias a las interacciones de
la sociedad global (como señalaba el número de la
revista Science de 2 de mayo, "Las enfermedades infecciosas
no respetan las fronteras nacionales"), combatirlo es un
proceso que depende de esas mismas fuerzas. Cada éxito
en el combate contra la enfermedad se ha basado en la colaboración
internacional, mientras que cada obstáculo ha estado ligado
a la competencia nacional y a intereses sociales de estrechas
miras.
Científicos de todo el mundo han sido capaces de poner
en común sus respectivos recursos y experiencia con el
objetivo único de comprender la enfermedad. El esfuerzo,
coordinado por la OMS ha sido descrito por Heymann: "Estos
directores de laboratorio han dejado aparte beneficio, prestigio,
y orgullo nacional para trabajar juntos con el objetivo de poner
en el dominio público la información que es tan
necesaria para aprender sobre esta enfermedad. Y se ha hecho en
un tiempo récord". Karl Stör, virólogo
de la OMS y coordinador de la red de vigilancia mundial (la red
de alerta y respuesta a brotes epidémicos que asocia a
191 países) se hace eco de las afirmaciones de Heymann
y añade, "en este mundo globalizado, esta colaboración
es la única forma de abordar las enfermedades emergentes".
La importancia de los esfuerzos mundiales para combatir la
enfermedad ha sido tan nítida que ha sido motivo de una
señal de reconocimiento por parte de la administración
Bush en el testimonio ante el Congreso de Tommy Thompson, secretario
de salud y servicios sociales, y de la Dra. Julie Geberding, que
dirige los Centros de Control y Prevención de Enfermedades
(CDC) de Atlanta (EE UU). En su declaración Geberding señaló,
"El SARS pone de relieve que la salud en los Estados Unidos
y en el mundo están inextricablemente unidas, y cumplir
con la misión encomendada a los CDC... precisa de una comprensión
global y de la colaboración con los socios domésticos
e internacionales para prevenir la emergencia y expansión
de las enfermedades infecciosas... el SARS representa un enorme
desafío, pero también ilustra perfectamente el intenso
espíritu de colaboración entre la comunidad científica
mundial para combatir una epidemia global".
"La experiencia del SARS", continúa, "refuerza
la necesidad de fortalecer la vigilancia mundial para obtener
una rápida información, una información ligada
a una adecuada y sofisticada capacidad de diagnóstico en
laboratorio. Lo cual subraya la necesidad de potentes sistemas
de salud pública en todo el mundo, potentes infraestructuras
de servicios de salud, y expertos cualificados que puedan ser
movilizados con rapidez superando las fronteras nacionales para
reflejar las evoluciones de la enfermedad".
Es también importante observar el papel jugado por los
modernos sistemas de comunicación, y en particular Internet.
Científicos de remotas regiones del planeta tuvieron capacidad
para comunicarse instantáneamente, compartir información
y resultados. Heymann señala, "La colaboración
se hace a través de Internet. Los miembros de la red de
expertos científicos se ponen en contacto en teleconferencias
diarias coordinadas por la OMS, y usan una página web segura
para poner imágenes de microscopía electrónica
sobre especies víricas candidatas, secuencias de material
genético para la caracterización e identificación
de virus, descripciones de experimentos, y resultados... La colaboración
ha permitido la identificación del agente causal y el desarrollo
de tres métodos de diagnóstico, todo ello con una
velocidad sin precedentes".
Steven Jones, de la Agencia del Cancer de British Columbia
(Canadá) indica que el equipo de investigación canadiense
que dirige puso en Internet los datos de la secuencia del genoma
del virus inmediatamente después de completarla. "Los
interesados fueron capaces de descargar la secuencia y analizarla
en sus propios laboratorios y con sus propios ordenadores. Internet
ha tenido un profundo impacto en la forma en que estos datos se
han compartido y en como han colaborado los científicos".
La información más actual sobre la dispersión
de la enfermedad, así como los métodos de diagnóstico
y las recomendaciones públicas para contener la dispersión
del virus son constantemente actualizadas en las páginas
web gestionadas por la OMS y los CDC.
Se impone la búsqueda del beneficio
El espíritu de colaboración internacional, incluso
altruista, por parte de los hombres y mujeres que participan en
la investigación del SARS es sin duda genuino. Sin embargo,
la ciencia en la sociedad capitalista no es capaz de trascender
las anticuadas restricciones impuestas por el objetivo de la obtención
de beneficio y la competición entre naciones.
Es claro que, desde los inicios de la enfermedad, los intereses
nacionales dificultaron el progreso. La burocracia estalinista
en China pretendió durante meses encubrir la extensión
del brote epidémico con el fin de sortear los obstáculos
a la integración de ese país en la economía
capitalista mundial. No cabe ninguna duda que el gobierno de China
tiene mucha responsabilidad en el nivel de propagación
de la enfermedad en China y en otros lugares.
El virus ha afectado las economías debido a la restricción
del gasto y a la caída del turismo. La OMS estima que el
impacto económico podría alcanzar los $30.000 millones,
golpeando especialmente a Asia. Ha sido la amenaza sobre los negocios
locales y la economía nacional lo que más ha influido
en las decisiones adoptadas por los gobiernos de los países
afectados. En Canadá, por ejemplo, las alarmas sobre control
de viajeros lanzadas por la OMS en relación con Toronto
(uno de los lugares más afectados por la epidemia), provocaron
el temor a una caída en la industria turística de
la ciudad; funcionarios gubernamentales intentaron minimizar la
amenaza a pesar de existir casos documentados de propagación
de la enfermedad a otros países.
Incluso en el incipiente estado de desarrollo de tratamientos
para la enfermedad, empresas de biotecnología, gobiernos
y algunas universidades libran una carrera contrarreloj para patentarlo
todo, desde las pruebas de diagnóstico a los propios coronavirus.
Universidades de Canadá y Hong Kong han solicitado derechos
de patente, como lo han hecho los CDC de los Estados Unidos para
patentar sus hallazgos. Los CDC han declarado que sólo
quieren la patente para asegurarse de que el material científico
permanece accesible a todos, pero el creciente forcejeo por la
propiedad tiene reminiscencias de la fuerte disputa que surgió
entre Francia y los Estados Unidos por la paternidad del descubrimiento
y secuenciación del virus de inmunodeficiencia humana (HIV).
Están en juego los beneficios derivados de las ventas de
vacunas y pruebas de diagnóstico.
Investigadores de la Universidad de Hong Kong fueron los primeros
en observar el virus del SARS al microscopio. De acuerdo con Halison
Yu, gerente de Versitech Ltd., que gestiona la patente para la
universidad, este hecho proporciona a su cliente el título
de "pájaro madrugador", otorgándole derechos
sobre el virus. La universidad que sea capaz de obtener tal patente
está en una posición privilegiada para atraer inversiones
de las compañías biomédicas que busquen beneficios
de la enfermedad. De acuerdo con el Dr. Malik Peiris, un investigador
de la universidad, la patente sólo fue cursada tras quedar
claro que otras universidades pretendían reclamar los derechos.
La Agencia del Cáncer en British Columbia (Canadá),
cuyos científicos fueron los primeros en decodificar el
genoma del virus ha cursado una petición de patente en
los EE UU para los derechos de comercialización de la secuencia
genética. Marco Marra, líder del equipo canadiense
que hizo la secuenciación, ha afirmado que no permitirá
que su nombre figure en la solicitud de patente, renunciando de
esta forma a cualquier ingreso que la Agencia pudiera recibir.
Declaró al periódico Wall Street Journal que no
cree que los genes deban ser patentados.
Varias empresas de biotecnología han registrado solicitudes
de patente para métodos de tratamiento específicos.
Mientras que la mayor parte de estos métodos nunca serán
usados con éxito, la esperanza de estas compañías
reside, en expresión de un ejecutivo, en "ganar la
lotería " patentando el tratamiento correcto (por
ejemplo, el Instituto de Investigación Médica de
Enfermedades Infecciosas perteneciente a la armada de los Estados
Unidos (USAMRIID), afirma haber ensayado la actividad contra el
SARS de cerca de 120.000 compuestos).
¿Cuál será la reacción de los gobiernos
a esta crisis? Las lecciones del SARS son claras: para combatir
el riesgo de las epidemias víricas en la actual sociedad
globalizada, es necesario desarrollar un sistema de salud integrado
mundialmente que incluya la amplia financiación de los
sistemas públicos de vigilancia sanitaria en las regiones
subdesarrolladas y en todo el mundo. Es necesario, además,
poner fin al carácter "subdesarrollado" de estas
regiones y mejorar las deficientes condiciones sanitarias que
pueden ser el caldo de cultivo para nuevas enfermedades así
como terreno abonado para la propagación de las antiguas
(la tuberculosis, la malaria o las enfermedades gastrointestinales
siguen produciendo una enorme mortandad). Los modernos avances
científicos en el campo de la ciencia médica y de
las telecomunicaciones proporcionan la necesaria base tecnológica
para combatir la amenaza.
Sin embargo, estos requisitos están en esencial contradicción
con las tendencias del capitalismo mundial que van, precisamente,
en la dirección de acabar con las restricciones a la acumulación
privada, incluidos los sistemas públicos de salud. En concreto,
el gobierno de los Estados Unidos se irrita ante la idea de subordinar
sus políticas a un esfuerzo internacional, viéndolo
como una inaceptable restricción a lo que la élite
gobernante contempla como su inalienable derecho a perseguir sus
propios intereses. Y aquí la guerra de Irak -que ha conllevado
la completa destrucción de la infraestructura básica
de la sociedad iraquí, incluidos sus sistemas de atención
sanitaria- resulta instructiva. El pueblo iraquí se enfrenta
en la actualidad a una epidemia de cólera en expansión,
una enfermedad cuya dispersión sería imposible si
no fuera por las presentes condiciones sanitarias. Al mismo tiempo
que los Estados Unidos están destripando los servicios
públicos de salud en el interior del país, están
arrollando las condiciones sociales en todo el mundo al ir en
pos de los intereses de un pequeño sector de la población
norteamericana.
La devastadora crisis del SIDA es también indicadora
de la incapacidad de la sociedad capitalista para hacer frente
a este tipo de problemas. Las compañías privadas
propietarias de patentes sobre medicamentos para tratar el SIDA
han colaborado con el gobierno de Estados Unidos para impedir
la fabricación de medicamentos genéricos baratos
que podrían estar disponibles en los países subdesarrollados,
especialmente en Africa, para ayudar a combatir los catastróficos
efectos de la enfermedad. Los obstáculos a los que se enfrentan
pacientes de SIDA de todo el mundo para conseguir la necesaria
medicación a bajo precio debido al interés por los
beneficios de un puñado de compañías farmacéuticas
equivale a un crimen contra la humanidad, cuyos resultados son
el sufrimiento innecesario y la muerte prematura de millones de
personas.
¿Puede haber alguna duda de que el SARS, si se convirtiera
en una amenaza global, sería tratado de la misma forma
-es decir, que la salud pública sería subordinada
al beneficio privado? La lección principal del brote de
SARS -ilustrada tanto en el aspecto positivo por la colaboración
internacional que ha desembocado en los esfuerzos para contener
la enfermedad, como en el negativo, con la carrera para patentar
su tratamiento- es que la salud de la población mundial
en la sociedad moderna es incompatible con un sistema social basado
en el beneficio privado.
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