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Bush presenta su 'visión' para Medio Oriente

Por Bill Vann
10 Marzo 2003

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Los cuentos de acerca de las armas para la destrucción en masa y los vínculos que existen entre Bagdad y los terroristas han fracasado en atemorizar a los adversarios internacionales de la guerra contra Irak. No sorprende, pus que esta semana el gobierno de Bush haya presentado una nueva justificación para la agresión. Según la lógica típicamente orweliana del gobierno, la guerra es la única manera de conseguir la paz y la ocupación militar por parte de los Estados Unidos abre el camino hacia la democracia en Medio Oriente.

En su discurso que pronunciara el miércoles ante el American Enterprise Institute (AEI; Instituto Empresarial Estadounidense), grupo intelectual derechista en Washington, George W. Bush presentó lo que funcionarios de su gobierno llamaron su "visión" para un Irak "liberado" en el contexto de un Medio Oriente cambiado.

Parece que el discurso fue escrito bien de prisa para aprovecharse de un público que ya estaba listo de antemano para escuchar los fines colonialistas de Bush. Veinte "académicos residentes" del AEI ya ocupan puestos importantes en el gobierno de Bush. Entre ellos se encuentran Lynne Cheney, esposa del vicepresidente y destacada ideóloga derechista, y Richard Perle, quien dirige la Defense Policy Board [Junta para la Determinación de los Programas de Defensa] y es de los principales arquitectos del plan bélico contra Irak.

El ex presidente del AEI es John Bolton, quien actualmente es ministro asistente del Ministerio de Relaciones Exteriores a cargo del control de las armas y la seguridad internacional. Bolton encabezó el esfuerzo de los Estados Unidos por retirarse del pacto contra los cohetes teledirigidos y repudiar el Tribunal Penal Mundial.

El AEI, aliado con el partido derechista del Likud de Israel, por mucho tiempo ha abogado para que la "guerra contra el terrorismo" se transforme en campaña para fomentar el "cambio de régimen" en todo Medio Oriente. El AEI, el gobierno israelí y figuras dirigentes del gobierno de Bush todos aceptan una nueva versión de la "teoría de los dominós", según la cual la guerra de los Estados Unidos contra Irak ha de inaugurar la transformación de Medio Oriente. De acuerdo a esta tesis improbable, el "shock" de la destrucción de Irak causará que régimen tras régimen caiga para ser reemplazado por la "democracia" diseñada en los Estados Unidos.

Bush se dirigió ese mismo día que el general Eric Shinseki, miembro del estado mayor, le expresó al Comité sobre las Fuerzas Armadas de la Cámara de Diputados que la exitosa guerra de conquista en Irak exigiría la ocupación militar indefinida del país con "varios cientos de miles de soldados". Aunque funcionarios del gobierno han sostenido que los militares pronto se retirarían y entregarían las riendas del poder a un régimen respaldado por los Estados Unidos en Bagdad, hasta los analistas del mundo militar más optimistas predicen que el régimen de los militares estadounidenses durará por lo menos cinco años.

El gobierno no ha presentado ninguna cifra - o aproximación a ella - de lo que tan prolongada y enorme ocupación militar ha de costar. Se ha calculado que los gastos de la guerra misma llegarán entre $60 a $95 billones. Hasta cierto punto, el discurso de Bush era una manera de callar a críticos que lo han acusado de 1) no haber hecho nada para preparar al público estadounidense en cuanto al precio de la guerra en términos humanos y los sacrificios económicos; y 2) fracasar en especificar planes claros para lo que seguirá después de la conquista de Irak.

El discurso no satisfizo ninguna de las críticas. Más bien lo que presentó fue la "visión" que logró amalgamar — de manera que quita la respiración — la arrogancia imperialista sin límites y el menosprecio a la crisis que la guerra va a causar en los Estados Unidos.

"Las vidas y la libertad de Irak son de gran importancia para nosotros", le dijo Bush a su público, cuyos participantes, muy encorbatados, están muy involucrados en los asuntos de Washington. Para comprobarlo está por lanzar una campaña militar de bombardeo contra Bagdad y a otras zonas superpobladas con 800 cohetes cruceros teledirigidos durante las primeras 48 horas. Y si al matar a miles de iraquíes y convertir a cientos de miles más en refugiados paupérrimos Washington logra postrar al país, un general estadounidense será su gobernante.

La larga historia de intervenciones estadounidenses por todo el mundo pone en tela de juicio la afirmación absurda de Bush que este es el primer paso del camino a la democracia y la prosperidad. ¿Dónde han jugado las acciones militares de Washington semejante papel tan benigno? ¿En Haití, donde las tropas estadounidenses dejaron la economía en bancarrota y una plutocracia cleptomaníaca en el poder? ¿O en Kuwait, que los Estados Unidos "liberara" en 1991 para luego entregarle el territorio a una familia real que ni siquiera permite los derechos democráticos más básicos? ¿O en Kósovo, donde el Ejército de Liberación de Kósovo, que además de participar en el contrabando de drogas, ha aterrado y expulsado, bajo los auspicios de la ONU, a la minoría serbia y establecido un régimen dedicado al gangsterismo? ¿O en Afganistán, donde las tropas estadounidenses todavía luchan y el país se ha dividido en facciones dirigidas por vasallos guerreros tiránicos?

Los que establecen la política del gobierno de Bush saben muy bien que los métodos se para gobernar a Irak serán de todo menos democráticos. El espionaje militar de los Estados Unidos y la CIA se han afanado por averiguar cuales funcionarios y oficiales militares del mismo régimen baatista de Saddam Hussein - el mismo régimen que han pintado de ser una tiranía despiadada - pueden quedarse en el poder como co partícipes en la represión de las fuerzas adversarias y centrífugas. En el norte del país, Washington ha invitado a tropas turcas para suprimir todo esfuerzo de la minoría kurda por establecer su independencia nacional, con la cual ha soñado por largo tiempo.

No importa cuales sean las consecuencias iniciales de la invasión estadounidense - no se pueden menospreciar las enormes bajas que los iraquíes civiles van a sufrir, ni tampoco la posibilidad de una catástrofe para las tropas estadounidenses - las fuerzas militares de los Estados Unidos se encontrarán en medio de una caldera hirviente de divisiones políticas, étnicas y religiosas. Los Estados Unidos se verá obligado a usar su fuerza militar para suprimir las sublevaciones de los creyentes del shiísmo en el sur, las rebeliones kurdas en el norte y otros tantos conflictos sin cuenta.

Bush ha predicho que este espectáculo "servirá como ejemplo de la libertad, dramático e inspirante, para las otras naciones de la región", lo cual casi llega a la locura. Al contrario; toda la región verá la intervención estadounidense exactamente por lo que es: una guerra rapaz para apoderarse de un territorio estratégico y de la vital riqueza petrolífera como parte del plan para imponer la Paz Americana en todo el mundo.

Pero, ¿quién le concedió a Washington el derecho de liberar a los iraquíes o a cualquier otro pueblo de la región? Aunque Bush ha llamado esta acción el "deber de los Estados Unidos", pero para las masas iraquíes y árabes en general estas palabras sólo recuerdan la retórica del colonialismo europeo durante su apogeo: es la "obligación de la raza blanca".

Según la "visión" que Bush y sus compinches comparten, estos pueblos simplemente le darán la espalda a la prolongada y amarga lucha que sus padres y antepasados entablaron para expulsar el dominio extranjero. Fue una lucha en que cientos de miles entregaron sus vidas, desde las batallas de los iraquíes contra el colonialismo británico durante la década del 20 durante el siglo pasado hasta la guerra de liberación de Algeria contra los franceses que duró hasta 1962. A pesar de las crueles desilusiones de la independencia nacional bajo el mando de la burguesía árabe, es imposible que las masas árabes confundan la "libertad" con la conquista estadounidense.

La guerra contra Irak no va a desatar la caída de los dominós como lo sueñan Bush y la camarilla que lo rodea. Más bien establecerá las condiciones para que las masas de trabajadoras y oprimidas se levanten violentamente en una nueva lucha contra la conquista imperialista.

¿Y qué requisitos llena Bush como apóstol de la democracia? Llegó al poder con métodos típicos del gangsterismo para suprimir el voto de las elecciones nacionales y asegurar del dictamen de la pandilla derechista que rige a la Corte Suprema y que lo instaló en la Casa Blanca. Su gobierno ha agredido las libertades civiles de manera sin precedente. Ha encarcelado a gente sin imputarle cargos o llevarla a juicio y ha expandido los poderes policiales de investigación y espionaje. Preside sobre un sistema que pone a más gente en las cárceles que cualquier otra nación del mundo y sigue la práctica barbárica de la pena capital.

Más increíble aún es la declaración de Bush que la conquista de Irak conducirá a la resolución justa del conflicto entre los palestinos y los israelís. Su tesis es que la derrota humillante de Irak debilitará e intimidará al pueblo palestino de tal manera que abandonarán la lucha contra la ocupación israelí y "elegirán dirigentes nuevos...que luchan por la paz". Hasta ahora el gobierno de los Estados Unidos ha rechazado las elecciones palestinas debido a que el pueblo no ha escogido los dirigentes que Washington quiere.

Según el presidente estadounidense, la lucha de los palestinos llegará a su fin una vez que Bagdad ya no pueda "auspiciar los salarios destinados a la capacitación de terroristas y ofrecer recompensa a las familias de los bombarderos suicidas". La arrogancia y estupidez de esta declaración es el colmo. ¿Cree Bush en realidad que la juventud palestina viaja a Bagdad para aprender a reventarse a sí mismos, o para lograr que sus familias obtengan "recompensas"?

Desde que la intensificación de la intifada en el 2002, las tropas israelíes y los colonialistas sionistas han causado la muerte de casi 3,000 palestinos, en su gran mayoría civiles sin armas. La población palestina de más de 3.5 millones en la franja de Gaza y Cisjordania ha sido sometida a un estado de sitio permanente. Se le ha encerrado en sus propios hogares bajo pena de muerte, no se le permite atravesar libremente por los cientos de barricadas y obstrucciones que se han erigido en las calles y carreteras, y se le ha negado alimentos y medicina adecuados. El gobierno de Bush es cómplice acérrimo de esta represión desnuda. Pero según la "visión" del presidente, son los palestinos que han de renunciar el "terrorismo".

Declara Bush: "Por otra parte, se espera que el nuevo gobierno israelí, a medida que el terrorismo se disuelve y la seguridad mejora, apoye la creación de un estado palestino viable y labore tan rápido como sea posible para llegar a un acuerdo final. A medida que la paz progresa, la colonización de los territorios ocupados ha de cesar".

Debemos señalar que este "nuevo gobierno israelí" no apoya tal cosa y Bush bien lo sabe. La base de la coalición creada por Sharon, el gobierno más derechista en la historia del país, consiste de dos partidos semi fascistas: uno se basa en los colonizadores de los territorios ocupados y el otro promueve la política del "traslado"; es decir, la expulsión de los palestinos de Cisjordania y la franja de Gaza.

El régimen israelí ha apoyado y alentado la guerra contra Irak. Usará la invasión estadounidense como pretexto para intensificar sus propias agresiones contra los palestinos. Goza de una colaboración íntima con el gobierno de Bush. Entre las figuras que han participado de la forma más directa en la planificación de la guerra contra Irak se encuentran funcionarios estadounidenses que anteriormente habían sido asesores y cabilderos del gobierno israelí y el Partido Likud.

Richard Perle, por ejemplo, sirvió de asesor a Benjamín Netanyahu, candidato derechista del Likud en las elecciones de 1996. Perle fue defensor sin par de ponerle fin a las negociaciones de paz con los palestinos y la reconquista militar israelí de la franja de Gaza y Cisjordania.

Su compañero asesor a la derecha sionista fue Douglas Feith, actualmente subsecretario político del Ministerio de Defensa. En 1997, Feith escribió que la nueva ocupación israelí de los territorios era una "desenvenenación" necesaria y añadió que el "precio en sangre, aunque costoso", valdría la pena. Ahora Feith ha reaparecido como vocero del Pentágono para la "reconstrucción post bélica".

El puesto civil principal de las "oficinas para la reconstrucción" del país bajo la ocupación se le ha ofrecido a Michael Mobbs, otro burócrata del Pentágono que antiguamente había sido socio en el bufete de abogados del Sr. Feith. El bufete encabezado por Feith — muy lucrativo, por cierto — cuando no servía en el gobierno consistía esencialmente de un cliente: el complejo militar-industrial israelí.

El año pasado, Mobbs fue autor de una declaración jurada de dos páginas en la que defendía el derecho del presidente Bush a declarar a cualquier ciudadano(a) estadounidense como "enemigo de combate" y detenerlo(a) indefinidamente sin imputársele ningún cargo, instrucción de cargos, abogado defensor o fianza, para no decir juicio. El memorándum fue presentado en el caso de Yaser Esam Hamdi, saudita nacido en los Estados Unidos de 21 años de edad, capturado en Afganistán y detenido incomunicado en el campamento de prisioneros en Guantánamo, Cuba.

Con semejante personal, es ridículo que el objetivo en Irak sea fomentar el renacimiento democrático. Lo que en realidad se está preparando es un régimen colonial bestial que se valdrá, lo más posible, de los vestigios de la maquinaria represiva del mismo Hussein al mismo tiempo que lo subordina a los intereses de los Estados Unidos e Israel.

Lo más asombroso de la "visión" de Bush, sin embargo, es que de ninguna manera termina con Irak. Al invadir ese país, Washington se embarcará en una campaña de intervenciones militares sin límites que llevarán a Estados Unidos cara a cara con las explosiones revolucionarias en Medio Oriente y el mundo entero.

El velo de la justificación anémica del gobierno de Bush — que lanza la guerra por la libertad, la democracia o el progreso — caerá ante las masas trabajadoras de los Estados Unidos, a quienes se les forzará pagar el precio del militarismo mundial, no sólo en términos económicos, sino en las vidas de los seres queridos forzados a luchar.

La mecha revolucionaria que los pirómanos de la Casa Blanca han encendido no se limitarán al "Tercer Mundo". Encontrarán su poderosa expresión en los mismos centros imperialistas, y en ningún lugar de manera más explosiva que en los Estados Unidos.

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