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Por el establecimiento de un movimiento internacional de la clase obrera contra la guerra imperialista

Por el Comité de Redacción
25 Marzo 2003

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La World Socialist Web Site y el partido Socialista por la Igualdad condenan y censuran, sin ninguna reservación, la guerra criminal que los Estados Unidos y sus aliados militares—la Gran Bretaña y Australia—han desencadenado contra Irak.

Las salvas iniciales de esta guerra sin provocación contra un pueblo indefenso han causado repulsión, horror y gran conmoción por todo el mundo. Pocas horas después de los primeros bombardeos, cientos de miles de manifestantes se fueron a las calles de todos los rincones del mundo para expresar su ira y exigir que cese la agresión contra Irak.

Lo que en estos momentos sucede es una contienda terrible y desigual en la que diez, quizás cientos, de miles perderán sus vidas. La gran mayoría de los pueblos del mundo correctamente consideran que la verdadera amenaza a la paz y la seguridad internacionales la constituye Washington, no Bagdad. Todas las justificaciones de la guerra—las presuntas armas iraquíes para la destrucción en masa, los vínculos a los terroristas de Al Qaida y las infracciones de las resoluciones de la ONU—han sido desenmascaradas como mentiras y pretextos cínicos para llevar a cabo un acto de agresión que hace tiempo se decidió.

La guerra contra Irak marca un nuevo punto decisivo de la historia mundial. Washington ha emprendido una guerra imperialista para apoderarse de las vastas reservas de petróleo de Irak, pero ello sólo forma parte de ambiciones más amplias que tiene para el Oriente Medio y el más allá. Se reconoce, aún entre los comentaristas políticos burgueses, que la decisión del gobierno de Bush en desafiar la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y declarar guerra ha destruido por completo la estructura de relaciones internacionales establecidas después de la Segunda Guerra Mundial. Los Estados Unidos le ha declarado al mundo que ninguna restricción jurídica o diplomática le va a atar las manos en su búsqueda de la hegemonía mundial.

La conquista de Irak es sólo la primera etapa del plan de los Estados Unidos para ejercer su dominio. Washington ya ha puesto a Irán y a Corea del Norte en sus miras y tiene una larga lista de otros países—Siria, Libia, China—que quiere subyugar. Las ambiciones mundiales que el gobierno de Bush busca lograr tan temerariamente ya han chocado con las de sus rivales imperialistas y también han envenenado las relaciones internacionales. Que los Estados Unidos y la Gran Bretaña hayan recurrido a un chauvinismo tan vergonzoso contra Francia y Alemania presagia la nueva explosión de guerra entre las potencias imperialistas mismas.

Desde las invasiones de Etiopía y Albania por parte de los fascistas italianos y la conquista nazi de Checoslovaquia y la invasión de Polonia no se había visto cosa igual: gobiernos militaristas persiguiendo, abiertamente, los intereses de sus oligarquías empresariales sin importarle el derecho internacional. Las tácticas militares de Washington—“Sacudir y atolondrar”—nos recuerdan la política de blitzkrieg [“guerra relámpago”]de los nazis para aterrorizar la población civil.

La doctrina de Bush, basada en la guerra preventiva, ha resucitado la política militarista de guerra agresora que tan mala fama le dio al imperialismo alemán el siglo pasado. Debería recordarse el primer cargo que se le imputó a los dirigentes nazis durante los juicios de Nuremberg fue la planificación y la puesta en práctica de guerras agresoras. Los dirigentes nazis fueron enjuiciados y terminaron ahorcados. Es un crimen de guerra, tal como se definiera en ese entonces y hoy.

Los gobiernos de los Estados Unidos, la Gran Bretaña y Australia han lanzado una guerra contra Irak a pesar que la mayoría de los pueblos de casi todos los países del mundo, inclusive los pueblos dentro de sus propias fronteras, se oponen a ella. Los dirigentes políticos y sus cómplices de la prensa tratan de alentar a los sectores más atrasados y reaccionarios, y recurren a los instintos más viles de la población: el chauvinismo, el miedo y los prejuicios.

Para las masas del pueblo trabajador y de la juventud detener la guerra y prevenir otra conflagración mundial—que puede ser más horrible que sus predecesores—lo requisito ante todo es la comprensión de las bases históricas objetivas de la crisis actual y, basándose en ese conocimiento, la elaboración de una estrategia política coherente bien pensada desde todo punto de vista.

Durante décadas luego de la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes políticos, la prensa y el mundo académico propagaban una sabiduría: que las crisis económicas, la guerra y el barbarismo de la primera parte del Siglo XX habían pasado a la historia. Las lecciones se habían aprendido y que, por medio de la política avanzada, el respeto a la soberanía nacional y las mediaciones de la ONU, la paz prevalecería. Esta visión se encuentra hecha pedazos.

La guerra actual es la culminación de una prolongada crisis con raíces muy hondas que ha estado madurando y adquiriendo fuerzas durante décadas; crisis que encuentra su más aguda expresión en los Estados Unidos, sede del imperialismo mundial. Sus causas han de encontrarse en las contradicciones fundamentales del sistema capitalista: entre la mundialización de la producción y la repartición del mundo en estados-naciones antagonistas; entre la vida económica estrangulada por la propiedad privada de los medios de producción y la necesidad de adquirir ganancias.

Las manifestaciones por sí solas no van a detener la guerra imperialista. Lo que se necesita es una estrategia para la lucha contra la causa del imperialismo y la guerra; es decir, contra el capitalismo mismo. Esto exige la movilización independiente de la clase obrera para la toma del poder político y así transformar la sociedad con el socialismo, para satisfacer las necesidades sociales de la mayoría y no las ganancias de un puñado de ricos.

El gobierno de Bush es la encarnación política de aquellos sectores de la clase gobernante estadounidense que surgieron durante la burbuja financiera especulativa de las dos últimas décadas, y sobretodo durante la década del 90. Lograron sus fortunas personales por medio del fraude, el robo y otras actividades ilícitas a costillas de millones de trabajadores que han perdido sus empleos, beneficios de trabajo y condiciones laborales con las nuevas estructuras y las reducciones en la mano de obra de las empresas. El resultado ha sido un enorme abismo social—entre una oligarquía financiera rica y ambiciosa y la vasta mayoría de la población—que sigue abriéndose.

La explosión de la burbuja especulativa y la disminución prolongada del precio de las acciones en Wall Street han arrojado el capitalismo, particularmente de los Estados Unidos, en una profunda crisis para la cual ningún sector de la clase gobernante tiene solución alguna. Al verse cara a cara con las contradicciones sociales que se intensifican, el gobierno de Bush ha emprendido una campaña internacional de robo y saqueo. Es un esfuerzo desesperado por contrarrestar el estancamiento económico y desviar la atención pública de los problemas sociales internos que se amontonan.

La política extranjera y la política interna están relacionadas de modo inextricable. La subyugación militar de países extranjeros se vincula indisolublemente al programa interno para acabar con los empleos, los servicios sociales, las normas de vida y los derechos democráticos del pueblo trabajador. En todos los países, no sólo en los Estados Unidos, los gobiernos, no importa su colorido político formal, buscan reconquistar—en defensa de los intereses del mismo sector parasitario de los super ricos—los adelantos sociales que la clase obrera ha logrado.

Millones han manifestado contra esta guerra, pero ésta se está llevando a cabo por gobiernos que de ninguna manera se auto consideran subordinados a la voluntad democrática del pueblo. El gobierno de Bush, el gobierno laborista de Tony Blair y el régimen Liberal de John Howard [en Australia] son los representantes políticos—y sólo siguen las instrucciones—de clases gobernantes corruptas y ricas.

La lucha contra el militarismo es inseparable de la defensa de los derechos democráticos y la posición social del pueblo trabajador. No es simplemente cuestión de cambiar a un dirigente o gobierno por otro. La guerra ha causado el colapso total del liberalismo y la socialdemocracia. En los Estados Unidos, el Partido Demócrata ha mostrado que, a pesar del sentimiento anti bélico que ha surgido, es completamente incapaz de entablar una seria oposición al gobierno de Bush.

Además, sería fatal tener ilusiones en que las Naciones Unidas o las potencias europeas, con Francia y Alemania a la cabeza, actúen como bastiones contra el militarismo estadounidense. Si Francia y Alemania llegan a entrar en conflicto con los Estados Unidos, ambas se rearmarian para reafirmar sus intereses vitales por medio de la fuerza militar. Y también llevarían a cabo mayores agresiones contra la posición social de la clase obrera y así pagar las preparaciones de guerra y reforzar la competición económica.

Aquellos que han lanzado la guerra apenas comprenden el nivel de oposición y resistencia que han desatado por todos los rincones del mundo. Millones ya han entrado a la vida política—muchos por primera vez—en un movimiento que en gran parte está en contra de los partidos a los cuales el pueblo trabajador común era antiguamente leal.

La World Socialist Web Site es el órgano político del Comité Internacional de la Cuarta Internacional [CICI] y sus secciones hermanas, los Partidos Socialistas por la Igualdad. Su misión fundamental es fomentar la comprensión política de la misión revolucionaria internacional que la clase obrera ha de adoptar.

La lucha contra la guerra tiene que vincularse a una oposición al monopolio de la riqueza que está en manos de un grupito gobernante que no le responde a nadie. Y ha de basarse en una política socialista que garantice el derecho al empleo, los salarios decentes, la educación académica, el cuidado de la salud, el derecho a la vivienda, y conserve y expanda los derechos democráticos que han sido agredidos sistemáticamente.

Sólo existe una fuerza capaz de ponerle fin a la guerra imperialista: la clase obrera internacional. La efusión de manifestaciones en casi todos los rincones del mundo es presagio de lo que se acerca y pone en relieve la necesidad que el pueblo trabajador tiene de unirse sobre un programa que satisfaga sus necesidades e intereses históricos.

El requisito primordial para reunir toda la fuerza potencial de la clase obrera es su independencia política de todos los partidos y agencias políticas de los grandes negocios. Estos incluyen el Partido Demócrata en los Estados Unidos y los partidos laboristas y socialdemócratas oficiales, quienes han mostrado ser inútiles e inservibles para ponerle paro a la guerra y defender los derechos del pueblo trabajador.

Invitamos a todas las personas que se oponen a la guerra y a la expansión del militarismo y la desigualdad social que participen en el establecimiento de un nuevo movimiento socialista internacional de la clase obrera. Les instamos que se comuniquen con la World Socialist Web Site, que contribuyan artículos e informes, y que se unan al Partido Socialista por la Igualdad y participen en el estabelcimiento de un nuevo partido internacional del socialismo.

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