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Lula y Brasil: de Porto Alegre a Davos

Por Bill Vann
1 Febrero 2003

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El presidente brasileño, Luiz Inacio “Lula” da Silva, recientemente inaugurado como presidente del país, viajó de Brasil a Suiza el viernes por la noche para participar en el Foro Económico Mundial en Davos. Lula subió al avión pocas horas luego de pronunciar un discurso ante el Foro Social Mundial en Porto Alegre, ciudad del estado sureño Río Grande do Sul . Esta última organización, que celebraba su reunión anual en medio de manifestaciones contra la mundialización, inclusive con la participación del propio partido de Lula, el Partido de los Trabajadores (PT), se fundó tres años atrás en oposición directa a la reunión de Davos, dominada por los banqueros y jefes de estado internacionales.

El Foro Social y el PT mismo han adoptado la insignia de “Otro mundo es posible”. Pero sólo pocas semanas después haber entrado al poder, el gobierno de Lula ha dejado bien claro que no tiene ningún problema con que el Fondo Monetario Internacional y el capital financiero internacional sigan imponiendo límites a las posibilidades del Brasil.

Partidarios del gobierno del PT han tratado de callar a los militantes en Porto Alegre que han opuesto al viaje de Lula a Davos. Éstos lo acusan de asistir a una reunión en compañía de grandes capitalistas para presentar su caso de la campaña contra la pobreza y el hambre, o sea, “la mundialización con solidaridad”.

Marta Suplicy, de los dirigentes del PT y alcalde de Sao Paolo, pintó el enfoque que Lula le ha dado a los banqueros en Davos como acto revolucionario. Declaró que “Lenín dijo que el proletariado no debería rehusar ningún medio que facilitara la propagación de sus ideas”.

Pero las ideas principales que Lula y su corte van a compartir con las lumbreras del capital internacional en Suiza no tienen nada que ver el marxismo o la revolución social. Son casi las mismas ideas de costumbre del FMI y las casas bancarias. La labor de Lula consiste en convencer a los inversionistas extranjeros que, a pesar de las dificultades, su gobierno seguirá exprimiéndole a la socavada economía del país los pagos para saldar la deuda de $260 billones, que muchos consideran insostenible.

En anticipación a la reunión, el gobierno de Lula aumentó los tipos de interés 25.5%—su mayor nivel en cuatro años—para mostrarle a los inversionistas extranjeros que tomaría medidas mucho más duras contra la inflación que el gobierno anterior, aún cuando estas medidas resultaran en mayor desempleo y pobreza. El ministro de finanzas, Antonio Palocci, dirigiéndose a un grupo de negociantes en Porto Alegre, declaró que el gobierno tenía toda intención de aumentar la plusvalía que se le resta al presupuesto federal para garantizar el pago de la deuda.

Palocci, ex estudiante y militante izquierdista convertido en economista conservador luego de ser elegido alcalde de la ciudad de Ribeirao Preto, estado de Sao Paolo, no ofreció ninguna disculpa cuando presentó su mensaje de austeridad económica en medio de manifestaciones anti capitalistas ante el Foro Social Mundial. “No puedo dar mensajes diferentes en diferentes lugares”, dijo la noche anterior a su viaje a Davos.

Palocci también declaró que su inquietud principal era aclararle a los inversionistas extranjeros internacionales que Brasil obedecería las condiciones de austeridad requeridas por el convenio acerca del pago de la deuda que el gobierno anterior firmara con el Fondo Monetario Internacional. En otra época, la repudiación de la deuda había sido una de las piedras angulares de la campaña política del PT.

Dirigiéndose a la reunión de Davos, Anne Krueger, primera directora dirigente suplente del FMI, alabó la política económica del gobierno de Lula. “Hasta ahora al gobierno de Brasil le ha ido muy bien”, dijo Krueger, quien ha dirigido los programas económicos que han arrasado con Argentina. “Está manejando las expectativas muy bien y enfoca los problemas de manera responsable”.

Lula se inauguró [como presidente] a principios de año; aproximadamente medio millón de partidarios celebró en Brasilia. Varios elementos de la izquierda pequeño-burguesa en Latinoamérica proclamaron que la investidura del ex obrero metalúrgico y militante sindicalista significa la llegada del primer “gobierno obrero” de la región.

No cabe duda que lo que el enorme voto a favor del PT reflejó fue el deseo de la mayoría de la población por cambios radicales en uno de los países de mayor desigualdad social del mundo. De acuerdo a ciertas estadísticas, el 1% más rico de los brasileños recibe ingresos mayores que el 50% más pobre.

Pero a fin de cuentas, Lula se convirtió en el candidato favorito de los sectores más importantes del capital brasileño y extranjero, precisamente porque el PT había prometido repetidamente que no tenía ninguna intención de poner en práctica semejantes cambios.

En la primera vuelta de las elecciones, el PT tomó medidas extremas para ganarse la confianza de estos sectores: postuló un magnate de textiles—derechista y evangelista—como vicepresidente presidente de Lula, lo cual fue una promesa explícita para cumplir al pie de la letra los convenios que su predecesor había establecido con el FMI; y nombró a un banquero inversionista de Wall Street como jefe del Banco Central del Brasil.

Ernesto Zedillo, ex presidente mejicano que últimamente se ha destacado como vocero de las empresas transnacionales y partidario de la mundialización capitalista, escribió acerca de las actitudes hacia Lula en un artículo reciente de la Revista Forbes:

“Sinceramente creo que - y esto es una paradoja - que el presidente electo comprobará que los mercados escépticos y sus partidarios entusiastas ambos se han equivocado. Y que también va a desilusionar a sus abundantes partidarios populistas por toda Latinoamérica que se sienten compensados por su elección...

“Durante su campaña electoral, y ciertamente desde su elección, da Silva ha mostrado una extraordinaria capacidad para sancionar rápidamente la política a la cual no hace mucho se oponía”. Para Zedillo este es el mejor alabo posible.

Zedillo sostiene que si Lula fracasa en poner en práctica una política de austeridad económica despiadada el valor de moneda del país—el real - disminuirá estrepitosamente aún más y los tipos de interés, que ya andan por las nubes, subirán a la estratosfera. Brasil sufrirá la misma ruina de Argentina, con “bancarrotas por todas partes, niveles de inflación ruinosa y aumentos dramáticos en el desempleo y la pobreza, así como también inquietudes sociales y políticas...En pocas palabras: un infierno”.

Continúa Zedillo: “Pero, para serles sincero, la alternativa no es la gloria del cielo. Para reconstituir la confianza y poner la economía de Brasil sobre el rumbo del progreso...el Sr. da Silva tendrá que poner en práctica una política que será de todo menos popular. Tendrá que reducir a machetazos los gastos del gobierno, aún aquellos que, desde el punto de vista sociopolítico, son muy delicados; aumentar las recaudaciones tributarias; darle al banco central una autonomía más formal y eficaz; y acelerar las reformas estructurales que hagan a la economía más competitiva....Sinceramente, el Sr. da Silva tiene que darle a su país una medicina más amarga que la que el Fondo Monetario Internacional ha recetado”.

Esta es la razón fundamental por la cual a Lula se le ha permitido llegar al poder. Se le ha llamado para que use su prestigio como ex dirigente sindicalista, encarcelado por la dictadura, para llevar a la práctica ataques contra la clase obrera y masas oprimidas más despiadados que los de que los gobiernos derechistas anteriores.

El nuevo gobierno ha convocado el “pacto social”, en el cual participan conjuntamente negociantes y burócratas sindicalistas brasileños para adoptar un programa político para lograr que las fábricas brasileñas sean más competitivas en el mercado mundial. Entre los cambios que se han propuesto: abolición de las leyes que limitan el derecho de los patronos a desahuciar obreros, reducir los salarios y eliminar los beneficios de empleo; reducción de las rentas internas para las empresas; y la “reforma” del sistema de pensiones del país.

Uno de los fundadores de una reunión alternativa al Foro Social Mundial en Porto Alegre lanzó una petición pública a Lula, instándole que no asistiera a la reunión en Suiza. “Lula no debería asistir a este banquete de los culpables de la miseria mundial; no debería añadirle su prestigio a esta fiesta de un grupito de banqueros culpables de crear hambre en África, Asia, América latina y aquí en el mismo Brasil. Lula no debería estar en el otro lado de las trincheras”, escribe Emir Sader, sociólogo brasileño asesor al Movimiento de Trabajadores sin Tierra (MST).

Pero ahí está el señor. No hay palabrerío acerca de la mundialización “compasiva” que pueda tapar la razón por la cual este gobierno se le ha permitido llegar al poder: estrangular la explosión social. Inevitablemente, las crecientes expectativas de las masas de los trabajadores y pobres brasileños entrarán en conflicto violento con la realidad de la política derechista del gobierno del PT.

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