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Las tareas que enfrenta el movimiento contra la guerra
Declaración del Comité de Redacción del
World Socialist Web Site
12 Febrero 2003
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el autor
El mundo es testigo: rara vez se ha perpetrado un crimen tan
descarado como la inminente guerra contra Irak. Por varios meses
el gobierno de los Estados Unidos ha mostrado su determinación
en invadir a esa empobrecida nación, someterla a la conquista
militar y apoderarse de sus campos petrolíferos. Las preparaciones
militares se rigen a un horario estricto. Todo lo demás
las presuntas armas para la destrucción en masa
de Saddam Hussein, cuya existencia nunca se ha comprobado, las
resoluciones y debates del Consejo de Seguridad de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), las inspecciones de armas bajo la
tutela de la misma - todas son propagandas para manipular y engañar
a la opinión pública.
La guerra contra Irak amenaza con llevar a la humanidad a la
catástrofe. El imperialismo estadounidense despiadadamente
agrava todas las tensiones entre las diferentes nacionalidades
y religiones. La conquista de Irak de ninguna manera ha de satisfacer
el apetito de Washington; al contrario, lo engrandecerá.
La guerra contra Irak es el primer salvo de la explosión
militarista que bien puede terminar en conflagración mundial.
Millones de gente expresarán sus inquietudes y oposición
el 15 de febrero (16 en San Francisco). Lo más probable
es que Europa presencie las mayores manifestaciones anti bélicas
de su historia, las cuales muestran que la gran mayoría
de los pueblos mundiales se oponen a la guerra. Apoyamos esas
manifestaciones.
Estas manifestaciones, sin embargo, no cambiarán lo
que Washington ya decidió hace tiempo: lanzar la guerra.
Aunque la cantidad de gente que participe en estas manifestaciones
no tenga paralelo, los planes de guerra proceden inexorablemente.
La opinión pública de los Estados Unidos y del resto
del mundo no le causan la menor impresión a Bush, Cheney,
Rumsfeld y sus compinches.
Esta impermeabilidad no se debe a la fortaleza del gobierno
de Bush. El presidente de los Estados Unidos no le debe su presidencia
a la mayoría democrática, sino al fraude electoral
y el dictamen político de la Corte Suprema. A pesar de
la continua propaganda de la prensa, esta guerra no llena de entusiasmo
al pueblo estadounidense.
Hace una semana, el New York Times publicó un
artículo de Thomas Friedman, partidario vociferante de
la guerra, quien dio a conocer que "la base de apoyo que
existe en los Estados Unidos para este proyecto tan audaz es increíblemente
pequeña". Sigue escribiendo: "Desde septiembre
he viajado por todo el país, y puedo decir, sin el menor
titubeo, que no hubo un sólo público a quien me
dirigí en el que la mayoría favoreciera la guerra
contra Irak".
No obstante, esta amplia oposición a la guerra aún
no encuentra su voz política. El gobierno de Bush puede
ignorar la opinión de la mayoría debido a que la
parálisis del movimiento obrero garantiza que no entrará
en conflicto con la oposición política seria.
En los Estados Unidos no sólo los republicanos apoyan
la guerra. Los dirigentes demócratas, casi sin excepción,
también la respaldan. En Europa, aún aquellos gobiernos
y partidos que ahora rechazan el ataque militar, aceptan la lógica
y legitimidad de los objetivos estadounidenses. Ninguno se atreve
a declarar los verdaderos motivos de la guerra. Hasta el gobierno
alemán, cuya oposición a la invasión militar
ha sido la más fuerte, sostiene la ficción de que
existen las armas para la destrucción en masa de los iraquíes
y, por consiguiente, termina sancionando los objetivos bélicos
de Washington.
A medida que la guerra se acerca, los gobiernos de Europa,
el Oriente Medio y Asia más de acuerdo se ponen y emprenden
el rumbo bélico en conjunto. Alemania, que todavía
rehúsa votar por la resolución a favor de la guerra
del Consejo de Seguridad de la ONU, le ha garantizado a los Estados
Unidos el derecho a volar sobre su espacio y usar las bases militares
de los Estados Unidos en el país. Y Francia, que ya no
se opone a la guerra "como último recurso"; ha
desplegado su único portaviones al Oriente Medio. Luego
de indecisión prolongada, Turquía le ha abierto
sus bases militares a los Estados Unidos.
Protestar contra la guerra no es suficiente. La lucha contra
la guerra requiere una estrategia política conciente y
uniforme.
El movimiento contra la guerra debe transformarse en un poderoso
movimiento político de la clase obrera. Esto requiere un
programa que entienda las causas y las fuerzas que la dan ímpetu
a la guerra. Lo que se requiere ahora no es la unidad a cualquier
precio, sino la claridad política.
¿Cuáles son las causas de la guerra?
La gran mayoría de los críticos saben que la
guerra es por el petróleo. El significado de las reservas
iraquíes, las segundas mayores del mundo, ha sido documentado
ampliamente. El control de estos abastecimientos satisfaría
las exigencias de enérgicas de los Estados Unidos por largo
tiempo. Éste entonces no tendría que depender tanto
de la Arabia Saudita, cuya estabilidad es cada vez más
dudosa. Que el presidente Bush y la mayoría de los administradores
de su gobierno tengan sus raíces en la industria petrolífera
pone en relieve el papel primordial que el petróleo juega
en la campaña bélica de los Estados Unidos.
No obstante, el petróleo representa solamente un aspecto
de la guerra. Los objetivos de los Estados Unidos son mucho más
ambiciosos y de mucho mayor alcance. Lo que los Estados Unidos
quiere es la hegemonía mundial; es decir, la reorganización
política y económica del mundo para defender los
intereses del capitalismo estadounidense.
Esto exige que tanto las naciones débiles y en vías
de desarrollo, tal como Irak como también los rivales imperialistas
de Europa Occidental y el Japón accedan al control estadounidense.
La conquista de Irak le permitiría a los Estados Unidos
dominar a todo el Oriente Medio con la asistencia de Israel. El
dominio de los principales recursos enérgicos del mundo
le daría una gran ventaja contra sus competidores en Europa,
Japón y China.
Tal como lo mostraran los grandes marxistas del Siglo XIX,
el imperialismo no surge simplemente de la avaricia de este o
aquel grupo en el gobierno. Surge de las contradicciones inherentes
en la sociedad capitalista misma. La estructura moderna de la
producción, que organiza y une a miles de millones de personas
en todo el mundo, que los obliga a depender unos de otros, no
puede reconciliarse a un sistema de naciones-estados y relaciones
económicas basadas en la propiedad privada. La incompatibilidad
entre la economía mundial y la nación-estado obliga
a las potencias imperialistas a dividir y redividir el mundo a
la fuerza.
Esta fue la causa fundamental de las dos guerras mundiales
que devastaron grandes sectores de la tierra durante el último
siglo. Alemania, cuyas dinámicas fuerzas productivas el
sistema europeo de naciones-estados sofocó, trató
de reorganizar a Europa dos veces. Y ahora los Estados Unidos
trata de hacer algo mucho más complejo: reorganizar el
mundo entero.
El dilema europeo
La guerra ha dividido a Europa. La "política exterior
común" se ha hecho añicos. Los gobiernos de
la Gran Bretaña, España e Italia, así como
también varios países de la Europa Oriental, se
han declarado a favor de Bush. Pero esta decisión se debe,
en gran parte, a que quieren fortalecer su posición contra
la de Alemania. Por otra parte, Francia y Alemania tratan frenar
a los Estados Unidos con la diplomacia.
Esa linea no tiene nada que ver con la oposición a la
guerra basada en grandes ideales. Ni el gobierno alemán,
ni el francés, cuestionan el derecho de las grandes potencias
de tomar acción contra Irak. Ambos estám de acuerdo
con la resolución 1441 de la ONU, la cual le da un ultimátum
y amenaza a Irak con "graves consecuencias".
Temen que un agarre feroz de parte de Estados Unidos limitaría
sus propios intereses en la región. Al defender esos intereses,
cínicamente juegan con las vidas de cientos de miles de
iraquíes. Si a los Estados Unidos no se le puede frenar,
forjarán una segunda resolución de la ONU para sancionar
la guerra y así no perderán lo que les toca del
tesoro cuando éste se reparta. El presidente francés
Chirac y el Ministro de relaciones exteriores de Alemania se han
referido al tema de igual manera.
Francia y Alemania son viejas potencias imperialistas con sus
propios objetivos mundiales, tal como lo demuestra la reciente
intervención militar francesa en la Costa de Marfil. El
someterse a las órdenes de los Estados Unidos implica renunciar
a toda participación independiente en la política
internacional. Pero si por otra parte resisten, corren el riesgo
de desatar conflictos de consecuencias militares y económicas
incalculables.
La otra cara de la crítica que le hacen a los planes
de guerra de los Estados Unidos es la intensificación de
sus propios rearmes. Para desafiar a Washington, Europa tiene
que ser capaz de la acción militar propia. Los desacuerdos
en cuanto al futuro de Irak son meramente un augurio del conflicto
abierto y directo entre las mismas potencias imperialistas.
Por eso es erróneo ilusionarse con el gobierno francés
o el alemán, tal como varios sectores del movimiento por
la paz indican. Es fútil hacer exhortaciones para "darle
apoyo moral" a Schröder, Fischer o a Chirac cuando batallan
con los Estados Unidos. Es imposible luchar contra los imperialistas
si apoyamos a uno contra el otro.
Y también es erróneo dejar la decisión
acerca de la guerra y la paz a las Naciones Unidas. Que los Estados
Unidos tenga el permiso oficial de la ONU o no para atacar a Irak
de ninguna manera altera la índole imperialista de esta
guerra. Lejos de representar la "comunidad mundial",
la Organización de las Naciones Unidas es instrumento de
las potencias imperialistas, como lo son el Banco Mundial, el
Fondo Monetario Internacional y otras tantas organizaciones internacionales.
Usan a la ONU para obligar a los pueblos del mundo a aceptar sus
dictados.
La crisis de la sociedad estadounidense
Cuando Alemania se fue a guerra en 1914 y 19329, lo hizo para
conquistar nuevas fuentes de materias primas, nuevos mercados
y "mayor espacio para vivir". Pero la guerra también
le permitía escapar la crisis económica interna.
En 1939, a Hitler no le quedaba otra alternativa que hacer guerra.
La moneda y la economía alemanas se desmoronaban, lo que
habría causado un terremoto que su régimen apenas
habría sobrevivido.
Los Estados Unidos se encuentra en situación similar.
La unanimidad que la clase gobernante - incluyendo a los dirigentes
demócratas - ha mostrado al unírsele a Bush expresa
su desesperación política. Necesita la guerra porque
no tiene ninguna solución para los problemas económicos
y sociales que azotan a la sociedad estadounidense.
El colapso de la burbuja especulativa de Wall Street ha revelado
que las bases de la prosperidad de la década del 90 estaban
podridas. Enormes cantidades de valores financieros se desplomaron.
Miles de millones de dólares se invirtieron en transacciones
especulativas que no produjeron ninguna riqueza real. La fantasía
que el valor se podía crear independientemente y aparte
del proceso de producción tuvo un gran efecto sobre la
estructura social y sobre la clase gobernante misma.
Mientras tanto el manejo de las empresas adquiría un
carácter más y más delictivo. Sus transacciones,
cuyo ímpetu venía casi exclusivamente del enriquecimiento
privado de los altos ejecutivos, resultaron ser un saqueo desvergonzado
de la sociedad. Cuantas más riquezas acumulaba un pequeño
sector de "los de arriba" más se estancaban y
deterioraban las condiciones de las otras capas sociales.
La desigualdad social de los Estados Unidos es más evidente
que la de todos los otros países industrializados. El ingreso
anual acumulado de las 13,000 familias más ricas es mayor
que el ingreso total de las 20 millones de familias más
pobres.
Detrás del telón, una lucha clases encarnizada
azota la sociedad estadounidense. Esta lucha no ha podido encontrar
su expresión política abierta, pues ambos partidos
tradicionales - tanto el Partido Demócrata como el Partido
Republicano - defienden sin reservas los intereses de la oligarquía
gobernante.
Grandes sectores del movimiento por la paz ignora los vínculos
entre el afán de Washington por la guerra y la crisis de
la sociedad estadounidense. No obstante, es precisamente este
factor que empuja el peligro de guerra, sino que también
presenta la clave para vencerlo. La única manera de detener
a los fomentadores de guerra es con la movilización de
la clase obrera.
Estrategia política contra la guerra
El análisis histórico y clasista de las causas
e ímpetus de la guerra nos lleva a ciertas conclusiones
fundamentales sin las cuales el movimiento contra la guerra ha
de fracasar.
* Los adversarios de la guerra tienen que dirigirse al pueblo
trabajador, cuya oposición a todo el sistema capitalista
de explotación y al saqueo imperialista es fundamental
y objetiva. Este es el sector que siente a diario, de la manera
más directa, el deterioro del sistema a través del
desempleo, la reducción de los servicios sociales y las
agresiones contra los derechos democráticos. La oposición
a la guerra tiene que vincularse a un programa que se dirige a
temas sociales de gran urgencia: el empleo, la educación
escolar, la salud, la vivienda y la defensa de los derechos democráticos.
* Los aliados de los que se oponen a la guerra en Europa no
son los gobiernos europeos en pugna con el gobierno de Bush, sino
el pueblo trabajador de los Estados Unidos. Toda alianza con los
gobiernos europeos establece una muralla entre el movimiento contra
la guerra y la clase trabajadora de Europa y los Estados Unidos,
pues estos mismos gobiernos por ejemplo, Francia y Alemania
- han desatado ataques bestiales contra los derechos democráticos
y las condiciones sociales.
* El movimiento contra la guerra debe ser internacional. Debe
unir los trabajadores de todos los países, razas y religiones
contra el enemigo común y rechazar todo intento de dividir
a la clase obrera.
* La política del movimiento debe ser independiente.
No puede subordinarse a los partidos que tienen uno o ambos pies
en el campo burgués. Esto incluye no sólo a los
demócratas de los Estados Unidos, sino también los
socialdemócratas, los verdes, el Partido Comunista de Francia
y la Izquierda Democrática de Italia y Alemania. Es necesario
establecer un nuevo partido de la clase obrera basado en un programa
socialista internacional.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional ha
establecido al World Socialist Web Site para establecer
y construir ese partido. La WSWS todos los días analiza
los acontecimientos políticos principales y le facilita
a sus lectores la orientación política. Con sedes
editoriales en cuatro continentes y lectores en casi todos los
países del mundo, la WSWS ofrece la estructura inicial
para el nuevo partido obrero internacional.
Invitamos a todos los participantes en las manifestaciones
del 15 y 16 de febrero que lean la WSWS a diario, se comuniquen
con nuestra junta editorial, distribuyan nuestras declaraciones
y contribuyan sus propios artículos.
¡Comuníquese con el Partido Socialista por la
Igualdad en su región! ¡Únase a nuestro movimiento
internacional y contribuya a que se convierta en la nueva dirigencia
de la clase obrera!
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