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La huelga en Venezuela: anatomía de una provocación respaldada por los Estados Unidos

Por Patrick Martin
24 Enero 2003

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Dirigentes de la alianza derechista que busca tumbar al presidente venezolano Hugo Chávez han dejado de exigir que éste renuncie inmediatamente a cambio de cancelar el paro empresarial que ha durado más de seis semanas.

Representantes de la Coordinadora Democrática también sugirieron que los médicos y los dueños de restaurantes y otros negocios pequeños ya estaban libres para terminar su participación en la llamada huelga general que comenzara el 2 de diciembre. Rafael Alonzo, dirigente de Fedecámaras - cámara de comercio venezolana - declaró que muchos negocios se iban a ir en bancarrota si permanecían cerrados. "Opinamos que la decisión correcta es la que no destruye al sector privado", dijo. Las reaperturas de estos comercios "ahora depende de los individuos".

El impacto que los cierres espóradicos de los patronos que respaldan la campaña anti chavista han tenido sobre la economía venezolana ha sido insignificante, relativamente hablando. Mucho más significante ha sido el cierre de la industria petrolífera debido a la acción de los ejecutivos y gerentes del PDVSA, empresa estatal responsable por la mayoría de las exportaciones de Venezuela, así como también del 50% de los ingresos totales del gobierno.

Funcionarios del PDVSA, quienes en su mayoría fueron nombrados por previos regímenes derechistas hostiles a Chávez, contaban con el apoyo del sindicato que representa a los trabajadores de clase media y a los gerentes de bajo rango. Muchos de los trabajadores proletarios se quedaron en sus empresas trabajando y se mostraron opuestos al cierre.

El gobierno de Chávez de nuevo logró empezar la producción del petróleo, pero con restricciones y a pesar del sabotaje que venía desde arriba. A la vez, los trabajadores de los sectores más bajos comenzaron a reemplazar a los jefes que regían dos de los tres ingenios principales. La producción ha alcanzado el nivel de los 400,000 barriles al día, lo cual es suficiente para satisfacer las necesidades internas del país, pero no para resumir el transporte a gran nivel de exportaciones. Estos esfuerzos han recibido la ayuda suplementaria del transporte temporario de petróleo proveniente de Brasil, Rusia y otros países que se oponen a la campaña, respaldada por los Estados Unidos, para derrocar al presidente venezolano.

Las verdaderas divisiones entre las clases sociales en la "huelga" petrolera fueron revelados claramente en un artículo publicado por el New York Times el 29 de diciembre. Fue de las pocas piezas honestas acerca de los acontecimientos venezolanos que aparecieron en la prensa norteamericana. La corresponsal del Times, Ginger Thompson, visitó el ingenio de PDVSA en Puerto La Cruz y cuenta:

"Casi un mes después de la devastadora huelga nacional venezolana, todos los sistemas ya funcionan casi normalmente esta semana en el ingenio que abastece al sector oriental del país con gasolina. Obreros que trabajan el turno de la noche se enorgullecían enormemente de ser héroes de guerra.

Félix Deliso, quien ha trabajado para la empresa estatal — Petróleos de Venezuela — por doce años, vigilaba una consola llena de botoncitos y pantallas de computadoras que parpadeaban tanto que parecían puente de una nave espacial. El Sr. Deliso vigila 3,000 máquinas y procesos que convierten al petróleo crudo en gasolina. Aunque se graduó de bachillerato, aquí funciona como perito bien capacitado. Considera que su trabajo es tan delicado como desarmar una bomba que puede estallar.

"Con grupos reducidos de trabajadores que laboran muchas horas adicionales, el Sr. Chávez está logrando que la gasolina poco a poco llegue a las gasolineras. Los funcionarios han dicho que, desde principios de la semana pasada, este ingenio ha producido 60,000 barriles de gasolina diarios; o sea, 70% de su capacidad normal y casi una cuarta parte de los 225,000 barriles que el país normalmente consume al día..."

Este ingenio del caluroso Puerto la Cruz se ha convertido en modelo ejemplar que manifiesta el regreso del gobierno. Casi todos los ejecutivos de alto nivel de la fábrica se unieron a la huelga, pero otros funcionarios dijeron que menos del 20% de los operadores, mecánicos y técnicos abandonaron sus empleos. "Ahora estamos más orgullosos que nunca", expresó Wilfredo Bastardo, veterano con diecisiete años en la industria petrolera. "Le hemos mostrado a nuestros supervisores que podemos manejar esta fábrica sin ellos".

Chávez ha despedido 1,000 empleados de PDVSA, gran mayoría de ellos del sector medio y alto. Por largo tiempo la gerencia entrinchada ha usado a la empresa como fondo para los sobornos de la clase gobernante venezolana, y también ha distribuído billones en convenios colectivos favorables a los empresarios. Es la razón por la cual ahora Chavez ha sugerido, con tal de sacudir a la gerencia, que la empresa se divida en dos.

Cuando el refinamiento del petróleo resumió y la "huelga general" fracasó en expandirse más allá de los vencindarios - en su gran mayoría - de la clase alta en el sector este de Caracas, Chávez logró salir del país sin que hubiera peligro de golpe. El 2 de enero viajó a Brasilia para la inauguración del nuevo presidente de Brasil, Luis Ignacio "Lula" da Silva. Una vez e esa ciudad, Chávez criticó severamente la campaña derechista. la acusó de ser en "un esfuerzo para dar un golpe de estado disfrazado de huelga", organizado por "terroristas que tratan de bloquear el petróleo y la distribución de alimentos y que sobotean los ingenios".

Han habido varios esfuerzos para resucitar la campaña anti chavista. El 3 de enero, dos hombres fueron muertos a balazos en las calles de la capital durante una confrontación entre grupos pro y anti chavistas. La prensa venezolana, controlada totalmente por la derecha, criticó a los homicidios como horrible acto represivo del gobierno. Pero luego resultó que ambas víctimas habían sido partidarios de Chávez. Una había sido guardia de seguridad en el Ministerio de Educación; la otra un pobre vendedor callejero, padre de dos hijos.

El 8 de enero, a medida que muchos negocios comenzaban a abrir sus puertas, el Coordinadora Democrática anunció que los trabajadores de los bancos habían llamado a una huelga de 48 horas para darle fuerza a las manifestaciones contra Chávez. Pero solamente un sindicato, que representa el 30% de los trabajadores de bancos, apoyó la acción. El resto de las organizaciones de los trabajadores de bancos se opuso al paro, que en realidad había sido impuesto por la gerencia principal de los bancos mismos, inclusive por instituciones banqueras como Citibank, de los Estados Unidos.

En vez de fortalecer la campaña derechista, la huelga de los bancos la socavó, pues le negó a los comercios pequeños y a varios sectores de la clase media acceso a sus fondos. Además, casi no tuvo impacto en los barrios, donde el dinero en efectivo forma la base de la economía.

El papel de los Estados Unidos

Durante las dos etapas de la campaña contra Chávez - es decir, durante su apogeo y su caída — el gobierno de los Estados Unidos ha jugado un papel decisivo. La Coordinadora Democrática anunció que iba a reducir la "huelga general" justamente después que los funcionarios estadounidenses se mostraron inquietos ante el prolongado cierre de la industria petrolífera venezolana, la cual provee el mercado estadounidense con 1.3 millones de barriles diarios.

Durante el año pasado, el gobierno de Bush dos veces ha respaldado la campaña contra Chávez. Durante el golpe de estado de abril, el gobierno estadounidense fue el único del hemisferio occidental que apoyó el derrocamiento de un funcionario electo y su reemplazo con una junta militar. El nuevo jefe de estado, Pedro Carmona, presidente de la cámara de comercio de Venezuela, anunció con gran rapidez la disolución de la Asamblea Nacional y trató de gobernar por medio de decretos. Ante levantamientos populares contra el golpe de estado, los militares, en tan sólo 48 horas, regresaron a Chávez al poder.

Sus adversarios derechistas, sin embargo, adquierieron nuevos poderes y el 2 de diciembre lanzaron una huelga de patronos. Las prensas estadounidense y venezolana pintaron la acción como si hubiera sido huelga, pero esto fue una mentira que adquirió veracidad solamente con el apoyo de la conferación sindicalista de CTV, que es derechista. En realidad, la CTV consiste de un grupo de dirigentes sindicalistas títeres financiados por la AFL-CIO (Federación Laborista Estadounidense-Congreso de Sindicatos Industriales) y el Ministerio de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos.

El 13 de diciembre, el gobierno de Bush otra vez expresó su apoyo por la acción en violación de la constitución venezolana; Ari Fleischer, secretario de prensa, declaró que la Casa Blanca respaldaba elecciones nuevas aunque el plazo de Chávez no terminara hasta el 2006. Tres días después, el gobierno de Bush se fue en retaguardia: abogó, sin ser muy específico, para que la crisis venezolana se resolviera por medio de una "solución electoral". También dejó de exigir, tal como la derecha ferozmente quería, que Chávez renunciara.

Varias inquietudes relacionadas a la política exterior ocasionaron este cauteloso enfoque. Los Estados Unidos ya se había alistado para respaldar el cierre de la industria petrolífera que la oposición había exigido si resultaba en la rápida caída de Chávez. Pero una vez que el gobierno venezolano, al reanudar la producción y recibir importaciones de emergencia, logró mitigar la urgente crisis de abastecimientos, el mayor efecto del cierre resultó ser sobre el mercado petrolífero de los Estados Unidos, donde los precios comenzaron a subir rápidamente a medida que los abastecimientos se reducían. La pérdida de los abastecimientos venezolanos durante un período prolongado tendría un impacto adverso sobre los mercados de petróliders, ya en situación peligrosa debido a la guerra inminente de los Estados Unidos contra Irak.

Como con el caso de Corea del Norte, el gobierno de Bush busca evitar un conflicto político con Venezuela que lo distraería de su enfoque principal: la guerra contra Irak. Además, con la intervención de productores de petróleo de Brasil, Ecuador y de otros países latinoamericanos para ofrecerle abastecimientos de emergencia a Venezuela, la campaña anti chavista amenaza con convertirse en crisis mucho mayor para los Estados Unidos en cuanto a sus relaciones con el resto del continente.

Chávez y los militares

Esta retirada de ninguna manera significa que Los Estados Unidos se ha dado por vencido en fomentar otro golpe de estado derechista en Venezuela. Pero al darse con el fracaso rotundo de la oposición en movilizar al público contra el régimen de Chávez, la Casa Blanca y el Ministerio del Exterior han de volver a su preferencia favorita: conspirar entre los bastidores con sectores de las fuerzas armadas.

Durante todo este período, una lucha subterránea se ha entablado para obtener el apoyo de la policía y los militares. Más de 100 oficiales superiores fueron retirados de sus mandos y forzados a jubilarse luego de intentarse el golpe de estado, que aún con el respaldo de los Estados Unidos fracasara el abril pasado. Y ninguna unidad militar se ha amotinado durante la crisis actual, a pesar de las súplicas de la Coordinadora Democrática para que haya otro golpe contra Chávez.

Sin embargo, Alfonso Peña, alcalde de Caracas, ha movilizado la policía de la ciudad. Peña es de las figuras de la Coordinadora Democrática que más se ha destacado en la lucha contra los manifestantes pro chavistas. Luego de los homicidios del 3 de enero, que la policía de Caracas perpetrara o permitiera, soldados leales a Chávez allanaron el cuartel general de la policía para confiscar las armas pesadas, inclusive ametralladoras ligeras y escopetas. Dejaron a la policía solamente con armas portátiles de cinturón.

Chávez, ex paracaidista quien en 1992 dirigiera un golpe de estado fracasado contra el gobierno derechista, ha buscado la manera de balancearse políticamente entre el apoyo popular que le dan los pobres y los oprimidos y sus seguidores en las fuerzas militares. Fue elegido con una gran mayoría en 1998 y reelegido en 2000. Sus campañas se han basado en la demagogia populista y han presentado a los militares como instrumento del pueblo para poner en práctica reformas sociales, inclusive el desarrollo de la infraestructura socio-económica del país.

Chávez no es socialista; es un nacionalista venezolano y partidario del capitalismo cuyo programa reformista lo ha obligado a entrar en conflicto con los privilegios entrinchados de la élite socio-económica del país.

Un observador estadounidense de los ámbitos políticos ha descrito muy bien el odio que estos elementos sienten hacia Chávez: "...gran parte del odio a Chávez viene de una profunda antipatía clasista. Hijo de maestros de pueblito, Chávez es mestizo y bien fornido. Tiene la cara ancha, regordeta. Sus manos densas y compactas. Es el tipo de hombre que la clase alta venezolana espera ver cargando concreto en los alrededores de la construcción de un edificio o manejando un autobús, no gobernando al país. Muchos hasta rehusan sentarse en la misma sala con Chávez o debatir con él los detalles de la política macroeconómica o la distribución de los escasos fondos del estado". (Barry C. Lynn, ex corresponsal de Agence France-Presse en Venezuela. Hemos citado parte de un artículo que aparece en el último ejemplar de la revista, Mother Jones.)

La corrupta prensa estadounidense

La prensa estadounidense ha jugado un papel verdaderamente nauseante y criminal en los acontecimientos venezolanos. El Washington Post, el New York Times, el Los Angeles Times, y la Prensa Asociada todos cuentan con corresponsales en Caracas que pueden ver con sus propios ojos las divisiones sociales que forman la base de la campaña derechista contra Chávez. Pero todos han reportado la "huelga general" como si fuera una sublevación popular desde abajo contra el régimen, no como lo que verdaderamente es: la movilización de las clases altas de la sociedad venezolana.

Igual que en los Estados Unidos, la prensa de Venezuela está monopolizada por un grupito de familias ricas. Gustavo Cisneros, quien se dice es el hombre más rico del país con una fortuna de $5.3 billones, es magnate de la prensa y, como a de esperarse, anti chavista prominente.

Y en efecto, la semana pasada el New York Times empleó como corresponsal a Francisco Toro, representante de la oposición y economista analista a servicio de la empresa Veneconomía. Toro renunció su cargo con el Times luego que rehusara clausurar su web site anti chavista. Su carta de renuncia al editor del Times, Patrick J. Lyons, da a reconocer que le inquieta el "conflicto de interés" relacionado a su "estilo de vida, que está vinculado a su activismo oposicionista".

Sectores de la prensa de extrema derecha en los Estados Unidos continúan abogando por un ataque total contra el régimen de Chávez. El 8 de enero, National Review, revista de gran influencia en la ultra derecha, publicó un informe en el internet que acusa a Chávez de haberle dado fondos al régimen de los talibanes en Afganistán, luego de los ataques del 11 de septiembre en los Estados Unidos, con la intención de ayudar a Al Qaeda. Este informe le hace eco a otro, también falso, publicado por el Chicago Tribune durante el fracasado golpe de estado de abril. Este informe, que eventualmente fue retractado, decía que Chavez había hablado favorablemente de Osama bin Laden.

El peligro de una toma de poder derechista y fascista en Venezuela está lejos de acabarse. Puede que la industria petrolífera no se recupere por varios meses de la interrupción actual. Las pérdidas que los ingresos nacionales y la producción económica han sufrido ya son severas. Un pronosticador advirtió esta semana que la economía venezolana podría contraerse un 40% durante el primer trimestre y 9% por todo el año.

Chávez ha mezclado la demagogia populista con reformas sociales modestas. Ni la una ni las otras puede adelantar significativamente los intereses sociales de las masas de los trabajadores y campesinos venezolanos. Ni siquiera podrá retardar indefinidamente la subversión y la violencia que los Estados Unidos respalda. La oposición implacable de la clase gobernante venezolana y el imperialismo estadounidense sólo pueden vencerse con la movilización de la clase obrera - en Venezuela, Latinoamérica y en el mismo Estados Unidos - en base al programa común del socialismo internacional.

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