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Los temas históricos de la guerra de los Estados Unidos
contra Irak
Por Nick Beams
3 Abril 2003
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el autor
El texto que sigue fue un discurso pronunciado por Nick,
Secretario Nacional del Partido Socialista por la Igualdad de
Australia y miembro del Comité de Redacción de la
WSWS, durante conferencias públicas celebradas en Sydney
y Melbourne la semana pasada.
El ataque bestial de los Estados Unidos contra Irak es evidentemente
uno de los momentos cumbres de la historia mundial. Este acto
dejará a cientos de millones de personas en todos los rincones
del mundo, inclusive en los Estados Unidos, repugnados y horripilados.
Millones ya han expresado su oposición a esta explosión
de violencia imperialista, y han captado, muy correctamente, que
no sólo es el futuro de Irak que está en peligro,
sino el de todo el mundo.
Ha amanecido una nueva era. O quizás sería mejor
ponerlo de otra manera: las tendencias inherentes del capitalismo
mundial, que dieron lugar a dos guerras mundiales, al colonialismo
y la violencia imperialista, al fascismo y al militarismo, han
reventado y de nuevo han salido a la superficie de la política
mundial.
Hace casi un siglo que la gran revolucionaria, Rosa Luxemburg,
definió al barbarismo y al socialismo como los temas más
importante del día. Por mucho tiempo pareció que
esas palabras, escritas mientras la Primera Guerra Mundial se
desplegaba, pertenecían a una época histórica
del pasado. Pero ahora la nueva generación debe definir
su oposición a medida que se da cara a cara con los mismos
temas que llevaron a millones de gente a comprometer sus vidas
a la lucha por el futuro socialista de la humanidad.
Dentro del movimiento contra la guerra, la revelación
de las mentiras y los engaños de las potencias imperialistaslos
documentos falsificados, el ciclo perenne de acusasiones falsas,
la hipocresía y los criterios morales que se aplican desigualmentehan
conducido a muchos a buscar las razones verdaderas de la guerra.
Por consiguiente, existe la sensación, bastante generalizada,
que la razón principal de esta guerra es que los Estados
Unidos busca controlar y adquirir el petróleo.
La cantidad [de petróleo] es considerable. Aproximadamente
uno de cada tres barriles de reservas de petróleo se encuentra
bajo el suelo de dos países: Arabia Saudita, con 259 billones
de barriles en reserva comprobados; e Irak, con 112 billones.
Las reservas iraquíes de hecho podrían ser aún
mayores, y ciertos cálculos las ponen en 432 billones barriles.
Mucho antes de los acontecimientos del 11 de septiembre, elementos
claves de la clase gobernante de los Estados Unidos dejaron bien
claro que el control del petróleo en el Oriente Medio tenía
que ver mucho con Irak.
En abril, 2001, el Instituto para la Política Pública,
de James A. Baker, le presentó al gobierno de Bush un informe
sobre la seguridad energética. Baker anteriormente
había sido Ministro de Relaciones Exteriores bajo el gobierno
de Bush Padre y había jugado un papel importantísimo
en la organización de la lucha por el poder que llegó
a su apogeo cuando la Corte Suprema instaló a Bush Hijo
en la Casa Blanca. El informe, que había sido comisionado
por el Vicepresidente Cheney, declaraba: Irak todavía
representa una fuerza desestabilizadora no sólo para los
aliados de los Estados Unidos en el Oriente Medio, sino también
parea el orden regional y mundial y al abastecimiento de petróleo
que el Oriente Medio le proporciona a los mercados internacionales...
Los Estados Unidos debería inmediatamente reexaminar su
política hacia Irak, inclusive desde el punto de vista
crítico militar, energético, político y diplomático.
Ya para 1998 elementos claves del gobierno de Bush, que estaba
a punto de asumir las riendas del gobierno, habían abogado
por asegurar un cambio de régimen, insignia
que se convirtiera en la piedra angular de la política
de los Estados Unidos hacia Irak.
El problema del petróleo, sin embargo, va mucho más
allá del control de los recursos iraquíes, lo cual,
en sí, no se puede menospreciar. Pero está vinculado
a un problema mucho más amplio: el esfuerzo de los Estados
Unidos para asegurar la hegemonía mundial, rehacer al mundo
para beneficio de sus propios intereses y sobretodo prevenir que
sus rivales europeos y asiáticos le sean un obstáculo.
Como tal expresara el profesor estadounidense, Michael Klare,
autor del libro Guerras por los recursos: El dominio
de Irak significa que el petróleo es más bien poder
que combustible. Control del Golfo Pérsico significa control
sobre Europa, Japón y China. Somos nosotros los que apretaremos
el grifo. (Citado por Robert Dreyfuss en el artículo,
La picazón de treinta años, en la revista
Mother Jones, publicada en Marzo/Abril, 2003)
Un estudio de la historia después de la Segunda Guerra
Mundial indica que el control del petróleo del Oriente
Medio siempre ha sido tema central de la política exterior
de los Estados Unidos; elemento con consecuencias políticas
de gran alcance.
Luego de la guerra, los estados Unidos laboró para cimentar
sus relaciones con el régimen saudita y trató de
establecer regímenes clientes en la región. En 1953,
la CIA intervino en Irán para derrocar el gobierno nacionalista
de Mossadegh. Durante la década del 60, los Estados Unidos
respaldó a Saddam Hussein y a otros elementos del Partido
Ba'ath cuando estos atacaron al Partido Comunista y a otras fuerzas
izquierdistas. Durante la década del 70, cuando los precios
del petróleo cuadruplicaron, Henry Kissinger, Ministro
de Relaciones Exteriores en esa época, consideró
la posibilidad de los Estados Unidos apoderarse de los campos
petrolíferos del Oriente Medio.
James Askins, ex diplomático estadounidense, recientemente
ha recordado que, cuando era embajador en la Arabia Saudita, un
artículo apareció en las páginas de la revista
Harper con el título , Apoderándose
del petróleo árabe. Escritos similares
comenzaron a aparecer por doquier. Askins dijo por televisión
que toda persona que propusiera semejante conducta era loco, criminal,
o agente de la Unión Soviética. Resultó que
la información para el fondo histórico del artículo
había sido diseminada por el ministro de Relaciones Exteriores,
Henry Kissinger.
Luego del derrocamiento del shah de Irán en 1979, los
Estados Unidos apresuró las preparaciones para la intervención
militar directa. Como declarara el presidente Carter en su discurso
sobre el Estado de la Nación en febrero de 1980: Quiero
que nuestra postura quede absolutamente clara: todo esfuerzo de
una fuerza extranjera por apoderarse de la región del Golfo
será considerado agresión contra los intereses vitales
de los Estados Unidos de América. Dicha agresión
será repulsada como sea necesario, inclusive con la fuerza
militar.
Carter estableció la Fuerza de Rápido Despliegue
[Rapid Deployment Force], la cual podía rápidamente
enviar varios miles de tropas estadounidenses al Oriente Medio.
Durante toda la década del 80, el gobierno de Reagan presionó
a los países de la región para que éstos
permitieran el acceso a bases e instalaciones de apoyo. Pero no
se pudo establecer ninguna base permanente hasta la Guerra del
Golfo Pérsico del 1991. La imposición de zonas de
no vuelo sobre Irak después de la guerra fue una
manera de lograr que la presencia militar estadounidense fuese
permanente.
Pero entonces sucedió el 11 de septiembre y la guerra
en Afganistán comenzó. ¿Resultado? La intensificación
del militarismo estadounidense y el establecimiento de bases militares
en regiones que sólo existían en los sueños
de los planificadores.
El presupuesto de la defensa ahora llega a $400 billones. Se
calcula que aproximadamente $60 billones son para apoyar las fuerzas
estadounidenses en los alrededores del Golfo Pérsico. Los
Estados Unidos actualmente tiene un archipiélago de bases
e instalaciones que se extienden desde el Golfo y el Cuerno de
África hasta Diego García en el Océano Indio
y bases en las repúblicas de Uzbekistán y Kirguizistán,
que antiguamente habían sido repúblicas soviéticas
en el Asia Central. Este es el eslabón asiático
de una cadena de bases e instalaciones estadounidenses que comienzan
en el Mediterráneo y el Mar Rojo y llegan al mismo interior
del Asia.
El nuevo imperio estadounidense
Irak será elemento clave del nuevo imperio estadounidense.
Será gobernado por procónsules de los Estados Unidos,
cuyas bases ahí se establecerán. Pero eso no va
a parar ahí. Figuras importantes del gobierno de Bush abiertamente
expresan que el Oriente Medio entero tiene que reorganizarse.
Según Richard Perle, presidente de la Junta para los
Programas de Defensa, comité asesor de mucha influencia
en el Pentágono, los Estados Unidos podría enviarle
un corto mensaje de dos palabras a las otras naciones de la región:
Ustedes siguen.
Partidarios de la campaña bélica de los Estados
Unidos sostienen que la oposición de las potencias europeas
y de Rusia se basa en sus propios intereses petrolíferos.
De acuerdo a Michael Baume, ex miembro liberal del parlamento
británico, Las razones comerciales de Francia y Rusiasobretodo
las que se basan en el petróleo para mantener a Hussein
en el poderson mucho más poderosas que las ansias
de los Estados Unidos, que también se basan en el petróleo,
para reemplazarlo, sobretodo después de los esfuerzos de
los EE.UU. para reducir intencionalmente su dependencia del petróleo
del Oriente Medio, que constituye 25% de lo que usa. Los Estados
Unidos depende mucho menos del petróleo iraquí que
Europa, especialmente Francia y Alemania... El señor
Baume escribió estas palabras en la revista, Financial
Review, publicada el 24 de febrero.
Ahora bien. Es verdad que los Estados Unidos ha tratado de
diversificar sus fuentes petrolíferas. Y que Europa y Japón
dependen del petróleo que exportan el Oriente Medio es
un hecho verídico. Pero ese es exactamente el punto: quien
domine el Golfo tendrá control de los abastecimientos de
petróleo y por décadas tendrá la ventaja
sobre el resto del mundo.
Este tema tiene que ver con varios dilemas económicos
de importancia primordial. Según aquellos que sostienen
que el petróleo no es lo que estimula a los Estados Unidos,
no importa quien controle los abastecimientos de petróleo.
Lo que sí importa es el precio del mercado. Supongamos
que debatiéramos el punto y luego afirmáramos lo
siguiente: la moneda en que la factura [del petróleo] se
hace todavía tendría suma importancia.
Y aquí llegamos a un punto crucial de la política
exterior de los Estados Unidos: la situación de su economía.
Una enorme transformación ha tomado lugar durante los últimos
20 años. A principios de la década del 80, los Estados
Unidos, aunque sufriera cierto deterioro económico relativo
a sus rivales en Europa y Asia, todavía era la mayor nación
acreedora del mundo, fuente de la mayor porción del capital
internacional.
Pero hoy día los Estados Unidos es la mayor nación
deudora del mundo. Para mantener el déficit en la balanza
de pagos, que anulamente llega al 5% del Producto Nacional Bruto,
se requiere un ingreso de capital de por lo menos $1.5 billones
al día. La deuda externa del país actualmente llega
a los $2.8 trillones, lo cual es mayor que el 25% del PNB. Si
la trayectoria sigue igual, aumentará a más del
50% del PNB para fines de década.
¿Cómo puede continuar semejante situación?
La capacidad de los Estados Unidos para acumular deudas tan enormes
depende de la posición del dólar en el sistema económico
internacional.
El dólar es la moneda internacional de mayor importancia.
Abarca más del 73% de las reservas de moneda. Todos los
países necesitan reservas de dólares para financiar
las negociaciones internacionales y por lo tanto invierten en
los activos del país.
Pero, ¿qué si el euro pudiera funcionar como
la moneda de reserva internacional, sobretodo en una situación
en la que el valor del dólar comienza a disminuir? Esto
causaría un enorme egreso de dólares hacia el euro
y los Estados Unidos quedaría atrapado en tremenda tormenta
económica.
¿Qué podría causar semejante cambio? Hay
varias posibilidades. Pero lo cierto es que que el cambio sería
radical si los países productores de petróleo comienzan
a exigir pagos en euros en vez de dólares. Se ha llegado
a insinuar que el ímpetu del ataque contra Irak lo causó
la decisión, en noviembre, 2000, de exigir que los pagos
por su petróleo se hicieran en euros en vez de dólares.
La rivalidad entre los Estados Unidos y Europa
El conflicto entre los Estados Unidos y sus rivales europeos
ha estado supurando durante toda una década, desde mucho
antes de los ataques del 11 de septiembre y la campaña
para cambiar el régimen de Irak.
A medida que los planes para una moneda única se ponían
en marcha, el ex canciller alemán, Helmut Schmidt, advirtió
lo siguiente: Los Estados Unidos todavía no comprende
el significado del euro, pero cuando lo entienda el conflicto
será monumental...la situación mundial cambiará
de tal manera que los Estados Unidos ya no podrá dictar
las órdenes (Ver El nuevo intervencionismo
de Washington: la hegemonía estadounidense y las rivalidades
entre los imperialistas, artículo de David N. Gibbs,
en la revista Monthly Review de septiembre, 2001).
Esta opinión la comparten otros. En un artículo
publicado en Foreign Affairs, revista de mucha influencia
, en noviembre, 1997, Martin Feldstein, ex jefe del Consejo
Presidencial de Asesores Economistas, comentó que la integración
monetaria europea podría cambiar el carácter
político de Europa de varias maneras que podrían
resultar en ... conflictos con los Estados Unidos. La integración
monetaria europea podría rehacer al mundo muy diferente
pero no necesariamente más seguro.
La Estrategia para la Seguridad Nacional, que Bush iniciara
en septiembre, 2002, y que se basa en la guerra preventiva, deja
bien claro que el objetivo de la política exterior de los
Estados Unidos consiste en prevenir que aparezca una potencia
única o un grupo de potencias que desafíe su superioridad.
El documento fue producto de la asesora principal del Bush
en cuanto a la seguridad nacional, Condolezza Rice. En un artículo
escrito para la revista Foreign Affairs, la Sra. Rice notó
que a los Estados Unidos le era muy difícil definir sus
intereses nacionales debido a la ausencia de la Unión
Soviética.
En enero, 2002, la revista New Yorker publicó
una entrevista con ella donde se le preguntó si todavía
ese era el caso.
Enseguida contestó: Creo que las dificultades
para definir nuestro papel ya han pasado. Pienso que el 11 de
septiembre fue de esos terremotos que clarifican y enfocan. Los
acontecimientos se ven ahora más claramente.
Rice reveló que, luego del ataque del 11 de septiembre,
convocó al personal de mayor antigüedad del Consejo
para la Seguridad Nacional para preguntarles como se le
podría sacar ventaja a estas oportunidades para alterar
la doctrina estadounidense y el resto del mundo fundamentalmente.
Fue un período, dice Rice, parecido al de 1945-47, cuando
se desarrolló la doctrina de la Guerra Fría. Después
del 11 de septiembre, los platos tectónicos de la política
internacional comenzaron a moverse y es importante tratar
de aprovecharse de la oportunidad para colocar los intereses y
las instituciones estadounidenses en buena posición antes
que [los platos tectónicos] se pongan rígidos de
nuevo. ( New Yorker, 4 Enero 2002).
Si dejamos a un lado todas las dudas que que todavía
quedan referentes a lo que las fuerzas de seguridad de los Estados
Unidos sabían acerca del 11de septiembre, esta observación
deja claro que en los ámbitos internos de la clase gobernante
del país el ataque terrorista fue la oportunidad indicada
para avanzar un plan bien definido que reorganizara al mundo según
los intereses de los Estados Unidos.
¿Cuál es el objetivo de la reorganización
del mundo? Bueno, no es nada secreto; de ello se habla abiertamente.
La organización del imperio estadounidense no es nada menos
que la orden del día.
Permítanme citarles un documento presentado por Richard
Haas, actualmente Director de la Planificación de Programas
Políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores, ante
una conferencia llevada a cabo el 11 de noviembre, 2000. El documento
se titulaba Los Estados Unidos Imperial.
La cuestión fundamental a la cual se enfrentaba la política
exterior de los Estados Unidos, según Haas, era como usar
su poder sobrante y las muchas ventajas considerables que esta
preponderancia le confería al país.
Haas sostuvo que era necesario repensar de nuevo el papel de
los Estados Unidos y cambiarlo de estado-nación a potencia
imperial. Escribió que (la) política exterior
imperial no ha de confundirse con el imperialismo. Eso era
algo que pertenecía al pasado. Abogar por una política
exterior imperial significa abogar por una política exterior
que trata de organizar al mundo por medio de ciertos principios
que afectan las relaciones entre las naciones y la situación
interior de ellos. El papel de los Estados Unidos sería
como el de la Gran Bretaña del Siglo XIX.
Ahora bien, como todo estudiante de la historia sabe, el imperio
británico del Siglo XIX se basaba en la supremacía
preponderante de la economía británica. Cuando los
otros países capitalistas comenzaron a progresar y a desarrollarseAlemania,
Japón, Italia y los Estados Unidosy comenzaron a
exigir su lugar en el sol, los conflictos entre las
grandes potencias y la lucha que entablaron para establecerse
como poderes mundiales inevitablemente condujeron a la guerra
mundial. El esfuerzo de los Estados Unidos para reorganizar al
mundo no será menos sangriento, pues se encontrará
cara a cara con potencias capitalistas completamente desarrolladas
que tienen su propia programática e intereses, los cuales
de ninguna manera coinciden con los de los Estados Unidos y con
los cuales muchas veces entran en conflicto.
Ese es el significado del conflicto en el Consejo para la Seguridad
Nacional en cuanto a Irak. No es que Francia, Alemania y las otras
potencias que se oponen a la acción militar estadounidense
no estén de acuerdo con intervenciones militares para derrocar
a regímenes, o que les intranquiliza el sufrimiento del
pueblo iraquí. Sus inquietudes vienen de lo que la invasión
estadounidense de Irak significa para las relaciones futuras entre
las potencias principales. Ellos bien saben que los planes no
terminan con Irak, que éste es sólo el comienzo.
Para no desperdiciar palabras, lo que vemos en la guerra contra
Irak son los intereses conflictivos de las potencias capitalistas
principales que, más temprano que después, conducirán
a una tercera guerra mundial imperialista.
La lucha contra la guerra imperialista
¿Cómo se puede prevenir semejante catástrofe?
¿Qué camino puede abrirle paso al futuro de la humanidad?
La lucha contra la guerra por obligación hace que estos
temas incandescentes salgan a la luz del día. Sólo
si estudiamos y analizamos la situación actual desde el
punto de vista histórico podremos encontrar las respuestas
a estas importantes interrogativas. Para encontrar la salida de
este callejón tenemos que comprender como fue que entramos
en él.
No es posible repasar toda la historia del Siglo XX en el poco
tiempo que nos queda aquí hoy. Pero podemos analizar la
evolución fundamental con el estudio de las luchas políticas
y teóricas del movimiento marxista puesto que en ellas
se encuentran, de manera concentrada, todas las cuestiones históricas
centrales.
La explosión de la Primera Guerra Mundial, que los marxistas
habían anticipado por largo tiempo, resultó en una
profunda escisión en el movimiento socialista. La mayoría
de los dirigentes de la Segunda Internacional, quienes previamente
habían advertido acerca del comienzo de la guerra y llamado
a la lucha unificada de la clase obrera internacional en contra,
apoyaron a sus respectivas clases gobernantes.
El internacionalismo, según expresara su líder
teórico, Karl Kautsky, sólo se puede practicar durante
épocas de paz, no durante guerra, que es cuando la clase
obrera internacional participa en la defensa internacional.
La defensa de la perspectiva del internacionalismo socialista
quedó en manos de varios revolucionarios, quienes insistieron
que la guerra no era nada accidental, ni tampoco una aberración,
sino la expresión violenta de las contradicciones orgánicas
e irresolubles del sistema capitalista.
Trotsky explicó que, a fin de cuentas, era la rebelión
de las fuerzas productivas, que se esparcían internacionalmente,
contra el sistema de estados-naciones dentro de las cuales hasta
ese momento se habían desarrollado.
Cada potencia capitalista quiso resolver esta contradicción
tratando de trasformarse de gran potencia en potencia mundial,
tratando de establecer su hegemonía mundial. Pero este
esfuerzo sólo logró que las potencias imperialistas
chocaran unas contra otras, lo cual inevitablemente los llevó
a la guerra.
La economía mundial, explicó Trotsky, tenía
que reorganizarse, pero desde ese punto en adelante las fuerzas
productivas sólo podía desarrollarse armoniosamente
derrocando el sistema de ganancias y estableciendo una economía
socialista. Ahí la base objetiva de la revolución
socialista, que anunciara su llegada al comenzar la guerra.
Lenín insistió que era imprescindible convertir
a la guerra imperialista en guerra civil. Es decir, la clase obrera
tenía que iniciar la lucha por la revolución socialista.
Lenín desarrolló su análisis sobretodo en
la lucha contra Kautsky.
En misma víspera de guerra, Kautsky publicó un
artículo en el que sostenía que el militarismo y
la guerra no resultaban inevitablemente del sistema capitalista,
sino de las decisiones políticas de los varios gobiernos.
La insinuación era que [el militarismo y la guerra] podían
evitarse dentro del marco del sistema capitalista.
Los graves conflictos entre las potencias capitalistas, escribió
Kautsky, resultaron en la tremenda competencia por armamentos
que finalmente terminaron en la prolongada guerra que se había
pronosticado. ¿Es esta fase del imperialismo necesaria
para la existencia continua del capitalismo? ¿Desaparecerá
sólo cuando desaparezca el mismo capitalismo? La economía
no obliga a nadie a continuar la gran competencia en la fábrica
de productos de armamentos después que termine la guerra
actual. En el mejor de los casos, esta continuación serviría
solamente los intereses de varios grupos capitalistas. Al contrario,
la industria capitalista se ve amenazada por los conflictos entre
los varios gobiernos. Todo capitalista de amplia visión
ha de gritarle a sus socios: ¡Capitalistas del mundo,
uníos!
En otras palabras, para Kautsky no existía ninguna necesidad
objetiva para que la guerra imperialista surgiera de la economía
capitalista misma. Por lo tanto, seguía que, aún
cuando la guerra terminara, el derrocamiento del capitalismo no
era históricamente necesario. Era posible que las potencias
capitalistas se reunieran, resolvieran sus diferencias, e iniciaran
una época de desarrollo pacífico en la cual entrarían
se pondrían de acuerdo para dividir al mundo entre sí.
Al refutar a Kautsky, Lenín insistió en que las
varias alianzas ultra imperialistas y entre los imperialistas
mismos, o que la coalición de un grupo de potencias imperialistas
contra otray hasta una alianza generalno eran más
que una tregua durante períodos entre guerras. Las
alianzas pacíficas, escribió, preparan
el campo para las guerras; y éstas mismas alianzas a su
vez son secuelas de las guerras. Las unas preparan a las otras.
Así se producen luchas pacíficas y bélicas
intermitentes sobre la misma base: los vínculos y relaciones
imperialistas con la economía y la política internacionales.
¿Por qué eran todas las alianzas temporales y
meras preparaciones para nuevas guerras? Lenín explicó
que la razón se arraiga en la índole del mismo capitalismo,
que no evoluciona en forma pareja, sino desniveladamente.
Por consiguiente, debido a que el desarrollo de las diferentes
economías capitalistas no es parejo, cualquier alianza
que se establezca durante cierto momento inevitablemente se quebrará
en otro. Después de todo, hace 50 años que Alemania
era un país miserable comparado a la Gran Bretaña,
pero ahora era la economía central de Europa.
La Primera guerra Mundial fracasó en resolver los conflictos
y rivalidades que la habían causado y que reventaron tan
sólo dos décadas después.
El orden post-bélico
Sin embargo, la segunda época post-bélica del
Siglo XX asumió un carácter muy diferente al de
la primera. En base al dominio económico y militar de los
Estados Unidos, cierto tipo de alianza ultra imperialista se estableció
según la visión de Kautsky.
La estructura política por medio de la cual los conflictos
entre las potencias capitalistas podían frenar y regularse
se estableció con la Guerra Fría. La lucha
internacional contra el comunismo facilitó
el cemento político e ideológico que vinculó
a las potencias capitalistas principales.
Un elemento político importante del orden post bélico
fue la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuyo
significado no era su papel independiente, sino la ideología
que la rodeaba.
Era en realidad la encarnación de la promesa de las
potencias capitalistas principales que, luego de haber obligado
a la humanidad a sufrir tres décadas de masacres sin precedente,
se establecería un nuevo orden de paz y prosperidad. Por
lo tanto, la guerra sería declarada ilegal para conducir
la política exterior.
El fin del orden post bélico
El hecho que esta doctrina ha naufragado tiene vastas insinuaciones
históricas. Significa que las relaciones internacionales
han regresado a su estado anterior durante las primeras décadas
del Siglo XX.
Las bases económicas de la era post bélica se
arraigaban en la expansión de los mejores métodos
de producción estadounidensesla producción
a gran escalaal resto de los países capitalistas
avanzados. Los mercados y las relaciones económicas fueron
recompuestos para acomodarlos, lo que resultó en la expansión
de las ganancias capitalistasque ya se habían expandidoen
la economía mundial general. Esto le puso fin a la lucha
fratricida por los mercados y a las ganancias que tanto habían
definido la deprimida situación económica de las
dos décadas entre las guerras.
Sin embargo, la desintegración progresiva de las estructuras
del orden capitalista de la post guerra ha definido los últimos
30 años. El primer golpe sucedió en 1971, cuando
el presidente Nixon, que se enfrentaba a un déficit en
la balanza de pagos que empeoraba, le safó al dólar
estadounidense del oro y acabó el sistema de relaciones
de moneda fija que había sido elemento tan crucial en el
sistema monetario internacional establecido después de
la guerra
Al mismo tiempo, la expansión de las ganancias que habían
sostenido la prosperidad post bélica llegaba a su fin.
Las tasas de ganancia comenzaron a caer desde finales de la década
del 60 y en 1974-75, como consecuencia, el capitalismo mundial
se ahogaba en la peor recesión desde la década del
30.
El capital reaccionó a esta situación de dos
maneras: lanzó la ofensiva contra la posición social
de la clase obrera y desarrolló nuevas tecnologías
y técnicas asociadas con la aplicación de computadoras
(ordenadoras) en el proceso de producción. La lucha por
contrarrestar la nueva aparición de las ganancias declinantes
fue el ímpetu que ocasionó la mundialización
de los procesos de producción a finales de la década
del 70.
Los problemas económicos que surgieron ocasionaron cambios
bien marcados en la actitud de los Estados Unidos hacia la Unión
Soviética. La política de enfrenamiento
que se formuló después de la Segunda Guerra Mundial
más y más era reemplazada por una orientación
mucho más agresiva cuoy objetivo era la desestabilización
de la Unión Soviética. Las actividades de los Estados
Unidos contra ésta en Afganistán, lanzadas con el
fin de tenderle una trampa a la URSS tipo Vietnamde la cual
no podía extricarse y cuyo precio fue $6 billonesfueron
elementos en este cambio de actitud, así como también
lo fue la enorme expansión de armamentos bajo la supervisión
del gobierno de Reagan.
Las consecuencias de todas estas presiones, en conjunto con
la incapacidad de los regímenes autárquicos estalinistas
de mantenerse a la par de los rápidos cambios económicos
que resultaron de la mundialización de la producción
y el desarrollo de nuevas tecnologías basadas en las computadoras,
eventualmente condujo al colapso de la Unión Soviética
hacia finales de la década del 80.
Pero a pesar de todas las celebraciones triunfalistas del mercado
y todas las declaraciones acerca de una nueva prosperidad, ni
los enormes aumentos en la productividad basada en las nuevas
tecnologías, ni el colapso de la Unión Soviética,
le ha dado al capitalismo un alivio temporal, por lo menos en
cuanto a la expansión de las ganancias se refiere.
Es imposible detallar todos los procesos que definen la economía
política de la década del 90. Las tendencias mayores,
sin embargo, son evidentes. La década comenzó con
el estallido de la burbuja del mercado de acciones del Japón,
de lo cual el país todavía no se ha recuperado.
Siguió la desaparición del milagro económico
del Asia. Y ahora la burbuja económica de los Estados Unidos
ha reventado, con los mercados de acciones en su cuarto año
de baja; situación, por cierto, que no se ha visto desde
la década del 30.
Las tormentas económicasque van más fuerza
van adquiriendoindican ante todo una cosa: la crisis de
la acumulación capitalista que, a nivel internacional,
acrecenta; crisis en que la lucha entre las potencias principales
por los mercados y las ganancias se intensifica cada vez más.
Y mientras mayor sea la presión sobre la tasa de ganancias,
más busca el capital la manera de sobreponerse a esta tendencia
por medio de agresiones contra la posición social de la
clase obrera. Este es el origen de la desigualdad social de las
últimas dos décadas; desigualdad que aumenta más
y más.
Al mismo tiempo, se permite cualquier artimaña para
acumular la riqueza a través del fraude, las manipulaciones
financieras, la especulación, y hasta las actividades delictivas.
Estos cambios se reflejan en la fisionomía de los círculos
gobernantes, en procesos que Marx tan gráficamente describiera
hace ya aproximadamente 150 años:
Puesto que la aristocracia financiera promulgaba las
leyes, dirigía la administración del estado, tenía
bajo su mando todos los poderes públicos organizados y
dominaba la opinión pública por medio de la prensa
y de la situación actual, en todas las esferas se presentaba
la misma prostitución, los mismos engaños desvergonzados,
la misma manía por enriquecerse... enriquecerse no con
la producción, sino robándole a otros. Al estrellarse
a sí mismos en todo momento contra las propias leyes burguesas,
comenzó a manifestarse una afirmación frenética
de apetitos disolutos y enfermizos, sobretodo en los sectores
más altos de la sociedad burguesa... La aristocracia financiera,
en su manera de adquirir, como también en la búsqueda
de sus placeres, no es nada más que el renacimiento del
lumpenproletariado en las cimas de la sociedad burguesa
[ Las luchas de clase en Francia, Karl Marx, págs.
320321, Moscú, 1968]
¿Puede haber una descripción más apta
del régimen criminal pandillero de Bush, cuyos miembros
tienen los vínculos más estrechos con empresas tales
como Enron, WorldCom y otras en el epicentro de
los saqueos de la economía durante los último tiempos?
Se rumora que una de las expresiones favoritas del Ministro
de Defensa, Don Rumsfeld, viene de Al Capone: Uno consigue
más con la palabra dulce y una pistola que con sólo
la palabra dulce. ¿Qué dice esto acerca de
un gobierno que invoca las palabras de un gangster como
principio guiador?
No obstante, nadie debería engañarse que este
régimen es una aberración. Es la expresión
política de la decadencia y la podredumbre en el epicentro
de la crisis de la economía capitalista. El régimen
de Bush representa las necesidades más profundas del imperialismo
estadounidense de la misma manera que Hitler representaba las
necesidades del capitalismo alemán de la década
del 30.
Podemos ver ahora con claridad la economía política
de la campaña bélica de los Estados Unidos. Representa
el esfuerzo desesperanzado por usar los medios militares para
resolver una crisis económica y social que más y
más empeora.
El ataque contra Irak, tal como representantes del gobierno
de Bush han dejado bien claro, es sólo el comienzo. Otra
ves más, las contradicciones del capitalismo encuentran
su expresión en el imperialismo y la guerra. La reacción
política que ahora ha de seguir debe basarse en el análisis
de la crisis misma.
La guerra no puede prevenirse apoyando a ninguna potencia imperialista,
o recurriendo a agencias como la Organización de las Naciones
Unidas. El imperialismo de Francia y de Alemania no representa
la paz. Lo impulsan sus propios intereses mundiales, que se ven
amenazados por los Estados Unidos. Por consiguiente, los gobiernos
europeos están llegando a una conclusión: deben
fortalecer sus propias fuerzas militares para combatir a los Estados
Unidos.
El orden establecido después de la Segunda Guerra Mundial,
en el que los conflictos de intereses entre las potencias imperialistas
se podían reconciliar, ha quedado hecho añicos.
Otra vez más, la contradicción entre la economía
mundial y el sistema de estados-naciones, entre el desarrollo
de la producción ya socializada y la expropiación
privada de la riqueza por medio del sistema capitalista de ganancias,
requiere las luchas más despiadadas entre las mismas potencias
imperialistas, las cuales amenazan con la catástrofe a
toda la humanidad.
El mundo tiene que ser organizado de nuevo. Existe sólo
una fuerza con la capacidad para poner esto en práctica
de manera progresista: la clase obrera internacional. Tiene que
luchar por una perspectiva socialista en la cual el principio
de las ganancias se reemplaza con la planificación consciente
para beneficio de todos. Hay que establecer un nuevo partido revolucionario
internacional para lograr este fin. Es la perspectiva de la WSWS.
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