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El voto en Brasil preparauna crisis aún más
profunda
Por Bill Vann
14 Octubre 2002
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el autor
Luis Ignacio Lula, candidato del Partido de los Trabajadores
(PT), fracasó en obtener una mayoría absoluta del
voto durante la primera vuelta de las elecciones presidenciales,
pero la gran masa que el domingo pasado votó a su favor
muestra que su victoria en la segunda vuelta, que tendrá
lugar el 27 de Octubre, es casi segura.
El ex dirigente del sindicato de los obreros metalúrgicos
obtuvo poco menos del 47% del voto, pero esto fue el doble del
apoyo que su contrincante más acérrimo, José
Serra, ex ministro de la salud, recibió. Además
de recibir el respaldo del gobierno de Fernando Henrique Cardoso,
que actualmente tiene las riendas del poder, Serra también
es el favorito de los inversionistas extranjeros. Los otros candidatos
- Anthony Garotinho y Ciro Gomes - ganaron el 17% y 12% del voto,
respectivamente.
Lula triunfó en todas las zonas del país, con
una población de 175 millones, y la mayoría de los
votos que obtuvo provinieron de las zonas más industriales
de la nación.
Esta primera vuelta de las elecciones fue dominada por la creciente
crisis de la economía brasileña, cuyo foco central
es la deuda pública por $260 billones, la mayor del llamado
mundo en vía de desarrollo. Ésta crisis también
se exacerbó cuando los inversionistas extranjeros, en anticipación
de la victoria del PT, comenzaron a retirar su capital.
La disminución de la valorización del crédito
brasileño al nivel de Nigeria y los ataques sostenidos
contra la moneda nacional, el real, durante gran parte del año
tuvieron su explicación en las instituciones financieras
internacionales, quienes reaccionaron a la favorable tendencia
de Lula en las encuestas y al miedo que éste descontinuaría
la política que favorece a los especuladores financieros.
Esto resultó en acusaciones internas que Wall Street
trataba de intimidar al electorado para que rechazara al candidato
del PT y así evitar la catástrofe económica.
George Soros, de los principales especuladores de moneda del
mundo y con grandes inversiones en Brasil, declaró francamente
que a Brasil no se le permitiría elegir a Lula. En
el Imperio Romano, sólo los romanos votaban, dijo.
En la economía moderna mundial, sólo los estadounidenses
votan, no los brasileños. Esta declaración
provocó un escándalo, inclusive del Presidente actual,
Cardoso.
Por su parte, Lula ha tratado de calmar las inquietudes de
los inversionistas extranjeros; ha enviado a socios del PT a Wall
Street para asegurarle a los bancos y a las instituciones financieras
que su gobierno básicamente continuaría la política
del presidente Cardoso.
En agosto, el Fondo Monetario Internacional acordó ofrecerle
a Brasil $30 billones, que es el mayor préstamo que una
institución prestamista haya otorgado por sí sola.
La enormidad del préstamo es proporcional al desastre que
se anticipa cuando Brasil, octava economía del mundo, se
derrumbe económicamente. Los bancos estadounidenses tienen
préstamos pendientes que casi llegan a $30 billones y varios
- Citigroup y FleetBoston Financial entre
ellos - se encuentran peligrosamente vulnerables. El impacto tendría
consecuencias aún más catastróficas para
los países latinoamericanos vecinos, quienes dependen de
Brasil para la venta de sus exportaciones.
Hacia finales de la década del 70 y a principios de
la del 80, Lula, animado por su hermano - socio dirigente del
partido Comunista de Brasil para que participara en la
política sindicalista, dirigió varias manifestaciones
y huelgas por los obreros en la industria automotriz y la metalúrgica.
Estas tuvieron lugar en el cinturón industrial que rodea
a Sao Paulo, en desafío a la dictadura militar.
El PT surgió de la alianza entre los funcionarios sindicalistas
que participaron en este movimiento y profesores universitarios,
intelectuales y estudiantes izquierdistas durante la década
del 80. Lula se había postulado para la presidencia tres
veces anteriores, pero perdió cada vez, dos a Cardoso.
En 1989, era el favorecido para triunfar y alcanzó la segunda
vuelta, pero fue derrotado luego que los medios de prensa lanzaron
un enorme campaña para envilecerlo a él y al partido.
Desde ese entonces, el PT se ha movido inexorablemente hacia la
derecha, renunciando a su promesa anterior de repudiar la deuda
externa del país y aceptando una política económica
pro empresarial.
El corazón de la cuarta jornada presidencial de Lula
es el nacionalismo económico. Durante su campaña
electoral, Lula afirmaba que estaba resuelto a defender la dignidad
brasileña contra los dictámenes de Washington.
No podemos permitirle a otros que nos traten como si fuéramos
una república bananera, le decía a las muchedumbres.
Este enfoque nacionalista no sólo atraviesa las líneas
clasistas, sino que también tiene cierta atracción
en los sectores más derechistas de la sociedad brasileña.
Escogió a José Alencar como candidato a la vice
presidencia. Alencar es empresario de la industria de los textiles
y es una de las figuras más destacadas del movimiento cristiano
evangélico. La selección de este señor tuvo
su objetivo: enviarle un mensaje a los capitalistas brasileños
y a los inversionistas extranjeros para que confiaran en que el
PT va a defender la propiedad privada y los intereses de las ganancias.
También cimentó la alianza entre el partido y sectores
de la burguesía criolla - de los textiles, la agricultura
y el acero - que apoyan una política proteccionista y abogan
para que se disminuya la dependencia sobre las inversiones multinacionales.
Son estos sectores los que específicamente se han mostrado
hostiles a la campaña del gobierno de Bush para asegurar
que para el 2005 ya se haya establecido la Zona del Comercio Libre,
que se extendería desde el Círculo Ártico
hasta la Tierra del Fuego.
En una declaración por escrito al Washington
Post, Lula expresó que La propuesta
[sobre el libre comercio] tal como se ha diseñado no significa
la integración, sino la anexión de las economías
latinoamericanas a la de los Estados Unidos.
La noche de las elecciones, el candidato del PT pronunció
un discurso, ante un público de izquierdistas latinoamericanos,
con el cual defendió su elección de un empresario
de la industria de textiles como candidato a la vice presidencia.
A muchos en Latinoamérica les pareció extraño
que el PT escogiera a un comerciante como candidato a la vice
presidencia, le declaró Silva al grupo, quien había
llegado a Sao Paulo ese día preparado a celebrar la victoria
del partido. Pero me complece decirles que no escogimos
a cualquier empresario. José Alencar es hombre extraordinario,
de los mayores empresarios del país en el sector de los
textiles. Y defiende nuestra industria desde el punto de vista
nacionalista.
Mientras que el candidato del PT ha recibido el apoyo de la
burocracia sindicalista, cuya política es esencialmente
nacionalista, también ha recurrido a los militares, la
misma institución que brevemente lo encarceló en
varias ocasiones cuando dirigía huelgas ilícitas
hace ya más de veinte años.
Recientemente, Lula pronunció un discurso en Río
de Janeiro ante oficiales militares. Al declarar que Brasil posiblemente
había errado al firmar pactos contra la proliferación
de las armas nucleares, el público lo vitoreó. El
candidato preguntó: ¿Por qué cuando
una persona me pide que baje las armas y me quede sólo
con una honda en las manos, esa misma persona se queda apuntándome
con un cañón? ¿Qué beneficio nos trae
eso? El mundo respetará a Brasil sólo cuando éste
se convierta en poder económico, tecnológico y militar.
También declaró su apoyo al plan de Embraer,
empresa de transporte aéreo y cuarta compañía
mayor del mundo de semejante índole, para comenzar la producción
de un nuevo avión jet de guerra que pueda competir
con el F-16 estadounidense y desarrollar, además, la tecnología
de cohetes teledirigidos. Este plan sería un desafío
directo a Washington y un aumento cualitativo en las aventuras
brasileñas en el mercado mundial de armas.
Lula también ha provocado la hostilidad de Washington
con declaraciones en contra de la intervención militar
de los estados Unidos en el país vecino de Colombia - postura
que el actual gobierno de Brasil comparte - y comentarios que
critican la política del gobierno de Bush. De diez
palabras que salen por su boca, nueve son para fomentar la guerra,
dijo recientemente al referirse al presidente de los Estados Unidos.
El comentario acerca de las armas nucleares enseguida produjo
la ira de Washington. Doce diputados republicanos del Congreso
le dirigieron una carta al presidente Bush, advirtiéndole
que la postura del candidato era de grave consternación
a los Estados Unidos.
La embajada estadounidense en Brasilia no ha criticado a Lula
abiertamente, pero es evidente que la clase gobernante de los
Estados Unidos, igual que su contraparte en el mismo Brasil, se
ha desunido en cuanto a si debería montarse una campaña
acérrima para evitar que el gobierno del PT llegue al poder,
o apoyarlo, que quizás sea la mejor manera de frenar un
levantamiento social en el mayor país de Latinoamérica.
Ya el PT ha comprobado, en gran parte, que está dispuesto
y hábil para imponer la política económica
y social que dicte el capital financiero. El partido se ha postulado
en cinco estados y en siete capitales provinciales, inclusive
Sao Paulo, mayor ciudad del hemisferio occidental. Pero con todo
y todo, las clases gobernantes temen que la elección de
Lula a la presidencia despierte en las masas del pueblo trabajador
brasileño esperanzas sociales que de ninguna manera pueden
ser satisfechas dentro de la estructura económica actual.
La gran mayoría de los casi 33 millones de gente que
votó por el PT lo hicieron porque quieren un cambio en
la política del mercado libre, respaldada por
los Estados Unidos, que ha causado el empobrecimiento constante
de la mayoría y el enriquecimiento sin precedente de un
pequeño sector en la cima de la sociedad brasileña.
Más de un tercio de la población brasileña
vive en la pobreza; están desempleados o ganan menos del
salario mínimo, el cual es aproximadamente $60 al mes.
Y en términos de la distribución de la riqueza,
el país es de los más desiguales del planeta. Según
ciertas cifras publicadas en el 1999, el 10% más rico de
la población recibe el 47.4% del ingreso nacional, mientras
que el más pobre recibe un paupérrimo 8.1%. Los
altos tipos de interés continuos y el desempleo sólo
han servido para ampliar este abismo durante los últimos
tres años.
Mientras hace su jornada electoral, Lula repetidamente se refiere
a la necesidad de una igualdad social mayor y dice que todos los
brasileños tienen el derecho a por lo menos tres
comidas al día. También se ha comprometido
a crear 10 millones de empleos nuevos para remediar la crisis
de desempleo. Aunque ya ha retrocedido en cuanto al repudio de
la deuda externa, el PT una y otra vez ha prometido romper
con el modelo social y económico en existencia.
Pero el compromiso del PT con satisfacer las condiciones del
préstamo de $30 billones otorgado por el FMI excluye toda
reforma social. Funcionarios del gobierno de Cardoso ya le aseguran
a los bancos internacionales y a las instituciones financieras
que la política económica del gobierno del PT no
va a diferir mucho de las que el gobierno actual tiene en vigencia.
En el 2002, el gobierno que ahora está en el poder ya
ha reducido ferozmente los gastos públicos por más
de $6 billones. La actividad industrial ha disminuido más
del 4% este año, y la tasa de desempleo en el centro industrial
y financiero que es Sao Paulo el desempleo ha aumentado 10%, el
mayor nivel que haya logrado desde 1982, cuando Brasil sufrió
su peor crisis de deuda.
La satisfacción de las exigencias del FMI causará
reducciones mayores. Entre otras acciones, esto requerirá
- y Lula está de acuerdo - que se ahorre una plusvalía
del presupuesto anual, equivalente al 3.75% del Ingreso Bruto
Interno, para aplacar el miedo de los inversionistas extranjeros.
Los propios asesores del gobierno de Cardoso presentaron informes
que muestran que estas cifras podrían utilizarse para combatir
la miseria que existe en Brasil, que es pasmante.
Lula ha tratado de defender la política de su partido
cuando le dice al público que Hay contratos que simplemente
tienen que cumplirse, aunque ello no significa que estamos de
acuerdo. El candidato del PT también ha prometido
no hacer retroceder la conversión de las industrias estatales
en empresas privadas; conversión que el gobierno de Cardoso
ha llevado a cabo durante los últimos ocho años,
causando no sólo el aumento del desempleo, sino también
del precio de los servicios públicos básicos.
En la prensa han aparecido numerosos informes, basados en declaraciones
de funcionarios del PT, que el partido planea seleccionar a cierta
persona del sector privado para que dirija el Banco Central con
autonomía casi absoluta. Entre los nombres mencionados
se encuentran Henri Philippe Reichstul, ex dirigente de Petrobras,
empresa de petróleo estatal, y quien actualmente es ejecutivo
de Globo, conglomerado de la prensa derechista que anteriormente
había organizado campañas propagandistas contra
el mismo Lula; Enrique Mereilles, jefe de la sección internacional
de FleetBoston Financial, de los mayores
prestamistas al Brasil; y Joao Sayad, otro ex bancario que anteriormente
había sido ministro a cargo de la economía de la
municipalidad de Sao Paulo.
Aún si el gobierno del PT se inclinara a seguir un cambio
radical en la economía política, eventualmente chocaría
con un congreso que las últimas elecciones no habrán
cambiado mucho. Se espera que el partido tenga menos de un quinto
de los puestos en la Cámara Baja de la legislatura, la
cual todavía quedará dominada por los partidos derechistas
y centristas que respaldaron a Cardoso y a Serra.
Casi no existen pruebas que las declaraciones de Lula hayan
tranquilizado a los mercados financieros. Y éstos tampoco
han mostrado que la elección de él sea su mayor
inquietud.
Desde marzo, los títulos brasileños y la moneda
del país, el real, han disminuido 30%. La caída
del valor del real contra el dólar ha puesto presión
aún mayor sobre la economía nacional, ya que ha
causado el aumento del costo que el pago de la enorme deuda del
país exige. Entre tanto, los inversionistas y los bancos
multinacionales se muestran reacios a ofrecer crédito nuevo
a la región luego del incumplimiento de pagos de la Argentina
y de las pérdidas tambaleantes en Wall Street. Los
inversionistas le temen a la posibilidad de otro incumplimiento,
y están sacando su dinero de Brasil, lo cual causa mayor
presión sobre la moneda y los títulos.
El miedo de los mercados financieros se debe a dos causas esenciales:
la situación económica extremadamente inestable
de Brasil; y la convicción creciente que Brasil se va derecho
al incumplimiento no importa lo que cualquier gobierno trate de
hacer.
De aquí a finales del 2003 se vencerán aproximadamente
$90 billones de deuda externa bajo condiciones en que la actual
crisis económica mundial hará que la renegociación
de los plazos de pago sea extremadamente difícil.
El movimiento especulativo continuo contra el real dejará
al gobierno del PT, ya comprometido a cumplir las exigencias del
FMI, con pocas alternativas si llega - o cuando llegue
al poder. La empresas brasileñas, sobretodo las vinculadas
al mercado mundial, reaccionarán al valor desinflado de
la moneda nacional subiendo los precios. Para prevenir otra super
inflación, el Banco Central una vez más tendrá
que aumentar los tipos de interés, lo cual podría
conducir a una mayor contracción de la producción
y a un desempleo mayor.
Es decir, las condiciones a las cuales se enfrentan las masas
brasileñas serán precisamente lo contrario a lo
que la campaña populista de Lula ha prometido. La consecuencia
inevitable será una crisis socioeconómica peor.
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