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Los planes de los EE.UU. para Irak: De vuelta al colonialismo
Declaración de la Junta Editorial del WSWS
5 Noviembre 2002
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el autor
La Casa Blanca de Bush anunció el 10 de octubre sus
planes para imponer un régimen militar estadounidense que
gobierne a Irak después de la invasión de ese país.
El objetivo de Washington es conquistar Irak y luego instalar
un procónsul militar probablemente el comandante
de las fuerzas estadounidenses en el Golfo, general Tommy Franksque
gobierne al país por varios meses, o quizás por
varios años. Además del control militar, también
se instalaría un régimen civil tipo colonial, compuesto
por funcionarios de los Estados Unidos. Más adelante, de
acuerdo al nuevo plan, los EE.UU. entregaría el poder a
las fuerzas democráticas iraquís.
Los funcionarios del gobierno compararon el régimen
militar estadounidense en Irak a la ocupación del Japón
al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el general Douglas
MacArthur gobernó a ese país fue gobernado durante
seis años y medio. Los funcionarios también se refirieron
a la posibilidad de entablar juicios por crímenes de guerra
contra los líderes de Irak y a la destrucción del
partido gobernante, Ba'ath.
Esto planes ponen al descubierto que la invasión de
Irak será una guerra imperialista de conquista y pillaje.
Significará una nueva época en la historia del colonialismo
en que los EE.UU. utilizará su supremacía militar
para dominar al mundo ocupando territorios, apoderándose
de recursos y subyugando a los pueblos del mundo a los dictados
de los bancos y de las empresas multinacionales estadounidenses.
Este renacimiento del imperialismo representa una profunda
reivindicación del análisis marxista del capitalismo
contemporáneo. Ha llegado el momento para que todas las
fuerzas que se oponen a la opresión colonial y a la dictaduraen
realidad, todo estudiante inteligente de la política mundialanalizen
nuevamente la obra maestra de Lenín, Imperialismo: estado
superior del capitalismo, escrita en 1916 .
Durante la prosperidad que ocurrió después de
la Segunda Guerra Mundial, los apologistas del sistema de ganancias,
basándose en las tendencias presuntamente progresistas
y democráticas del capitalismo moderno, rechazaron
la obra de Lenín. La catalogaron de obsoleta y carente
de actualidad. Como prueba que el imperialismo pertenecía
al pasado, identificaronerróneamentelas restricciones
que la rivalidad entre los EE.UU. y la Unión Soviética
había impuesto a las grandes potencias, a las presiones
de las luchas obreras y a las luchas anticoloniales del Tercer
Mundo.
Hoy podemos interpretar la definición de Lenín
le diera a las características principales del monopolio
capitalistay su insistencia que éstas son reaccionarias
de cabo a rabocomo resumen preciso de la política
contemporánea de los EE.UU. y de la política exterior
de Washington. El capitalismo imperialista, decía Lenín,
es rapaz, anexionista, destructor. Hace la guerra
para dividir al mundo, para la distribución y repartición
de las colonias, para establecer esferas de influencia'
para el capital financiero.
El capitalismo, Lenín continúa, se
ha convertido en un sistema mundial de opresión colonial
y estrangulamiento económico de la gran mayoría
de la población mundial por parte de un puñado de
países avanzados'". Añadió: El
capital financiero le ha añadido a al viejo motor de la
política colonial la lucha por el dominio de materias primas,
la exportación del capital y por esferas de influencia';
es decir, por esferas con negocios rentables, concesiones, ganancias
exclusivas, etc. En resumen, por territorio económico en
general.
Estas palabras aptamente describen los objetivos esenciales
de los EE.UU. en Irak. Los métodos que los EE.UU. use para
conducir esta guerra deberán por necesidad coincidir con
los objetivos del ataque, que será una agresión
homicida contra la población de Bagdad y demás ciudades
importantes y cuya intención es destruir a todo el que
se oponga a los intereses de los Estados Unidos y a aterrorizar
al pueblo de Irak.
Esto es acción criminal desde todo punto de vista. Indudablemente,
el gobierno de Bushel propio residente de la Casa Blancarepresenta
a los elementos criminales que surgieron dentro del mundo empresarial
estadounidense durante los años del 80 y del 90. El caso
de Enron y otros escándalos han dejado claro que
aquellos en los puestos más altos del sistema industrial
y financiero se enriquecieron a través del fraude contra
el pueblo estadounidense y contra sus propias compañías.
Se trata de una capa social parasitaria hasta la médula.
Desprecia los métodos y las instituciones democráticas,
y emplea las artimañas de la mafia para lograr sus fines.
Los representantes políticos de la ultra derecha y medio
fascistas de esta élite, que domina al Partido Republicano,
conspiró en el pasado para entablar un escándalo
sexual y derrocar al presidente electo. Ahora están expandiendo
estos métodos a la esfera internacional para robarse lo
que no pueden lograr por medios convencionales.
La criminalidad del gobierno de Bush no es cuestión
de características individuales o actitudes personales.
Es la expresión subjetiva inexorable de profundas tendencias
objetivas en el modo de producción capitalista. El ascenso
a la cima que estos políticos criminales han logrado ocurre
en el contexto de la acumulación de contradicciones y de
la creciente crisis económica para la cual el capitalismo
no tiene solución fuera de la barbarie y la guerra.
Por más de cuarto de siglo, los centros principales
del capitalismo mundial, bajo la dirección de los EE.UU.,
han tratado de contrarrestar la crónica crisis de ganancias
por medio de ataques contra la clase obrera en el interior [de
sus países] e intensificando la enorme explotación
y empobrecimiento de las masas oprimidas de Asia, África
y América Latina. Sistemáticamente se le puso presión
a los precios de materias primas y recursos naturalescomo
el petróleode los que las ex colonias dependen para
su subsistencia económica, y estos países se ahogaron
en el remolino despiadado de dependencia en el capital financiero
internacional.
Pero estas medidas probaron ser insuficientes para superar
las contradicciones intrínsecas del capitalismo. Como queda
claro hoy, la llamada prosperidad de los años del 90, que
sacó a la superficie los elementos más rapaces y
bestiales de la clase dirigente estadounidense, no fue más
que un intento para cubrir la crisis en la producción para
las ganancias por medio del fraude en la contaduría y en
las finanzas a nivel sin precedente.
Así como las condiciones objetivas básicas propulsaron
a la clase dirigente estadounidense a tomar el sendero de la reacción
política y del fraude financiero en el interior del país,
también la han llevado, a nivel internacional, a adoptar
métodos de conquista militar y gobierno colonial. En los
ámbitos dirigentes de los EE. UU. existe una esperanza
afanada que el robo de los recursos petrolíferos de Irak
y de otros países ofrecerán la salida a su peor
crisis económica.
En su informe del 11 de octubre acerca del nuevo plan estadounidense,
el New York Times incluye el siguiente renglónestratégicamente
enterrado a mitad de artículoque divulga que los
EE.UU. y sus aliados esencialmente controlarán las
segundas reservas mayores de petróleo del mundo, casi 11%
del total.
La transformación de Irak en base militar y protectorado
de los EE.UU. puede que signifique billones en ganancias para
los monopolios petrolíferos estadounidenses, dándole
al capitalismo de los EE.UU. control sobre las reservas petrolíferas.
Establecería, además, el punto de partida para futuras
guerras de agresión contra los países ricos en petróleo,
tales como Irán y Arabia Saudita al este y al sur, Siria
al norte, y eventualmente Rusia y China.
En cuanto a los aliados sólo en nombre de Washington
en Europa y Japón, la expropiación de Irak por parte
de los EE.UU. tiene su fin: destruir toda las esperanza que tienen
para desafiar la supremacía de los Estados Unidos, pues
dependerán de EE.UU. mucho más EE.UU. para obtener
el petróleo. No pueden aceptar semejante servilismo. La
guerra contra Irak intensificará enormemente los antagonismos
entre los imperialistas mismos, y pondrá en movimiento
la expansión del militarismo y una feroz lucha por el control
de los recursos, territorios y mercados estratégicos. Las
acciones bélicas de los EE.UU. van a impulsar a todo el
mundo a tomar el sendero de la Tercera Guerra Mundial.
La élite política y empresarial de los Estados
Unidos se ha embriagado con visiones del Imperio Romano para el
país durante el siglo XXI. Esto explica, en gran parte,
el desbocamiento del Partido Demócrata para apoyar los
planes de guerra de Bush. El mismo día que los diputados
congresistas de ambos partidos pintaban la autorización
de guerra que estaban a punto de concederle a la Casa Blanca como
mandato para lograr, por medio de una diplomacia magnánima,
la democracia y la liberación del pueblo iraquí,
los voceros del gobierno esbozaban los planes para crear un estado
policíaco estadounidense en el país del Golfo Pérsico.
Se rumora que los funcionarios del gobierno de Bush están
estudiando la ocupación de Alemania y del Japón
después de la Segunda Guerra Mundial como parte de sus
preparativos para invadir a Irak. Pero un precedente de mayor
pertinencia es la ocupación colonial estadounidense de
las Filipinas después de la Guerra entre los Estados Unidos
y España en 1898. Los militares estadounidenses suprimieron
bestialmente la resistencia nacionalista de ese país, matando
200,000 filipinos.
Para desviar la indignación y repugnancia del pueblo
estadounidense que inevitablemente seguirá a la carnicería
de Irak, el gobierno de Bush, para cubrir sus crímenes,
cuenta con unos medios de prensa corruptos y dóciles. Pero
la clase dirigente estadounidense no podrá, a fin de cuentas,
escapar las consecuencias políticas de la guerra que ha
emprendido.
Las intrigas imperialistas del gobierno se basan, en gran parte,
en una política de locura y delirio. Y éste ni comprende
ni anticipa las graves consecuencias de sus acciones.
Los planes de Washington para imponer su Paz Americana
se encontrarán con una feroz resistencia, sobretodo con
la de las masas iraquís. A éstas se unirán
cientos de millones más en Asia y África que no
tienen la menor intención de regresar a la esclavitud colonial.
La guerra contra Irak ha de polarizar la sociedad estadounidense
de manera no vista durante muchas décadas. Bush sostiene
que actúa en nombre del pueblo estadounidense. Eso es mentira.
Una gran mayoría de la población no desea la guerra,
y no está preparada a ponerle sello y firma a la masacre
de los iraquís en nombre de los monopolios petrolíferos.
Una de las causas principales de la guerra es la desesperación
de la élite dirigente de los EE.UU. para distraer a la
clase obrera de la crisis en el interior del país. Sin
embargo, las consecuencias de los planes militares mundiales de
Washington, más antes que tarde, van a encender el odio
que las masas sienten hacia el despilfarro y el robo de los recursos
nacionales por parte de clase dirigente empresarial, que ejerce
su monopolio político a través de los partidos Demócrata
y Republicano.
La guerra en Irak que se aproxima será el indicio para
levantamientos sociales y políticos en los EE.UU., y para
que las masas se tornen hacia la alternativa socialista a la guerra,
la desigualdad y la represión.
Este movimiento debe prepararse políticamente y crear
una dirigencia consciente a través de la formación
de un nuevo partido socialista de la clase obrera. Tal partido
debe basarse en esta verdad fundamental: sólo la acción
unida de la clase obrera internacional puede ponerle paro a la
guerra imperialista y deponer las armas de los fomentadores de
la guerra.
Como han mostrado los eventos recientes, las súplicas
al Partido Demócrata son una distracción sin esperanzas
y, a fines de cuenta, reaccionaria. Es imprescindible que todos
los oponentes serios y principistas a la guerra imperialista se
comprometan a construir el Partido Socialista por la Igualdad
y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
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